Frente a una devaluación ruinosa
En lugar de una cigüeña, las andanzas por el Club de París aportaron una mega devaluación del peso con recorrido incierto. Se trata de la conclusión provisional del periplo iniciado con los Cedines y Baades, los primeros balbuceos devaluacionistas, que clausuró una fugaz promesa de pesificación.
A cuarenta años distancia, se vuelve a la pesadilla del Rodrigazo.
Se trata, sin embargo, de una devaluación ruinosa. Desata una carestía del orden del 5/6% en los próximos meses, que se duplica en el rubro alimentos. Representa, por lo tanto, un golpe feroz para el 75% de los jubilados que cobran la mínima de 2.477 pesos y para ese 50% de trabajadores con ingresos promedio inferiores a los 4.000 pesos. Si es acompañada, como se especula, por un aumento fuerte de la tasa de interés, llevaría a la quiebra personal a los consumidores endeudados y provocaría una recesión con suspensiones y despidos. Para el conjunto de la economía, la devaluación está lejos de ser ‘competitiva’, por razones conocidas: acentúa el déficit internacional de la industria automotriz y de la electrónica, por ejemplo, y el del conjunto de la industria nacional, como consecuencia del aumento colosal que ocasiona a la importación de energía.
Es cuestionable que la devaluación mejore el balance de las llamadas producciones regionales, cuando los estados provinciales y la CABA cargan con una enorme deuda ‘dollar-linked’. Los mayores beneficiarios de la devaluación serían, en la ‘poéticas’ palabras de D’Elía, la “puta oligarquía’, o sea las cerealeras y sojeros y los ‘inversionistas’ que han acaparado los títulos en dólares malvendidos por la ANSeS. Para una mayoría de productores agrarios, sin embargo, significará una gran suba de los costos de insumos agroquímicos y semillas modificadas y del crédito agrícola.
La devaluación ‘nacional y popular’ tiene el mismo carácter financiero de las que están afectando a Turquía, Sudáfrica, Brasil o India y Rusia, con deudas externas impagables, especialmente del sector privado.
Para hacer frente a esta devaluación ruinosa es necesario un aumento inmediato equivalente de jubilaciones y salarios, y la prohibición de suspensiones y despidos. La ANSeS debe recuperar su autonomía, mediante la elección de un directorio de jubilados y activos. Deberá aplicarse un impuesto especial a la plusvalía de los sectores beneficiarios de la devaluación. Se impone la investigación de la deuda externa que desangra al país desde hace medio siglo.
El pago del cupón del PBI, unos US$ 4.000 millones, o el premio a Repsol por haber contribuido al vaciamiento energético y financiero, deben ser rechazados. La moneda nacional ha vuelto a ser destruida como consecuencia de subsidios en masa a grandes intereses económicos y al pago de una deuda usuraria. Está planteada una reorganización del país sobre nuevas bases sociales.
Frente a una devaluación ruinosa