Día 8: María un testimonio desgarrador
27 de agosto
La audiencia de hoy se compuso de tres partes: en primer lugar, las defensas anunciaron que volverán al ruedo con los pedidos de excarcelación de los imputados; en segundo lugar, testificó María, militante del Partido Obrero de Varela, que describió un cuadro desgarrador; finalmente, empezaron a declarar los policías afectados a la investigación de los hechos.
María
El primer testimonio que se escuchó en la audiencia fue el de María, y fue desgarrador.
En la sala había muchos jóvenes, sobre todo militantes de la UJS y amigos. Sus rostros reflejaban conmovidos el horror del relato de María. Fue la voz de todos en ese momento, de Mariano, de Elsa, de los obreros tercerizados, de los centenares de miles que acompañan activamente esta lucha.
Fue un alegato en sí mismo, aunque se tratara ni más ni menos que de un relato cronológico de los hechos. El tribunal dispuso un cuarto intermedio de cinco minutos a mitad de su testimonio. María, que sollozaba, dijo que no hacía falta, que quería seguir atestiguando. El tribunal insistió. No era el estado anímico de ella (firme, fuerte, convincente hasta el más mínimo detalle) lo que imponía una pausa: era la tensión que surcaba toda la sala de audiencias. Los procedimientos judiciales son en general muy impersonales, el ritual es extremadamente burocrático. Ahora se caían todas las defensas, se quemaban todos los papeles. Ahí estaba María de Varela, de casi 60 años, que crió cuatro hijos, que fue obrera en el ex Frigorífico Regional Santa Elena en su Entre Ríos natal, que militó en el Partido Comunista hasta poco después del Cordobazo, que se vino a Buenos Aires en el año 79, que se incorporó al Polo Obrero y al Partido Obrero en el 2001; ahí estaba para hablar, recién salida del trabajo, para decir la verdad, y la dijo. ¡Vaya si la dijo!
“Teníamos una cita a las nueve y media en el local de Avellaneda para acompañar a los ferroviarios despedidos a un corte de vías por su reincorporación y por el pase a planta permanente. Tardamos en salir. En la esquina del local, había 3 personas mirando insistentemente, después llegaron 2 patrulleros. Una compañera de Varela vino en tren y contó que había muchos policías, que el clima no era bueno. Otros compañeros dijeron que no íbamos a ir para ese lado, y salimos para el otro. Adelante la bandera, los tercerizados, los chicos que cantaban. Yo llevaba un banderín junto a otro compañero. Dimos la vuelta manzana porque estaban provocando. Empezamos a caminar por la calle a lo largo del terraplén. La policía nos seguía al costado, encolumnada; arriba, los ferroviarios agitaban banderas verdes y nos gritaban. Nosotros cantábamos. Se veía que no íbamos a poder hacer el corte”.
“Pasamos un puentecito y había un espacio para subir al terraplén. Los compañeros se mandaron. Traté de subir pero sentí como una jauría de perros que venía a los gritos por la vía y tirando piedras. Era una lluvia de piedras, era imposible subir”. María relató que alcanzó a ver a un Policía Federal con el arma desenfundada junto a la patota ferroviaria y contó de la represión con balas de goma de la infantería policial contra la columna. A María la alcanzó un piedrazo en el estómago. Otras compañeras también resultaron heridas en esa primera agresión, entre ellas, Elsa.
Agrupados en torno a la parrilla de Luján y Santa Elena, mientras se desarrollaba la asamblea que daría por concluida la movilización, María se dedicó a atender a los heridos y le hizo el cabestrillo a Elsa para resguardar su brazo. María tiene conocimientos básicos de enfermería y primeros auxilios –lo dijo frente al tribunal- que luego resultarían fundamentales para salvar la vida de Elsa.
La columna comenzó a retirarse. Habían recorrido cien metros cuando desde el fondo comenzaron a llegar gritos de alerta porque la patota se venía a la carrera.
María: “yo seguí para adelante. Iba conversando con Nancy y Elsa. Atrás se sentía bullicio. Hicimos una cuadra marchando medio desordenados. Yo no miraba para atrás porque lo que quería era que nos fuéramos, así no distraía a los demás, pero se sentía un griterío, mucho lío”.
“Iba conversando con Elsa. En la esquina había agua y barro. Yo salté y seguí caminando. Elsa se quedó atrás. En eso, un compañero me dice ´se resbaló Elsa´. Me di vuelta y la vi en el piso. Pensé que no era nada, pero le di la mano y no respondía, tenía los ojos cerrados. Creí que estaba desmayada. La agarré de la pera para darle una bofetada y le veo en la sien un pedazo de carne desprendido. Cuando miré bien, veo que es hondo, que era una bala de verdad. La dejé despacito”. Elsa perdía “un hilito de sangre”; María dejó la cabeza de Elsa en cierta posición para que la sangre fluyera, evitando que se le formara coágulo.
“Grité ´escóndanse, nos quieren matar´. Yo pensaba que nos tiraban de arriba de los árboles, de las paredes. Tratamos de parar un auto pero se fue. Empecé a correr por el medio de la calle gritando que habían matado a Elsa, que tenía un tiro de verdad”. Pedía desesperadamente un celular para pedir ayuda. En la esquina, María se encontró con un grupo de compañeros muy agitados y lo vio a Mariano, tirado contra la pared. “Ya está, no supe ni los números que quería llamar”. Fue hasta Mariano. Le subió la remera y encontró el orificio del disparo. “Tenía una pierna doblada, se había hecho pis, tenía los ojos abiertos, la nuez no se le movía, no reaccionaba”. Lo trataron de acomodar. Un compañero la ayudó a sacarle la mochila y acostarlo. “Yo le decía a Mariano que ya habían pedido ayuda, que estaba viniendo, pero era mentira. Le estaba mintiendo”, relató con la voz quebrada.
Luego llegó la ambulancia. Elsa y Nelson ya estaban arriba. “Sentía como que era un sueño, que no estaba pasando”. Caminaron hacia una avenida. Todos los compañeros estaban muy conmocionados. No apareció ningún policía. Se subieron a un colectivo. En el viaje supo que a Elsa la iban a operar. Algunos chicos de la UJS dijeron que iban al hospital y les dio la mochila de Mariano. Antes de llegar, Lisandro Martínez les dio la noticia de que Mariano había muerto. “Ahí fue un descontrol”. En Corrientes y Callao, María y un puñado de compañeras y compañeros cortaron el tránsito, el punto de partida de una movilización que todavía no acaba.
Uno de los defensores, el doctor Laporta –una de las personas más insignificantes que alberga la sala de audiencias de este juicio- pidió que le explicara que era la bandera de arrastre y que significaba. “Es una bandera que llevamos con las manos y que expresa las consignas que habíamos ido a apoyar ese día: somos todos ferroviarios, reincorporación de los despedidos, pase a planta permanente”. Algún otro defensor balbuceó algo más. Estos abogados de grandes estudios se quedaron acobardados frente a esta mujer de Florencio Varela, frente a esta militante de casi 60 años que apenas había hecho tiempo de salir del trabajo y llegar puntual a declarar. “Grandes estudios”: la nada misma.
Nulidades
Al comienzo de cada audiencia, antes de la comparecencia de los testigos, se plantean cuestiones preliminares al debate. Las defensas venían de un duro revés: el día viernes, el tribunal rechazó el enésimo pedido de excarcelación de Pedraza y sus matones. La solicitud ya recorrió varias instancias sin encontrar eco. Era de esperar que los defensores volvieran sobre el punto y así ocurrió. Plantearon adelantar la citación de los testigos que denunciaron amenazas (“amenazas inventadas”, según dichos del inefable doctor Froment, abogado defensor de José Pedraza, a los medios) para despejar lo que las defensas entienden como el único obstáculo para la libertad de sus clientes. Esto es falso. Pedraza se encuentra además acusado en una causa paralela por intentar sobornar al tribunal de la sala III de la Cámara de Casación Penal. Su objetivo era comprar la excarcelación de los primeros detenidos y evitar, de ese modo, su propia detención (´sin autores materiales presos, no le dictarían la prisión preventiva al supuesto instigador´ era el razonamiento). Además, un “perito de parte” introducido por los defensores (en este caso, por el doctor Igounet) se encuentra procesado por golpear contra una mesa la bala que mató a Mariano delante de varios testigos. Su objetivo –cumplido a medias- era anular el proyectil como elemento de prueba. Numerosas amenazas, intimidaciones a los trabajadores ferroviarios (incluso con el concurso de la empresa Ugofe) intentos de soborno y destrucción de pruebas: Pedraza no debe ser excarcelado bajo ningún concepto, ya que todo acusa su intención de entorpecer la investigación para lograr su impunidad. De paso, recordemos que los abogados defensores han apelado a todos los recursos posibles por retrasar la realización del juicio y anular la investigación realizada durante la instrucción.
El tribunal señaló que estudiaría la cuestión del orden de los testigos, pero añadió que -en principio- no sería modificada.
Policías
Luego de María, comenzaron a desfilar algunos policías que participaron de la investigación. La defensa de Cristian Favale hizo un exhaustivo interrogatorio. Su objetivo era encontrar alguna irregularidad formal para anular el procedimiento. Los policías se remitieron a las actas de procedimiento. La defensora pidió citar a más uniformados, que hasta ahora no formaban parte de la nómina de testigos. La fiscal y las querellas se opusieron. La abogada Verdú –que tiene una larga experiencia en casos de ´gatillo fácil´ y que, junto a Claudia Ferrero, representan a los militantes del Partido Obrero heridos el 20 de octubre de 2010- argumentó que esos testimonios eran innecesarios “porque la policía nunca se acuerda de nada, o no sabe, y se remiten a lo que dicen las actas”.
La audiencia terminó temprano. Afuera brillaba el sol. Mañana continuarán testificando más policías.
Día 9: La policia participe necesaria del crimen de Mariano Ferreyra
28 de agosto
Hoy continuaron declarando efectivos de la comisaria 30 de Barracas que estuvieron presentes en el lugar de los hechos aquel 20 de octubre de 2010.
La mayoría de los testimonios de los manifestantes que se escucharon hasta ahora fueron concluyentes respecto al papel de la policía, especialmente al de los patrulleros de la comisaría 30. Coincidieron en señalar que los móviles abrieron paso a la patota en el momento del ataque y que luego se cerraron detrás de los agresores cuando éstos huían. Hoy testificaron tres policías que participaron de aquel “operativo”.
Sus testimonios
Quien aportó la mayor parte de los datos relevantes de la jornada fue el sargento José Ortigoza, de la brigada de la comisaria 30. Ortigoza contó muchas más cosas que las que había declarado al principio de la investigación. Por empezar, que estuvo en contacto con los manifestantes bastante antes de la agresión, en la esquina de Luján y Santa Elena, mientras realizaban la asamblea que dio por concluida la movilización de aquel día. Ortigoza confirmó sin ambages la superioridad numérica de la patota y que la agresión se produjo mientras la columna –conformada por hombres, mujeres y chicos, precisó- se retiraba. También ubicó al subcomisario Garay manteniendo intensamente comunicación a través del POC, un sistema de comunicación que no deja registro.
Ortigoza sorprendió al relatar que cuando la patota comenzó a avanzar, él buscó refugio en la cuadra de Santa Elena y se encontró con tres efectivos –vestidos de civil- de la División Roca de la Policía Federal. Más sorprendente aun fue cuando contó que un grupo de 6 o 7 patoteros los rodearon y, confundiéndolos con manifestantes, los amenazaron y les dijeron “están con ellos, vamos a darles”. Los policías de la División Roca se identificaron entonces como tales y entonces los matones dejaron de acosarlos y reemprendieron la carrera contra la manifestación. Ortigoza también señaló que los patrulleros de la 30 cambiaron de posición: antes de producirse la agresión, se encontraban ubicados trompa con trompa, pero poco antes de ésta, se colocaron en 45 grados, abriendo paso a la horda de la Unión Ferroviaria.
Antes habían declarado el sub inspector Sergio Domínguez y el suboficial Luis Coronel.
Domínguez, jefe de servicio externo de la 30, explicó que llegó al lugar alertado sobre “incidentes” a la altura del puente Bosch (se refiere a la apedreada de la patota desde el terraplén de las vías contra la columna de los tercerizados). Relató que recibió solamente dos órdenes: “mantenerse en observación” y –luego de la agresión- “avanzar con cuidado”.
Domínguez tomó contacto con tres testigos luego de los hechos: uno, trabajador del equipo de C5N, le avisó que había heridos de bala. Los otros dos –vecinos y trabajadores de la zona- aportaron datos contundentes: uno describió a un tirador parapetado en una esquina y el otro, a personas entre los agresores que recogían las vainas servidas y luego huían. Estas tres personas están citadas como testigos en el juicio. Domínguez solamente recabó testimonios en la esquina de Luján y Pedriel –el lugar donde cayó Mariano- ya que no le fue indicada otra cosa.
Luego declaró Coronel, cuyo relato fue muy confuso y se fue complicando aún más a medida que avanzaba el interrogatorio. El propio tribunal tuvo que hacer varias preguntas para reencarrilarlo, debido a las numerosas contradicciones en las que incurrió (si los manifestantes se iban, si venían, si intercambiaban piedras o no, si se fueron y después volvieron, etc etc). No sería extraño que alguna de las querellas termine solicitando su procesamiento por falso testimonio a la hora de los alegatos.
Ningún policía escuchó los disparos. O al menos eso fue lo que dijeron.
El papel de la policía
Al frente de los efectivos de la comisaria 30 se encontraba el subcomisario Rolando Garay, quién a raíz de su actuación fue procesado por abandono de persona agravado y está siendo juzgado en este debate. Cuando solicitó ayuda por radio (antes de la agresión, mientras la patota se reagrupaba debajo de las vías), recibió la orden de “pasar a POC”. Luego sobrevino la agresión criminal.
Al momento de la elevación a juicio, las querellas de Mariano, Elsa y el resto de los compañeros reclamaron en forma unificada que patoteros y policías fueran juzgados conjuntamente. El objetivo es que los policías sean condenados como “partícipes necesarios” en el homicidio de Mariano y en las tentativas de homicidio contra Elsa, Nelson y Ariel Pintos.
El acierto de ese planteo salta a la vista sobre todo ahora, cuando se está desarrollando el juicio, ya que permite apreciar el hecho en sí de una manera mucho más completa. La agresión criminal de la patota jamás hubiese sido posible sin la participación de la policía. El despliegue de efectivos en torno a las vías fue enorme. De haber mediado la decisión de impedir cualquier contacto entre la manifestación de los tercerizados y la patota de la Unión Ferroviaria, ésta se podría haber cumplido sobradamente. La decisión, por lo tanto, fue la contraria: dejar hacer, apoyar a la patota, cubrir su retirada.
Esto sigue
La sala estuvo repleta –incluso, hubo gente que tuvo que retirarse por estar colmada su capacidad. Participaron gran cantidad de jóvenes y una muy importante delegación de dirigentes y militantes estatales. Entre ellos, dos jóvenes tercerizados despedidos del Garrahan.
Esta lucha sigue. El juicio se reanuda el jueves próximo.
Día 10: Mariano Ferreyra podría haber sido mi hijo
30 de agosto
La frase sorprendió a todos. En un momento de su testimonio, el principal Ángel Castro había hecho referencia a que este caso –en el que intervino brevemente para verificar el domicilio de Pablo Díaz- era “especial”. ¿Qué había querido decir con eso?, preguntó el defensor de Díaz, inquieto por encontrar alguna inquina, alguna suspicacia, una irregularidad salvadora para su cliente. Castro contestó con tranquilidad: “Fue especial porque fue un caso feo, podría haber sido cualquier persona, podría haber sido mi hijo el que recibiera el tiro. No puede ser que cualquiera ande armado, esto no se arregla así. A este muchacho lo mataron mal. Es mi opinión personal”. Ahí nomás se terminó el interrogatorio de las defensas. Castro fue el segundo de los cuatro policías que declararon esta mañana. Antes, lo hizo una operadora del 911, que no aportó elementos de mayor importancia.
La frase de Castro fue muy comentada entre el público, que una vez más llenó la sala. Estuvieron presentes muchos trabajadores de prensa, docentes, telefónicos y aeronáuticos, además de familiares y amigos.
Conocidos de Favale
El sargento Tocalino conocía a Favale por su apodo (“Harry”) desde antes del asesinato de Mariano Ferreyra. Lo ubicaba de la remisería donde trabajaba y de la hinchada de Defensa y Justicia, y también tenía su ID de Nextel agendado.
Poco después del crimen de Mariano, Favale llamó a Tocalino y a otro policía de nombre Mauricio para pedirles que le avisaran si tenían novedades sobre él, porque –les dijo- había estado “en el problema de Capital”. Los llamados se repitieron en varias oportunidades. Muchas de esas conversaciones figuran en las escuchas judiciales de la causa. De acuerdo a su versión, Tocalino informó de esto a sus superiores y se ofreció a “mediar” para que Favale se entregara. Luego del allanamiento de su vivienda, le aconsejó que se presentara a declarar.
Favale –podría decirse- está “hasta las manos”. Por ese motivo, su abogada defensora centra su estrategia en encontrar alguna irregularidad en el procedimiento que le permita solicitar la anulación de la investigación y volver a foja cero. Son muchos los testimonios que señalan a Favale como a uno de los tiradores. El asunto es qué hacía el 20 de octubre de 2010 en Barracas este “remisero” de Florencio Varela. Favale fue convocado por la cúpula de la Unión Ferroviaria para encabezar la fuerza de choque que “aleccionaría” a los tercerizados que reclamaban el pase a planta. Pedraza y sus secuaces eran beneficiarios directos del negociado de las tercerizaciones ferroviarias.
Asuntos internos de todo tipo
El último testimonio fue el del comisario inspector Alejandro Recalde, quien aportó varios elementos. Por un lado, Recalde instruyó el sumario interno de la policía para “esclarecer” lo actuado por la fuerza. Por otra parte, realizó tareas de inteligencia sobre Favale en los días inmediatamente posteriores al crimen de Mariano.
Sobre la “investigación” interna de la policía, lo que emerge del testimonio de Recalde es un aceitado mecanismo de encubrimiento que la abogada Verdú puso al desnudo con un breve pero incisivo interrogatorio. Todas las defensas se oponían a que Recalde fuera interrogado sobre el método de esa instrucción. El cuestionario de Verdú puso de manifiesto que se sustancia con recortes periodísticos, con los registros de las modulaciones por radio (recordemos que los policías cuentan además con otro sistema, llamado POC, que no deja registro alguno) y, finalmente, con el testimonio -¡en calidad de “testigos”!- de quienes podrían estar sospechados de mal procedimiento o de comisión de un delito. También, explicó Recalde, se revisa el registro audiovisual tomado por la policía. En el caso del crimen de Mariano, el agente que oficiaba de camarógrafo evitó deliberadamente registrar el momento del ataque. El sumario interno no condujo a ninguna conclusión. Su función fue la de encubrir a los responsables y partícipes del operativo policial. Recalde también tuvo que describir cómo funciona la cadena de mandos en operativos como el que se desarrolló entre Avellaneda y Barracas el 20 de octubre de 2010, comprometiendo aun más a los policías Lompizano, Ferreyra y Mansilla. El cuarto jefe que estuvo a cargo del operativo, Jorge Premuda, fue asesinado en un dudoso intento de asalto a principios del año pasado. En sus indagatorias, Ferreyra y Mansilla descargaron responsabilidades precisamente sobre el occiso.
Por otra parte, las tareas de inteligencia (seguimiento) que Recalde tuvo que realizar sobre Favale certifican la asistencia que la UF le brindó con posterioridad al crimen de Mariano. Recalde relató el encuentro en la zona de puente La Noria de Favale con “Mario”, un nombre que surge de las escuchas judiciales. “Mario” es Mario Giusti, de la comisión de reclamos del Roca. Catriel Díaz –hijo de Pablo, el que está siendo juzgado- le dice a Favale en una de las escuchas que “Mario” se encargaría de él. Luego, Favale y “Mario” combinaron esa cita en puente La Noria. La contraseña para reconocerse era que “Mario” llegaría en un Alfa Romeo. En otra de las escuchas, “Mario” instruye a Favale sobre lo que deberá declarar, estableciendo de común acuerdo la versión de que Favale llegó a Barracas sólo y por motu propio, buscando “sumar puntos” para ingresar al ferrocarril.
Poco a poco se va develando en el juicio la trama de intereses que rodea el crimen de Mariano.
Perpetua a Pedraza. Castigo a todos los culpables.
Día 11: Por la ruta de la unión del Mercosur
3 de septiembre
Pedraza y Fernández no concurrieron a la audiencia de hoy. Declararon tres policías y la fiscal propuso incorporar “por lectura” las declaraciones de varios más -es decir, dar por incorporadas al debate las declaraciones que realizaron durante la investigación sin que tengan que comparecer. Freeland pidió la anulación del allanamiento a la Cooperativa “Unión del Mercosur”. Entre el público, concurrió una importante delegación de Bahía Blanca y de estudiantes de la Facultad de Psicología de la UBA.
La causa de las coimas
Pedraza no concurrió a Comodoro Py. Hoy debía prestar declaración indagatoria en la causa de las coimas pero pidió la postergarla justamente con la excusa de su concurrencia a las audiencias de este juicio. No hizo ni una cosa ni la otra pero, sin embargo, logró que su indagatoria se postergara para el día 5 de septiembre. Es la enésima postergación que logra en esa causa. El fiscal había pedido en mayo del año pasado que fuera indagado. El juez Luis Rodríguez demoró meses en fijar fecha. Cuando lo hizo, comenzó la retahíla de recusaciones, impugnaciones y chicanas del ex juez Octavio Aráoz de Lamadrid, que dilató las cosas durante otros ocho meses más. La lentitud del juez Rodríguez trajo como consecuencia –entre otras cosas- que los mensajes de texto intercambiados entre los imputados (Pedraza, Aráoz de Lamadrid, el vicepresidente del Belgrano Cargas Ángel Stafforini, el ex agente de la Side José Riquelme y el prosecretario de la Cámara de Casación, Luis Ameghino Escobar hijo) se perdieran definitivamente, ya que las compañías de telefonía los guardan por solamente 90 días. Rodríguez es uno de los jueces cuyo pliego espera el acuerdo del Senado para ser promovido al fuero penal. Pedraza está acusado de intentar sobornar a la Sala III de la Cámara de Casación para obtener la libertad de los primeros siete detenidos de la patota. Su objetivo era evadir su propia prisión preventiva. Las escuchas judiciales lo comprometen en forma directa con la operación, negociando montos y reclamando resultados a sus cómplices y operadores.
Policías
La fiscal Jalbert propuso incorporar “por lectura” el testimonio de unos diez policías citados a comparecer ante el tribunal. La cuestión no suscitó demasiado debate ya que muchos de ellos se presentan para reconocer su firma en algún acta y responden con muchos “no sé” y “no me acuerdo” a la mayoría de las preguntas. En general, se trata de diligencias vinculadas al primer tramo de la investigación. Sin embargo, algunos de ellos podrían ser convocados más adelante si surgiera del debate.
Hoy primero declaró el policía Víctor Apazza, quien participó del allanamiento a las oficinas de la cooperativa “Unión del Mercosur”, una terecerizada regenteada por la burocracia de la Unión Ferroviaria que prestaba servicios a Ugofe, SOE S.A. y All America Latina Logística. Allí se decomisó documentación y se copiaron los discos rígidos de algunas computadoras. El consejo directivo de la cooperativa estaba integrado por miembros de la cúpula de la UF y la cuñada de Pedraza. En el Roca, “Unión del Mercosur” percibió –entre julio y diciembre de 2010, en tan sólo seis meses- unos diez millones de pesos para pagar los sueldos de 117 obreros que cobraban salarios de 2500 pesos por realizar tareas de limpieza. Un ingreso limpio a las arcas de la burocracia de un millón mensual aproximadamente. En las escuchas de la causa, El Gallego Fernández discute y da directivas a los gerentes de Ugofe –entre ellos, Héctor Messineo- sobre el destino de estos trabajadores. De las escuchas también surge que ninguna decisión se toma al margen de José Pedraza. Justamente el abogado de Fernández –el doctor Freeland- pidió la anulación del allanamiento. Invocó algunas excusas formales pero no pudo explicar el perjuicio que esto produce a su cliente. Tampoco podría haberlo hecho. La razón de fondo de Freeland es que incrimina enormemente a Pedraza y Fernández en la trama económica tejida entre burócratas, empresarios y funcionarios a partir de los subsidios estatales, y que en defensa de ese negociado fue que entre ambos ordenaron la brutal represalia contra los obreros tercerizados.
El policía Apazza además participó de la detención de Pedraza en su piso de un millón de dólares en Puerto Madero. La agencia oficial Télam titula su cable de hoy que “Pedraza no ofreció resistencia” durante su arresto. Puestos a elegir entre las chicanas encubridoras de Freeland y el allanamiento a “Unión del Mercosur”, y la supuesta docilidad de Pedraza, los gerentes de la agencia estatal de noticias optaron por lo segundo.
Luego declaró una policía que retiró del Argerich las historias clínicas de los compañeros heridos (una tarea de rutina) y participó de la detención de Gustavo Alcorcel, algo que dijo que ni siquiera recordaba.
El último testimonio fue el del gendarme Jorge Tejada, quien realizó tareas de inteligencia sobre los talleres ferroviarios de Remedios de Escalada. Tejada relató –no sin cierta ayuda de la lectura de la testimonial que volcó durante la investigación, porque todos los policías vienen muy flojitos de memoria- que mantuvo un diálogo con Juan Carlos Pérez, otro de los detenidos, que trabajaba de portero en el taller. Pérez le pidió a Tejada verse fuera del taller. “Me dijo que no podía hablar mucho porque trabajaba ahí hacía poco y que tenía miedo de tener inconvenientes. Lo esperé fuera del predio, a cuatro o cinco cuadras. Me dijo que había participado de la manifestación y me pasó los nombres del personal que estaba a cargo de los distintos sectores. Me explicó que no tenía listado de todas las personas, que había un encargado general”. Tejada reconoció a Pérez en uno de los videos que le exhibieron en la fiscalía y poco después lo detuvieron. La declaración de Pérez en la causa destruyó (conscientemente o no) varias de las coartadas que habían tejido los ahora detenidos, en especial Pablo Díaz y Gustavo Alcorcel, quienes negaban toda relación previa con Cristian Favale y Pérez los deschavó.
La sala estuvo repleta nuevamente. Concurrió una importante delegación de Bahía Blanca, integrada por militantes del Partido Obrero, periodistas y familiares de Juan Cruz Manfredini, un joven obrero tercerizado que falleció a raíz de la explosión de un laboratorio clandestino. También participó un nutrido grupo de universitarios de la Facultad de Psicología de la UBA con su centro de estudiantes.
En los próximos días, seguramente habrá nuevas y vibrantes novedades.