River Plate 3 - boca juniors 1 Copa Libertadores 2018 CAMPEÓN

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Y si pensamos un poco, tambien podría tener como inicio el 26 de junio del 2011, que desde ese momento hasta hoy tiene un solo denominador común: Jonatan Maidana.

Quién mejor qué él para mostrar que River desde entonces no ha parado de ir para arriba. Ganó hasta ese campeonato de segunda, le falta el mundial nomás.

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Me puse a ver la final de nuevo, todavía no caigo de lo que pasó. Que hermoso es todo

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Este equipo es mejor que el de Junio 2015?
Yo me quedo con este, que quieren que les diga.

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Jaja porqué la risa?

si pero el ciclo victorioso no empezo hasta que llego Ramon, para mi es su llegada lo que simboliza el inicio de todo esto

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Amo a ambos. Este me parece que tiene mejor juego en el medio, el otro era medio medio. La delantera quizás era más eficiente pero les llegaban menos pelotas. La defensa del 2015 era más sólida pero este arco es mejor (perdón Trapito)

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No se si mejor, ambos ganaron la máxima competencia internacional, son diferentes. Como dije antes si los tengo que describir con una sola caracteristica que los identifique:

2015-Solidez defensiva
2018-Juego en equipo

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[quote=“Santiago_88, post:22692, topic:118251”]

Jaja porqué la risa
[/QUOTE]Me dio gracia porque estaba leyendo a todos euforicos, era la parte en que termino el partido apenas, y de repente tu mensaje con una tranquilidad jajaj.

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Ah si jaja, estaba volviendo a la vida, no había empezado a procesar todo aún.
Además acababa de romperme la garganta con el tercer gol y ahí descargué toda la tensión.

Esa fecha fue tocar fondo. Obvio que despues solo queda ir subiendo. Pero River 2012/2013 fue mediocre, bueno (subcampeón) y malo (aunque nos robaron mal). Arranco mal 2014 (por los puntos), se acomodo contra San Lorenzo y ahí levanto el nivel. Contra Boca recupero el alma.

El del 2018 se me hace mejor, sobre todo mentalmente para dar vuelta los partidos. En el 2015 solo se dio vuelta contra cruzeiro en Brasil y bueno sufrir el gas pimienta. En el 2018 se dió vuelta a 10 min en Brasil contra el último campeón y se levantó 3 veces contra la bosta. Tmb se levantó contra el rojo cuando estábamos quedando afuera.
Me quedo en conjunto con el 2018 aunque amo a los del 2015 tmb

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No caigo. NO CAIGO.

NO CAIGO

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no se que partido van a inventar. para ver si nos ganan. y tratar de colocar ese partido en un orden de importancia prioritario…

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Que quieren que les diga. Para mi esto arranco el día que Ramiro salto como nunca y orion salió a cazar mariposas… Fue el inicio de muchas alegrías, pequeñas o grandes.

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La capacidad de este chabón para captar el minuto a minuto riverplatense es tremenda.

http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/180983910340/una-cosa-inmensa-llamada-river

Una cosa inmensa llamada River

Necesitamos algo que les haga entender, si el amor se puede entender, que estos años entre nosotros, que se coronaron ayer, van a durar para siempre.

10 de diciembre de 2018
por José Santamarina

El fútbol, algún día, tenía que volver a parecerse al fútbol. Que no es, claro, el cultivo más elevado del espíritu y de la mente que puede perseguir el ser humano pero que tampoco tenía que ser esta sucesión interminable de actos delictivos, ventajismos berretas, declaraciones demagógicas, elucubraciones políticas, moralismos baratos, papelones caros y ensayos cruzados sobre lo que podemos hacer y lo que no podemos, lo que nos queda chico y lo que nos queda grande, las formas correctas de divertirnos y las incorrectas, la línea negra que divide al universo para dejarnos del lado de la barbarie y oliendo por la cerradura el perfume de la civilización.

Fueron treinta días de noviembre y otros nueve de diciembre desde la hora exacta en que supimos que esta final iba a ser esta final. Ya corrió una vida desde aquel shock colectivo inicial, que nos tuvo durante días haciendo el chiste simpático de que el país no estaba preparado para una cosa así y de quetodos íbamos a morir. No supimos ver que la humorada podía volverse una profecía autocumplida y que íbamos a morir, sí, pero del embole, ganados en los días finales por el deseo íntimo de que esto terminara de una vez. Soñando con que la otra orilla del apocalipsis nos encontrara liberados del circo y de la vergüenza ajena y de la culpa, que según dicen los que saben, fue toda nuestra.

Pero nosotros queríamos una pelota, veintidós muñequitos, un pasto regado. Borges avisó hace medio siglo que el fútbol es popular porque la estupidez es popular y ninguno de nosotros iba a celebrar ni discutir la ocurrencia porque lo único que le falta a ese juicio es la posibilidad de que nosotros ya supiéramos: que esto no es una biblioteca, que no se parece al paraíso y que igual queremos estar acá. Y que a esta hora, hasta nuevo aviso, mientras Lidoro Quinteros es una procesión de corazones rojos y blancos, de bolsillos sin cascotes, de pasos hacia allá, donde la diagonal del mapa se choca con el estadio cerrado, sin micro para escoltar ni espectáculo para ver, ser de River es la estupidez más grande y más linda que nos pudo haber pasado.

Ahí vuela la paradoja: quisieron ponernos de acuerdo, de un sopapo, sobre que el fútbol es un sinsentido. Y tambaleamos. Cómo no íbamos a tambalear si vimos los piedrazos en loop, la tierra de nadie, el parche de Pérez, los tickets de Caverna, los permisos de Di Zeo, las omisiones de D’Onofrio, los cálculos de Angelici, la desaparición de Tapia, a Domínguez diciendo que él ya sabía, a Ocampo volviendo del FourSeasons de Carmelo, a Macri en flashes retroactivos pidiendo hinchada visitante. El mes y medio que duró la serie se volvió una cámara haciéndole tandas de zoom out a la pelotita, cargándola en cada tirón hacia atrás de contextos más solemnes, llegando a la distancia máxima de alejamiento en que el juego ya es un punto rodeado por el universo y entonces, bueno, todo es relativo y el fútbol no tiene sentido. De nuevo: nos mantuvimos de pie porque ya lo sabíamos. Le guardamos a la hora del partido una cuota de misterio, porque aquello a lo que uno se entrega siempre tiene algo para devolver. Y acá estamos: en la misma vida que los demás pero encontrándole sentido. Queriendo quedarnos a vivir acá.

Fue la quinta vez que nos despertamos para ver rodar esta final pero esta iba a borrar de un primer saque las cuatro anteriores. Ya era inútil, al mediodía de ayer, seguir colgados en la ecuación sobre cuál de los dos de la relación perdió más y cuál perdió menos con la mudanza, o sobre el gol de fútbol cinco que permitió la indefensa de Boca en la Bombonera, o sobre el mano a mano imposible que Armani le tapó a Benedetto. A la hora del té, el mundo ante nuestros ojos ya era un mundo sin Scocco y sin Cardona, sin Ortega ni Riquelme, sin Labruna ni Rojas, sin el Abuelo ni Alan Shlenker, sin los superhéroes ni los antihéroes de nuestra infancia ni la fundación mitológica de nuestra vida como hinchas, del momento en que un padre o un tío o un caprichonos hizo quedar de este lado o del otro del charco nacional. Fue, como nunca antes, el pitazo del fútbol sin chamuyos: esto que estamos viendo y nada más. Y la impotencia insuperable de no poder hacer nada.

A esa fuerza de contracción se le sumó la angustia de que el partido, por primera vez en los duelos que los enfrentaron, se empezó a escribir más parecido al guion de Guillermo que al de Gallardo. A Boca le salía con justeza la utopía de esperar replegado y de que cada contrataque fuera un peligro y a River no le salían los pases de cinco metros. Nunca sabremos si fueron los nervios o el ray-grass a la gallega, pero la comunidad europea, a la que le vendimos de prepo el partido de la historia, hubiera merecido que en el entretiempo le aclarásemos que Palacios es discontinuo pero nunca desaparece así, que el Pity Martínez cada tanto desborda defensores, que Maidana marca tirándose al suelo pero no siempre termina barrenando.

Obviemos lo que es imposible de explicar: que Nacho Fernández lleva un año de regalo en la primera de River y que sólo por su segundo tiempo de ayer merece un lugar en las banderas de nuestra historia; que Enzo Pérez no podía terminar un partido entero hace un par de semanas y ahí está, intentando 102 pases y logrando 95; que a Pratto lo mirábamos de reojo hasta ayer nomás, como si los catorce palos de su pase se hubieran disuelto de nuestro homebanking. Ellos tres tiraron del carro que nosotros estuvimos a punto de soltar, abrumados por la prehistoria de nuestras vidas que amagó con repetirse como un mantra, susurrándonos que al final, cuando la cosa importa, siempre nos ganan. Embanderaron un giro de las cosas que tiene el gusto de la hazaña, no tanto por la épica de lo imposible sino porque a la vuelta de ese vestuario, cuando el planeta era un lugar oscuro, nublado por la mirada diabólica de Benedetto, cada signo de vitalidad –un pase bien dado, el entusiasmo de trasladar pelotas hacia delante– valió lo que vale una resurrección: algo que está escrito en las profecías pero uno no cree; un milagro que no va a pasar nunca y de repente pasa.

El resto, lo que no podía hacer la voluntad, fue obra de la imperfección: hacia un lado, Armani, conviviendo en su cuerpo con la sensación dubitativa de que quizás no era un pulpo, de que quizás lo inflamos demasiado, y agarrando todo lo que picó cerca suyo. Hacia el otro lado, Juanfer, confluyendo en nuestra pretensión de DTs con el pedido desesperado de que le dieran todas las pelotas a él y la resignación de que el reloj corre y él a veces no la quiere tanto, o la quiere pero todavía no. Y ahora sí, ahora con el botín sin carrera y comprimido por tres rivales. ¿Quién sos, Juanfer? ¿En qué rincón de nuestras vidas estabas escondido?

Desde el mareo que nos produjo ese zapatazo, hay cien cosas más que nunca vamos a saber: ni para qué era el VAR, ni cómo era que se usaba, ni a dónde van los corazones cuando Jara o Gago agarran una pelota con el empeine entero, ni cómo es que el tiempo corre más lento cuando uno hace fuerza con el estómago para que corra más rápido. Hay más: ¿Cómo le explicamos a Ponzio y al Muñeco, por ejemplo, lo que los queremos? Que no sea un canto, que no sea un evento con globos, que no sea este texto: algo que los haga entender, si el amor se puede entender, que estos años entre nosotros, que coronaron ayer, van a durar para siempre.

River se fue a la B. Hubo un sábado de otro diciembre en que perdió contra Boca Unidos de Corrientes. Y el Boca de La Boca vio que esto era bueno. Y el pueblo bostero se distrajo escribiendo River con be larga, agujereando sábanas para vestir fantasmitas, entonando el dolor ajeno como una mancha. En ese deleite había una dosis intangible de envidia: la inquietud existencial que genera que al otro le esté pasando algo único, un golpe que uno no querría pero quiere espiar. La intuición de que la muerte le va a venir al vecino con sabidurías nuevas. Ahora levanta el cuello, el pueblo bostero, y no entiende nada: allá arriba, a diez mil kilómetros de distancia, estamos nosotros: esa cosa inmensa que se llama River.

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Gente, donde se puede ver el partido online completo? Lo quiero disfrutar tranquilo ahora jaja

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creo que vi el resumen del partido 54 veces y no me canso, desde el domingo lo miro mas o menos 15 veces por día

---------- Mensaje unificado a las 21:37 ---------- El mensaje anterior habia sido a las 21:37 ----------

joya! 55.

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[quote=“Juan_Fer, post:22705, topic:118251”]


[/QUOTE]Mil gracias viejo!!!

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