Llegó con el torneo empezado, a préstamo del Benfica, reemplazando al recién vendido Lucas Ocampos y tomando su casaca 11. Llegó a un equipo desordenado, híperagresivo, frenético, que despreciaba el arte de la tenencia del balón. Enseguida demostró que sus cualidades encajaban como anillo al dedo en ese equipo: veloz, poco técnico, agresivo, con un tremendo olfato goleador, oportunista, rebotero y un sorprendente juego aéreo para alguien de su tamaño. Se ganó el lugar enseguida, en un equipo irregular que ya tenía la base del que ganaría todo entre 2014 y 2015.
Con la llegada de Ramón Díaz tuvo un verano espectacular, con tres goles a Boca que presagiaban ubicarlo como ídolo. Pero a ese verano le siguieron once meses pésimos; el estilo de juego de Ramón, más prolijo y opuesto al de Almeyda, minimizó sus cualidades y expuso sus limitaciones técnicas. Una postal muy frecuente en ese año fue verlo con la pelota en los pies, contra la raya, a un costado del área, sin poder resolver casi nunca ante un marcador lateral rival. Sus únicos momentos destacados del 2013 fueron dos cabezazos: uno terminó en gol ante Unión y uno dio en el palo ante Boca. Aún así, los rendimientos anteriores habían sido suficientes para que River lo adquiera en julio, en un trueque por Rogelio Funes Mori de quién heredó la casaca 9. Pero no pudieron evitar que Mora primero pierda el puesto, y luego fuera cedido a la Universidad de Chile para el primer semestre de 2014… donde tampoco le fue bien, luego de debutar con un soberbio gol de chilena.
Con la salida de Ramón tras ganar el Final 2014, la llegada de Gallardo y la terminación de su préstamo, volvió al club para ser titular desde un principio aunque más no sea debido a la escasez de opciones. Tomó el dorsal 7, de Carlos Carbonero, y ya no lo soltó más. Otra vez sus cualidades encajaron de entrada con el estilo del equipo: entrega física, presión, oportunismo, juego aéreo… pero lentamente le fue agregando una calidad técnica que antes no demostraba. Fue clave en un semestre excelente para el club, con varios goles importantes y oportunos, con la única salvedad del penal errado en el Superclásico pasado por agua que terminó en empate.
2015 fue claramente SU año. Figura desde el comienzo, autor de goles y golazos de extrema importancia en la campaña del campeón de América ante Tigres, Guaraní y San José; varios otros goles en la Copa Sudamericana, incluyendo dos ante Huracán que casi dan vuelta una semifinal prácticamente perdida.
Vino un 2016 sin grandes luces para él ni para el equipo, en el que incluso perdió el puesto contra la explosión de Sebastián Driussi pero aún así dejó su marca al entrar en la final de la Copa Argentina; ya no tanto con sus goles, aunque metió algunos muy bonitos como un doblete ante Arsenal demostrando la mejora en su pegada, sino con sus centros a las cabezas de Alario y Alonso.
En 2017 se estaba convirtiendo definitivamente en un supersuplente, con momentos importantes en la remontada de River en la Superliga, pero su carrera se estrelló de golpe luego de la victoria 3-1 en la Bombonera. Su problema físico y de salud lo dejó sin jugar hasta 2018, y su ausencia fue uno de los varios factores que impidió a River concretar los dos títulos más importantes del calendario (junto a las lesiones, suspensiones, idas de figuras y fallas de los arqueros).
Su 2018 fue la cereza del postre en todo sentido. Volvió, tuvo sus momentos emocionales, aportó goles en momentos puntuales, y se despidió con la gloria madrileña: vivió en carne propia los altos y bajos del período más inesperadamente exitoso del club. Y por eso es querido y será recordado.