El consultorio económico

Les dejo un resumen del libro ya que a muchos les interesa el tema.

¿Por Qué Argentina No Fue Australia?

Libro de Pablo Fajgelbaum y Pablo Gerchunoff (2006)

MODELIZACIÓN
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Argentalia: limitada por la escasez de mano de obra no es un país bien pertrechado para afrontar un proceso de industrialización sostenido y diversificado. Le conviene el libre comercio porque impulsa el crecimiento, pero a sus trabajadores les conviene el proteccionismo porque, dadas las condiciones estructurales del país, la protección aumentará el empleo y los salarios reales, y mejorará la distribución del ingreso. Cuando se eleva el precio de un bien también mejora la remuneración relativa del factor utilizado más intensamente en la producción de ese bien. Dado que Argentalia importa bienes relativamente intensivos en mano de obra, el proteccionismo mejora el ingreso relativo del trabajo.

Riesgo del proteccionismo: Stop and go

Al expandirse los sectores industriales demandan importaciones (insumos y bienes de capital) y no proveen exportaciones. Si las exportaciones de materias primas crecen débilmente, habrá desequilibrios recurrentes en el sector externo que los gobiernos intentarán corregir con devaluaciones nominales, pero por esa vía se reducirán los salarios reales que hayan emergido del proteccionismo distributivo. Ello redundará en inflación y volatilidad real que sólo calmará si aumentan las exportaciones netas.

HISTORIA

[SPOILER]A pesar de que a fines del Siglo XIX se vieron las primeras medidas proteccionistas, ninguna de las naciones se convirtieron en países industriales. La Argentina no tenía siquiera huellas del hierro, el carbón y el algodón; Australia tenía escaso carbón de dudosa calidad y mineral de hierro en dosis todavía homeopáticas. Tenían además salarios relativamente altos y no existían artesanos como pasó en Gran Bretaña.

En Australia a comienzos del Siglo XX el primer gobierno fue una coalición entre el laborismo y el llamado “partido proteccionista”, una expresión transparente de los intereses del empresariado urbano. Se restringió el ingreso de inmigrantes y se unificaron los aranceles en toda la región, más una serie de medidas tendientes a favorecer a los trabajadores.

Mientras tanto en Argentina la inédita dinámica económica anterior y posterior a la crisis de 1890 acarreaba consigo una movilidad social apagaba o condenaba al fracaso las voces reformistas. Sólo aquellos muy necios o muy brillantes se arriesgan a torcer el rumbo cuando, literalmente, las vacas están engordando.

El parlamentarismo australiano, sin partidos predominantes, obligaría siempre a la construcción de consensos. Tanto los trabajadores como el empresariado australiano se acostumbrarían a resolver los conflictos bajo la tutela del Estado. En la Argentina el “punto focal” compartido nunca se haría presente, y cuando una revolución igualitarista ocupara escena política, no tomaría la forma de consenso incrementalista sino de un cachetazo a la miopía, de un aluvión inesperado impuesto por un partido mayoritario poco dispuesto a la negociación.[/SPOILER]

Primera Guerra Mundial

[SPOILER]El histórico vínculo de UK con Australia le permitió aprovechar hasta el límite su declinante minería y sobrellevar las dificultades con menos rigor. El Pacto de Otawa garantizó una generosa cuota del mercado inglés para algunos productos australianos, en particular carne vacuna y lana. Por otro lado, gracias a los eslabonamientos de las actividades extractivas de metales y minerales, Australia ya se encontraba antes de la guerra desarrollando una incipiente industria pesada que mitigaba la vulnerabilidad externa. Emergió en esos años un abanico de industrias que profundizaron la diversificación productiva, alimentaron la demanda de empleo y presionaron al alza los salarios; hierro, acero, barcos, motores y aparatos eléctricos. En 1913 metalurgia y maquinaria representaba el 24 % del valor agregado de las manufacturas contra el 4 % de Argentina.

Terminada la guerra Argentina no aprovechó el proteccionismo obligado por aquélla mientras que en Australia se redobló la apuesta.

Alan Taylos y Ian Mc Lean: los sacrificios del crecimiento australiano pudieron haber tenido como contrapartida no sólo una mayor equidad sino también una diversificación productiva que moderaría la volatilidad macroeconómica.[/SPOILER]

Gran Depresión

[SPOILER]Hacia 1930, el 96 % de las exportaciones argentinas y el 86 % de las australianas estaban constituidas por productos agropecuarios.

En las manufacturas las diferencias eran notables ya que la industria australiana era más desarrollada y diversificada, y computaba nactividades que implicaban una mayor transformación de la materia prima original. Estos contrastes eran consecuencias de las distintas dotaciones de recursos, del temprano proteccionismo australiano y del impulso de la guerra.

Si las estructuras productivas eran parecidas y las políticas públicas casi idénticas ¿Por qué comenzó entonces el rezago argentino? Dos historiadores australianos sugieren que se debe a una mejor diversificación y sofisticación de su industria, mayor tamaño de su sector de servicios (indicador, a su vez, de una mayor riqueza) y a la existencia de una población educada y con altos ingresos capaz de explotar eficazmente los recursos y de consolidar un mercado interesante para los inversores internacionales.

Sin embargo, si bien es cierto que en el pasado australiano se incubaron criaturas económicas que salieron a la luz después de la crisis, las diferencias no eran muy grandes.

La atención debe colocarse sobre la dinámica exportadora. La Argentina desmejoró en cuanto a las exportaciones de lana, carne y cuero, mientras que en Australia sucedió todo lo contrario.

La lana vio cómo sus niveles de exportaciones aumentaron notablemente gracias al crecimiento de la industria textil japonesa. En cuanto al principal producto de exportación argentino, el trigo, se redujo por culpa de las políticas de protección europea. Australia además se benefició con las preferencias británicas, lo que también sucedió con las carnes. A todo eso se agrega que Australia pudo aumentar su producción de minerales y metales, mercado en el cual Argentina no participaba.

La Segunda Guerra significaría para Australia y Argentina una nueva clausura del comercio que alentaba la sustitución de importaciones. Pero para Australia algo más ya que fue partícipe. Comenzaron a producirse alimentos, vestimentas, armas y transporte para sus 460000 alistados, a la vez que se abastecía a los soldados británicos. A esto se agrega la alianza comercial y estratégica que llevó a cabo Australia con EEUU desde 1942 y durante toda la guerra fría.[/SPOILER]

Fortuna geográfica, fortuna política e igualitarismo acelerado (1945-1975)

[SPOILER]Comienza una época de intercambio intraindustrial y en la que los términos de intercambio de los países productores de materias primas comienzan a caer. El rasgo distintivo de los dos países fue la combinación de proteccionismo distributivo y stop and go. En la medida en que la dinámica exportadora resultara insuficiente para comprar los insumos y los bienes de capital asociados a un determinado nivel de actividad, desde la perspectiva del gobierno parecía inevitable depreciar la moneda, lo cual tenía un efecto contractivo para estas economías. Más que estimular la producción de bienes exportables la devaluación provocaba una disminución del consumo interno, porque a medida que aumentaban los precios de los bienes comerciables internacionalmente, entre los cuales se encontraban los alimentos, caían los salarios reales que habían sido impulsados al alza por el proteccionismo distributivo, disminuyendo así el consumo de los productos industriales protegidos y desencadenando así la recesión. Ese “stop” ayudaba a contener la demanda de productos importados y a revertir el déficit externo. Sólo cuando reaccionaban los salarios se reavivaba el consumo, la producción y las importaciones.

¿Por qué esta combinación entre proteccionismo distributivo y stop and go tuvo diferentes resultados?

Tuvo respuestas en la política y en la fortuna.

Con relación a Australia, en primer lugar, a favor del clima de época y prolongando el envión de la guerra, se incentivó el desarrollo industrial para reducir la dependencia externa de insumos importados y bienes de capital; en segundo lugar, se subsidió la inmigración para darle mercado a esa industria; en tercer lugar, moderar la histórica indexación de salarios para quebrar la inflación inercial; por último, regar sistemáticamente el florido jardín de las relaciones con Estados Unidos. Pero más importante que cualquier otra cosa es, quizá, lo que no hicieron. Independientemente de los cambios menores, Australia permaneció anclada en el proteccionismo redistributivo inaugurado tanto tiempo atrás.

Por el lado argentino, Perón eligió profundizar la protección después de la guerra para facilitar uno de los notables experimentos distributivos en el siglo de la distribución. Hizo en tres años lo que los australianos hicieron en cincuenta, y convirtió en revolución lo que en Australia había sido parte de la rutina institucional y política.

Perón creía que una hipotética Tercera Guerra Mundial mantendría los términos de intercambio y con eso obtendría las divisas necesarias para mantener la industrialización. Sin embargo, a fines de la década del 40 los términos de intercambio comenzaron a caer y las divisas empezaron a escasear.

La fortuna se inclinó del lado de Australia. Su expansión de posguerra convirtió al Japón en un polo comercial demasiado atractivo. En 1957 se estableció un tratado comercial, en virtud del cual el Japón compraría año tras año la mayor parte de la oferta australiana de maíz y trigo. Entre 1940 y 1980 el Japón incrementó del 3 % al 28 % su participación en las exportaciones australianas; la suma de China, Corea, Singapur, Taiwán, Malasia, Indonesia, Hong Kong y Tailandia pasó del 3 % al 18 %.

A esto se suman los nuevos descubrimientos mineros. Al plomo, el zinc, el cobre y el oro, cuyos rendimientos estaban declinando, se sumaron el níquel, el manganeso y el titanio, y sobre todo el carbón, el hierro y el petróleo. Los depósitos de hidrocarburos de las costas de Victoria complementaron la radical transformación de la estructura productiva y convirtieron a Australia en un exportador neto de petróleo entrados los años setenta. Los estrangulamientos de la balanza de pagos quedaron definitivamente atrás; la complementariedad con las naciones asiáticas fue indiscutible; y puesto que lo que brindaba la tierra eran materias primas pero no alimentos, el conflicto entre crecimiento y distribución del ingreso terminó prácticamente borrado de la agenda.

El gobierno de Menzies había sido tocado por la vara de la fortuna: exportaciones más dinámicas que permitían importar insumos y bienes de capital, conflicto distributivo atemperado, alianza política con los Estados Unidos que a la vez le garantizaba financiamiento. El de Perón había sido construido a contramano del renacimiento comercial que sobrevendría, pero una vez levantado era muy difícil de volver atrás.

Los salarios emergentes del proteccionismo redistributivo peronista no podían sostenerse. A cada intento por reducirlos le sucedía la réplica más o menos exitosa de los sindicatos obreros. El resultado fue la alta volatilidad real y, sobre todo, la alta inflación.

¿Cómo fue posible que la Argentina diera la sorpresa de crecer al mismo ritmo que Australia en el promedio de esos treinta años? La respuesta es compleja y los autores de este trabajo apenas pueden ensayar algunas hipótesis. Quizá, frente a una Australia más madura en su conformación industrial, la Argentina todavía tenía la oportunidad de profundizar la sustitución de importaciones. Pero la sustitución de importaciones no es un árbol que pueda crecer hasta el cielo. Hay un momento en que la instalación de nuevas industrias ya no ahorra divisas. Ése es el fin de la historia. En ese contexto cualquier adversidad, interna o externa, puede encender la mecha. Y la mecha se encendió en la Argentina en 1975.

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El fin de la historia (1975-2002)

[SPOILER]En el caso australiano hacia mediados de los setenta el proteccionismo estaba debilitándose. El boom de las materias primas había convertido en historia las crisis de balanza de pagos, y nuevos empleos se estaban creando en actividades no protegidas, de modo que algunos tradicionales argumentos a favor de la sustitución de importaciones perdían gradualmente peso. Por otra parte, la inflación era ya un enemigo terrible que erosionaba los salarios reales y que, desde una óptica laborista (el partido que estaba gobernando en ese entonces), debía ser combatida. No debería extrañar, entonces, que se apelara a recortes de aranceles, 25 % en 1973, como herramienta complementaria a la apreciación de la moneda en su lucha contra la escalada de precios.

Se suma a esto que el laborismo desechó el camino de la confrontación y eligió el del consenso con empresarios y sindicatos obreros. Se firmó el Prices and Incomes Accord que se renovó año a año con los ajustes del caso hasta 1990. Los empresarios limitaron los incrementos de precios al tiempo que se beneficiaban de un tipo de cambio real persistentemente más alto; los sindicatos aceptaron una moderación en las prácticas indexatorias a cambio de graduar el ritmo de la apertura comercial para defender el volumen de ocupación. Fundada sobre sus generosos recursos naturales, una economía australiana más abierta estaba naciendo, y esa apertura se extendería a todos los sectores desde que, en una nueva ronda de alternancia política, los liberales retornaron al gobierno en 1996.

Cuando en 1983 se restauró la democracia en Argentina, su primer gobierno debió enfrentarse a ese oscuro espectáculo en un contexto internacional que no ofrecía sino calamidades. Había que servir las enormes obligaciones externas sin la posibilidad de acceder a nuevos préstamos; los términos de intercambio exterior cayeron hasta su nivel más bajo del siglo; la tasa de interés real que pagaba el país (esto es, la tasa de interés nominal dividida por los precios de exportación) sólo había sido más alta al comenzar la crisis del 30; y todo ello mientras la demanda colectiva era de reparación social.[/SPOILER]

Notas sobre los efectos del comercio internacional:

[SPOILER]La apertura comercial implica una caída en el precio relativo de los sectores industriales que compiten con las importaciones y un aumento en el precio relativo de los bienes exportables que, dada la dotación de factores, son predominantemente materias primas extraídas de la tierra. Los primeros son trabajo-intensivos, y por lo tanto la apertura comercial implica (al menos en el corto plazo) aumento del desempleo y caída de los salarios. Al discriminar, ahora, entre los dos países, el impacto negativo es necesariamente mayor en la Argentina porque mayor es la proporción del empleo protegido en el empleo total. No sólo careció la Argentina del boom exportador del que disfrutó Australia por los factores de oferta y demanda ya examinados; también ocurrió que su economía, más pobre, se encontraba menos sesgada hacia la producción de servicios trabajo-intensivos.

Las clases populares argentinas destinan una mayor parte de su ingreso al consumo de alimentos, y son esos alimentos el núcleo principal de los bienes que se exportan y aumentan de precio con la apertura; los estratos sociales de mayores ingresos consumen menos alimentos y más bienes industriales, que son los que se abaratan con la apertura. Se perjudican, pues, los sectores populares; se benefician los sectores de ingresos más altos. ¿Qué ocurre, mientras tanto, en Australia? Las clases populares disponen de un ingreso medio que dobla el de las clases populares argentinas, de modo que consumen menos alimentos y más bienes industriales y servicios. Por otra parte, la materia prima que se exporta es una canasta en la que pesan más los minerales que los alimentos. En efecto, la apertura comercial es más impopular en Argentina que en Australia y el rezago cambiario puede, entonces, convertirse en un tentador anestésico para quien no quiera pagar los costos políticos de la inclemente apertura.

El mejor escenario para Argentalia sería aquel en que las exportaciones se expanden aunque haya proteccionismo, porque en tal caso los salarios son altos pero sostenibles; el peor, aquel en que las exportaciones son débiles, porque entonces los salarios altos emergentes del proteccionismo son incompatibles con el equilibrio del sector externo y se desata el conflicto distributivo con su secuela inflacionaria (o su secuela de endeudamiento).[/SPOILER]

Conclusiones

[SPOILER]Poco después de finalizado el conflicto armado, se comprobó, además, que Australia comenzaba a recorrer un camino completamente excepcional para las naciones productoras de materias primas. Si bien compartía con tantos otros el largo deterioro de sus términos de intercambio, las cantidades acudieron en su ayuda. En su territorio se descubrían impensadamente nuevos minerales e hidrocarburos que constituían lo que el Japón (y luego la abultada lista de países asiáticos) necesitaba como instrumento de desarrollo. Los vecinos compraban aquello que Australia ofrecía, y en términos generales no se trataba de alimentos, lo que moderaba el conflicto distributivo. La Argentina, mientras tanto, no pudo seguir el paso. Estaba en un lugar que, durante la guerra y la guerra fría, era poco relevante para la primera potencia mundial. No hubo descubrimientos importantes en su territorio ni tuvo vecinos que se expandieron a gran velocidad. Un menor desarrollo de la industria pesada con respecto a Australia también determinaba que la necesidad de importar insumos para las industrias protegidas complicara aun más la situación externa. Así, el stop and go y el conflicto distributivo fueron más intensos en la Argentina.

El federalismo australiano se funda sobre bases materiales más igualitarias y por lo tanto menos conflictivas. En la Argentina, la diferencia entre el ingreso por habitante de la provincia más rica y la más pobre es de ocho veces; en Australia, del 80 %. Otra hipótesis institucionalista bastante difundida sostiene que una distribución inicial muy concentrada de la tierra habría generado en la Argentina instituciones políticas menos democráticas que en Australia. Cabe preguntarse si el peronismo hubiera llevado a la práctica una política redistributiva fundada en precios relativos antiagrarios de haberse consolidado históricamente una clase media rural tan fuerte como la australiana.[/SPOILER]

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