El 29 de octubre (1986) y el 26 de junio (1996) eran días en los que me levantaba y era feliz. Celebraba un nuevo aniversario de nuestros más grandes y difíciles hitos: las dos Libertadores, que junto con la Intercontinental y el título del ´75, tengo guardados en un cajón dorado. Pero con lo del 26-J (2011) no paro de llorar, aunque me aguanto para que no me vea mi hijo de 6 años y siga viniendo a la cancha conmigo .
No entiendo lo que pasó, por más que piense y piense, por más que en la oficina tenga pesadillas despierto y por más que cuando duerma, me levante pensando en ello. Una y otra vez se me viene Pezzotta a la cabeza y lo que no cobró sobre Caruso. Nos poníamos 2-0 y terminábamos 5 ó 6 goles arriba. Igual, no es excusa, porque nuestro Presidente -y sí, es Passarella- fue a matonear, se metió a armar el equipo, dejó afuera en la ida a los “peso pesados” y puso a Arano de “5” contra Estudiantes ¡Mamita! Ahí jugaron “Mostaza”, el “Tolo”, “Carucha”, el “Checho” y el “Negro”.
El llanto de los jugadores y la cara de piedra de Jota Jota hicieron que se me viniera a la cabeza el técnico con la remera de Boca y alguna tapa El Gráfico, con esa camiseta y esos colores que no puedo ni ver. Un Presidente con un ego inmanejable no se dio cuenta y trajo a Bordagaray para salvarnos del descenso y al “Chori”, el “Torito”, Sánchez y Trezeguet para la B Nacional. Es imperdonable. Lo mismo que lo de Aguilar y lo de todos los que lo rodean y rodearon, que no son tan distintos, en actos y nombres.
Uno, con los años, ya está curtido. Ya terminé el colegio y la facultad. Ya no me jode que me carguen, pero me destroza ver a uno de los amores de mi vida lo bajo que cayó. Pero mi legado, mi sangre roja y blanca, mi corazón para con mi hijo y sobrinos, a los que llevo a la cancha para ver a Patronato y no les puedo decir ni cómo es la camiseta. Duele. Es que ellos, entre preescolar y tercer grado todavía, la sufren con sus amiguitos, crueles chistes mediante. Y todavía no saben que Defensa y Justicia nos cantó: “Vos sos de la B”. Y así va a ser con todos. Por el resto de sus años.
En la vida hay golpes que no los curan ni el tiempo ni nada. Podrán venir el ascenso, títulos locales y 10 Libertadores seguidas, pero el cantito hiriente del club más chico que nos reciba en una Copa Argentina, con 50 hinchas y pertenezca al Argentino C, va a estar siempre.
Y los rumores de problemas institucionales siguen. Antes el Locarno y ahora los pases. Gracias a Cavenaghi y al “Chori” por volver. A Crespo le digo que es un ingrato, que pudo estos tres años y no quiso: un mal tipo. Que incendie todas las remeras que tiene guardadas.
Por favor les pido a Aimar, Saviola, Yepes, Falcao, “Micho” y alguno más, que cuando llegue el momento, no vengan a robarla. Ya son multimillonarios. Queremos que sean, apenas, “Millonarios” de corazón.
Por favor, vengan y hagan que mi hijos y todos los pibes que nacieron y se hicieron hinchas con River Plate hundido como el Titanic, vivan y vean cómo se levanta.
Empecé a ir a la cancha a upa de mi viejo en el ´75 y el primer gol que grité fue del “Capitán Beto”, el segundo de Morete. Mi pibe el primero que gritó fue de Leandro Caruso. Me da mucha pena.
Contradigo a Maradona: “La pelota sí se mancha”. Y River también. Y mi llanto ya no se ve, pero por dentro destiñe mi corazón, el rojo y el blanco se confunden, y la banda ya ni parece en diagonal.
“River Plate tu Grato nombre, Derrotado o Vencedor, mientras viva tu Bandera, la Izaremos con Honor”, dice nuestro himno mientras se acerca mi hijo y me pregunta: “Papá, ¿por qué llorás?” ¿Cómo le explico que cuando dice “Derrotado” es solamente para pasar por Caballeros, no para descender como lo hicimos, sin el Honor que declama nuestra canción Sacra.
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