HOLA RIVER
Una oportunidad perdida
Es una pulseada a muerte entre el hincha y el analista la que produce este tipo de partidos. Hay veces que cuesta separar uno del otro, y de tanto en tanto, el mensaje está tan claro que no quedan dudas. Este tipo de actuaciones desprovistas de los valores que nos hacen sentir orgullosos son complicadas para el análisis. Justamente, porque tampoco se puede ser tremendista ni caer en exageraciones. Enojarse y quejarse sin medir las consecuencias, típicas reacciones de la tribuna o del sillón durante el juego, podría ser una primera intención, pero no es aconsejable. Eso es para el momento, para la discusión con los amigos, pero a la hora de la reflexión tenemos que intentar profundizar… Ahí va, profundizar, justamente lo que no hizo el equipo.
Vamos a intentar profundizar, después de pelearle fuerte al impulso de descargar en el teclado la ira o simplemente la decepción por un rendimiento que no estuvo a la altura de lo deseado. La liviandad, la falta de convicción, la tibieza, la poca decisión para ganar un partido contra un rival que solo resistía con uno menos resultaron extrañas, ajenas, contrarias a nuestra esencia.
Un River desangelado no aprovechó ese gol a la salida del vestuario en el ST que nos puso 2-2 y con el rival en inferioridad numérica. El equipo no salió del trotecito ni intentó forzar el partido, se dedicó a asegurar la pelota hasta la exasperación, con prolijos pases con cara interna al compañero más cercano, casi sin riesgo ni compromiso, preferentemente en forma lateral o hacia atrás, casi siempre al pie, contra un rival que no le intentaba disputar la posesión, sino que solo quería protegerse. River se quedó sin profundidad, ideas ni variantes, por más que el entrenador terminó metiendo todos los delanteros posibles.
Cuando Borja consiguió su segundo gol parecía resuelta gran parte de la dificultad. Con un jugador más, podía pensarse que se vendría el vendaval de River, para aprovechar el envión de esa buena noticia y, a la vez, el golpazo anímico para el adversario. Pero no. Tranquilos, demasiado tranquilos, en lugar de subir las revoluciones las fuimos regulando, sumando toques generalmente intrascendentes, con una tenencia más defensiva que ofensiva. Terminamos resultando cómplices del paso del tiempo por el que rezaba el adversario.
Esa acumulación de jugadores de buena técnica que se pasan la pelota al pie genera esa tenencia periférica: pasamos a ser un equipo plano, chato, de circulación lenta y previsible, que favorece el abanico defensivo rival, apretujado contra su área pero sin perder el orden. Obviamente, no íbamos a contar con un césped mojado y cortito como nos gusta y que favorece la velocidad de la jugada del que ataca. La aceleración que logramos en casa no se replica en ninguna cancha y es un derecho que tienen los rivales. Cada uno hace lo que le conviene, mientras no afecte las reglas del juego.
Así fue pasando el tiempo y con eso las emociones que tiene un partido. El reloj hace crecer la ansiedad del que quiere ganar, que en este caso -justo es decir-, no se advirtió demasiado ni se convirtió en apuro. Por el contrario, cada segundito fortalece al equipo que se aferra al resultado, asentándose en la creencia de que es posible llegar a la orilla. Colón crecía espiritual y futbolísticamente con un Botta brillante al que no marcamos nunca (el retroceso hasta dejar hacer el gol es directamente incomprensible). Encima tuvieron un corner al final, que por suerte pudimos rechazar sin inconvenientes.
Las desconexiones del juego, la poca recuperación de la media cancha, la fragilidad del sector izquierdo de la defensa resultaron un factor de preocupación mientras fuimos 11 contra 11. A veces hacer nombres propios es injusto, pero acá la idea no es encanar a nadie, sino justamente hablar de lo que vemos. Entre David Martínez y Casco hubo una zona liberada que Colón no aprovechó más por esas cosas del fútbol. Después, cuando la superioridad numérica nos llevó a ser dueños del desarrollo, no fuimos con fanatismo. Si el PT fue negro, el ST fue gris. Faltaron los colores que habitualmente le dan vida a nuestro juego. Resultó una oportunidad perdida de volver a sentirnos felices con nuestro juego, tan simple y complejo como eso.
Ni siquiera puede ser utilizado el concepto del conformismo porque no se vio un equipo que no quiso. Simplemente, la búsqueda no tuvo la energía ni la convicción que nos identifican. Fue como una búsqueda por obligación, sin deseo. Es cierto, no había una necesidad concreta. Colón sí estaba desesperado por sumar en su pelea por no descender y nosotros queríamos ganar pero sin desesperación. Digamos que nuestra actuación fue un aburrido cóctel de falta de ambición y exceso de moderación.
La cantidad de jugadores es un tema que debe ser solucionado. Cuando hay tanto, se transforma en un problema para el entrenador. El manejo de los tiempos, la administración de minutos, intentar tener a todos comprometidos y contentos, dadas las circunstancias, parece tarea casi imposible. Si además de todo eso hay que hacer lo esencial, que es tomar la mejor decisión para el equipo, tal vez estamos pidiendo demasiado. Tanta rotación, tanto cambio, tampoco es bueno, sobre todo cuando no se advierte cuál es la búsqueda.
Volvió a mostrar Borja sus dotes de goleador en la que resultó la actuación individual más destacada. El Colibrí es un delantero que evidentemente no cumple todos los casilleros requeridos y por eso no suele ser primera opción. A la hora del gol, siempre está. Hace algunos años, era lo más importante para un 9. Ahora se valoran otras cosas, aunque al fútbol se sigue ganando con goles.
En fin, queridos amigos que hacen de holarivernl@clarin.com.ar un espacio de intercambio muy interesante. Especialmente en ocasiones como ésta son muy necesarias sus opiniones para validar, incorporar miradas e intercambiar figuritas. Aquí espero sus comentarios mientras nos vamos preparando para un importante clásico con Independiente, en nuestra casa, y ojalá otra vez con la versión nuestra que tanto nos gusta.