Encuentro que hay muchos usuarios con conocimientos para discutir esta corriente y sería muy interesante leerlos. Aprovecho una nota para abrir el tema:
Actualidad del nacionalismo popular
A principios del siglo XX, Lenin definió el imperialismo, su forma de penetración y expoliación de los países coloniales y semicoloniales. El imperialismo, consideraba, es la etapa monopolista del capitalismo, en que adquiere primacía el capital financiero. Así, Lenin decía que “(…) el capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países avanzados (…) El capital financiero tiende sus redes, en el sentido textual de la palabra, a todos los países del mundo (…) Los países exportadores de capital se han repartido el mundo entre sí, en el sentido figurado de la palabra; pero el capital financiero se ha llevado el real reparto del mundo”. El reparto económico y político del mundo adquiere dos formas principales de hacer dependientes a los países: la opresión colonial (dominación directa) y semicolonial (independencia formal, pero dependencia real), como en nuestro caso.
Mientras tanto, en la Argentina, Manuel Ortiz Pereira explicaba la dependencia con su pluma mordaz: “Nuestra Argentina ha quedado comparable a una casa sobre cuyo techo llueven dólares y esterlinas. Pero nosotros, sus habitantes, no podemos aprovechar una sola gota de esa lluvia de oro, porque los caños de desagüe de nuestro techo han sido construidos para descargar en Europa y Norteamérica”. Años más tarde, su discípulo Don Arturo Jauretche completó la idea en relación al peronismo estableciendo que “el peronismo no logró arrancar ese techo totalmente, pero le hizo un agujero muy grande y entonces nos empezamos a mojar, según lo demuestran las estadísticas de distribución del ingreso”. Hace tiempo, explicando este tema en una de las “nuevas universidades” del Gran Buenos Aires que están procurando “pensar en nacional”, un estudiante me dijo, siguiendo la misma lógica de razonamiento: “Los gobiernos posteriores al peronismo se ocuparon en tapar los agujeros y le pusieron una membrana para que no vuelva a pasar el agua”. Mucha razón tenía, sobre todo en la Argentina posterior al ‘76, donde se ha profundizado la estructura de saqueo de la economía nacional.
En los últimos años, si bien se ha avanzado en la redistribución de la riqueza, en la democratización del acceso a un conjunto de bienes y servicios, la recuperación de varias empresas y la ampliación de derechos, sin desdeñar y ponderar esos avances destacamos que poco se avanzó sobre la estructura imperialista dependiente de nuestro país. Y, vale decir, también poco en la penetración cultural que se monta sobre esa estructura. Este punto debiera ser un imperativo y servir como “brújula” cuando un proyecto nacional-popular vuelva a conducir los destinos de la Patria.
La imagen de un Raúl Scalabrini Ortiz corriendo el velo de la dominación británica que estaba vigente sobre la Argentina. Hoy esa dominación es de las corporaciones de una manera genérica, pero no difieren los métodos expuestos por Scalabrini en su valiosa obra para el pensamiento y la acción del nacionalismo popular.
Algunos datos dan cuenta de la cruda realidad que muchos pretenden negar. A nivel global, en una conferencia del año 2005, Daniel Cohen pone de relevancia el desfasaje de la expectativa del mundo capitalista y la realidad. La primera es la “supuesta” participación de todos en los lujos y placeres del sistema capitalista, mientras que la segunda muestra que el “mundo real” está muy lejos de esa expectativa en tanto la mitad de la población mundial vive con menos de dos dólares por día. Pensando en el continente latinoamericano, por tomar algún dato de la estructura dependiente de los países surgidos luego de la derrota del proyecto de la Patria Grande, se han fugado entre 2002 y 2011… ¡6 billones de dólares!
En nuestro país, específicamente, en los últimos 30 años se han pagado aproximadamente 400 mil millones de dólares en concepto de deuda externa (debiendo hoy cinco veces más dinero que en el ‘83). El matutinoLa Nación, fuente que nadie puede considerar antiimperialista, informaba en 2012 que los argentinos (es decir, la oligarquía argentina) tenían 400 mil millones de dólares en paraísos fiscales. Hoy, a partir de las revelaciones en los “Papeles de Panamá”, conocemos varios de esos nombres, no casualmente hoy integrantes del gobierno oligárquico, pues es un accionar de esa clase social a lo largo de la historia. En una entrevista del año ‘82 en la que el “colorado” Ramos venía haciendo referencia a cierta “mentalidad portuaria” en la política argentina, le preguntaban: “¿Qué quiere decir portuaria?”. Ramos contesta: “Es una manifestación de la rosca que manejó al país desde el puerto de Buenos Aires. En la época colonial existía un grupo de hacendados y comerciantes llamados ‘la pandilla del barranco’ por los mismos europeos. Estos señores, entre quienes había un Martínez de Hoz, antepasado del célebre Joe, se intercambiaban señales desde las alturas del Parque Lezama con los buques ingleses. El objeto era eludir el control de la Aduana. Los herederos de aquellos pandilleros siguen intercambiando señales, pero ahora desde el asfalto de la City y sin catalejos”.
Sabemos también que el 94% de esos activos no están declarados. Estos son algunos pocos datos como muestra de la magnitud del saqueo de la economía nacional por parte del imperialismo. Vale recordar que este dinero expoliado es dinero generado por todos los compatriotas que día a día ponen el hombro al país y no por los que viven del trabajo ajeno. De ahí la siguiente definición, encontrada en un volante de FORJA: “En el territorio más rico de la tierra vive un pueblo pobre, mal nutrido y con salarios de hambre. Nuestra miseria se debe a que somos una argentina colonial. Hasta que los argentinos no recuperemos para la nación y el Pueblo el dominio de nuestras riquezas, no seremos una nación soberana ni un pueblo feliz. Por ello queremos ser una argentina libre de todo imperialismo extranjero, cualquiera sea la ideología con que pretenda encubrir nuestra explotación. Sin ello no podrá existir libertad, democracia y justicia. Luche con nosotros para recuperar la Patria para el pueblo argentino”.
A esto se le suma la delirante concentración de la riqueza a nivel global, donde solo el 1% de la población controla la mitad de la riqueza mundial, es decir unas 80 personas tienen la misma riqueza que otros 3.500 millones. Un último dato, para pensar en la magnitud del poder de las empresas transnacionales hoy: nos informamos en la página web de Apple que dicha empresa ha obtenido en el año 2015 ingresos por 234 mil millones de dólares, prácticamente la mitad del PBI argentino. Carlos Vilas nos habla de la “autonomía relativa” del Estado-nación respecto de los grupos económicamente dominantes.
Arturo Jauretche, enorme intelectual y pensador de lo nacional-popular. Junto a Scalabrini Ortiz en FORJA, Jauretche hizo un gran trabajo de difusión de las ideas del nacionalismo popular, referencia hasta los días de hoy para toda la política.
Hoy esta situación se agrava cuando hay en nuestro país una restauración neoliberal y el gobierno es manifestación abierta de los intereses extranjeros. Basta ver la representación del gabinete nacional (que Alfredo Zaiat definió certeramente como la “CEOcracia”) para dar cuenta de la colonización extranjera en las decisiones del gobierno. Con la presencia de al menos 27 miembros directos de Wall Street en el mismo, no es casual que la agencia de economía y finanzas Bloomberg haya titulado el 10 de marzo de este año: “Wall Street a cargo de Argentina (otra vez)”.
Vale recordar en este punto que Juan José Hernández Arregui considera que a lo largo de nuestra historia se hacen presentes dos identidades: la del pueblo argentino y latinoamericano aferrado al suelo; y la de la oligarquía aliada al imperialismo de turno, y como el imperialismo lo que hace justamente es disolver la comunidad nacional a partir de su penetración económica y cultural. De esto se desprende que la oligarquía de nuestro país no es parte del interés nacional, sino más bien del extranjero. Es por ello que la “alternancia democrática” (de un gobierno en mayor o menor medida nacional-popular a uno oligárquico proimperialista), en los países semicoloniales se manifiesta trágicamente, pues hay un sector que “juega” directamente para el extranjero.
En nuestro país el “descubridor” del accionar imperialista y sus formas de accionar con los bancos, ferrocarriles en abanico, endeudamiento, control de los recursos estratégicos para hacer de la economía nacional una economía dependiente y, a través de sus mecanismos, mantenerla en el mayor de los atrasos, es Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso Jauretche afirma que “llevamos al terreno económico y social lo que la revisión histórica iba descubriendo (…) Esta fue sustancialmente la obra de Raúl Scalabrini, cuyo talento de investigador y de escritor y cuya voluntad sacrificada de servir al país le costó la pérdida de todos los triunfos materiales que tenía a su disposición, pero lo premió con el título que ya nadie puede discutirle de descubridor de la realidad argentina”.
‘El imperialismo, etapa superior del capitalismo’, obra en la que Lenin denuncia las nuevas formas de explotación de las potencias sobre las semicolonias.
Scalabrini pensaba que la política de la Argentina semicolonial era como una sinfonía en que todos los músicos ejecutan precisamente cada nota en forma coordinada, disciplinada. “Hay un orden y un plan al que se subordinan todos, desde el bombo hasta el timbal (…) Cada uno maneja individualmente su instrumento y tiene su función, pero todos obedecen puntillosamente los dictámenes de un texto que sólo es inteligible para los músicos. Quien verdaderamente manda allí, no está presente. Ellos no son nada más que intérpretes de una voluntad escrita en un lenguaje sólo por ellos inteligible (así, pasando de la metáfora a la política), un artículo inocente, un editorial sin trascendencia, un antecedente aportado por un jurista, un ensayo, una opinión colateral, son modulaciones que se sincronizan en la gran voz de la publicidad cuya resonancia ahoga el genuino clamor de la necesidad nacional”.
La pregunta que se abre es: ¿Cómo enfrentar esta penetración de los países opresores? Consideramos aquí, a pesar que muchos (“propios” y ajenos) se empeñan en considerar que no hay que mirar el pasado y que esto del pensamiento nacional es cosa “poco seria”, es que siguen pensando en términos de “civilización y barbarie”, en que lo europeo o norteamericano es mejor que lo nacional. Nosotros preferimos seguir la máxima jauretcheana, que la historia es la política del pasado, mientras que la política es la historia del presente, es necesario buscar las respuestas en nuestra historia profunda, pues el relato del pasado nacional sufrió una falsificación que “ha perseguido precisamente esta finalidad: impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional”.
En nuestra América la respuesta a esa penetración imperialista ha sido la reivindicación de las banderas nacionales que se han manifestado mayormente como nacionalismos populares. El caso de la Argentina es emblemático con la revolución nacional llevada a cabo por el peronismo que avanza en la nacionalización de la estructura económica, el desarrollo de las fuerzas productivas, la industria nacional, al mismo tiempo que el avance en el otorgamiento de derechos políticos y sociales, y el fortalecimiento de la columna vertebral del movimiento llegando a construir el movimiento obrero organizado más importante de la época, apoyo absolutamente necesario para el logro de dicha revolución nacional.
Muchos analistas y academicistas consideran que el imperialismo ya no existe y que, al mismo tiempo, las reivindicaciones nacionales ya están “pasadas de moda”, que no hay que aportar a la industria nacional como base para la soberanía, pues el mundo ahora “es otro”, por lo cual hay que adecuarse al mismo. Nosotros acá consideramos que, si bien es cierto que hay una mayor concentración de la riqueza, una presencia cada vez más importante de las empresas que actúan y penetran en los más diversos países y en diferentes rubros, un avance enorme del capital financiero, esto no nos debe llevar a las conclusiones disparatadas negadoras del imperialismo, la oligarquía y de la necesidad de avanzar en la emancipación económica y política como hacen estos academicistas. Al contrario, consideramos que esto es una manifestación de un avance enorme de las potencias imperialistas (en tanto la definición que dimos al comienzo), que lleva a una enorme desigualdad entre los países centrales y periféricos (al fin y al cabo, la riqueza siempre drena de unos países hacia otros). Es más, continúan las invasiones a otros países como en el caso de Irak o Libia, por citar algunos de los casos recientes. Más aún: la respuesta a ese avance inusitado y más profundo de la historia del imperialismo y las empresas transnacionales solo puede ser el robustecimiento de la comunidad nacional, las naciones, el Estado, el accionar de los pueblos y su organización. De esta forma, en el camino al bicentenario de nuestra emancipación nacional, afirmamos que al avance oligárquico-imperialista que expolia a nuestros países hay que enfrentarlo con el fortalecimiento del nacionalismo popular.
*Juan Godoy