El mito del aumento de la clase media global
Por Ezequiel Adamovsky* HISTORIADOR (UBA, CONICET)
Ciertos analistas defienden, como el Banco Mundial, una supuesta reducción de la pobreza a escala global. Creen que el fenómeno se sostiene en el aumento de ingresos y derivará en más consumo y ampliación de ciudadanía. Es una fantasía que opta por negar que lo que crece es la desigualdad.
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26/12/12
Varios analistas vienen anunciando que “el mundo va hacia una sociedad de clase media”, por una supuesta reducción de la pobreza a escala global . Tal cambio llama al optimismo: se supone que eso multiplicará el consumo, traerá bienestar y significará un mejor y mayor ejercicio de la ciudadanía.
Pero todo esto no es más que una fantasía , que surge de un modo ideologizado de ver la realidad. Desde hace tiempo, los organismos internacionales y los think tanks liberales vienen promoviendo un sutil cambio en el modo en que concebimos la pobreza y las diferencias de clase. Solíamos pensar a ambas como una relación: nadie es “pobre” en sí mismo, sino en relación con otro que es rico.
Nadie es de clase baja, sino por contraste con la alta.
Al mismo tiempo, resultaba evidente que el mejoramiento de la condición de los más desfavorecidos sólo era posible si se producían cambios productivos, políticos, impositivos, etc. que limitaran la concentración del poder y del capital en pocas manos. Pero el pensamiento actualmente hegemónico intenta persuadirnos de que la pobreza y el “ascenso social” son un simple problema de recursos personales, de niveles de ingreso, sin relación con las desigualdades básicas de la estructura social ni con el modo en que se organiza la producción.
En otras palabras: que la pobreza es un problema de los pobres y que los ricos no tienen nada que ver en el asunto.
De la pobreza se saldría, desde este punto de vista, consiguiendo que quienes ganan 1,25 dólares por día ganen 1,50. De modo similar, como proponía un reciente informe del Banco Mundial, el ascenso a la “clase media” se produciría automáticamente cuando una persona supera los 10 dólares de ingreso diario per cápita. Así establecido el problema, se nos invita a celebrar el curso de la economía mundial, toda vez que, efectivamente, muchas personas ven elevarse sus ingresos por encima de esos valores arbitrariamente fijados.
La realidad, sin embargo, es bastante más sombría.
En la mayor parte de los países más desarrollados -incluyendo Estados Unidos y buena parte de Europa- la desigualdad de ingresos viene creciendo de manera sostenida desde hace décadas . En la locomotora de la actual fase del capitalismo, China, el crecimiento ha venido de la mano de un explosivo aumento de la desigualdad. (Latinoamérica es la excepción: a contramano del panorama mundial, viene reduciendo sus niveles de desigualdad, que de todos modos son enormes).
Puede que, en términos absolutos, los trabajadores chinos o británicos ganen más que antes. Pero eso no significa ningún “ascenso social” si, al mismo tiempo, los más ricos de ambos países embolsaron ingresos que los alejan mucho más que antes de los de la gente común . En términos relativos, los pobres y los sectores medios vienen descendiendo en la escala social.
En este escenario tampoco pueden celebrarse mejoras inminentes de la ciudadanía.
Por todas partes los derechos políticos vienen en retroceso. En Estados Unidos el avance del poder del Estado y de las corporaciones por sobre los derechos individuales ha sido muy evidente en las últimas dos décadas. La Europa actual, con políticas (y políticos) virtualmente digitados desde el poder financiero, es un ejemplo no menos claro. Y no hace falta abundar en el estado de las libertades en los países asiáticos de mayor crecimiento.
Que los procesos de democratización vienen de la mano de la “clase media” es un mito que hace años se demostró infundado. Antes bien, ella ha ido generalmente de la mano de luchas sociales protagonizadas por los sectores más bajos en alianza con (al menos) alguna porción de los sectores medios, capaces de proponer modos de organizar la vida social distintos a los que actualmente favorecen la concentración de la riqueza y el poder.
*Autor de “Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003” (Planeta).