Tiempos de cambiar

Se terminó. Ya está. La vuelta a primera se consumó, por suerte, en el menor tiempo posible. Ahora hay que dejar atrás todo lo acontecido en este último año y comenzar a pensar nuevamente en grande. Hay que volver a pensar en un River campeón.

“Pensar que cuando volví, en el club todos mencionaban la palabra descenso. Yo simplemente les respondía que yo había llegado para salir campeón, como siempre”, deslizó allá por 1984 el gran “Beto” Alonso. Esa es la única forma de pensar que tiene que convivir en la cabeza de un hincha de River.

Muchos tienen sacarse el “chip” de la mediocridad que les colocaron estos años de decadencia futbolística y, principalmente, dirigencial. Digo principalmente dirigencial, porque los fracasos deportivos no fueron más que el resultado de malas gestiones.
Sin embargo, luego de haber sufrido un descenso y, como rezaba la bandera ubicada en la Sívori el último sábado, 363 noches sufriendo por el presente oscuro que atravesamos, parece que mucha gente todavía piensa con ese “chip” puesto. Y eso es lo que me preocupa.

En definitiva fue la exigencia, el no conformismo y ese “paladar negro”, que siempre caracterizó a nuestra hinchada, la que nos llevó a lo más alto. A las claras quedó que llenar canchas, aplaudir resultados y actuaciones mediocres, y esa costumbre de no putear por el miedo al “qué dirán”, no ganan partidos. Menos campeonatos, porque, como diría un conocido, “Ya tendríamos 10 copas Libertadores si fuese por el apoyo de la gente”.

Con esa mentalidad nos fuimos a transitar un eterno y doloroso periplo por la segunda categoría, en el que el conformismo y la mediocridad siguieron expectantes en las tribunas del Monumental. Factores que, a mi parecer, hicieron que el ascenso se dé de la manera que se dio: agónicamente.

La paciencia del hincha promedio, por llamarlo de alguna manera, se agotó tarde. Demasiado para mi gusto. La primera manifestación de disconformismo ocurrió luego del bochornoso empate que los madrynenses lograron en nuestra casa, allá por la fecha 34.

La conclusión que saco de este año que pasó, es que no aprendimos nada. Y no lo digo por los festejos, de forma exagerada en algunas ocasiones, que se dieron el sábado tanto en la cancha como fuera de ella. Si no por el hecho de que hayan pasado 38 fechas con un equipo que no transmitía nada, con un DT que, evidentemente, no pudo plasmar en el campo de juego lo que tenía en su mente y, sin embargo, pocos fuimos los que mostramos un descontento por todo esto.

Mejor tarde que nunca. Es por ello que pido de corazón a todos los hinchas de River, que vuelvan a exigir buen fútbol, jugadores a la altura de una institución de semejante magnitud como lo somos, y no conformarse con el “Ya no somos los de antes”. Para volver a ser, hay que recuperar el paladar negro, bandera de este club, que reivindica por naturaleza tres objetivos primordiales: ganar, gustar y golear.

Ojalá que esta segunda mitad de año sea de alegrías, porque la historia lo exige y porque la gente merece no sufrir más. Son tiempos de cambio y queda en nosotros que éstos sean para mejor. Saludos para todos y aguante River.

Se terminó. Ya está. La vuelta a primera se consumó, por suerte, en el menor tiempo posible. Ahora hay que dejar atrás todo lo acontecido en este último año y comenzar a pensar nuevamente en grande. Hay que volver a pensar en un River campeón.

“Pensar que cuando volví, en el club todos mencionaban la palabra descenso. Yo simplemente les respondía que yo había llegado para salir campeón, como siempre”, deslizó allá por 1984 el gran “Beto” Alonso. Esa es la única forma de pensar que tiene que convivir en la cabeza de un hincha de River.

Muchos tienen sacarse el “chip” de la mediocridad que les colocaron estos años de decadencia futbolística y, principalmente, dirigencial. Digo principalmente dirigencial, porque los fracasos deportivos no fueron más que el resultado de malas gestiones.
Sin embargo, luego de haber sufrido un descenso y, como rezaba la bandera ubicada en la Sívori el último sábado, 363 noches sufriendo por el presente oscuro que atravesamos, parece que mucha gente todavía piensa con ese “chip” puesto. Y eso es lo que me preocupa.

En definitiva fue la exigencia, el no conformismo y ese “paladar negro”, que siempre caracterizó a nuestra hinchada, la que nos llevó a lo más alto. A las claras quedó que llenar canchas, aplaudir resultados y actuaciones mediocres, y esa costumbre de no putear por el miedo al “qué dirán”, no ganan partidos. Menos campeonatos, porque, como diría un conocido, “Ya tendríamos 10 copas Libertadores si fuese por el apoyo de la gente”.

Con esa mentalidad nos fuimos a transitar un eterno y doloroso periplo por la segunda categoría, en el que el conformismo y la mediocridad siguieron expectantes en las tribunas del Monumental. Factores que, a mi parecer, hicieron que el ascenso se dé de la manera que se dio: agónicamente.

La paciencia del hincha promedio, por llamarlo de alguna manera, se agotó tarde. Demasiado para mi gusto. La primera manifestación de disconformismo ocurrió luego del bochornoso empate que los madrynenses lograron en nuestra casa, allá por la fecha 34.

La conclusión que saco de este año que pasó, es que no aprendimos nada. Y no lo digo por los festejos, de forma exagerada en algunas ocasiones, que se dieron el sábado tanto en la cancha como fuera de ella. Si no por el hecho de que hayan pasado 38 fechas con un equipo que no transmitía nada, con un DT que, evidentemente, no pudo plasmar en el campo de juego lo que tenía en su mente y, sin embargo, pocos fuimos los que mostramos un descontento por todo esto.

Mejor tarde que nunca. Es por ello que pido de corazón a todos los hinchas de River, que vuelvan a exigir buen fútbol, jugadores a la altura de una institución de semejante magnitud como lo somos, y no conformarse con el “Ya no somos los de antes”. Para volver a ser, hay que recuperar el paladar negro, bandera de este club, que reivindica por naturaleza tres objetivos primordiales: ganar, gustar y golear.

Ojalá que esta segunda mitad de año sea de alegrías, porque la historia lo exige y porque la gente merece no sufrir más. Son tiempos de cambio y queda en nosotros que éstos sean para mejor. Saludos para todos y aguante River.