-Me fastidian cosas que pasan alrededor del fútbol. Me fastidia que haya dirigentes que trabajan más para las fotos que para su club. Que en mi país no haya instituciones que puedan bancar a Maradona, a Passarella, a FIllol. A veces me hablan del fútbol de antes y yo digo que sí, que puede ser que haya habido grandes jugadores, pero estos ganaron todo para la Argentina y a mí me gustaría que nunca se fueran del país.
Dijo Maradona justo antes de irse por esos ocho millones que, entonces, parecían una fortuna. EL liberalismo empezaba a funcionar: el pibe se fue al Barcelona y la Boca quedó llena de deudas. Para despedirse, Boca y él hicieron una gira triunfal por Japón, Corea, Malasia, California y más costas extrañas. Maradona se cobraba un cuarto de lo que facturaba Boca por cada partido y, además, cobraba anticipado: sus relaciones con el club estaban tensas y Czysterpiller se presentaba, antes de cada partido, a llevarse su parte. Era extraño, pero todos sabían que, de no haber sido por Diego, nadie los habría llamado.
(…)En Buenos Aires, mientras tanto, el equipo ganaba y perdía y el club perdía todo el tiempo. Boca estaba forfait y, entre otras cosas, sus dirigentes recogieron la iniciativa de Gatti: en 1983, por primera vez, la azul y amarilla se convirtió en un soporte de publicidad. Era, convengamos, un producto menor: los vinos Maravilla. No alcanzaba, y los jugadores se pasaron ocho meses sin cobrar sus sueldos. Aquel año la Municipalidad le clausuró la Bombonera por “deficiencias estructurales” y tuvimos que hacer de locales en Atlanta, Vélez, River.
La Bombonera solía estar cerrada, pero cuando pudieron abrirla se convirtió en un campo de tiro. La noche del 3 de agosto de 1983 alguien lanzó, desde la segunda bandeja local, la zona de la Doce, una bengala que cruzó toda la cancha y fue a clavarse en el cuello de un hincha de Racing en la tribuna de enfrente: Roberto Basile, un empleado de veinticinco años, cayó muerto -y varios integrantes de la Doce fueron detenidos. Juzgados, el Nene Caamaño y el Narigón Herrera se llevaron dos años en suspenso.
El país vivía días felices: en 1984 el que no saltaba era un militar, se abría una nueva época, la democracia traería la solución a todos los problemas, pero Boca no salía de la crisis. No había un peso pero parecíamos, además, meados por los perros. El equipo estaba lleno de nombres desconocidos -y sus puntales eran el Cabezón Ruggeri, el Tigre Gareca y la única compra del año: el goleador uruguayo en decadencia Fernando Morena. En la primera fecha del Metropolitano el referí decidió expulsar a Gareca, que le voló la tarjeta roja de un cachetazo: siete fechas de suspensión. En la cuarta ganábamos, por fin, cómodos 2 a 0 y, encima, a Platense. Que descontó a los 34 del segundo y empató a los 36. Pero a los 39 se lesionó el arquero calamar y no le quedaban cambios: lo reemplazó un defensor. A los 42 el árbitro cobró un penal para Boca: lo pateó Morena, lo atajó el marcador de punta. Era un chiste muy malo. Los jugadores seguían sin ver un peso y a principios de julio decidieron declararse en huelga y designaron delegado a un representante de jugadores, un tal Guillermo Cóppola. Ese domingo Boca presentó un equipo de pibes de la cuarta que no tenían ni camiseta: salieron con unas remeras blancas con los números dibujados con marcador negro. Los números se fueron borrando en el sudor y perdimos 2 a 1 con Atlanta.
La huelga siguió hasta que un Domingo Corigliano, el presidente, le dejó su cargo a un Cándido Vidales. Al mes siguiente organizaron una gira por Europa para juntar plata: el primer partido fue con el Barcelona y nos metieron nueve goles. A la vuelta siguieron los éxitos: el gobierno volvió a cerrar la Bombonera porque la empresa que la estaba arreglando se retiró por falta de pago y dejó las obras a medias; La Candela no funcionaba porque sus empleados también querían cobrar, y los jugadores seguían trabajando gratis. Algunos buscaban la manera de irse; los que pensaban que no conseguirían otro trabajo preferían negociar, La situación era caótica. En noviembre la comisión directiva pidió la convocatoria de acreedores; poco después, el secretario de Deportes de la Nación decretó la intervención del club y nombró a un “delegado normalizador”. Nunca, en ochenta años de historia, Boca Juniors había caído tan bajo.(…)
si los de la vereda de enfrente pudieron salir nosotros tambien podemos salir de esta malaria estoy segurisimio q si nos unimos todos vamos a salir… =)
te amo river
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el texto fue extraido de un flog(que en este momento no lo encuentro ¬¬) y dsp me lo pasaron via msn…
[/i][/b]si los moderadores no le gusta el texto lo cierran pero me parecio interesante nose…
Saludos