No había otro final posible. No había un cierre mejor para estos 10 años de debacle. 10 años de vaciamiento institucional, económico, futbolístico y cerebral. La promoción hubiera sido suficiente para aprender la lección??? Quizás sí, pero el descenso no es más que un justo castigo.
Primero nos convirtieron en el Boca de los 80’ y los 90’. Ellos empezaron a ganar Libertadores, mientras nosotros festejábamos que “corrimos” a Central en la ruta y a Boca en el playón, que “le robamos” banderas a Racing, que “matamos” a dos de Newell’s. Todo bajo el lema de “Somos River”. Pero eso no es River. No nos alcanzó con ser ese Boca triste, del que ellos supieron escapar a tiempo. Después nos transformamos en Racing.
Así empezamos…primero a desmantelar planteles llenos de gloria y reforzarnos con basura, nada iba a pasar…porque “Somos River”. De pelear todos los años los torneos, a la intrascendencia. De jugar, hace sólo 6 años, dos semifinales consecutivas de Copa, a quedar afuera en primera ronda. De quedar afuera en primera ronda, a no clasificar. De no clasificar, a salir abajo de la mitad de tabla. De eso, a salir últimos. Y hoy tocamos fondo. Finalmente podemos decir que no se puede estar peor.
No fue repentino, fue un proceso de destrucción. Nos cambiaron la cabeza, nos robaron la identidad, nos mataron el orgullo. El “Mirá que distinos somos” fue la causa, el “Les demostramos lo que es River en las malas” es la consecuencia.
Hoy tenemos lo que nos merecemos, lo que buscamos. En las urnas, en las tribunas y en todos lados. No fue culpa de Grondona, ni de los arbitrajes, ni de la mala suerte. Todo fue responsabilidad de cada una de las personas que formamos parte del Club Atlético River Plate.
Muchos se acuerdan ahora de amenazar a los jugadores, de romper alambrados. No por la historia de River, sino porque se les acaba el curro. Son los mismos que custodiaban el hall hasta el 2009, para que no se proteste contra la dirigencia que nos arruinó. Van a tener que ir a laburar, muchachos.
Mientras tanto, ayer en la tribuna veía a un par de pobres tipos que ni siquiera eran de la barra. Venían a arengar “dale hijos de puta, se hubieran quedado en su casa. Canten que Somos River”.
No, hermano. Ya no somos River.