Me llegan por mail todo el tiempo opiniones de Farinella…
HOLA RIVER
Campeón de la mentira
Mucho ruido y mucho humo por estos días en el mundo de la pelotita porque los contras inventaron la inflación más grande de la historia para que digan tener ahora más títulos que nosotros. Dejaron atrás el Rodrigazo, la híper y el dibujo de la actualidad, que admite algo parecido a 100.
Resulta que, rendidos por la imposibilidad real de alcanzar a River en títulos locales, el aparato xeneize luchó por validar los campeonatos amateurs que justamente no eran contabilizados desde el profesionalismo por sus irregularidades y desprolijidades. Es como comparar peras con manzanas.
En su afán de ser los más grandes, los únicos, los mejores de los mejores, demostrando un enorme complejo de inferioridad, manipularon la cuestión y aprovecharon que a otros clubes también les convenía contabilizar esa parte de la historia como parte de un todo y le dieron para adelante.
Una época en la que pierde valor la meritocracia resulta ideal para meter todo en la misma bolsa. Lo mismo un burro que un gran profesor.
La AFA, que está armada por y para Boca, hizo el resto. Oficializaron con bombos y fanfarrias hasta las copitas de leche, el cabeza en la plaza y, seguramente, van por los furiosos partidos de los recreos escolares.
No conformes con eso, ahora dieron un paso más en su intento de limpiar el prontuario. Como todos sabemos, juegan feíto. De vez en cuando meten un buen partido, porque tienen muy buenos jugadores. Pero la línea general es inmirable. Algunos partidos que ganan son directamente injustificables pero, entre el deseo que tienen los periodistas que se dicen imparciales pero no lo demuestran y la admiración que le profesan a Riquelme, aparecen las justificaciones del caso, con argumentos inverosímiles que, de tanto repetir, se los terminan creyendo.
Cuando un rival domina a Boca pero no genera situaciones porque está poco lúcido, no es porque está pasando un mal momento sino porque el planteo inteligente rinde sus frutos y controla al adversario. Es un circo previsible, con monos, malabaristas y payasos de calidad.
No está en discusión la importancia del resultado. Es lo más importante y es el objetivo de todos. Ahora bien, la cuestión es que ganar no habilita a tener razón, ni siquiera a jugar bien. Hay veces que se gana jugando bien, hay veces que se gana jugando mal y suele ocurrir que generalmente los que más ganan son los equipos que juegan bien. Pues este Boca interpela ese postulado: juega muy poco y gana mucho, mucho más de lo que merece.
Como saben que juegan mal, porque algunas cuestiones son indisimulables, llegó la contraofensiva, con declaraciones como “hace mucho que River no juega bien” o la reciente “nadie juega bien en el fútbol argentino porque hubo muchas vacaciones por el Mundial”. Todo para justificar el juego chato de su propio equipo. A propósito, ¿alguno advirtió que cuando pierde es el equipo de Ibarra y cuando gana es el de Riquelme?
El capo del fútbol de Boca, enorme futbolista que jugaba bien de verdad, decía antes de asumir como vicepresidente que los títulos locales que ganó la gestión anterior no eran de mucha utilidad y que una Libertadores valía como diez de los otros. Una vez dijo que los buenos ganaban la Copa.
Será que considera malos a los suyos o que el tiempo o las circunstancias lo hicieron cambiar de opinión. ¿Ya no son más títulos de cabotaje? Siguen acomodando el discurso.
Queridos amigos, es más fácil el camino de la verdad. El que siempre hemos elegido los de River. Por eso somos capaces de decir que no estamos jugando bien, que el equipo sigue con las mismas fragilidades del sistema defensivo del año pasado, que Demichelis todavía no pudo consolidar una idea futbolística y que estamos pagando caro los errores, lo que implica una alta dosis de mala suerte.
La única verdad es la realidad y también es verdad que hemos bajado la cuota de victorias a nivel local. Nos cuesta imponer nuestro juego incluso en nuestra casa, que a propósito, prácticamente duplica la de los primos. No sería de extrañar que uno de estos días, por obra del discurso repetido, tenga la Bombonera un aforo de 75 mil personas. Quién te dice, si para inflar los números son especialistas.
En una de esas, en unos años borran del calendario el 9 de diciembre.