Kirchnerismo

Ok. Nada más que decir.

pesimo

La gran diferencia es q con el carlo la gente se iba de vacaciones a miami re cjocha. Aca hay convicciob, no tiene punto de comparacion…uno vendio todo y la otra pelea por arreglarlo

Argumento Lilitesco o debería decir del “no llego al 2%”

Jajaja en serio pretendés argumentar algo con eso ? Con ese criterio pretendés desligitimar de ahora en adelante a cualquiera que gane con ese porcentaje o más ? Sos un chiste, dylan.

Entiendo que se refiere a que el “número” no es garantía de nada.

Nadie piensa lo contrario, nada es garantía de nada.

Tom querido, no me jodas. Convicción? la gente no quiere cambios, si más o menos está bien o no está tan mal no quiere cambios, los mismos que votaron al tocur dos veces ahora la votan a ella, convicción tendrán los forros de la campora o de la jp en su revival setentista. Pelea por arreglar qué cosa?

No sé por qué todo esto me recuerda a este cuentito de asís… quizás más de un forista se sienta identificado…

El mito de la sociedad siempre inocente
b [/b]24-Jun-05 Por Jorge Asís, desde Argentina
Historia política del independiente Humberto Rosales, hombre de bien que convalidó la sucesión de catástrofes.
Aunque se suponga un independiente, de los seres anónimos que conforman la mayoría silenciosa y deciden las elecciones, Humberto Rosales mantiene una trayectoria política.
A los cincuenta años, su peripecia sirve de pretexto para describir una teoría.
La del “mito de la sociedad siempre inocente”.

Humberto Rosales tiene la desmesura enfermiza de un hombre normal. Paga puntualmente los impuestos. Cuida a los suyos, y es un individualista que apuesta, a veces, por la solidaridad. Todavía no se separó de su única esposa. Jamás se afilió a ningún partido político, ni piensa afiliarse.
Es decente. Aunque tal vez porque nunca tuvo la oportunidad de ser un corrupto.

Votó, por primera vez, el 25 de mayo de 1973. Votó a Cámpora, y ganó. Aquella noche del 25 pudo incorporarse, por el impulso juvenil de un contagioso optimismo, a la manifestación interminable que, desde la Plaza de Mayo, se dirigía hacia la cárcel de Villa Devoto.
Tenía 18 años, se esfumaba otro gobierno militar y volvía el peronismo, que había sido desalojado, violentamente, en el 55. Justamente en el año de su nacimiento.
Cantó entonces Horacio, como tantos miles, y sin ser militante, a favor de la liberación de los compañeros. De Far y Montoneros. Soplaba un aire de redención generacional.

Trabajaba con su padre. Vendían cinturones, entre los estampidos de otra violencia rutinaria que cada vez le espantaba más. Hasta atemorizarlo, sobre todo a mediados del 74, después de la muerte del general Perón.
En 1975, cuando estaba de novio con Lucrecia Ardanaz y tenía veinte, sobrevivía literalmente harto del desorden. Presentía, sin mayor originalidad, que con Isabel Martínez como presidente todo iba a terminar mal. Coincidía con los argumentos de su padre. Hacía falta alguien fuerte, en la Argentina, para poner orden. Mano dura, de militares, obvio. Porque con las divisiones confrontacionales del peronismo en el poder no se podía continuar. Y le daba la razón a su padre cuando le decía que el peronismo era, en el fondo, el gran culpable del desastre nacional.
Humberto entonces sintió un gran alivio el 24 de marzo de 1976.

Siguió, a los altibajos, con los cinturones. Aunque percibió, de pronto, que ganaba más dinero con las acciones de la Bolsa. O con los Valores Nacionales Ajustables.
Se casó con Lucrecia en el 78, el año del Mundial. Viajaron hacia Río de Janeiro. Claro que conocieron Miami. Juntos, se hacían expertos en aeropuertos.
Sentíanse comparativamente superiores, entre las vitrinas tan baratas del extranjero.
Y Humberto siguió el Mundial de fútbol con un entusiasmo conmovedor. No se cansaba de ver, por la sorprendente televisión en colores, aquellos goles de Luque, de Kempes.
Festejó, a los bocinazos, el título, mientras daban vueltas con Lucrecia en el Peugeot 504, con el techo embanderado.

Aquel fantástico orgullo, por saberse argentino, sólo pudo ser superado por Humberto cuatro años después.
Cuando se recuperaron, en el 82, las Malvinas.
Tenía 27 años, y sentía, por su incipiente nacionalismo, que debía justificarse ante sus amistades, por no inscribirse como soldado voluntario. Aparte, los motivos eran sólidos, tenía un hijo de tres, y venía otro en camino.
La Guerra de Malvinas desencadenó, al fin y al cabo, la más fuerte decepción. Estaba convencido que ganaban, y de pronto se sintió engañado como un niño.
Entonces, merced al epílogo degradante, al bochorno que todos preferían simplificar en el rostro del general Galtieri, cambió el país. Pudo informarse, en detalle, de las abominables tropelías que habían cometido los militares.
Entre finales del 82, y casi todo el 83, Humberto pudo valorar el insigne significado de la democracia. Sistema que había, en realidad, tratado con indiferencia. Ocurrían ahora tiempos ideales para conmoverse, con la refundación intelectual de los derechos humanos.
La Argentina había perdido la guerra que nunca iba a asumir. Sin embargo recuperaba, gracias a la derrota, la democracia.

El 30 de octubre de 1983, Humberto votó por Alfonsín, porque lo volvía a emocionar. Sobre todo en los finales emotivos de sus discursos, con el Preámbulo de la Constitución incluido. Y ganó otra vez. Y supo reconfortarse cuando, en 1984, se juzgaron las cúpulas militares que habían producido tantos desatinos.
Era el turno de los militares. Entonces, los militares eran los culpables exclusivos del desastre nacional.

Humberto ya no vendía cinturones. Se había asociado en una Inmobiliaria, en San Isidro.
Aunque económicamente, con el alfonsinismo se debilitaba, mantuvo el ánimo suficiente como para dirigirse, con su mujer y los chicos, a defender la democracia, en la Plaza de Mayo.
Transcurría la Semana Santa de 1987. Y permaneció algunas horas con su familia en la Plaza, legitimado entre la multitud. Y después frente al televisor, hasta que Alfonsín les dijo, a decenas de miles como Humberto, Felices Pascuas.

En setiembre de 1987, para gobernador de Buenos Aires, contra la opinión de su padre, Humberto votó a Cafiero. Y volvió a ganar.
Entonces se profundizó la contundente bancarrota del Alfonsín que oportunamente había apoyado. Entre las corridas bancarias, las inmanejables convulsiones financieras, la crisis estructural de un monstruoso estado deficitario, y los aumentos del verano del 89, Humberto comprendió que con los radicales era imposible encontrar una salida.
Porque los radicales no servían para gobernar. Eran culpables, por incapacidad. Y no los iba a votar más.

Sostenía, a los 34, que sólo los peronistas podían gobernar la Argentina. Aunque le disgustaban naturalmente los peronistas, en el 89, votó a Menem. Volvió a ganar.
Sin embargo, le avergonzaría después reconocer, que entre 1991 y 1995, en su plenitud desde los 36 a los 40 años, vivió el período más positivo de su vida. Aparte, con el clima de negocios que se había apoderado del país, se las ingenió para hacer sus diferencias. Y por si no bastara, se mudó a un country de Pilar. Y regresó, con frecuencia, a Miami.
Experimentó también una cierta atmósfera de culposidad cultural. Porque le costaba aceptar que con el menemismo le iba bien. Se consolidaba con sus negocios inmobiliarios, aunque ya empezaba a resultarle fascinante el discurso cautivantemente televisivo del Chacho Álvarez. Incluso, de la señora Fernández Meijide.
Debía además escandalizarse con la presencia fuertemente protagónica de la corrupción. Siempre inquilina, en el primer plano, la corrupción, casi un sinónimo instalado de menemismo.
Aunque la palabra menemista se había convertido en un neologismo de descalificación, en el 95, votó igualmente a Menem. Volvió a ganar, a los 40 y sin euforia. Incluso, sin decirlo. Se trataba de un voto secretamente culposo, socialmente discriminatorio.

Cuando Menem lo echó al ministro Cavallo, en el 96, Humberto había adquirido suficiente experiencia como para estimular malos presentimientos. Que se confirmaron después, cuando comenzaron las convulsiones letales entre Menem y Duhalde.
Por naturaleza, los peronistas, en el poder, eran conflictivos.
Duhalde quería ser y Menem quería quedarse.
Desde el 98 volvió a olfatear un final, sin grandeza, de reinado.

Simultáneamente, su encantamiento con la labia envolvente del Chacho Álvarez se agudizaba. Y aunque había prometido no votar, nunca más, a los radicales, por apoyarlo al Chacho Álvarez votó, en el 99, al radical De la Rúa. Y con la Alianza volvió a ganar. Aunque otra vez padeció vulnerabilidades en materia económica.
Cuando, por una contundente idiotez, renunció Chacho Álvarez a la vicepresidencia, en el 2000, sintió que de nuevo se agigantaba el turno pendiente del fracaso.
Ahora, aunque a las opiniones de su padre envejecido casi no le prestaba atención, coincidieron en que la economía sólo la podía encarrilar Domingo Cavallo.
Si hasta su ídolo derrumbado, el Chacho Álvarez, lo decía, desde su torpe exilio del “Varela Varelita”. Entonces Humberto ansiaba que volviera Cavallo a conducir la economía, mientras sabiamente, basamentado en la perspicacia de su desconfianza, se las ingeniaba para enviar, alguna parte considerable de sus dinerillos, al Miami que le fascinaba.
Y ganó otra vez, Cavallo fue designado ministro. Pero, como pronto comprendió, ya no era el mismo Cavallo. Carecía, con los radicales que lo despreciaban, del respaldo político que había tenido con los peronistas.
De no estar muy cómodo, ante la televisión de su casa en el country, en diciembre del 2001 Humberto también hubiera salido, armado con cucharas y cacerolas, a insultar, con grotescos pantalones cortos. Hasta que echaran al Cavallo que lo había defraudado. Y que De la Rúa se trepara al helicóptero.

Ahora la historia es más reciente. Por ejemplo, aquel cuartetazo de presidentes lo siguió desde el televisor del country. Sin embargo, Humberto casi supo emocionarse cuando Rodríguez Saa anunció la suspensión de pagos de la deuda externa.
Sin entender mucho, también aprobó, sin otra alternativa, que Duhalde fuera designado presidente.
Porque el país, está condenado, afirmaba, a ser gobernado por el peronismo.
Si sólo el peronismo podía imponer la convertibilidad económica, sólo desde el peronismo se la podía masacrar.
El 30 de abril del 2003, por primera vez, Humberto perdió una elección. Porque lo votó a López Murphy, porque ya no era radical. Sin embargo Kirchner, el destapado, aunque no lo conocía, pudo sorprenderlo. Y hasta pudo convencerlo que las medidas tomadas en los noventa eran las causas fundamentales del desastre nacional. Que había que recuperar el Estado liquidado por la “corrupción del menemismo”.

En definitiva, a Humberto ahora, con Kirchner, le va mejor. La inmobiliaria vuelve a registrar movimientos, circula dinero, y se convirtió en otro de los anónimos potenciales que alimenta las favorables encuestas de Artemiópolis.
Hasta ahora, los malos presentimientos no le florecen. Aunque le parece que el presidente se pelea innecesariamente de más. Tampoco descarta que, en cualquier momento, puedan surgir los nubarrones. Está espiritualmente preparado.
Aprendió, a los 50 años, que lo único importante es salvar siempre lo suyo. Lo de Humberto Rosales. De todos modos, eternamente será inocente. Ninguna caída podrá involucrarlo. Y menos aún, decepcionarlo.
Téngase en cuenta que la sociedad siempre es la víctima.
Que la inocencia social está definitivamente asegurada

La verdad es que hay que reconocer que por mas que no me gusten muchas cosas de este gobierno hicieron cosas buenas seguramente que generaron este triunfo…espero que esto sea el puntapie inicial para un proceso de cambios profundos … y que se despejoticen de una buena vez se le saque el poder a las sindicalistas corruptos y a los punteros clientelistas barriales…sera mucho pedir?

Que fiesta por favor, llegue a cualkier hora a casa, primero al bunker, dsp a la plaza
Que lindo ser kirchnerista

Humberto rosales si vos la votaste a lilita o ya te olvidaste?


Yo dije algo? o vos interpretas lo que querés? me extraña gus, no estás contento, no revoleaste la banderita ayer? Es una coincidencia nada más…

Sé, estoy contento :lol: Cuando organizan otro partido y me invitan ?

//youtu.be/N4ow9M9sXYY

comparto con Andres cada palabra…

Quiero aprovechar la oportunidad para felicitar a la UCR por un hecho HISTORICO.

UN RADICAL HA TERMINADO SU MANDATO. FELICITACIONES CLETO¡¡¡¡

Buenas. Siempre amé a mi país, pero nunca estuve tan felíz y orgulloso de ser argentino como ahora. Veo que las cosas han cambiado para bien en muchos aspectos pero está claro que todavía queda mucho por hacer, como mencionó Cristina ayer en su discurso. Mi felicidad radica en que se sigue eligiendo el mejor camino, y cada vez somos más.
Unos posteos atrás mencionaron que Me**m asumió en su reelección con el 50% de los votos. Justamente eso es lo fantástico de este momento para mi, pensar que por esos años la gente elegía un modelo político absolutamente distinto a este, me demuestra que hemos aprendido de nuestros errores como sociedad, hemos buscado un cambio para bien, hoy en día siento que cada vez menos gente va a votar sin saber porque carajo vota y eso antes se daba demasiado. Por eso me pareció muy bueno que Cristina ayer remarcara que este no es un triunfo de ella, sino de todos, de la gente, del país. Señalando que hay que ir por más y que el Kirchnerismo es un movimiento político que tiene que seguir creciendo y mejorando por encima de ella y de cualquier apellido para que Argentina siga creciendo.
Nada, eso. Aguante Cristina y Nestor!. Chau.

Pará, que le falta un mes y medio todavía :lol:.

Esto es histórico, lo de ayer fue historico. Sigo muy contento.

“Llora llora llora la derecha…”

:lol:

La comparacion con la reeleccion de Menm no solo que no tiene sentido sino que ademas es falaz. La “reeleccion” de los K fue en 2007, asi que en este caso la gente sigue dando su visto bueno al gobierno. Si Menm se hubiese presentado por 3era vez consecutiva en el 99 NI EN PEDO sacaba el 54% de los votos.