Por un tuRiver libre de humo (y tambien por un TR lleno de alcohol)

claro vaya a saber que mierda lo podes meter al narguila, desde un whiksky a leche

Nuez moscada Mati, nuez moscada (y al día siguiente no vayas a laburar :mrgreen:)

Tenía intenciones de hacer eso con el té de Cedrón que compró mi vieja. Creo que voy a conseguirme una seda :mrgreen:

Lo de la nuez moscada no ea en sopa???. Lindo efecto.

Otro que probe de tal guisa es el de filamentos de banana (secos, al sol) :slight_smile:

Y la gloria, pero peligrosa e irrepetible, es el sublime te de floripondio jajajaja. Que flash ese dia madre mia.

¿de que carajo hablan? :P:mrgreen:

Sos mas sano que la mierda Lean. Viola alguna norma establecida viejo :slight_smile:

Nono, fumo faso cada tanto (nunca me intereso comprar, pero cuando se presenta la oportunidad fumo) y obviamente escabio y me pongo en pedo. Y tengo muchas ganas de algun dia ir a Amsterdam y flashear de lo lindo. Pero la floripandria y no se que cosas ya escapan mi conocimiento jaja.

Floripondio jajajajaja

Si queres flashear de lo lindo metete disfrazado de barny en fuerte apache pasadas las 12.

:lol::lol::lol::lol:

En mi caso, quiero dejar pero me es imposible. Ya me estoy averiguando respecto de la vareniclina.

Me hiciste sacar esta cuenta:

Fumo desde los 12, tengo casi 25.

Debo haber fumado un promedio de 10 cigarrillos diarios desde ese entonces.

Cuando empecé a fumar el atado de 20 salía $1,60, hoy sale $7,25, pongamos un promedio de $4 el atado.

10 cigarrillos x 13 años = 47450 puchos
47450 / 20 = 2372,5 atados
2372,5 atados x $4 = $9490

Me fumé casi 10 lucas (las cuales a valor actual no sería menos que el doble)… qué increible.

Les dejo algo que les puede llegar a ser útil. El otro día me llamó la atención en el Clarín el título.

28.10.2011 | Primera persona “Así dejé de fumar”

          Griselda Carreño, una psicóloga de 31 años, se liberó del  cigarrillo después de una dura batalla. Crónica de una epopeya personal.

“Empecé a fumar a los 16 años. Cuando salíamos del colegio y estábamos en la calle con mis amigas. Una conducta de típica adolescente que experimenta lo prohibido. En mi casa nadie fumaba y el cigarrillo estaba recontra prohibido”, recuerda María Griselda Carreño, 31 años, psicopedagogía, profesora de chicos sordos, casada y mamá de Sofía, de casi dos años.

Al principio, Griselda se cuidaba de que sus padres no se enteraran. “Primero lo oculté y después, cuando lo blanqueé, por supuesto, no me permitían fumar en casa. Finalmente solo me dejaron hacerlo en mi cuarto. Y siempre me decían: ‘¡Dejá eso, dejá de fumar!’. Yo, ni los escuchaba”. Fumaba entre 5 y 10 cigarrillos por día. Sin embargo, a veces se excedía: “Por ahí salía un sábado y llegaba al atado entero. Al comienzo no sentía ninguna clase de dependencia. Fumaba cuando salía con mis amigas y no era una necesidad, una urgencia. Pero a los 17, a los 18 años empecé a comprar cigarrillos y a fumar todos los días. Se había convertido en una adicción”. Griselda consumía unos 15 cigarrillos por día aunque seguía haciendo deporte: salía a correr o hacía natación. Hasta que notó que su rendimiento ya no era el mismo. Además, comenzó a sentir la contradicción entre una cosa y la otra, entre el cigarrillo y la vida sana. “En aquel momento estaba resignada porque creía que sería imposible dejar y me armé un discurso defensivo y decía que no iba a dejar porque ‘no quería’. En realidad, era porque pensaba que no podía. A la mañana, terminaba de desayunar, ponía un pie en la calle, prendía un cigarrillo y lo iba fumando hasta la estación de tren. Tomaba el tren, bajaba en la estación de Once, y me fumaba otro hasta el trabajo. Como en la escuela no estaba permitido, salía para poder fumar. Cada momento que encontraba para fumar, lo aprovechaba. Era cierto: no me había convertido en una fumadora de dos paquetes por día, pero sí en una de 15. Ya era una adicta”.

Intentos fallidos
Pasado un tiempo, la razón primó por sobre las excusas, y Griselda hizo dos intentos por liberarse del cigarrillo. “A los 22 probé con un tratamiento con láser que no me funcionó. A los dos días estaba fumando otra vez. A los 27 intenté otra vez, por mi cuenta, sin ninguna ayuda profesional porque yo sola lo había decidido. Era una motivación interna, pero no me alcanzó y volví a fallar”.
Más adelante, las prioridades cambiaron y Griselda se encontró, ya casada, con el deseo de ser mamá, pero no fumadora. “Veía en la calle a una mamá llevando a su bebé en el cochecito con una mano y con la otra mano agarrando el pucho y no me gustaba. Me molestaba que mi hija o mi hijo me vieran fumando. Yo pensaba que era mejor quedar embarazada ya habiendo dejado. Hay muchas mujeres que esperan familia y tienen deseos de fumar. Yo no quería que me pasara eso”.
Sumado a su deseo de ser mamá, hubo un par de hechos que la convencieron de pedir ayuda para intentar abandonar el vicio… por tercera vez: “Primero, mi marido empezó a sacarme algunas pitadas y yo no quería que él también empezara a fumar. Segundo, mi mejor amiga, que fumaba como una chimenea, se puso las pilas y dejó. Ver que ella lo había conseguido, me animó a intentarlo de nuevo”.

El tratamiento
A su proyecto de liberarse del cigarrillo, se sumó la presencia de su suegro, nada menos que un médico especialista en tratamientos contra el tabaquismo. “Tener en la familia a un experto en el tema resultaba una presión extra. El me martillaba la cabeza para que abandonara”. Finalmente, Griselda charló con una amiga -también fumadora y con ganas de ser mamá- la idea de empezar el tratamiento con su suegro. En realidad, tenía el propósito de que lo hicieran juntas: “Le propuse tratar, y ver si podíamos darnos fuerzas entre las dos”. Así llegaron hasta el consultorio. Y comenzaron.

El tratamiento de Griselda duró dos meses en total. Se hizo distintos estudios para ver cómo estaba su organismo y luego, con el médico, fijaron la fecha -una especie de día D- en la que iba a dejar de fumar. Paralelamente, le dieron una serie de ejercicios conductuales, en los que el fumador empieza a tomar conciencia de por qué fuma, en qué momento del día lo hace y así empieza a bajar la cantidad de cigarrillos que consume. Además, ella, así como el resto de los pacientes, tomaba una dosis diaria de Vareniclina. También iban a una reunión grupal semanal, con los otros fumadores, bajo la supervisión de una coordinadora. Por las dudas, tenían el número del celular del médico en caso de una eventual crisis de abstinencia.
“Ante las ganas de fumar, nos aconsejaban tomar un vaso de agua, salir a caminar. Nos dieron un libro donde estaban detallados todos los ejercicios”.

Yo te banco
“La verdad es que dejar me costó muchísimo: lloré, lloré y lloré. Hacía todo lo indicado, iba a todas las reuniones, hablaba, pero no estaba segura de querer dejar”. El apoyo por parte del marido de Griselda fue decisivo: “El me bancó a muerte en mi crisis. Yo iba a correr y él, que no corría, empezó a acompañarme. Fue tan difícil como positivo. Fue un logro importante para mi autoestima. Yo sabía que no quería, con una nena de casi dos años, al cigarrillo en casa, como a un pariente indeseado”.
Griselda recuerda exactamente el día que dejó el cigarrillo: 25 de septiembre del 2007. Después del tratamiento, engordó unos ocho kilos que adelgazó al año siguiente. En 2009 quedó embarazada de Sofía. Y no volvió a fumar. Por estos días, además, se da el gusto de correr hasta 21 kilómetros, algo que antes no podía hacer. “El que fue adicto al cigarrillo, en realidad está dejando de fumar todos los días de su vida, porque después todo el tiempo aparece el fantasma de querer volver. Hay que tener la convicción de querer dejar. A veces me pasa que alguien prende un pucho y me dan ganas, siento el impulso. En esos momentos, lo que a mí me funciona es decirle a esa persona lo bueno que es dejar y de a poco me olvido de que yo también alguna vez fumé”.


¿Qué es la vareniclina? Acá lo explica:

* Vareniclina. Se comercializa en el país desde 2007. Es el medicamento más reciente, el más específico, el primero que se creó especialmente para dejar de fumar. A diferencia de los parches, los caramelos y los chicles, este remedio antitabaco actúa directamente sobre los receptores de nicotina en el cerebro. Su mecanismo de acción es el siguiente: gradualmente, ocupa en el hipotálamo al receptor de nicotina y lo va “engañando”, “haciéndole creer” que es lo que necesita. Al ocupar los receptores de acetilcolina-nicotínicos ubicados en las neuronas, impide que la nicotina estimule el cerebro. Mediante el bloqueo de la “entrada” de la nicotina, reduce gradualmente el deseo de fumar. De todos modos, lo único que hace que los neuroreceptores se desactiven es la abstinencia, es decir, dejar de fumar.

Links: Así dejé de fumar | Entremujeres y Dejar de fumar: aliados y engaños | Entremujeres

Que es lo que te averiguas? :mrgreen::mrgreen:

Me estoy averiguando (sí, está bien dicho, botón :twisted:) al respecto de conseguir que me receten eso je.

Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm eso esta bien dicho? mmmmmmmmmmmmm

Sí, porque el “me”, lo que hace es indicar para quién estoy haciendo esa averiguación. Si lo averiguase para vos, diría “te estoy averiguando”.

Obviamente que es más utilizada la forma “estoy averiguando” y que sea tácito el sujeto para quién averiguás. Pero ambas formas son correctas.

P5t4. :mrgreen:

Ok, seguì hablando como un pelotudo entonces, esta todo bien :slight_smile:

No entendì el final, ja.

No. :mrgreen:

No es hablar como un pelotudo. El decir “me” antecediendo a algo que estás haciendo para vos, lo que hace es enfatizar en que estás realmente interesado en el tema en cuestión. Otra cosa es que lo hagas siempre.

Reemplazá los números por una vocal que se corresponda y lo vas a saber. :twisted:

M1l333333333333333333s3m4

jaaaa fumate un churro como dios manda mati careta :twisted:

La de nuez moscada va para pelotudear, no es la gran cosa, tiene un gusto raro