Habíamos llegado al Monumental para debutar con Chaca con la cabeza gacha, tristes, avergonzados y con un mar de interrogantes sobre lo que iba a ser nuestro futuro.
Es al día de hoy que hay momentos donde todavía no nos terminan de caer las fichas, pero increíblemente ya se evaporó casi la mitad de este calvario. Y aca estamos, en el lote de la mediocridad y con la firme certeza de que completamos la segunda parte de este inolvidable 2011 con otro fracaso, pese a que increíblemente si hoy terminase la historia estaríamos cumpliendo el objetivo.
Caratular este semestre futbolístico de River resulta toda una aventura. Es tan incalificable como el juego mostrado por el equipo, o como las intenciones táctico/estratégicas evidenciadas por el pseudo “entrenador”. Creo que la mejor manera de hacerlo es separando los criterios de enfoque.
Desde la óptica de los partidos:
Luego de aquel 9/9 inicial con Alayes y Domingo dentro de los once, la sensación de “ascendemos de taquito” podía comenzar a vislumbrarse bien alla a lo lejos. Daba la sensación de que, por la baja calidad de la gran mayoría de los rivales y ya quedando demostrado que con un par de chispazos individuales se podían ganar los partidos, podíamos quedarnos ciertamente tranquilos, porque se suponía que el correr de los juegos nos iba a dar más rodaje y funcionamiento como para todavía hacer más diferencia y pata ancha en el campeonato.
Pero lejos de ocurrir aquello, llegó la primera gran señal de alerta. Por un lado, Defensa y Justicia fue el rival que marcó el camino para que el resto encuentre una gran cantidad de llaves para vencernos. Aquella tardecita en el Gasómetro empezó a evidenciar todos los problemas de nombres propios y de funcionamiento que solo estaban agazapados debajo de la alfombra esperando que alguien la levante. Por el otro, chocarnos con la realidad de que ni siquiera le pudimos hacer cosquillas al arco de Merlo en 90 minutos. Definitivamente, ese partido en Avellaneda marcó un quiebre en la confianza inicial para con el equipo y fue allí donde empezamos fruncir aún más el guiño y a notar evidentes signos de involución post adaptación al entorno y la categoría.
Pasada la victoria ante GELP y el empate frente a Ferro, desde el análisis puramente resultadista, era indudable que ese ritmo de las primeras 8 fechas mediante esa falsa media inglesa a la larga te podía a llevar a un cómodo ascenso. Pero también se caía de maduro que tarde o temprano el muro que estábamos construyendo con ladrillos de telgopor iba a terminar cediendo ante la crudeza de la realidad.
De todas maneras, en el período posterior a ese (desde Atlanta hasta Jujuy) creo que es donde se ve lo más rescatable. La mancha de Aldosivi fue grande y el golpe se sintió por la manera de perder, pero dentro de los cuatro partidos restantes se evidenciaron las que a mí entender fueron las tres mejores actuaciones colectivas, o por lo menos las más acordes y correctas: La de Altlanta, por la contundencia y la fiel demostración de superioridad de jerarquía; la de Córdoba, por el rival y la preponderancia mostrada en esos 90; y la de Jujuy, por el muy buen laburo colectivo.
Frente a G. Brown y B. Unidos, River coronó un torneo más que aceptable desde los resultados jugando de visitante. La victoria en Madryn fue merecida por lo hecho en el segundo tiempo y el partido en Corrientes realmente no merece un análisis futbolístico serio, ya que la sensación era que ese encuentro, de alguna manera u otra, teníamos que perderlo.
Lo que si resultó chocante fueron las magras actuaciones en el regreso a casa. Lejos de ser un aliciente para los jugadores, la vuelta al Monumental resultó casi una pesadilla y un cúmulo de presión. De esos 270 minutos disputados desde el retorno post suspensión, solo se rescatan los últimos 20 ante Central, donde se arrinconó al rival gracias a la rebeldía y amor propio de algunos futbolistas. Si esta tendencia como local se mantiene, podremos estar en presencia de un indicio peligroso y para tener muy en cuenta, pensando en que en el 2012 se jugarán allí buena parte de los partidos decisivos para nuestras aspiraciones de ascenso directo.
Desde la óptica de las actuaciones individuales:
Luz verde: El Chori y Cavenaghi hicieron diferencia como se preveía, aunque no me parece todavía que sea a los niveles que ellos pueden demostrar. Esta muy claro que sin los dos seguramente estaríamos de mitad de tabla para abajo y eliminados de la Copa Argentina, pero también hay que remarcar que, salvo algunos pasajes en los primeros tres partidos, las buenas actuaciones de Dominguez se vieron desde Atlético Tucumán hasta Patronato, y que Cave estuvo casi medio semestre para ponerse a punto desde lo físico y lo futbolístico.
Celebro por Cirigliano y Abecasis. El primero por su cambio de mentalidad para madurar casi de golpe y creérsela para bien, por su intención de entregarla siempre al pie y por el hecho de adaptarse a todas las situaciones a las que fue llevado. El segundo, porque cada día se lo ve más afianzado y con más confianza. Ambos tienen muchísimo por aprender, pero lo que esta muy claro es que tienen condiciones de sobra.
Por último rescato las primeras 11 fechas de Chichizola, Ocampos y Aguirre (tres que tuvieron un bajón pronunciado en los últimos 7 partidos), y las últimas dos actuaciones tanto de Sánchez (el refuerzo que esperábamos apareció más tarde de lo esperado, pero bienvenido de todos modos), como del venezolano González, quién hizo un correcto partido en San Juan y ayer entró bien.
Luz roja: Hubo rendimientos sumamente asquerosos (Alayes, Domingo). Hay sensación de ciclos cumplidos con la camiseta de River (Vega, Ferrero, Román, Ledesma). Y se profundizaron las falsas promesas (Affranchino, Bou, Ríos, M. Díaz y Villalva). Si River logra limpiar como mínimo 8 de estos 11 nombres en este verano habremos dado un gran paso adelante, independientemente de cómo nos reforcemos.
Desde la óptica del trabajo y las decisiones de Almeyda:
El cuestionario de los reclamos sería muy extenso: ¿Por qué decidió trabajar con un plantel de más de 33 jugadores? ¿Por qué Alayes, Román y Ferrero fueron los primeros de la fila de zagueros en tener oportunidades cuando debieron ser los últimos? ¿Por qué Abecasis regresó casi un mes más tarde luego de estar recuperado? ¿Por qué, sabiendo que Funes Mori tenía para rato con su lesión, dejó ir a Bordagaray y se quedó con Ríos como primera opción ofensiva? ¿Por qué, salvo algunos pasajes puntuales, la línea de 4 no se negoció ni siquiera durante momentos de partido? ¿Por qué, si el dibujo táctico no le responde en el funcionamiento colectivo, no prueba otras variantes? Etc, etc, etc…
Más alla de todo aquello, considero que el mayor déficit de Almeyda no se encuentra en el planteo pre-partido, sino en la falta de muñeca y de interpretación durante el transcurso de los encuentros y desde lo que le pide el desarrollo de los mismos. Es una lucha constante contra su inexperiencia y falta de inteligencia con la que evidentemente no puede ni podrá lidiar, cuanto menos a futuro inmediato. Y estoy convencido que este hecho puede llegar a ser el rival más peligroso para River, por sobre los 20 partidos que le quedan por delante.
Apreciaciones finales:
Como conclusión, se podría decir que River generó todo tipo de sensaciones realizando la nada misma en gran parte de los partidos. En líneas generales, fue un cúmulo de todo lo futbolísticamente posible menos de virtudes colectivas. Un equipo al que le han sobrado piernas, pero le ha faltado cabeza; al que se le reconocen grandes dosis de talento y jerarquía en muchos de sus intérpretes pero que todavía no logra hilvanar dos notas seguidas. Es evidente que, a este ritmo y bajo estas circunstancias, el primer semestre del 2012 traerá consigo nuevamente una gran parte de la lucha titánica ante el azar, ese rival al que no solemos ganarle nunca.
Es por todo esto que salimos del Monumental luego de enfrentar a Patronato y nos encontramos con que diciembre nos encuentra con una similar sensación a la de junio: cabeza gacha, tristes, avergonzados y con un mar de interrogantes sobre lo que será nuestro futuro…