La presidencia de Mauricio Macri deja como herencia una verdadera catástrofe social. Ya no se puede hablar de una “crisis”, porque el derrumbe de los indicadores afecta a todas y todos los actores sociales y económicos, atravesando las distintas ramas de la producción de bienes y servicios y golpeando cada una de las provincias. No podemos seguir “en la misma dirección, pero más rápido”. Desde el Frente de Todos tenemos argumentos de peso y planteamos propuestas realistas: hoy lo prioritario es ponerle un freno a la caída social y poner en marcha políticas urgentes y masivas que reconstruyan la economía argentina.
Comer no puede ser un privilegio en “el granero del mundo”, en un país que produce alimentos para 440 millones de personas. La inseguridad alimentaria se agravó brutalmente: ya afecta a más de 14 millones de argentinas y argentinos, de acuerdo a un informe de la FAO. Los comedores y los merenderos no dan abasto. Muchas familias sólo tienen un pedazo de pan y una taza de mate cocido para ofrecerle a sus hijos por las noches. Tenemos que declarar la emergencia alimentaria, reintegrar el IVA de los productos que forman parte de la canasta básica, sancionar una ley de góndolas que promueva la competitividad y apoyar a los pequeños productores de la agricultura familiar y la economía popular, que son quienes elaboran los productos frescos y saludables.
Uno de cada dos niños es pobre en la Argentina, según el Barómetro de la Deuda Social de la UCA. Es el nivel más alto en una década. Y esa cifra trepa al 63,6% en el conurbano bonaerense. Son datos que no pueden leerse con frialdad en una planilla de Excel. Hay pibas y pibes que requieren atención urgente. Vamos a declarar la situación de emergencia pública en niñez y adolescencia y a organizar una gran red de gestión que mejore la calidad de las prestaciones y amplíe la cobertura de niños, niñas y adolescentes en las distintas políticas públicas. Estableceremos una “cláusula gatillo social”, con un mecanismo de actualización automática por inflación para que los procesos inflacionarios no limiten el presupuesto en niñez y adolescencia.
Nuestras chicas y chicos tienen que estar en la escuela, es el lugar en el que las familias saben que pasan cosas buenas. No tiene sentido pelearse con los maestros, como hizo este gobierno. Los docentes donan cada día tiempo extra no sólo para que los chicos puedan aprender, sino también para que se vayan con algo en la panza. Hay que reformar la escuela secundaria para que les brinde a los pibes un horizonte de futuro claro. Crearemos un programa nacional de tutores en niñez y adolescencia, para acercar el Estado a las casas y los barrios. Tenemos que ir a buscarlas y buscarlos, para acompañar y ayudar a su inclusión educativa y al acceso a las distintas políticas públicas de niñez y adolescencia.
El aumento en los precios de los alimentos, medicamentos y combustibles y las alzas en las tarifas de servicios públicos están ahogando a las familias. Uno de los principales problemas sociales es el sobreendeudamiento. La situación es dramática, porque deben pagar tasas de interés usurarias y con un esquema de devoluciones diarias. La ANSES lleva otorgados 3,6 millones de créditos, sobre un total de 4 millones de Asignaciones Universales por Hijo. Este endeudamiento genera implosión social, con personas que se deprimen porque se sienten culpables de la situación en la que viven, cuando queda claro que se trata de un fenómeno que afecta a una gran mayoría. Pondremos en marcha un sistema de crédito no bancario, a tasas bajas, que les dé aire a las familias.
Vamos a proteger el trabajo. El gobierno tiene una idea absurda de lo que es la Argentina: soja, minería y salarios bajos. La ineficiencia social de ese modelo es la que hace que cierren 50 pymes por día, que se destruyan miles de puestos de trabajo, que el desempleo vuelva a estar otra vez en dos dígitos y que dos de cada diez jóvenes no tengan laburo. En esta dirección, van a dejar a 20 millones de personas afuera. Cuidaremos la industria textil, la construcción, la metalmecánica y el turismo, porque generan fuentes de trabajo que llegan a quienes más afecta el desempleo.
Fortaleceremos la economía popular, social, solidaria y el cooperativismo. Garantizaremos el acceso al crédito para maquinarias y herramientas, capacitación y acompañamiento con el fin de promover el mercado interno. Ampliaremos los programas de microcréditos mediante la incorporación de diferentes escalas y líneas de financiamiento según las necesidades de las unidades productivas, flexibilizando los métodos, para que sean realmente masivos. Pondremos en marcha sistemas de certificación de calidad y de trazabilidad para la agricultura familiar.
Más de 4.500.000 de familias tiene problemas de vivienda. Hacen falta nuevas viviendas, pero también mejoramientos y ampliaciones. Alberto anunció que crearemos un Ministerio de Vivienda y Hábitat. Además, se requieren mejoras en plazas, parques, escuelas y hospitales públicos: llevaremos adelante un plan de obras públicas de “pico y pala”. Se trata no sólo de garantizar los derechos básicos a la vivienda y a un ambiente sano, sino también de generar fuentes de trabajo.
Queremos una Argentina federal. Y no es una consigna vacía. Vamos a transferir fondos a las provincias y los municipios que la están peleando desde la proximidad, porque son los que saben que hace falta en cada territorio de nuestra patria.
Viene un tiempo positivo. Dejamos atrás los enojos: es el momento de entender al otro, de no bajar línea desde una verdad absoluta, sino de contar nuestras propuestas concretas. Logramos un proceso de unidad formidable. Y esa unidad gana, como quedó demostrado en cada una de las provincias en la que fuimos con un frente que incluyó a todas y todos. Alberto es la persona para este tiempo, porque reúne diálogo y capacidad de gestión. Cristina demostró una generosidad enorme para avanzar hacia la unidad y lidera una de las identidades más fuertes que dio la política argentina en las últimas décadas. Nos merecemos un gobierno al que le duela (y esté atento) el dolor del otro. Nos merecemos un gobierno que siente las bases de un modelo de desarrollo igualitario que no deje a nadie afuera y que reconstruya mecanismos de ascenso social colectivos. La pelota está de nuestra cancha. Tenemos la obligación de ganar, porque está en juego qué país les vamos a dejar a nuestras hijas e hijos. Y a nuestros nietos.
Daniel Arroyo