Buceando la ola naranja
Seis elecciones en un año, 31 cadenas nacionales en siete meses, once millones de pobres, miles de muertos en tragedias y catástrofes con acción u omisión del Estado omnipresente. Nadie puede decir que este no es un país de abundancia, no podíamos ser menos en materia de hacer agua.
Uno se sienta a mirar cada uno de los discursos de los candidatos y se encuentra frente al triunfo cultural de más de doce años de chicanas, carpetazos, aprietes y corchazos. Juan Domingo Macri dice que el que gana conduce y el que pierde acompaña. Juan Domingo Massa apunta cambiar lo malo, conservar lo bueno, permutar lo dudoso y archivar lo desconocido. Y Daniel Osvaldo Cangallo inició la peronización de su discurso ––y la consecuente deskirchnerización– en el mismo momento que recordó a Néstor y Cristina, para luego dedicarle el resto de la oratoria a los pequeños y medianos productores y a los “compañeros trabajadores”. Sí, el tipo que no tuvo un sólo trabajo registrado hasta su ingreso al Congreso de la Nación habla de compañeros trabajadores.
Es un equipo divino. Primero aparece el jefe de Gabinete de Scioli, Alberto Pérez ––siempre hay que tener un Alberto de monje negro– para decir que las denuncias de fraude es la forma que tiene la oposición de “abrir el paraguas porque llueve”. Con un muerto en Pilar no bastó, el número tiene que ser de 51 para que deje de hacer chistes, y 89 para que se calle la boca por las dudas de que le sigan contando fiambres por ahogamiento. Como veníamos con la onda platense, asomó la cabeza el ministro de Justicia de la Nación y ex intendente de La Plata, Julio Alak, quien no sabía ni qué corno tenía que controlar como funcionario y dijo que las PASO son las siglas de las Primarias Abiertas Secretas y Obligatorias, que Argentina es octavo país de mayor extensión del mundo, y que por eso iban a demorar en aparecer los primeros resultados. Si lo apuraban, nos tiraba que limitamos con Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, que poseemos los cuatro climas y que tenemos todos los recursos para ser potencia mundial, menos cara, memoria y ganas de laburar. Para que no quedaran dudas de su error, repitió que las PASO son secretas, dijo que podíamos chequear los resultados en la página del Gobierno y se retiró sin dar los números que tenía en la mano. La página no funcionaba.
Finalmente, a cualquier hora de la noche, apareció Daniel Scioli, acompañado por la morosa incobrable Karina Rabolini, el Chino Zannini y su sexagenaria esposa en pantalones de cuero. El todavía gobernador bonaerense estaba tan exitado que no se dio cuenta que el micrófono funcionaba y salió arando a grito pelado en un microestadio techado. El agredecimiento a Néstor Kirchner por “haber tenido en él la confianza necesaria para darle la mayor responsabilidad del proyecto” fue emotivo. No sabemos si lo dijo porque cree que ser gobernador es un cargo mayor que ser presidente o si, entre las estatuas de Villa La Ñata, tiene una del pingüino con la que pueda comunicarse con el más allá. También agradeció a los jóvenes por haber sido protagonistas. Y mierda que lo fueron si hasta Máximo salió en todos lados luego de perder en Río Gallegos.
En un lapsus de calentura, se enojó porque los medios quisieron “sembrar bronca” en el electorado para que la gente vaya a votar ofuscada. En lo particular, más que ofuscados habríamos preferido que fueran a votar sin esnórquel ni patas de rana, pero milagros no hacemos. Y si hablamos de medios, no sé cómo se puede sembrar bronca si algunos han batido el récord hablar de inundaciones durante una semana sin mencionar al Gobernador. Incluso, he escuchado a colegas decir que “la ciencia no puede explicar lo sucedido”. No sabemos si se refieren a que el agua se evapore, se condense en la atmósfera y se precipite hacia el suelo, donde la esperan suelos donde ya no podrá infiltrarse porque tienen viviendas que no existían hace años, y arroyos que se desbordarán como hace miles de millones de años; o si, tan sólo, querían decir que no se sabe cómo es que votaron igual al gobernador que ama tanto la motonáutica y el deporte que llevó las actividades atléticas acuáticas a todos y cada uno de los habitantes de alguna cuenca bonaerense.
En ese sentido, resultó llamativo que fueran coherentes con la explicación de Daniel Osvaldo, quien sin mosquearse, acusó al cambio climático por la catástrofe natural de una provincia que no padece huracanes, terremotos, tifones ni ciclones. Si fuera gobernador de Louisiana, Nueva Orleans ya formaría parte de la mitología junto a la Atlántida, Lemuria y el crédito hipotecario accesible.
Y ahí mismo empezó la peronización. Zannini no habló y los afiches que inundaron ––perdón, empapelaron– la ciudad y el conurbano lo muestran junto a Karina. ¿El Chino? Una palabra debajo de Scioli, el que dice que toda su vida se “preparó para ésto”. No sabemos si para ser Presidente o sólo para saber qué se siente ganar sin competir sólo y con el presupuesto de otro, sea el papi empresario o los impuestos de los contribuyentes. Si repasamos la preparación del Dani, tenemos once años de motonáutica, la quiebra de la empresa familiar y el ingreso a la política de la mano de Carlos Saúl, su ingreso a Diputados por la lista del Justicialismo en 1997 y la renovación en 2001 por el partido de Domingo Cavallo.
Es cierto que no es necesario ningún título habilitante para ser presidente, y la prueba está en que tuvimos demasiados mandatarios abogados, insoportable cantidad de militares, un par de ingenieros, algunos periodistas, un hacendado, una bailarina, un empleado de YPF y una abogada sin matrícula. Sin embargo, por respeto a la profesión, decoro, o salvar algo de vergüenza, algunos colegas podrían evitar notas tales como “argentina tendrá por primera vez un presidente que fue a una universidad privada”, cuando Massa se recibió de boga en la Belgrano, Macri es Ingeniero de la UCA y Scioli… debe ocho materias de la Licenciatura de Comercialización en la UADE, esas carreras en las que te anotaban tus viejos para que hicieras algo de tu vida.
La preparación para un cargo no viene de la mano de los títulos ––salvo aquellos en los que son excluyentes–, y he visto a más de un cum laude o medalla de oro pasar vergüenza en algún pasillo. Pero sí debería haber algo de meritocracia, de laureles. En este caso, podría decirse que la preparación de Scioli fue sumarse de aburrido a la política, ser Secretario de Turismo de Eduardo Duhalde, quien también lo puso a dedo como compañero de Néstor Kirchner, para que en la fórmula presidencial de 2003 hubiera una cara conocida por alguien más que sus parientes.
Mientras transcurrían los cuatro años de la gestión de Néstor, Scioli se preparaba para ser Jefe de Gobierno porteño en las elecciones de 2007. En los ratos libres que encontraba entre las cagadas a pedos públicas de Cristina en el Senado y los carpetazos de la SIDE, tenía su comando de campaña en el penthouse del Abasto, al que hacía llamar “la Rosadita”. Sí, pensaba meter cuatro años de Jefe de Gobierno y ser presidente para 2011. En una movida maravillosa, a Alberto Fernández le pareció buena idea que Scioli vaya a competir a la provincia de Buenos Aires para tener a alguien más sumiso que los otros dos candidatos que barajaban: Alberto Balestrini y Aníbal Fernández. Para completarla, el entonces Jefe de Gabinete de Néstor sugirió quitarle el apoyo a Telerman para buscar la reelección porteña y propuso a Daniel Filmus. A Scioli tuvieron que mudarlo de raje para la provincia y dibujarle un domicilio. De su equipo, las primeras líneas se fueron con él. Las segundas, quedaron disgregadas e, increíblemente, algunas se reciclaron en el PRO.
Todos resignaron algo en pos del capricho de Néstor por conservar el poder. Mal no le salió. No podemos decir lo mismo de los bonaerenses que fueron gobernados durante ocho años por un tipo sin experiencia en administración y que conocía más el principado de Mónaco que la Provincia. Quizás sea por eso que ya no se calienta ni medio por los problemas del distrito que aún gobierna, dado que fue un constante dolor de cabeza. Al toque de asumir se tuvo que fumar que Cristina se pusiera de culo al sector agropecuario, luego las inundaciones, luego los problemas para pagar salarios, luego las huelgas, luego las inundaciones, luego los problemas para pagar salarios, luego las huelgas, y así en un eterno loop perverso en el que siempre amagó a ponerse los pantalones ––como cuando mandó a imprimir bonos para pagar sueldos en 2012, que no llegaron a usarse porque la Presi se aburrió de hacerle bullying por cadena y le mandó la guita–, pero terminaba optando por la salida más conveniente: la que no le costara laburo.
Respecto de las inundaciones, no se podía esperar menos. Para cuando la mierda tapó a los platenses en 2013, salió a la luz que Scioli había firmado un acuerdo junto con el impresentable de su ministro de Infraestructura Alejandro Arlía, Julio De Vido y Alicia Kirchner, para delegar la limpieza del arroyo el Gato en la cooperativa Néstor Vive en Nosotros por un monto millonario. Obviamente nunca se hizo. Unos días después de la inundación, Cristina habilitó plata para obras hídricas a una veintena de municipios bonaerenses. La Plata no estaba incluida. Y aquí vamos a lo de siempre y que podemos ver nuevamente por estos días: si llueve mucho más de la media, a veces no se puede evitar una inundación, pero sí se puede mitigar los daños. Y si gastaste en obras hídricas el 10% de lo que te patinaste en propaganda, el resultado lo tenés a la vista.
Por suerte para todos, Scioli fue a lo concreto: corroboró que la Basílica de Luján estuviera a salvo y partió para Italia en busca de un milagro. Parece que Dios no lo escuchó y ahora le manda una sudestada, mientras a la Virgen le ponen un salvavidas, dado que empezó a entrar agua al templo ni bien el gobernador despegó.
Yendo al crudo electoral, valen hacer algunas aclaraciones. Primero, me cuesta creer esa campaña que proponen algunos por las redes de no mandar nada a los inundados de Buenos Aires por haber votado a Scioli. Más allá del castigo al que piensa distinto, informarse no cuesta nada: Scioli perdió en La Plata, Luján, Mercedes, Pergamino, San Antonio de Areco, Suipacha, General Pueyrredón, Campana y Junín. Sí, ganó en Pilar y Zárate, pero no jodamos, el voto castigo se sintió.
Por otro lado, de cara a las generales, quedó demostrado una vez más que el núcleo duro de votantes K ––esos candidatos que sólo le parecen potables a Cristina– no aportan un choto, salvo contadas excepciones, como Festa en Moreno y Nardini en Malvinas, quienes hicieron una campaña pagada con los fondos de la Anses. La prueba está en que los candidatos recalcitrantes pierden por paliza. A esta altura del partido, Forrest Gump podría ganarle la intendencia a Pablo Bruera en La Plata. La pusieron a competir a Florencia Saintout. Máximo no ganó ni jugando de local. Y los ejemplos se multiplican por el país. Por eso el giro discursivo de Scioli, a contramano del de Macri. Mientras Mauricio dice que lo que molesta no son las políticas del kirchnerismo, sino cómo la llevan a cabo los kirchneristas, Scioli empieza a apuntar a la clase media, donde un sector fuerte aún lo ve como algo más aceptable que Cristina, lo cual no es muy difícil de concebir, dado que la Presi estiró tan, pero tan lejos la frontera que cualquiera puede parecer potable. ¿En qué consiste la peronización? Fácil, prometer lo imposible, ocultar el ajuste catastrófico que deberá hacer por culpa de doce años de living la vida loca y, fundamentalmente, esconder a los kirchneristas.
Linda sorpresa fue la que se comió el peronismo en la provincia de Buenos Aires. Fue hermoso ver cómo Julián Domínguez y Fernando Espinoza fueron a besarle el anillo a Aníbal un día después, mientras Sabbatella servía café y repartía medialunas. A los que creen que Aníbal puede ser un lastre, les recuerdo que el votante de Aníbal no consume periodismo opositor y, si lo hace, tiene un superpoder que convierte a la información recibida en una opereta interestelar e, inmediatamente, en un motivo más para votarlo. Le importa tres carajos si lo acusan de narco, homicida, pederasta o fan de One Direction. Si hay algo que han demostrado doce años de lavado cerebral ––entre otros lavados– es que el votante cautivo es un votante cornudo y consciente. Puede encontrarse a la mujer enfiestada con el plantel de Villa Dálmine, los suplentes, el cuerpo técnico, los aguateros y los alcanzapelotas que, si la mujer le dice “no es lo que parece”, culpará a Magnetto, Fontevecchia o Saguier.
Nota al pie: Escribir y/o opinar de política en tiempos electorales no es difícil. Lo jodido es bancarse la contraopinión del eventual lector. No hay forma de opinar sin que el prejuicio lógico de los parámetros mentales de cada uno nos ubique en una u otra posición de la cual no nos interesa formar parte. Honestamente, admiro a los que guardan esperanzas de cambio en cualquier candidato. Sin embargo, mi mayor expectativa es ver a quién le pegaremos a partir de octubre y cuál es el costo que pagaremos por ello. Después de todo, es Argentina, el único país del mundo en el que el mercado de los libros subsiste gracias al género periodístico. El kirchnerismo nos habrá llevado al extremo, pero vamos, que el resto también son políticos.
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