Lobby proteccionista: con más importaciones y el dólar en baja, los “pro cierre” ganan posiciones
16-02-2017 El control de la inflación sigue al tope de la agenda. El ministro Cabrera advirtió que estudian incrementar el nivel de competencia en el mercado interno. Gremios e industrias no tardaron en reaccionar, en un contexto en el que Trump amenaza con una “guerra comercial” a gran escala
[SPOILER]Para algunos, fue un error de diagnóstico. Para otros, un problema de timing.
Lo cierto es que el Gobierno, que se había trazado como meta lograr una mayor apertura de la economía como una forma de eliminar una de las tantas distorsiones heredadas del kirchnerismo, ahora se enfrenta a una férrea oposición por parte de empresarios, sindicatos y hasta políticos.
Cuando el macrismo ideó su plan de gestión, acabar con el “cerrojo” importador fue uno de sus primeros objetivos. Y tenía fundamentos de base económica y política.
Básicamente porque consideraba estas trabas como sinónimo de inflación, al tener un mercado casi cautivo, y de pérdida de competitividad, porque el 80% de los exportadores requieren de al menos un bien importado para completar sus procesos de producción.
Además, para el Gobierno, acabar con este “cepo comercial” era una manera de volver a reinsertar a la Argentina en el mundo. Los gestos de aprobación del entonces presidente de los EE.UU., Barack Obama, no hacían más que convencerlo de seguir este camino.
También, el macrismo sentía que tenía a su favor a la opinión pública. La “avalancha” de turistas que cada año viaja al exterior, aprovechando para comprar desde ropa hasta tecnología, y las interminables quejas por lo caro que está el país respecto del resto del mundo, convencieron a los funcionarios de que una mayor apertura de la economía era el camino correcto.
Sin embargo, en esa transición se está topando con un férreo lobby proteccionista.
La novedad es que, a diferencia del clásico y algo desgastado discurso industrialista -que suele reclamar un cierre importador sin ofrecer nada a cambio ni analizar las causas de sus imposibilidades de competir-, este lobby llega con argumentos renovados.
La fuerte caída en el nivel de actividad, los crecientes problemas de desempleo y una inflación que en 2016 no sólo no se controló sino que se disparó al 40%, forman parte de la base argumentativa de empresarios, gremialistas y políticos que reclaman un mayor cuidado hacia la industria nacional.
Sin embargo, el principal condimento que impulsa esta nueva ola proteccionista se basa en el cambio de ciclo a nivel mundial. Y esto está representado por la llegada de Donald Trump al poder en los EE.UU.
El líder del Frente Renovador, Sergio Massa, fue de los primeros en criticar la postura del macrismo, en un contexto en el que la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos plantea un cambio de paradigma para el comercio internacional.
“Nos metieron en la cabeza que la globalización era abrirnos y abrirnos, y ahora el mundo nos corrió el arco y vive un proceso de cierre”, disparó Massa.
Sin anestesia, el ex ministro de Economía, Axel Kicillof, se refirió al Gobierno macrista como “un salto olímpico a los `90”. “Son mata Pymes”, disparó.
En diálogo con iProfesional, José Ignacio de Mendiguren, presidente de la Comisión de Industria de la Cámara de Diputados agregó que “el mundo hoy está en posición vendedora, no compradora. Todos los países están tratando de no importar la crisis de otros. Por eso sobran productos en el mundo, los barcos con contenedores están flotando y buscando dónde colocar ese exceso”.
“Por eso el Gobierno, antes de amenazar con abrir más las importaciones, debería estar enfocado en el cuidado del empleo y en fomentar el mercado local, que explica el 80% del ritmo de actividad”, agregó.
Entre los sindicatos, el tema de las importaciones también viene prendiendo muy fuerte y es una de las causas que señalan a la hora de explicar las pérdidas de puestos de trabajo.
Tras la cumbre en la que la CGT decidió retirarse de la mesa de diálogo con el Ejecutivo, uno de los tres líderes de la Confederación, Juan Carlos Schmidt, arremetió contra los problemas de entendimiento entre los propios funcionarios del Gabinete frente a un tema tan sensible como el manejo del comercio exterior.
“Hemos dialogado con los funcionarios de la cartera de Trabajo, pero acá hay cosas que los exceden. Estamos frente a una apertura de importaciones que perjudica el trabajo de los argentinos y la producción nacional. Así, no podemos seguir”, sostuvo.
Para hacer frente a estos reclamos, el secretario de Comercio, Miguel Braun, volvió a apelar a los argumentos que en otras oportunidades ya habían esgrimido desde el macrismo: que se trata de un regreso a la “normalidad” y que esto ayudará a bajar precios.
"Estamos camino a ser un país normal donde se puede comprar, exportar, e importar. Venimos de un sistema muy extraño en el que todas las importaciones las tenía que aprobar un funcionario, vamos hacia una mayor normalidad”.
“Esto no implica una apertura indiscriminada. Va a haber más competencia, como con las computadoras, y esto es bueno para los consumidores y ayuda a que los empresarios tengan que competir”, agregó el funcionario.
El “condimento extra”: el dólar barato
Desde el arco empresario, las críticas provienen desde los sectores más afectados por el bajón en el nivel de actividad.
Y apuntan contra el Gobierno porque entienden que se generó un “microclima” propicio para el crecimiento de las importaciones, comenzando por el avance del “dólar barato”.
A medida que al Ministerio de Hacienda se le complicó el manejo de la inflación y que se consolidó el ingreso de divisas por el blanqueo, la competitividad cambiaria se fue deteriorando a pasos acelerados, más aun tras el último retroceso del billete verde, que perforó el piso de los $16.
“El proceso de desinflación actual, logrado sólo con ajuste monetario, únicamente es sostenible en el corto y mediano plazo y al costo de convalidar un proceso de sostenida apreciación del tipo de cambio real”, advierte Gabriel Caamaño Gómez.
El ex secretario de Industria, Dante Sica, es de los que no duda al afirmar que la Argentina convive actualmente “con una situación de atraso cambiario”.
Para graficar la situación, el experto señaló que para igualar el valor promedio del billete verde de los últimos 25 años, entonces debería cotizar a cerca de $22.
Durante el último gobierno kirchnerista, en los períodos que arreció el atraso cambiario, los industriales contaban con una "última compuerta”: el control deliberado de las importaciones, que era manejado por el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
Ahora que ambas compuertas (dólar y cerrojo) no están “activadas”, los industriales aseguran que comenzaron a sentir de manera más concreta el avance de la competencia del exterior.
El sector industrial siempre quedó en una posición muy incómoda cada vez que en sus reclamos incluyó el pedido de una devaluación.
Y en momentos en que hay consultoras como Ecolatina que alertan que este año no se recuperará el poder adquisitivo perdido en 2016, los empresarios se cuidan en no incluir el reclamo de un dólar más caro en su lista de reclamos al Gobierno.
Por eso, para los empresarios es más viable exigir un mayor nivel de protección, con el argumento de la pérdida de puestos de trabajo como punta de lanza.
Sectores más golpeados
Sin dudas, la electrónica, que había crecido con fuerza bajo el amparo del kirchnerismo, es una de las ramas de actividad más afectadas, luego de que el Gobierno anunciara la eliminación del arancel del 35% a las importaciones de computadoras.
Pese a los esfuerzos oficiales por intentar mostrar esta apertura como sinónimo de modernización, competitividad y menores precios, la crisis que se generó por los más de 180 despedidos en Banghó preocupa y mucho a los ministerios que conducen Triaca y Cabrera.
Básicamente porque la Unión Obrera Metalúrgica intercedió de lleno en el conflicto, hasta lograr que esos despidos se conviertan en suspensiones por 60 días, durante los cuales los empleados cobrarán el 70% de sus salarios. Y porque el gremio anticipó que endurecerá su postura.
“Vamos a mostrarle al Gobierno que nosotros no vamos a tolerar más la apertura de las importaciones como hicieron, porque por eso los trabajadores de Banghó se quedaron sin empleo”, disparó Antonio Caló.
La UOM también está en alerta por el cese de actividades de la última fábrica de llantas del país, Mefro Wheels, que esta semana cerró sus puertas de manera definitiva, dejando en la calle a 170 empleados.
"La importación es indiscriminada”, alertaron desde la sede Rosario del gremio. "Están aniquilando la actividad industrial”, subrayaron luego.
Donde también se registra mucha inquietud es en el sector del calzado. Según datos del Observatorio de importaciones, creado por el gobierno de Santa Fe, el año pasado ingresaron 27,3 millones de pares.
Fueron casi 5 millones más que en 2015, para un sector en el que las ventas internas se desplomaron cerca del 20% y que ya sufrió la pérdida de unos 1.400 puestos de trabajo.
“Les estamos explicando a los funcionarios que la suba de importaciones no ayudó a bajar precios, en absoluto. Fue todo ganancia para el sector comercial”, apuntó un directivo de la Cámara de la Industria del Calzado (CIC).
En el caso de la línea blanca, el macrismo había mantenido reuniones con las empresas del sector. Según afirmó a iProfesional un directivo de la cámara sectorial, mantuvieron diversas reuniones con funcionarios de Producción en las que le alertaron sobre la entrada de equipos, principalmente desde China.
En el caso puntual de las heladeras, desde esa cartera incluso habían admitido que "hubo un impacto sobre la producción argentina” por el crecimiento de la competencia que llegó del exterior.
Pero afirmaron que esto se estaba corrigiendo y que al cierre de ese año las cifras de importaciones iban a ser “las que hemos tenido tradicionalmente”.
Sin embargo, las mismas mantuvieron su ritmo y culminaron 2016 con 130.000 unidades, un 330% por encima de 2015.
Off the record, fuentes cercanas a Producción aseguran que, al igual que sucedió con las computadoras –cuyos precios ya bajaron hasta 35% por la quita de aranceles- en el caso de las heladeras la competencia importada está ayudando a moderar los valores de venta al público.
Desde la cámara industrial muestran la otra cara: afirman que el último año el sector perdió 500 empleos y que están trabajando al 50% de su capacidad instalada, dado que están en condiciones de fabricar 1,5 millón de equipos pero en 2016 sólo produjeron 750.000.
En el caso del sector textil, Ariel Schale, director ejecutivo de Fundación ProTejer, advierte que las importaciones de prendas se dispararon más de un 30% el año pasado, pero así y todo, “el índice de precios al consumidor correspondiente a este rubro también creció fuertemente”.
“La ropa comprada en el exterior no ayuda a controlar la inflación. Sólo permite inflar los márgenes de rentabilidad de las empresas importadoras”, acota.
Según un informe de ProTejer, sólo el 45% del precio de una prenda corresponde a la etapa de la cadena de valor. El 55% restante se va entre impuestos, gastos bancarios e inmobiliarios, entre otros ítems.
A estos datos, desde la entidad suman otras cifras preocupantes: la industria está trabajando al 55% de su capacidad y en 2016, a lo largo de la cadena productiva, se destruyeron 20.000 puestos de trabajo.
En paralelo, desde la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) adelantaron que están preparando una solicitada en la que le reclamarán al Gobierno por el decreto 1205, con el que el macrismo volvió a instaurar el régimen de importación de bienes de capital usados, un mecanismo que había sido eliminado a comienzos de 2013 por la administración kirchnerista.
Se trata de una medida que busca facilitar la entrada de maquinaria y equipos para así –según el macrismo- favorecer una mejora en los niveles de competitividad y productividad.
Sin embargo, el secretario Industrial de la CAME, Pedro Cascales, señaló a iProfesional que “hay rubros en los que existe producción nacional y estas empresas podrían verse seriamente afectados por la entrada de material usado”.
El directivo advirtió que las ramas amenazadas son las de informática, equipamiento para el sector petrolero y embarcaciones.
Para Schale, de ProTejer, en el Gobierno existe "un error de diagnóstico” porque muestra una vocación más aperturista en momentos en que “la puja por los mercados de consumo va a ser feroz”, lo que llevará a que fábricas de China y de otros países asiáticos “apelen al dúmping y a otras medidas de comercio desleal”.
“A una administración que opina que la inflación se controla importando más, le diría que el mundo cambió. Ya no estamos hablando de competitividad. Es una pelea global por los puestos de trabajo”, apunta Schale.
Por Juan Diego Wasilevsky - juandiego@iprofesional.com
Esta nota me parece muy elocuente del estado de situación general.
Pero hay algo que quiero puntualizar, un tema que esta flotando, medio escondido. Si los industriales realmente reclaman una baja en la “presión fiscal” como salida competitiva, entiendo que lo hacen como medida transitoria para recuperar el nivel de actividad. El problema es para qué quiere el gobierno bajar dicha presión. O en otras palabras, porque haría algo que no se va traducir en beneficios reales.
Esto lo digo porque existe en la sociedad, pero aparentemente también entre empresarios, la fantasía de que esa presión es el hecho crucial que tira la competitividad a la lona. En paralelo, se argumenta que el problema para el Estado a la hora de avanzar en ese sentido es netamente político; perdería ingresos que tiene que recuperar con mayor presión sobre la clase media, con reducción de las políticas sociales o un mix de ambas. Que el Estado avanzara en tal sentido se explica por la famosa Teoría del derrame: regresión distributiva que se transforma en crecimiento económico en la medida que los beneficiados (la cúspide económica) vuelven a invertir esas ganancias.
La teoría como tal no es falsa. Es un modelo que puede funcionar. Pero lo que me preocupa de este gobierno, y de la sociedad en general, es que se la defiende sin atender a la pregunta obvia: ¿son suficientes los sectores dinámicos como para traccionar las inversiones y la economía en su conjunto? Esto es parecido o igual a preguntar si el sector agropecuario, la minería, los hidrocarburos y alguna cosa puntual (¿sector nuclear?) presentan un atractivo de rentabilidad futura real. Y si eso es suficiente como para traccionar un crecimiento económico que derrame sobre el resto.
Mi opinión es que parte del problema para empezar a responder esa pregunta esta en que se anteponen cuestiones secundarias y se niegan las primarias. Se habla más de presión fiscal y menos de la irracionalidad en la actual política monetaria del BCRA. Se ignora olímpicamente que la ganancia de competitividad en un sector supuestamente hiper dinámico como el agropecuario vino más por el lado de la quita de retenciones que por la devaluación; esta se trasladó a costos internos, en insumos críticos para el sector como el gasoil.
Pero la parte fundamental del problema es que no va haber derrame por la encerrona en la que esta metida el BCRA. No puede articular una devaluación exitosa sin una política antiflacionaria sostenida en matar al crédito. Pero sin crédito no hay reactivación económica y sin reactivación no hay expectativas para la inversión. Es en este punto en donde deberían entrar a jugar los sectores supuestamente dinámicos de nuestra economía para traccionar la inversión y articular algo de derrame. Pero pongo en duda que eso sea suficiente.