10 razones para refundar la seleccíón
La eliminación ante alemania impone un profundo replanteo; el momento exige extremar la sensatez para diseñar un nuevo proyecto que tendrá que atender varios reclamos. Por Cristian Grosso.
PRETORIA.- Las derrotas que hacen historia a veces precipitan las grandes transformaciones. La Argentina está parada en el umbral de una refundación que exige determinación y un espíritu ambicioso. La selección necesita un revulsivo. Una etapa con hombres nuevos que se atrevan a replantear la organización, el gerenciamiento y la línea futbolística y de conducción. Incluiría a Julio Grondona esa renovación, una obviedad que ni será debatida. Detrás de la eliminación ante Alemania como bisagra se impone rescatar a la Argentina de un puñado de temporadas de desabrigo.
Grondona ha respaldado -política y económicamente- el desarrollo de la selección hasta transformarla en la mejor obra de su gestión. Pero desde hace algunos años interfieren atropellos, pruebas en el laboratorio de la improvisación, ciertos desvíos en la línea de conducta, la peligrosa intromisión de agentes comerciales, el desapego por el debate futbolístico para ventilar histerias de conventillo, un desenfoque en el trabajo con los juveniles?
1) Recuperar la discreción
El momento de la selección es delicado y requiere un orfebre. Necesita reencontrarse con las huellas de la discreción, despegándose de conductas refractarias. El debate alrededor de la Argentina, siempre enriquecedor, nuevamente tiene que recorrer veredas futbolísticas y no hacer pie en un cotillón de desprolijidades que invitan al desprestigio. La selección exige excelencia, superación. No es un club de amigos ni un grupo de autoayuda ni un espacio para organizar homenajes. Perder de vista que reclama máximas dosis de capacitación y profesionalismo inexorablemente confunde el rumbo.
2) Redefinir una identidad
La selección reclama identidad, una búsqueda concreta. De cualquier escuela futbolística, ésa es otra discusión, pero afirmada en conceptos reconocibles. La vacilación condiciona cualquier plan. Porque sin cohesión no hay estilo. Sin pertenencia no hay orgullo. Y sin ambos, siempre faltará un equipo, un espíritu colectivo que rescate a las individualidades cuando estén apagadas. Es tiempo de un líder que se afirme en la mecánica natural de la función: reglas claras y coherentes. Esto incluye la relación con la prensa y los mercaderes que siempre sobrevuelan. Nada garantiza la victoria, pero al menos recortar el espacio para los imprevistos deja la conciencia más tranquila. El fútbol actual no perdona el desprecio por los ensayos intensos, los ejercicios que simulen las situaciones de partido o un minucioso seguimiento de las virtudes y los defectos del rival. En un mundo globalizado nadie puede descubrirse sorprendido. Los picados informales ante un combinado de Tristán Suárez se asemejaban a una burla.
3) Un cuerpo técnico eficaz y no afectivo
La integración de un cuerpo técnico debe guiarse por aptitudes y cercanías que estimulen la superación. No por condescendencia, capricho o rebelión. Las convivencias obligadas nunca terminan bien. El sainete y las convulsiones únicamente siembran dudas y malestar, incluso mucho más si las discrepancias nacen del corazón que conduce. Y, especialmente, se debilita la cadena de mando, un daño que llega al jugador. La inexplicable figura de Carlos Bilardo, la confusa salida de Miguel Angel Lemme, la volcánica renuncia de Juan Román Riquelme o los deseos desembozados de pertenencia de Ruggeri son situaciones que no convendrá repetir. Si la selección se transforma en un cabaret que una y otra vez abre sus puertas, sólo se pueden esperar más episodios vergonzantes.
4) Un buen gerenciador de los recursos
La Argentina ya no puede permitirse desaprovechar generaciones ricas en calidad individual, roce internacional y experiencia. La mayoría de los futbolistas goza de prestigio y respeto, tanto que son pilares en varios de los clubes más importantes de Europa. Es imprescindible comenzar a potenciar el talento individual. En la administración de los recursos se mide a un buen gerenciador, y algo falta ajustar si Lionel Messi y un lote que se codea con la elite, como Higuaín, Mascherano, Milito, Tevez, Samuel o Agüero, no son capaces de replicar en la selección las producciones que ofrecen en sus clubes. O el mensaje no es claro o la propuesta no es convincente o, directamente, no se conmueven. Un tema que requiere urgente revisión.
5) Espantar un sino derrotista
La marcha de las estadísticas comienza a arrojar sombras sobre la selección. Dicen que las derrotas provocan un efecto contagioso?
Había que retroceder 90 años, sí, 90 años, hasta 1919, para encontrar una temporada con seis caídas de la selección como ocurrió el año pasado. Entre los seis tropiezos (Bolivia, Ecuador, Brasil, Paraguay y España, además del amistoso contra Catalunya) se anotaron el martillazo del 1-6 en la altura de La Paz, el 1-3 ante el scratch en Rosario, que cortó un invicto de 16 años como local por las eliminatorias, y hasta el revés 2-4 sin precedente ante el combinado catalán. La selección fue noticia con desconocida frecuencia por resultados adversos. La Argentina aterrizará en la Copa de Brasil 2014 con un collar de 28 años sin coronarse campeón del mundo.
6) Un cachetazo que entró en la historia
La eliminación de la Argentina en los cuartos de final de la Copa de Sudáfrica no alcanza el listón de fracaso, un espacio reservado para desengaños mayores como una prematura marginación en la primera rueda de un Mundial. Pero el acto de salida llegó con un cachetazo que obligó a revisar páginas amarillentas. Esta derrota se sumó al podio de los sinsabores. Hubo que retroceder hasta 1974, en Alemania, para encontrar el 0-4 con la Holanda de Cruyff, en Gelsenkirchen. Al frente de este ranking oscuro permanece el 1-6 con Checoslovaquia, en Suecia 1958.
7) Límites para el brazo financiero
Nadie puede renegar de lo que representa el brazo financiero en el fútbol actual. Es imprescindible para sostener estructuras, por ejemplo, como el magnífico predio que la AFA luce en Ezeiza. Pero convendrá definir los límites. La selección no puede quedar presa de convenios comerciales ni debe ser utilizada como moneda de cambio. Atención que eso también redunda en desprestigio. La aparición de amistosos inconvenientes, por traslados o calendario, pero imprescindibles para costear gastos como el pago de un porcentaje del sueldo del entrenador, deriva en dos riesgos: jugar encuentros irrelevantes con Panamá, Ghana, Jamaica, Costa Rica, Haití o Canadá que sólo persiguieron un afán recaudatorio, y abusar de convocatorias sin más sustento que garantizar un número para completar un plantel. La AFA debe pagar lo que sus recursos genuinos permitan, y los jugadores deben quedar a salvo del manoseo de nombres.
8) El cuidado de la imagen
Aquellas groserías de Diego Maradona en Montevideo, la sanción de dos meses que le impuso la FIFA y varios ribetes merecedores de un sketch dieron la vuelta al mundo para descascarar la imagen de la selección. Inadmisible. Reacciones desproporcionadas que exceden al personaje. Como si se hubiera traspapelado el sentido de la prudencia, la selección necesita que se reinstale una lógica articulación del equilibrio. La onda expansiva de bravuconadas y destratos tomó propulsión en una AFA cómplice por encubrimiento.
9) En sintonía con los juveniles
El paso fundacional que reclama la selección debe incluir el trabajo con los sectores juveniles. No pueden repetirse los celos y las miradas desconfiadas que hasta ahora sólo generaron más fricciones y tirantez. La estructura con los menores tiene que incluir personas capaces y, fundamentalmente, con sentido docente. El trabajo con los chicos es formativo, no la escalera hacia alguna postulación. Un minucioso rastrillaje que hasta invade el campo social y familiar de los juveniles. Una tarea de artesanos que demanda sintonía con la selección mayor.
10) Pertenecer encierra riesgos
En los últimos tiempos, muchos actores del fútbol comenzaron a tomar distancia del seleccionado porque si daban a conocer su visión, a veces contraria, se exponían a mediáticas réplicas descalificadoras. Es grave si al debate de la selección se le angosta el menú de expositores. Y más preocupante aún es retroceder hasta épocas que parecían desterradas, cuando algunos futbolistas preferían no jugar en la selección para despegarse de una etapa turbulenta. Víctor Zapata fue un ejemplo, pero sólo la punta de una posición que si crece sería el principal reflejo de involución.