ESCRITO CON UN BROCHE EN LA NARIZ
Se asiste por estos días a un clima previsible. La batalla del 7D asoma en todo su esplendor y gana los medios de comunicación y la opinión pública.
El gobierno fogonea desde su oligopolio mediático esta suerte de hito de salvación nacional en que ha transformado al 7 de diciembre.
El grupo Clarín, que venía observando una conducta bastante equilibrada, perdió la compostura con su denuncia sobre dirigentes y periodistas, y le obsequió a los talibanes K un ágape mediático que no esperaban, y que les viene de maravillas.
Hasta el dirigente montonero Horacio Verbitsky, ideólogo de la destrucción de las fuerzas de seguridad y uno de los cerebros del think tank kirchnerista desde 2003, apareció hablando y consiguiendo que su voz llegue, en una tarde, a muchísima más gente que la que lee su diario Página 12 en cuatro años. Los talibanes rentados se hicieron un festín.
Ayer sólo faltó que se le entregue el Pulitzer a Cabito.
Sensaciones Ambiguas
Ambiguas sensaciones son la que experimenta este escriba al momento de administrar solidaridades.
Porque por un lado, nobleza obliga, debe ser repudiada la inclusión de periodistas en una denuncia de esta naturaleza, ya que, le pese a quien le pese, es una manera de criminalizar la libertad de expresión por la que tanto reclamamos.
De modo tal que uno debe, de puro bien nacido, solidarizarse con los periodistas alcanzados por esa denuncia, luego, rectificada.
Pero por el otro lado, cuando se hace un ejercicio de memoria y análisis sobre la autodeclamada condición de "periodistas militantes " de los mencionados, uno piensa que estos “periodistas militantes” han dejado de lado su condición de periodistas (si es que alguna vez lo fueron), y han elegido convertirse en propagandistas rentados.
La única militancia que el periodista debe transitar es para con la verdad.
Así las cosas, realmente cuesta muchísimo solidarizarse con gente que ha bastardeado de tal forma esta profesión predominantemente vocacional, igualando para abajo y vulgarizando la realidad hasta confundir los tantos de manera siniestra.
Uno se siente obligado a observar un cierto grado de inevitable hipocresía al solidarizarse con la gente que propala el relato falseado, la historia argentina reescrita, con la gente que expone las operaciones de prensa de la SI (ex SIDE) como si fueran genuinas noticias, o que envía noteros camuflados a sembrar discordia en una protesta ciudadana. Pero, para bien o para mal, si defendemos la libertad de expresión hasta ellos deben tenerla, y nosotros debemos defenderla.
Es una solidaridad expresada mirando para otro lado y con un broche en la naríz. Pero solidaridad al fin.
De olvidos e injusticias
Se pregunta uno dónde estuvo la solidaridad de estos hoy “damnificados” cuando el director de este medio, Christian Sanz, era sistemáticamente amenazado y querellado por cuanto funcionario kirchnerista fuera objeto de sus notas, o cuando Carlos Pagni (La Nación), Roberto García (Perfil), Edgar Mainhard (Urgente 24) y Héctor Alderete (Seprin) son imputados en una supuesta causa de hackeo de mails que partió de los propios servicios de inteligencia oficiales.
No he leído a ningún “periodista militante” solidarizarse con esos colegas.
Ninguno de ellos estuvo cuando Perfil, de Jorge Fontevecchia, fue “sancionado” con la quita de pauta publicitaria oficial.
Ni que hablar de aquellos impresentables “juicios éticos” de Hebe de Bonafini hacia personalidades de la talla de Magdalena Ruiz Guiñazú, por caso.
Tampoco los vi solidarizarse cuando el oficialismo imprimió y pegó aquellos infames carteles de periodistas de Clarín como colaboracionistas de la dictadura, o instaban a que niños escupieran sus fotos.
No solo no se solidarizaron; festejaron la barbarie.
Créame, amigo lector, es horrible sentirse obligado a solidarizarse con miserables.
En el final, la cosa es definir el rol
Y creo que por aquí debe pasar el desentramado de esta madeja tan hábilmente tejida por el kirchnerismo.
Definir claramente cuál es el rol y las características que definen a un periodista, y que lo diferencian de un vulgar propagandista.
Es la única manera que tiene el público para tamizar crónicas fidedignas y separarlas de la vulgar (y hoy brutal) propaganda goebelliana.
Clarín ha patinado mal y hay que decirlo. No sorprende si se tiene en cuenta la histórica doble y triple moral del grupo periodístico.Debió direccionar su denuncia únicamente sobre funcionarios y dirigentes afines al régimen que gobierna, haciendo prudente omisión de cualquier periodista o pseudo periodista oficialista.
Pero del mismo modo en que se dice esto, es imprescindible señalar que los comunicadores que trabajan en los medios oficialistas NO son periodistas; son meros empleados estatales con opinión pre redactada. Y esto comprende desde el absurdo Orlando Barone hasta el alguna vez prestigioso Víctor Hugo Morales.
Propagandistas rentados al servicio de un gobierno que tergiversó absolutamente todo en la Argentina.
- Si han reescrito la historia argentina de los últimos 40 años.
- Si han tomado a un usurero y lo han convertido en prócer.
- Si han convertido vulgares asesinos en luchadores sociales.
¿A quién le puede sorprender que hayan nucleado a un grupo de mercenarios para hacerlos pasar por periodistas?
Vaya entonces, nuestra solidaridad para con los mercenarios de la palabra. Y luego de eso, 30 gotas de Reliverán.
Fabián Ferrante