Murray, listo para la gran final de Australia ante Djokovic
El británico venció a Federer y, mañana, a las 5.30 de la Argentina, se enfrenta al serbio, con quien está 10-7 abajo en el historial, pero viene de ganarle la definicióndel US Open.
MELBOURNE.- Roger Federer es como uno de esos muchachitos de la película al que le clavan 10 cuchillazos, cae, parece muerto, pero se levanta, revive y emociona a la platea. Luego, recibe varios balazos y lo mismo: parece su final, pero vuelve a ponerse de pie y el público llora de emoción. Y así en repetidas ocasiones hasta que sí, definitivamente, termina rendido y derrotado. Entonces, la película termina, el héroe se vuelve real y los espectadores derraman una lágrima por él, pero ahora de tristeza. Para que eso suceda, Andy Murray no apeló a cuchillazos ni a balas, sino a tenis. Puro tenis. Del mejor tenis posible, en un partido que recordará como de los mejores de su carrera. Aces de a montones, tiros ganadores, y sobre todo, una indestructible fuerza mental para quedarse con la victoria en circunstancias adversas, ante un rival que no estuvo vencido ni aun vencido y un público que estaba en su contra por amplia mayoría. “Let’s go, Roger, let’s go” fue el himno de la noche en el Rod Laver Arena. Más: en un par de ocasiones, Murray fue silbado cuando protestó algún fallo, un hecho que no suele verse en este país tan correcto. Pero esos abucheos los cambió por aplausos gracias a su espléndida tarea, para imponerse por 6-4, 6-7 (5), 6-3, 6-7 (2) y 6-2 en cuatro horas de juego, y así derrotar por primera vez a Federer en un Grand Slam.
“Estoy preparado para el dolor”, dijo el británico tras la victoria, pispeando la finalísima ante Novak Djokovic en la madrugada (las 5.30) del domingo argentino. “Espero que sea un encuentro durísimo, porque eso significará que será bueno. Cada vez que jugamos es un encuentro muy físico, y yo tendré que jugar al máximo para ganarle”. Murray adelantó una de las claves de la final: la resistencia física. Pero hay un dato que no puede dejarse al margen, y es la madurez del escocés. Parece otro jugador respecto del que perdió dos finales de este torneo, en 2010, contra Federer, y en 2011, ante el serbio. Se percibe que maneja los partidos de otra manera, con más paciencia, y eso se traduce en la trilogía de grandes resultados en los últimos torneos top que jugó: medalla de oro en Londres 2012, campeón del US Open y finalista de Australia.
Su fortaleza mental, por supuesto, es acompañada por claves tenísticas. Firme con el saque (21 aces contra 5) y agresivo en su propuesta (62 a 43 en winners). Nunca tuvo miedo cuando Federer se acercó a la red y lo pasó una y otra vez. La agilidad de sus piernas le permitió llegar a la mayoría de los drops que tiró Roger. Y el físico pareció jugar su papel en el final, donde el suizo decayó, tal vez cansado por jugar dos partidos seguidos a cinco sets (en cuartos había vencido a Tsonga en 3h34m). Murray ganó los tres primeros games, luego mantuvo la ventaja y estiró su ventaja frente al suizo en 11-9 en el historial. “Andy fue un poco mejor que yo esta noche”, reconoció Federer, siempre hidalgo en la derrota, aplaudido de pie por todo el Rod Laver, incluido el legendario tenista australiano que le da nombre al estadio.
Con respecto a Djokovic, el historial es parejo, con un 10-7 para el serbio, que le ganó la semifinal aquí el año pasado, aunque el escocés se desquitó nada menos que en la misma instancia de los Juegos Olímpicos y en la final del US Open. Antes del partido que definiría su rival para mañana, el campeón dijo: “No me daría a mí mismo el papel de favorito contra cualquiera de ellos, pero estoy listo para los dos”.
Gane quien gane, Australia les promete una buena porción de su torta de historia. Para Djokovic, afianzarse en el número 1 y sumar su cuarta conquista aquí, la tercera consecutiva, algo que nunca pasó en la era profesional, y que ocurrió por última vez entre 1963 y 1967, con el pentacampeonato de Roy Emerson. Para Murray, sería su segundo título de Grand Slam y, especialmente, la confirmación de que ya está en el punto justo para luchar por cualquier título. Acá, en Melbourne, donde parece que todo es perfecto, el último duelo tiene promesa garantizada de tenis del mejor.
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