¿A cuántos habré conocido así?
Capaz de las audacias más pelotudas, este tipo de pelotudo recurre a estrategias de lo más kitch para demostrar su deplorable estado. Jamás escribió un poema y ahora siente que eclipsa a Neruda. Otrora fanático de los Stones, ahora hasta canta esa asquerosa música que a su pareja le gusta y no sólo es su fan número uno, sino que hasta compró todos los cd’s de LuisMi. Se amaricona de una manera vergonzosa, mirando cada vidriera de ropa femenina e imaginando cómo le quedaría esa blusa a su amada. Es capaz hasta de cortejar a su suegra. En algunos casos, la lleva al cine. Lo más deprimente es cuanto les lleva flores a ambas. Puede llegar a hacer las tareas más ridículas en la casa de ella, desde sacar la basura hasta ser el electricista de turno, esto último, incluso si su profesión es la de médico cirujano.
Se convierte en el chofer de la familia, de ella, claro.
Puede poner un pasacalles el día del cumpleaños de su novia o sacar un aviso en el diario donde sólo declare su amor. Existe hasta el que recurre al tatuaje para perpetuar ese momento romántico. Es el cliente de las tarjetas más estrafalarias. Compra peluches y se vuelve un experto en ellos.
Busca excusas para llamar a su amada todo el tiempo. Conoce más la rutina diaria de su pareja que la suya. Acepta ir al gimnasio donde va ella, aunque sea el único hombre de la clase.
Le compra caramelos al hermanito de ella y soporta estoicamente sus crueles cargadas.
Visita a su amor todos los días, cualquiera sea la inclemencia del tiempo.
Antes de conocer a los progenitores de su pareja y de caer en ese terrible estado de pelotudo enamorado, se refería a ellos tratándolos de “viejos de mierda”; ahora es muy cuidadoso al hablar de los padres de la novia.
Cuando pasa a la etapa de fijar fecha de casamiento, se pone baboso y sumamente desagradable.
Puede, en una conversación de amigos sobre fútbol, intervenir comentando lo caro que están los manteles.
Cambia su manera de hablar, de caminar, y hasta abandona hábitos saludables.
Desconoce a su amigos más o menos reos.
Cambia un partido de fútbol por una salida con su novia y con sus amigas.
El pelotudo enamorado es sumamente pegajoso y, a veces, hasta contagioso. ¡Cuidado!