¿Qué estás leyendo? Versión Política y Sociedad.

:lol:

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Salvador Borrego - Derrota Mundial

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Durísimo, basado en fuentes palestinas. Me lo recomendó una amiga judía que tuvo como profesor al autor.

“La resistencia” de Sabato es un librito sencillo que todos deberían leer. Principalmente mis amigos del foro. Les dejo, a quienes comparten conmigo mucho más que la pasión por River y nos une lazos invisibles, algo que escribí al respecto.

Releyendo “La Resistencia” de Sabato, esta vez noté una cierta angustia en sus últimas palabras. Está claro que siendo un “libro” póstumo que en realidad es una recopilación de cartas, claramente evidencia ese sentimiento de que la muerte le acecha, le ronda, lo vigila. Debido a su gran tradición marxista, es un heredero de la teoría social del conflicto, y en ella profundiza aún más su angustia. Allí confluye una visión fatalista del destino de la humanidad, la encrucijada de haber que el hombre “haya dado lo mejor de sí para llegar a “esto”, la falta de valores morales, de ideales que impulsen a que cada uno alcance su codiciada felicidad de una manera que su alma esté en paz con el trabajo rutinario que tiene por un salario. Pero la conjugación de ese cóctel, para Sabato, demuestra un retroceso a la Edad Media, a la esclavitud del hombre que cree ser libre y la feudalización en pocas manos.

Si bien hace un llamado general, o un grito desesperado más bien, por instar a la humanidad a una reacción que le permita salir de ese letargo en la que el progreso la depositó, en suma, termina sintiendo que la muerte es hasta ansiada debido al sombrío panorama que ya es presente.

No puedo evitar dejar de contraponerlo con una experiencia personal. En Martínez, en la calle principal Alvear, de tanto en tanto, un viejito (honorable señor) algo desalineado, con largos pelos, con un interesante (léase gracioso ante mis ojos) sombrero, se sienta pasivamente en la esquina de una farmacia mientras la gente deambula. Exhibe delante de él unos juegos de elaboración propia en madera. Durante mucho tiempo lo miré atentamente mientras tomaba un café y ese viejito tierno se volvía cada vez más interesante. Siempre andaba con un libro en la mano, de esos libros grandes que se tardan mucho en leer, de más de 600 hojas. Con lo cual, ya ese gesto, lo diferencia del gran común de la gente. No es un vendedor ambulante cualquiera, ciertamente, al punto de que siento cierta vergüenza de acercarme porque a medida que lo voy escrutando más, más interesante resulta, y me inquieta pensar cómo podría entablar diálogo con alguien que evidentemente oculta una grandeza interior.

Llegué al punto de considerarlo un privilegiado, un distinto. La gente parece no llevarle el apunte, muy pocos se detienen siquiera a preguntarle por lo que exhibe, y él sigue con su libro como si tampoco le interesara vender. Escucho en mi cabeza ciertas risas burlonas y diálogos imaginarios de hombres decentes que me rodean en los coquetos bares alrededor que al observar al viejito leyendo algo andrajoso, se sienten ellos mejores personas, superiores, limpios, pulcros, exitosos, más inteligentes, mejor vestidos; lo miran con sorna, desde arriba. Afinando un poco más la oreja, escucho algunos resabios de las conversaciones que efectivamente están teniendo, y los tópicos de los interesantes intelectuales que discurren ante el abrigo de la civilización, ante la barbarie del viejito sentado en la esquina parecen evocar a las grandes conversaciones del foro griego. Charlan sobre economía, sobre viajes, sobre finanzas, del fútbol, de política. Pero de las opiniones subjetivas que emanan de estos nobles caballeros, tengo la impresión de que el viejito con aspecto de vago, sucio, pobre, que tiene que rebajarse a trabajar en la vía pública como un sacrilegio para cualquiera de todos estos que se esconden detrás de una vidriera, si se le llegara a preguntar su opinión acerca de las cosas, dejaría en evidencia la mediocridad de las discusiones, la falta de argumentos, de análisis científicamente apropiados con un método y un encuadre epistemológico, como correspondería de estos eventuales Doctores de lo Cotidiano.

Así fue como entonces, un día me envalentoné para hablarle.

Tenía en sus manos uno de los tantos libros de 600 páginas que ya lo había escrutado, pero este parecía distinto, porque tenía una tapa de color claro y otros días lo ví con uno de tapa oscura. En una mirada rápida, ví que estaba leyendo Ken Follet, y recordé la serie que vi en Netflix sobre “The World without End” (que en realidad es la secuela de “The Pillars of the Earth” que también está en Netflix) una serie situada en la edad media de un pueblo inglés que intenta mostrar ciertos comportamientos de la época. Después de verla, sentí que ciertas nociones que tenía sobre la edad media eran ciertas. El sentido común dicta que la edad media fue una época de atraso, de pesadilla, de injusticias, de esclavitud, y siempre se la contrasta con el notable avance del liberalismo y la democracia, la amplitud de libertades supuestas que gozamos en la actualidad como la libertad de expresión, de agrupación, etc etc. Sin embargo, World without End, refleja ciertos aspectos que Dickens deja plasmado en “Tiempos Difíciles” y “La historia de las dos ciudades”, de un cierto romanticismo y libertad que se heredaron de la edad media y que la modernidad capitalista destruyó. La libertad que se experimentaba en el campo fue sacudida por el sórdido apelmazamiento en las ciudades, la importancia del reloj (antes no importaba qué hora era, ni la cantidad de tiempo que transcurre, simplemente importaba cuando se levantaba el sol y cuando se ponía) para contabilizar ganancias y rentabilidades hostigando a los trabajadores a que trabajen más duro en mejores fracciones de tiempo, el cambio rotundo de formas de trabajo en la fábrica que elimina no solo las inclemencias climáticas sino que agrega nuevas enfermedades y relega a segundo plano cualquier tipo de forma de diversión. En síntesis “time is money” y los negocios, como su etimología lo indica, niegan el ocio. Con lo cual, volviendo al relato del viejo, ya me daba la pauta de que, en exceso, se trata de un gran personaje, en el sentido de un intelectual. Me hubiese dejado de interesar si tuviese una revista Caras en la mano, o un libro de Majul, pero claramente no podría ser de otra manera que del novelista británico que utiliza la historia para elaborar su narrativa.

De más está decir que desde el momento en que me presenté, simplemente dije “hola” y me puse a mirar los juegos, el viejito no paró de hablar un segundo. Me empezó a contar que primeramente, todos los juegos los había elaborado él en madera, lo cual era evidente puesto que las líneas que se supondrían perfectamente rectas de ser un juguete propio de una juguetería, en realidad no eran del todo perfectas, cosa que, desde ya, es irrelevante, pero que seguramente ante los ojos de los martinences es motivo de rechazo y desaprobación. Muchos de los juegos de los que él había construído, me contaba, eran relativamente clásicos y conocidos, como un pseudo ajedrez, un pseudo ludo, un pseudo escaleras y serpientes, un pseudo ta-te-ti, un pseudo rompecabezas, etc. Digo “pseudo” porque en efecto se trataba de esos juegos, pero el viejito agregó “son los originales”. Resultó ser que uno de mis juegos favoritos de la infancia como escaleras y serpientes, en realidad era un juego hindú sumamente espiritual, cuyo recorrido ascendente hacia los 7 estadíos del chakra, era algo así como un juego de la vida, donde cada escalera y serpiente era una peripecia de la realidad conflictiva; y el objetivo no era llegar al final, sino ascender a los cuadros superiores en un camino sumamente empantanado y complejo que había un único casillero que eventualmente permitiría el ascenso, que efectivamente, llegar hasta ahí implicaba toda una serie de desafíos, como en la vida real. Otro dato sumamente curioso, es que aparentemente las personas repiten sistemáticamente los casilleros en los que caen, lo cual deja plasmado muchos rasgos de la personalidad de ese jugador. No es un juego de puro azar antojadizo, sino que tiene un trasfondo mucho más importante. Lo curioso es, cómo ese contenido espiritual se elimina por completo, en una deliberada infantilización de la religiosidad hindú. Es decir, ese tablero que seguramente fuera parte de un ritual sumamente complejo y significativo, se redujo a un “juego de niños” por lo ridículo que le habrá parecido a un británico las creencias de los hindúes.

Al reducir un hábito de uno de los países con mayor cantidad de habitantes del mundo, a la condición de niños (que dentro de la democracia liberal actual, un niño no es un sujeto de derecho, no tiene casi ningún derecho consagrado, y se lo toma como un “infante”, es decir, incapaz de cuidarse a sí mismo pero también incapaz de razonar, de ser responsable de sus actos y responder judicialmente por ellos, en definitiva, un ser inferior que debe ser sometido) y por lo tanto tratados como tal, deja mucho que desear de quienes colonizaron buena parte del mundo y son un referente para muchos.

Finalmente, resultó que Carlos Bamballi, así se llama el viejito, resultó ser todo un erudito y un académico. Se dedica hace unos cuantos años al estudio de los distintos juegos de todo tipo de culturas desde su Bolsón natal. Fue distinguido por el Honorable Senado de la Nación por su labor investigativa acerca del juego. Incluso, es famoso por haber protagonizado un escrache en contra de Carlos Menem en su visita a El Bolsón en 1996 y por presentar un proyecto de tratamiento de la basura para evitar basurales a cielo abierto en la zona de Parque Nacional.
Inevitablemente resulta tragicómico pensar en cómo un adulto serio y responsable, se dedica al estudio de los juegos de las distintas culturas, cuando el sentido común nuevamente nos indica que es una práctica infantil. Pero acabo de cometer la misma atrocidad que los conquistadores blancos, acabo de reducir “el juego” a una práctica de niños, de aquellos que se cree no tienen uso de razón y consecuentemente se le niegan los derechos políticos y civiles para celebrar contratos o elegir presidente. Es una ridiculez pensar que el juego es para chicos; o, retrotrayéndome a lo que dije antes respecto de “Tiempos difíciles” y la diferencia entre la modernidad capitalista y la vida en la edad media, es ahora ante nuestros ojos que “el juego” es una pérdida de tiempo, y que lo importante son los “neg-ocios” o sea, la negación del ocio.

Sin embargo, en otra experiencia reciente en torno a un verdadero infante que tuve que cuidar, no pude dejar de percibir que ese chico es feliz, es alegría en estado puro. En principio se podría decir que carecen de razón, pero más lo veo, y más inteligente me parece inclusive ante la incapacidad de caminar o de expresarse, aunque en verdad sí logra expresarse y obtener lo que quiere. Hay una gran subestimación al intelecto no solo de los bebés, sino de la raza humana como especie en general. Porque ese diminuto ser que nació completamente indefenso, en apenas 2 años, aprehende mucho más de lo que aprenderá en el resto de su vida. Aprehende una coordinación psicomotora, a comunicarse, a usar las cuerdas vocales, a introyectar normas sociales, a hacer chistes, a reírse, a “conquistar” gente (el colonialismo no se compararía al poder de conquista que tiene un bebé, cuyo poder es inigualablemente mejor), a que un grupo de adultos independientes con sus vidas giren en torno a él, a revolucionar a la sociedad entera, etc. ¿Y cómo logra todo eso el bebé? Mediante el juego. Es decir, aprende jugando. Aprende en tan solo 2 años, en cuanto a información y habilidades, más de todo lo que aprenderá a lo largo de toda su vida. Y lo hace jugando, lo hace divirtiéndose. Jamás un bebé aprehenderá con retos y rechazos, sin un abrazo, sin una sonrisa, sin imaginación, con datos duros, con estímulos positivos que refuercen inductivamente su conducta. Aprehende mediante el juego, aprehende con amor.

Y ahí están las dos más grandes lecciones que pude aprehender de un bebé, muchas de las cuales en cierta medida ya sabía, pero al ver que el destino de la raza humana descansa en el hecho de que precisamente la evolución nos sitúa en que nuestra permanencia en este planeta reposa en esos 2 años de vida que se construyen mediante el juego y con amor, entonces ambas dos son las herramientas más importantes que pueden existir y las que más enseñan, más educan, mejor forman a las personas; y las cuales no se vuelven a aplicar jamás a lo largo de la vida. Todo lo demás en el transcurso de la vida es distinto. La escuela por ejemplo, se basa en todo lo contrario. El trabajo rutinario es totalmente lo contrario. Todo el sistema social que se construye a partir de que ese bebé se vuelve “autónomo” e independiente de la madre, se inscribe en un proceso de socialización artificial (puesto que la socialización primaria y el mayor grado de conocimiento lo obtiene de quienes lo cuidan) que se supone formativo para la persona, pero que en realidad termina por acercar un mundo concreto y abstracto totalmente alejado de su realidad, de su realización como persona y le impide construir el camino hacia su felicidad.

Por lo tanto, volviendo a Carlos, es maravilloso que haya dedicado toda su vida al estudio del juego, esa institución maravillosa de la cual depende el destino de la humanidad.
Y me dijo algo más, que curiosamente me deja reflexionando respecto de Sabato. Me empezó a contar del libro que lee, sobre la guerra fría y fue inevitable hacer un parangón con la actualidad política de hoy en día y en particular después del 10 de diciembre, en torno a las expectativas de transformación de la realidad latinoamericana. Aquello que parecía que antes del 10 de diciembre implicaba una senda hacia algo mejor, ahora cambió hacia el desasosiego y la desesperanza.
Lo más importante viene ahora, me dijo “igual, no sé, yo soy algo desesperanzado, yo me crié en los 60 en la facultad de Ciencias Exactas, leí mucho a Nietzsche” a lo que yo le dije “claro, una visión muy nihilista de la realidad, muy desesperanzadora” y me dijo “creo que somos todos así, los de esa generación, y más con lo que pasó después”.
Para concluir. Sabato en “La Resistencia” busca eso mismo, “resistir”. Resistir contra un modo de vida que se llama capitalismo, que ante sus ojos está desgarrando el mundo en todos los sentidos posibles a tal punto que abraza con más esperanza la muerte que la vida para ver el desarrollo de la humanidad en completa desesperanza de que ello implique una mejora como el progreso pregona. Prefiere morir o se conforma con morir que seguir viviendo. O tal vez, ya siente que ha hecho lo que pudo. Porque “la resistencia” necesariamente implica que hay una necesidad de resistir, es decir, de seguir viviendo, de tener esperanza, de creer en una posibilidad de mejora, de superación. Sin embargo se siente confortable con la muerte. Será que ya lo siente inevitable; pero la muerte es siempre inevitable, todos sabemos que algún día nos vamos a morir y nos pasamos la vida buscándole el sentido. Pero caer en que nacemos para morir, que somos una nada que navega entre la nada que había antes y la nada que habrá después, entonces es imposible llamar a una resistencia.

¿Cómo se resiste contra lo inevitable, cómo se lucha contra la nada?

He ahí que Carlos me completó la pieza del rompecabezas que me faltaba. Sabato es de la generación que se capituló con el nihilismo de Nietzsche, entre la realidad conflictiva y contradictoria del marxismo, la caída y pérdida de la razón ante el nazismo, el fracaso del neoliberalismo que venía a salvarnos las papas después de los 70 y la crisis del estado de bienestar, el derribo del muro, el fin del mundo bipolar, se instalaba el fin de la historia, ¿quién puede querer luchar cuando todo se acabó, cuando ya no hay páginas para seguir escribiendo? Hay una contradicción flagrante en lo que dice Sabato, porque su nihilismo lo lleva a creer en que estamos mucho peor, que vamos camino a la destrucción, sin embargo pide resistir.
Ernesto habla de héroes, habla de salvadores mesiánicos, de esperar a alguien, un iluminado que nos saque de todo esto.

En mi caso, me niego a creer en ello, más cuando siempre consideré que cada uno de nosotros somos un héroe en potencia, dependerá de la voluntad de cada uno en constituirse a sí mismo como el salvador de sí aunque sea. Elijo no tener una visión tan fatalista del mundo, una visión poblada por la nada. Prefiero creer que en realidad no nos acercamos al fin de la historia, prefiero entender que era él quien ya se encontraba al borde de la muerte y no podía ya luchar para cambiar el mundo. No porque le faltara fuerza, que es evidente que sería falsa semejante aseveración, sino también por su bagaje epistemológico e histórico en el que se encontró inmerso durante toda su vida. Cabe recordar que como comunista, antes de un viaje a Rusia, desistió del mismo bastante desilusionado al conocer el estado de ciertas cuestiones en el régimen soviético.

El error pasa por la desilusión, el desencanto, la idea de una real malicia que domina y gobierna al mundo. Tengo la evidencia empírica por haberlo visto con mis propios ojos que nadie nace infeliz, ni mucho menos malo o propenso a la maldad. Podría si decir que es el mundo social en el que vivimos que nos hace malos a medida que nos alejamos de aquellos dos mandamientos estructurales que nos enseñan todo lo necesario para sobrevivir en el mundo: el juego y el amor. Si es cierto que el régimen capitalista o la creación del Estado burgués capitalista, con su moralidad característica, nos amolda de tal forma que el juego desaparece y está mal visto, que pasa a ser el enemigo indeseable. Al cercenar esa capacidad innata del hombre para conocer el mundo a través del juego, es que degenera y desangra el propio elemento constitutivo del hombre. Todo lo que pueda salir de allí en más, no es humano, es una desviación de lo humano. En términos biologicistas, “no es natural” sino que es impuesto culturalmente. El hombre no nace naturalmente malo, no está genéticamente determinado a la maldad. Es la cultura en la que vive, que lo moldea que genera esa propensión a la maldad, ese desvío que se produce que Freud llamará en su obra célebre “el malestar de la cultura”. Son dos cosas que señala el padre del psicoanálisis que el hombre no puede soportar: las diferencias y las normas de convivencia fijadas por la cultura. Pero es en realidad, la propia cultura que dictamina cómo se interpretan esas influencias.

Es decir, el hombre pierde todo tipo de acto instintivo porque ya no está determinado por el acto reflejo, sino por un acto cultural. El animal come por instinto, el hombre satisface su hambre en un aspecto cultural: sentado a la mesa con tenedores y cuchillos, con la elaboración determinada de ciertos tipos de alimentos. Es la cultura la que está mal y la que engendra el malestar, la desviación.

Es por eso, que no se puede ser pesimista, que no hay que caer en el fatalismo de que todo está perdido, y peor aún, que todo está escrito. La linealidad de la historia es sólo el fundamento de aquellos que pretenden que nada cambie. El hombre (y la mujer) es revolución constante, es cambio permanente. Por ello, elijo ser optimista, elijo un camino diferente sin alejarme de la cultura, en la firme convicción de elegir en base a lo que me hace feliz, a lo que me dota de la posibilidad de no ya “resistir” sino ser protagonista del cambio y la transformación de lo social. No me circunscribo en el mero acto de estar en la vereda de enfrente, ni de pensar en cómo tengo que atacar, cómo debo posicionarme ante el otro que amenaza mi estilo de vida. Elijo ir de frente, caminar erguido, hacer lo que yo creo correcto. La moralidad es muy simple, llenar de valor la palabra, cumplirla. Soy esclavo de mis palabras, hago lo que digo y digo lo que hago. Me parece una traición el chiste y el menosprecio, también me parece la intolerancia y la vagancia, que son sinónimos. Hacer se convierte en el verbo fundamental, pero también esperar, es decir, saber hacer. No se puede hacer todo en todo momento, hay que tener la virtù para esperar que la fortuna sonría.

Me atrevo a contradecir a Sabato, no hay que “resistir”. Hay que jugar para ser felices, hay que tener la inocencia de un niño para vivir sin problemas. No hay mejor ejemplo que un bebé, desposeído de toda la cultura, aprehende con amor, le sonríe a todos. Porque el amor es así, no distingue. El mundo no es malo, ni es mala la sociedad. Le sacaron la habilidad para jugar, y así estamos. El día que el juego, como para muchos lo es viajar y encontrarse con cosas nuevas, vuelva a ser una institución fundante de la sociedad, estaremos en camino a convertirnos en una raza pobladora de la tierra mucho más armónica de la que somos. Eso ya cambió, el proceso ya se inició.

Lamentablemente, muchos Sabatos nihilistas tienen que morir, para que podamos construir un mundo mejor.

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Ignorante no creo.
Hijo de puta, seguramente.

PD: Hay gente que lee a Galeano y a Chomsky… y es macrista.

Yo leí el capital de Marx y no me hace marxista. A veces es bueno leer libros de personas con las que no compartís nada en temas ideológicos.

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El punto no era ese.
Tal vez debí precisar en mi comentario que “lee y es muy seguidor de”.

No tiene porque ser excluyente. Simplemente puede ser un caso de curiosidad.

Un caso de curiosidad en el que el texto que leés se contradice con tus acciones.

Alguno conoce algún libro sobre historia Argentina del siglo XIX? Más que nada desde post independencia hasta Roca. Es lo más “flojo” que tengo sobre la historia del país. Desde ya muchas gracias.

Viendo que es un tipo abierto, le recomiendo la lectura del libro “De Smith a Keynes”, de Axel Kiciloff, estimado. Muy interesante y recomendable.

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Leí que está muy bueno ese libro y me interesa que trate tan abiertamente las distintas visiones económicas de la historia. Voy a ver si consigo algún pdf por ahí :mrgreen:. De paso me sirve para lo que estoy estudiando, ojalá algún día vuelva a dar clases en la UBA Kiciloff.

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Anduve en la feria del libro y me compre un par de libros

Ahora estoy leyendo “Ideologias y tendencias en la comuna de Paris” de Koechlin Heinrich

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Siempre tuve ganas de escucharlo a Kiciloff en una charla que dé, me dieron muy buenas referencias del tipo. Voy a esperar un poco igualmente, porque ahora todo lo que pueda hablar va a estar influenciado por la politica. Me paso eso con Prat Gay, lo escuche en 2007 en unas jornadas de Cs. Economicas y estubo muy bueno. Despues lo volví a escuchar creo que en 2012 y todo lo que decía tenía referencia a lo mal que estaba manejando la economía en ese momento, justo cuando el era diputado opositor.

De siglo 21 tenes uno bueno, no se el autor.

Introducción a la epistemología objetivista. Una joya que requiere mínimo 3 libros de Ayn para poder entrar a leerlo, impresionante

Para el que quiera conocer la historia de Brasil y a la vez tener una perspectiva comparativa con Argentina.

Historia de la Argetina, de Marcela Ternavasio. Es muy facil de leer. Lo usábamos en historia argentina ii como manual.

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