A este NO
A este SI
El día que Astrada no quiso a Guardiola en River
Y hubo una vez que Josep Guardiola quiso cerrar su carrera en River. Pero Astrada no lo quiso…
Corría el año 2005. El mes de julio, fiel a sus rasgos, sacudía el ambiente en Buenos Aires con un frío que calaba los huesos. River, en plena preparación invernal, estaba pendiente de la danza de posibles refuerzos que se posicionaban tanto en los medios de comunicación como en las rondas de café de los integrantes del Consejo de Fútbol. Hasta que un llamado al celular de Sergio Berti, por entonces asesor en materia de fichajes, detonó la bomba: desde Barcelona, el empresario Matías Aldao le decía a la Bruja que el Pep Guardiola, seducido por conocer una liga nueva, prestigiosa y competitiva, quería cerrar su carrera en el fútbol argentino. Y que por su estilo de juego, estaba decidido a vestir la camiseta de River…
Las conversaciones se trataron con hermetismo, casi en secreto. El Pep, tras finalizar su paso por el Al-Ahli de Qatar (fue elegido el mejor futbolista extranjero en el primero de sus dos años de contrato allí), quería seguir sumando experiencia, conociendo otras culturas, vivir un tiempo en Buenos Aires, la ciudad de la que tanto le habían hablado, la del escritor Rodolfo Walsh, el autor de Operación Masacre, uno de sus libros de cabecera. Estar cerca de Menotti, de Bielsa, del café La Biela de Recoleta. “Tío, qué guapa la idea de jugar en el River. Dale pa’lante”, le dijo Guardiola al intermediario desde la ciudad condal. Con el Pep convencido, y entusiasmado por iniciar la aventura (durante esos días, incluso rechazó ofrecimientos del Manchester City y del Wigan Athletic de Inglaterra), River pasaba a tener la última palabra sobre el arribo del español de 34 años.
Ávido de resolver el tema, Berti se contactó con el presidente José María Aguilar y el directivo Mario Israel para transmitirles la postura de Guardiola. Al principio hubo dudas, pero a diferencia del actual interés por el holandés Edgar Davids, Guardiola había demostrado que estaba vigente y con una catarata de títulos sobre su espalda. Era un prócer del fútbol mundial que se ofrecía para jugar en Núñez, algo demasiado tentador para dejar pasar. Tras ponerse al tanto de las condiciones económicas (monto del préstamo y la duración del mismo), el último paso fue obtener el consentimiento del entrenador Leonardo Astrada. Pero…
En una decisión sorprendente, Astrada le cerró las puertas en la cara a Guardiola. Celoso por la eventual llegada de un verdadero mito en el puesto de volante central, el Negro tomó con incomodidad la propuesta del emblema catalán y desestimó su llegada. Que la edad, que no marca, que no era necesario, que tenía el puesto bien cubierto (a pesar que Mascherano se acababa de ir a Brasil), el Negro lanzó un NO mayúsculo y le impidió a los hinchas de River darse un gusto histórico (y a muy bajo costo, por cierto).
Guardiola nunca entendió el rechazo de River. Cuentan que el actual mejor técnico del mundo, el más caro y de mayor futuro, estaba muy ilusionado con jugar en River, con dar pases en el estadio en donde se dirimió la final del 78´, en vivir en carne propia la sensación de disputar un Superclásico mucho más pasional que un derby Barcelona-Madrid. Cómo serían sus ganas de experimentar otras ligas que, tras el rechazo del Jefe, el Pep se fue al Dorados de Culiacán, en México, en donde dirigía su amigo Juan Manuel Lillo, para cerrar una carrera repleta de títulos y reconocimientos. En julio de 2006 se graduó de entrenador en Madrid y el 15 de noviembre de ese año anunció su retiro del fútbol profesional.
Esta historia merecía ser contada. Aunque, con el paso de los años, serán Guardiola y Astrada los encargados de hacer públicas las razones de la frustración de un pase que, increíblemente, pudo haber generado el golpe de efecto más mediático de la historia de River.