“La corrida cambiaria”, por Jorge Altamira
“¿A Qué obedece la corrida cambiaria, quiénes son sus responsables, a quién beneficia y dónde termina?”. Opinión de Jorge Altamira - Candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, por el Partido Obrero en el Frente de Izquierda.
La disparada del dólar paralelo ha provocado una gran confusión. El gobierno finge ignorarlo, como un fenómeno marginal. La propuesta de devaluar el peso un 40%, por parte de Federico Sturzenegger, vocero de Macri y presidente del Banco Ciudad, constituye una torpeza que convalida los beneficios de quienes han apostado a la devaluación y provocaría una hiperinflación. Una mayoría de analistas que sostenía hasta ahora que este desequilibrio podría mantenerse sin mayores sobresaltos por un tiempo relativamente prolongado, ha comenzado a romper filas. Unos abogan por acompañar la devaluación progresiva del tipo de cambio comercial con el aumento de la tasa de interés, otros se inclinan por desdoblar el mercado de cambios e incluso se ha propuesto la venta de los títulos públicos que se encuentran en la cartera del Banco Central.
Las causas objetivas de la corrida cambiaria son, básicamente, dos. La primera es la disparidad creciente entre los costos monetarios internos crecientes respecto a los internacionales. Las exportaciones se encarecen, las importaciones se abaratan. Para evitar un descalabro del balance comercial, el gobierno ha establecido un cepo en el comercio exterior. La otra razón es que el patrimonio o capital del Banco Central es negativo. Por un lado, no tiene reservas suficientes de divisas para enfrentar una pulseada con la demanda de divisas; por el otro, tiene una cartera abultada de títulos públicos que el Tesoro renueva en forma indefinida; por último tiene una deuda elevada con el sistema bancario local. Una combinación de drenaje de reservas y devolución de deudas a los bancos, desataría una hiperinflación. La especulación contra e! l peso se asienta en la vulnerabilidad del sistema financiero, que tiene lugar, paradójicamente, luego de la “recuperación de la soberanía monetaria”.
La corrida cambiaria, contra lo que se sostiene, no pasa el mercado de cambios al contado, conocido como ‘dólar blue’. Su epicentro es el mercado de valores y la Bolsa, donde se transan acciones, títulos públicos y otros numerosos instrumentos financieros. Los valores que se compran en pesos pero que el Estado cancela en dólares, son revendidos en el exterior a la tasa del cambio paralelo. La devaluación del peso en el mercado de capitales avanza a una velocidad superior a la que se registra en los precios de las góndolas. Hay un peso financiero y otro comercial; el segundo seguirá al primero a través de diversos vasos comunicantes.
La corrida contra el peso en el mercado de capitales es financiado por los bancos y, en última instancia, el Banco Central. Los especuladores que compran títulos o acciones con pesos, que luego revenden por dólares en los mercados internacionales, no lo hacen con fondos o capitales propios. Invierten ‘al descubierto’, o sea con una deuda que contraen con comisionistas o bancos a tasas de interés que hoy son inferiores a la tasa de inflación. El que establece estas tasas de interés y aporta el dinero para respaldarlas es, en última instancia, el Banco Central. La tasa de interés del mercado interbancario, donde el Central cubre la demanda inmediata de los bancos, ha oscilado en torno al 16%, en tanto la compra de títulos y acciones que se revenden en dólares ha dejado ganancias cercanas al ciento por ciento. El pirómano de la especulación es el propio oficialismo. Si el Central aumentara en forma considerable la tasa de interés de referencia, obligaría a los especuladores a cubrir el ‘descubierto’ (devolver lo prestado), derribaría la cotización de los títulos y acciones y con ello al dólar, y provocaría la quiebra de los especuladores, además de un encarecimiento brutal del crédito. O sea que el gobierno que finge que ‘no pasa nada’, alimenta la corrida contra el peso, con el pretexto de que si no lo hiciera provocaría una depresión. Se encuentra, como se dice, entre la espada y la pared.
El pago de la deuda externa por parte del Banco Central, en lugar del Tesoro, es el principal responsable de la emisión de moneda que acaba financiando la corrida cambiaria. Este procedimiento enmascara la magnitud real del déficit fiscal. El gobierno argumenta que necesita este déficit para sostener la demanda de consumo, aunque en realidad financia a los saqueadores del transporte y de la energía y a los Lázaro Báez de la obra pública.
Una de las fuentes principales de la compra ‘apalancada’ (sin dinero propio) de títulos y acciones es también el dinero conseguido, a tasas del 15% anual, en la propia operatoria bursátil. Muchos operadores financian la especulación con cheques, que en la Bolsa no pagan impuesto, o sea que lo evaden prestando para la corrida cambiaria. La suba del dólar paralelo también estimula, paradójicamente, la compra de títulos que pagan dividendos en pesos, porque los no residentes pueden utilizar es dinero para comprar dólares al cambio oficial. Otra fuente de financiación es el dinero no declarado que se obtiene, de la subfacturación de las exportaciones y la sobrefacturación de las importaciones.
La ‘infiltración’ del mercado financiero en el ‘real’ se manifiesta con claridad en la parálisis de la compra-venta de inmuebles e incluso en la construcción residencial. Para Carlos Heller, que integra la tropa de ex stalinistas que han ingresado al kirchnerismo, una caída del precio de los inmuebles sería positiva para la solución del problema de la vivienda. Lamentablemente, los que aprovechan el derrumbe son los que cambian dólares en el mercado paralelo; Heller está ofreciendo un nuevo mercado especulativo cuando la devaluación ponga fin y convalide la corrida cambiaria.
La desvalorización de los capitales en pesos presiona, por otro lado, a la suba los precios de consumo y a la rebaja de salarios; la devaluación del peso, en el mercado de capitales, se traslada al de consumo personal. La paralización de inversiones de las mineras Vale do Rio Doce y Barrick Gold (en Pascua Lama), o el retiro de la sojera El Tejar del mercado argentino y del arrendamiento de tierras, así como la parálisis del ingreso de las petroleras en la explotación de hidrocarburos no convencionales, obedece a que reclaman, para los dólares que ingresan, un tipo de cambio de diez y no de cinco.
Arrinconado por la crisis, el gobierno ha optado por una gestión de caja de la economía, que asegure un superávit suficiente para pagar la deuda externa y las importaciones de energía. En el seno del oficialismo, los que descreen de este régimen precario propugnan el desdoblamiento del mercado cambiario. Esta medida convalidaría las ganancias de los especuladores y ofrecería al capital internacional un poder de compra gigantesco sobre la economía del país. Como, al final, las paralelas sí se tocan, el resultado sería una devaluación en toda la línea. La ‘opo’, por su lado, propone devaluar directamente y subir la tasa de interés, para que el kirchnerismo pague el costo de un ‘rodrigazo’. El ex presidente del Banco Central, Redrado, acaba de proponer que el Banco Central venda los títulos del Tesoro en su poder, para bajar la disparada del dólar en el mercado de capitales. Es un planteo sorprendente, esto porque el 90% de la cartera del Central está compuesta de títulos intransferibles. Si, por caso, esa operación pudiera realizarse, el resultado sería que la llamada deuda intra-estatal se convertiría toda en deuda pública del Tesoro con acreedores privados e incluso en deuda externa con deudores del extranjero. El ‘desendeudamiento’ (en realidad endeudar al Central y a la Anses), se convertiría en un re-endeudamiento internacional. Las bicicletas y las calesitas siempre giran 360°.
Estamos ante una bancarrota manifiesta, lo cual plantea la necesidad de una reorganización completa de la organización económica cuyas contradicciones del país. El primer aspecto de esa reorganización es qué clase social debe asumirla; si queda cargo de una fracción alternativa del capital financiero, será pagada por los trabajadores con enormes sacrificios. Un gobierno de trabajadores, por el contrario, tomaría en sus manos los recursos fundamentales de la economía y de las finanzas, cargaría el peso de la salida de la crisis en el gran capital nacional e internacional, y diseñaría un plan económico que priorice la adjudicación de los recursos al empleo – o sea la industrialización – y a la elevación de la calidad de vida y de trabajo de la población laboriosa.
Como medidas urgentes planteamos: Cese del pago de la deuda internacional usuraria y nacionalización de los bancos y el comercio exterior bajo la dirección de los trabajadores. Salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, reparto de las horas de trabajo entre toda la población activa, formación profesional en las empresas. 82% móvil para los jubilados.
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