Mientras veía el partido me pasó algo extraordinario. Yo, tengo que confesar, no soy un enfermo por River. Soy hincha desde que nací, mis viejos y mis abuelos, toda la familia es hincha. Pero no cuento con ese matiz de irracionalidad que muchos de ustedes tienen: no voy seguido a la cancha de local, nunca fui de visitante a ver a River, no soy socio, no tengo campera ni pantalón ni buzo del club, no tengo posters (bah, sólo un par de recortes pegados en la pared y una foto del Monumental), tengo apenas dos camisetas (una es la del 97, una verdadera reliquia para mí)… en fin, soy un hincha ‘racional’ si me permiten el rótulo.
En los 90 me acostumbré a ver partidos de River con mi viejo, algo que recuerdo con mucho cariño, era algo que nos unía porque casi siempre terminabamos festejando y haciendo caravana allá en su pueblo ya que ganabamos campeonatos muy seguido. En esa época sí era un gran fanático, mi viejo me llevaba siempre a la cancha y a mí me encantaba; seguramente todos ustedes entienden la felicidad indescriptible que sentís cuando siendo un chico tu viejo te lleva sobre sus hombros eludiendo las butacas de la platea, buscando una buena ubicación.
Pero después vinieron los años más duros, y con esa crisis se fue apagando mi sentimiento, por eso digo que soy un hincha ‘racional’ (aunque el término no es del todo convincente). Dejé de ver a mi viejo y eso también ayudó a que mi cariño por River se fuera diluyendo. Pasaron los años, y casi no veía los partidos, estaba al tanto del Superclásico y de las últimas fechas para ver si salíamos campeones pero nada más. River era poco en mi vida a esa altura.
Un buen día simplemente extrañé a River. No sé cómo pasó, no sé exactamente cuándo; sencillamente algo emergió dentro de mí, yo diría que fue el gen o lo que sea que tenemos todos los hinchas de River. Y así como estuve la primera mitad de la década del 2000 abstraído de lo que pasaba con el club, a partir de esos días comencé por mis propios medios a recobrar el fanatismo, sin amigos de River (no tuve esa suerte, eran casi todos de otros clubes), sin un padre presente que me contagiara y avivara más ese sentimiento que afloraba nuevamente. Entonces lo hice a mi manera, con pasión pero sin identificarme con el hincha ‘de cancha’, y mucho menos con los especímenes culturizados por el ‘aguante’. Por eso, repito, puedo decir que soy un hincha moderado, no tengo esa pasión enfermiza que muchos de ustedes tienen por el club y que tanto sacrificio les demandó.
Siguieron pasando los años y con ese entusiasmo me metí en el foro de LPM, que me gustó poco tiempo, y al año siguiente (hace casi 16 meses) vine a tuRiver. Acá encontré un lugar de pertenencia, donde no leía todo el tiempo a ese hincha de la hinchada con el que nunca me identifiqué, y en cambio compartía espacio con gente que simplemente le importaba River como club, como institución, así como a mí. Acá aprendí muchas cosas sobre River, y por suerte hice muchos amigos. En otras palabras, pude revivir ese sentimiento que tuve apagado durante tanto tiempo.
Estos últimos meses fueron muy angustiantes para mí y para todos nosotros. Sin embargo, ayer (me refiero al martes, día previo al partido) fue el día que peor la pasé. Yo no estoy acostumbrado a tener depresiones por River. Me pongo mal, estoy de mal humor, pero en unos días se me pasa, y a veces es cuestión de horas. Ayer a la noche sencillamente me cayó la ficha de lo mucho que iba a cambiar el país, el fútbol, mi vida y la vida de gente que aprecio… y me quebré. Y fue entonces cuando tuve real miedo del descenso, pero no por el descenso en sí ya que ya venía resignado con este tema, ya me lo veía venir. Sino porque un descenso marcaría el final de muchas cosas en mi vida.
Así fue como encaré las horas previas al partido con mucha tensión, caminando de un lado para otro, tomando mucha agua, intentando sin éxito concentrarme para terminar una maqueta para la facultad, tratando de distraerme acá en el foro y tocando la guitarra. Y así, después de este extenso y espontáneo descargo (si leíste todo esto no puedo hacer más que agradecerte), retomamos el inicio de mi post. Decía, mientras veía el partido me sucedió algo extraordinario. Los primeros minutos los sufrí. El primer gol fue un puñal, y el segundo hizo que todo sea un calvario. Hasta que llegó la invasión de los hinchas. Esa fue, en mi cabeza, la sentencia de que River había descendido, y que algo se había vuelto a apagar adentro mío. Al principio me llené de bronca contra esos hijos de puta, pero a medida que avanzaba ese bochornoso espectáculo me preguntaba: “qué me une con estos tipos que están con la cara tapada increpando y empujando a los jugadores? Qué tengo en común con ellos? Y qué tengo en común con los imbéciles que están jugando y perdiendo y mandándonos a la B? Qué necesidad tengo de bancarlos y verlos hacer papelón tras papelón? Quién me manda a soportar las cargadas en la facultad, cuando no hice nada malo en mi vida para merecer que otra gente se burle de mí?”. Fue como una revelación, entendí que la respuesta a todos esos interrogantes era una sola: River.
Todo lo que hoy me hace mal, o casi todo, desemboca en River. Y no es justo. Tengo 20 años, y no estoy dispuesto a seguir condicionado por la voluntad de unos cuantos hijos de puta que conducen el club directo a la ruina, de un puñado de cagones que no pueden ganarle a nadie y tienen un pie en el abismo, de una multitud de cabezas de termo que se hacen llamar hinchas de River y que JAMAS hicieron algo inteligente por el club (por si perder no alcanzaba, rompieron todo como para que no falten motivos para mandarnos a la B)… no me identifico con ninguno de ellos, y sin embargo POR ELLOS estoy mal. Así que, mientras veía a los idiotas rompiendo el alambrado, decidí ‘racionalmente’, como varias veces destaqué en este post, que ya todo lo que me une a River estaba prácticamente terminado. Falta la definición el domingo, pero veo pocas chances de que el panorama cambie así que es una decisión tomada. Si River se salva, no sé cómo reaccionaría. Me pondría feliz sin dudas, estaría exultante, seguramente lloraría, pero por inercia más que nada. Sabría que algo dentro mío cambió.
Si se confirma el descenso, voy a dejar de mirar a River y muy probablemente de ver fútbol (quizás me fijaría los resultados de curioso, pero poco más). Una pena porque soy contemporáneo a uno de los mejores jugadores de la historia, aunque pensandolo bien quizás haga una excepción con él. En definitiva, cortaría por lo sano, y no dejaría que mi humor, mi bronca, mis temores y mis sonrisas vuelvan a depender de una pelota que rueda, y de todos los hijos de puta que tienen que ver con eso. Y eso también lo pasaría a otros ámbitos de mi vida, me ayudaría a establecer prioridades y hallar nuevos rumbos. Pase lo que pase con River el domingo, ya nada me va a poner mal. No lo voy a permitir. Basta.
Rulo, les tengo un gran aprecio a vos y a tu hermano, sé que te vas a recibir y va a ser genial. Te deseo toda la suerte del mundo y comparto la decisión que describís en tu post. Hay cosas más importantes, hacerse mala sangre por esto ya no tiene sentido. Ojalá todos puedan dejar de sufrir. Yo por mi parte, como puedo, doy vuelta la página; la vida sigue.