Se cumplen 100 años del genocidio armenio

El pueblo de Armenia revive la peor tragedia de su historia, una mancha imborrable para toda la humanidad. En medio del negacionismo turco, y frases relativas a todo genocidio, Argentina se solidariza.

“No fueron tantos, el número es exagerado. Se marcharon, ahora están en otro territorio. Algo habrán hecho para provocar su destino” ¿Les suena? El argumento del genocida, en cualquier sociedad sin importar la época, para excusarse de una reivindicación y la dignidad que significa perdir perdón (no sólo con palabras). El número, como en toda masacre, sólo sirve para redondear la cifra. No cambia el hecho en absoluto.

En 1915, el Gobierno otomano ordenó la deportación de los armenios, una comunidad cristiana, a los desiertos de Siria. En la persecución que siguió murieron cerca de un millón de personas. Estas son las claves de un genocidio que comenzó hace ahora 100 años.

El contexto. Un imperio en descomposición.

A principios del siglo XX, entre 1,5 y dos millones de armenios habitaban el Imperio Otomano, y algunos miembros de la comunidad gozaban de posiciones respetables en el seno de la Administración —hubo incluso ministros armenios—, en los negocios financieros o como arquitectos de la corte del sultán, pues era notoria su fama de hábiles artesanos (la industria de los platillos de batería a nivel mundial tiene su origen en los armenios de Estambul).
Pero el estado del imperio era deplorable: en los 50 años previos a la Primera Guerra Mundial, los otomanos habían perdido vastas extensiones de su territorio ante las potencias europeas de la época, provocando un éxodo de varios millones de refugiados musulmanes hacia Anatolia, que llevaban consigo el odio a los cristianos que los habían perseguido y expulsado de los Balcanes, Crimea y el Cáucaso, algo que contribuyó al auge de movimientos nacionalistas turco-musulmanes.
La situación económica también era catastrófica, y el Estado Otomano se veía continuamente obligado a hacer concesiones a sus prestamistas: las mismas potencias europeas que lo derrotaban en el campo de batalla. En las provincias de Anatolia Oriental, los armenios eran sometidos al constante pillaje de las tribus kurdas y al maltrato de las autoridades otomanas, por lo que surgieron varias organizaciones como la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) o el Partido Hunchak, que buscaban un levantamiento general y la intervención de las potencias en su auxilio, en especial de Rusia. La represión de las autoridades otomanas fue brutal y decenas de miles de armenios fueron masacrados en los pogromos de 1891-1896 y 1909.

¿Cómo se llevaron a cabo las deportaciones? Las marchas de la muerte

La participación otomana en la guerra mundial se abrió con una sonora derrota ante los rusos en el frente del Cáucaso. Pese a que la razón principal fue la desastrosa estrategia de los mandos otomanos, el Gobierno, liderado de facto por un triunvirato de nacionalistas turcos —Enver, Talat y Cemal—, la atribuyó al supuesto apoyo de la población local armenia a las tropas del zar. Al mismo tiempo, se producían levantamientos de los partidos revolucionarios armenios en las localidades de Zeitun y Van, lo que fue utilizado por las autoridades para tachar a toda la población armenia de quintacolumnista.
El 24 de abril de 1915, unos 250 intelectuales y líderes armenios de Estambul fueron detenidos y deportadas a Ankara, donde serían ejecutados. Era el inicio de un plan de limpieza étnica que quedaría plasmado en la Ley de Traslado y Reasentamiento, aprobada el 27 de mayo.
Excepto en Estambul y Esmirna y algunas localidades más pequeñas, que se librarían de las deportaciones por intercesión de las autoridades otomanas, en prácticamente todas las poblaciones se siguió el mismo método: primero se obligó a los armenios a entregar sus armas —a los soldados armenios del Ejército otomano se les reubicó en batallones de trabajo—, después se detuvo y asesinó a los notables; posteriormente se anunció a los armenios que serían deportados. Antes de iniciarse la marcha, los hombres mayores de edad eran separados de mujeres, niños y ancianos y, en la mayor parte de los casos, ejecutados.
La ruta, a través de la estepa de Anatolia y con destino a los desiertos de Siria, se convirtió en verdaderas marchas de la muerte. Sin apenas acceso a comida o agua, diezmados por las enfermedades, miles de armenios murieron por los caminos. Las columnas de deportados eran habitualmente sometidas a las vejaciones de los gendarmes y a los ataques de bandas de kurdos, turcomanos y circasianos, que además de despojarles de sus pertenencias, raptaban a las jóvenes para violarlas o tomarlas como esposas. El sufrimiento era tal, que no pocas mujeres se suicidaron lanzándose junto a sus niños a los ríos o por los precipicios.
Aquellos que lograron llegar hasta Urfa, Alepo o Deir ez-Zor eran prácticamente muertos vivientes: “Vimos a muchos armenios que habían llegado antes que nosotros y se habían convertido en esqueletos —narra uno de los deportados que fueron entrevistados en el libro Survivors, de Donald E. Miller y Lorna Touryan—. Nos rodeaban tantos esqueletos, que parecía que estuviésemos en el infierno. Todos estaban hambrientos y tenían sed, y buscaban caras conocidas que les ayudasen. Nos sentimos terriblemente desesperanzados”.

¿Cuántos armenios murieron? La guerra de las cifras

La cifra de víctimas y deportados continúa siendo hoy motivo de disputa, ya que ambas partes ocultan o utilizan de forma interesada los documentos de la época.
De acuerdo a las autoridades de Armenia, 1,5 millones de armenios perecieron en el genocidio, mientras que los nacionalistas turcos más recalcitrantes los reducen a menos de 300.000.
Según los documentos del ministro de Interior otomano, Talat Pasha, publicados hace siete años, en torno a un millón de armenios fueron deportados, cifra que a grandes rasgos coincide con la ofrecida en la época por las misiones militares y diplomáticas de EE UU (1,1 millones) y Gran Bretaña (1,2 millones) o las facilitadas por la delegación armenia a la Conferencia de París de 1919 (700.000).
En 1916, Arnold J. Toynbee, un historiador británico encargado por su país de documentar las masacres armenias, hablaba de 600.000 muertos, otros tantos supervivientes de las deportaciones —parte de los cuales moriría posteriormente por enfermedades o ataques— y más de medio millón de armenios que habrían escapado a las deportaciones, algunos de ellos convirtiéndose al islam. El embajador estadounidense en Estambul durante la guerra, Henry Morgenthau, coincide con estos cálculos y habla de entre 600.000 y un millón de muertos. El propio Ministerio del Interior Otomano hacía, en 1919, una estimación de 800.000 muertos armenios.

¿Qué ocurrió con los responsables? Operación Venganza

Los Estados vencedores de la contienda mundial forzaron al Imperio Otomano a juzgar, si bien in absentia, a los responsables de las deportaciones de armenios, pero la falta de una legislación penal internacional apropiada y el inicio de la Guerra de Liberación Turca (1919-1922), que expulsó a las fuerzas aliadas de Anatolia y puso fin al Imperio Otomano, hizo que las potencias se desentendiesen de los juicios.
En un congreso de la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) de 1919, se decidió que, ante la falta de castigo a los responsables —la mayoría de los cuales habían huido del Imperio Otomano—, había que tomarse la justicia por su mano. El exiliado armenio Shahan Natalie, cuya familia había sido asesinada en las masacres otomanas de finales del siglo XIX, fue el encargado de planear la operación de castigo, bautizada Némesis en honor a la diosa griega de la justicia y la venganza. En espacio de tres años, los principales responsables políticos de la penuria de los armenios fueron cayendo bajo las balas de los pistoleros armenios, entre otros, el ministro de Interior Talat Pachá, en Berlín; el Gran Visir Said Halim, en Roma, y el gobernador de Siria, Cemal Pachá en Tbilisi. Enver Pachá, otro de los responsables, moriría luchando contra los soviéticos en Asia Central.
Décadas más tarde, un grupo de descendientes de supervivientes armenios fundó el Ejército Secreto para la Liberación de Armenia (ASALA), organización armada cuyo objetivo era forzar al Gobierno turco a reconocer el genocidio armenio, pagar indemnizaciones a sus víctimas y ceder parte de su territorio a una Gran Armenia. ASALA actuó entre 1975 y 1991, asesinando a 46 personas —en su mayoría, diplomáticos turcos— y cometiendo atentados contra civiles en los aeropuertos de Ankara y París-Orly. En 1975, los militantes armenios atacaron el vehículo de la embajada turca en España, matando a tres personas, y en 1979 colocaron sendas bombas en la sede madrileña de dos aerolíneas.

¿Qué ocurrió con los supervivientes? La diáspora

Al término de la Primera Guerra Mundial, se lanzó una campaña de ayuda internacional a los supervivientes de las deportaciones, y en los años siguientes muchos fueron embarcados con destino a Europa y América. Algunos permanecieron en los territorios que hoy forman Siria y el Líbano, y aquellos que habitaban en el este de Anatolia escaparon a la recién creada Armenia soviética.

Las implicaciones internacionales

Hasta la fecha, 22 países el mundo han reconocido las matanzas sufridas por los armenios como genocidio, entre ellos, Rusia y la mitad de los socios de la UE. En Latinoamérica, los Parlamentos de Uruguay, Argentina, Venezuela y Chile han hecho lo propio, mientras que en España solo lo han aprobado los Parlamentos autonómicos de Euskadi, Baleares, Navarra y Cataluña.



El Papa, a los turcos: “No podemos callar lo que hemos visto”

El pontífice no hizo alusión a la referencia que el fin de semana hizo acerca de lo que denominó “el primer genocidio del siglo XX”, pero dijo en la misa matutina en su residencia de la Casa Santa Marta que la Iglesia tiene que “decir las cosas con libertad”.
“Solo el Espíritu Santo es capaz de cambiar nuestra actitud, la historia de nuestra vida y darnos valor”, dijo el Papa,que se apoyó en su homilía en los Hechos de los Apóstoles, según Radio Vaticano.
Francisco recordó que los apóstoles Pedro y Juan, tras haber hecho un milagro, fueron apresados y amenazados por los sacerdotes para que no hablaran más en nombre de Jesús, "pero ellos continúan adelante y cuando vuelven a los hermanos les animan a proclamar la palabra de Dios ‘con franqueza’ ".
"También el mensaje de la Iglesia es el mensaje del camino de la franqueza, del camino del valor cristiano. Aquellos dos, sencillos, como dice la Biblia, sin instrucciones, tuvieron valor. Una palabra que se puede traducir como ‘valor’,‘franqueza’, ‘libertad de hablar’, ‘no tener miedo de decir las cosas’", añadió.
El contenido de la homilía del Papa se conoce al día siguiente de que recordara el “atroz y descabellado exterminio” del pueblo armenio, un episodio del que actualmente se cumple el primer centenario y que calificó como “el primer genocidio del siglo XX”.
Sus palabras se produjeron durante el saludo inicial a los participantes de la misa por el centenario del “martirio” armenio, celebrada en la basílica de San Pedro y en la que se proclamó doctor de la Iglesia a San Gregorio di Narek.

Galería de fotos: El genocidio armenio en fotos, 100 años después - Infobae

El pueblo de Armenia revive la peor tragedia de su historia, una mancha imborrable para toda la humanidad. En medio del negacionismo turco, y frases relativas a todo genocidio, Argentina se solidariza.

“No fueron tantos, el número es exagerado. Se marcharon, ahora están en otro territorio. Algo habrán hecho para provocar su destino” ¿Les suena? El argumento del genocida, en cualquier sociedad sin importar la época, para excusarse de una reivindicación y la dignidad que significa perdir perdón (no sólo con palabras). El número, como en toda masacre, sólo sirve para redondear la cifra. No cambia el hecho en absoluto.

En 1915, el Gobierno otomano ordenó la deportación de los armenios, una comunidad cristiana, a los desiertos de Siria. En la persecución que siguió murieron cerca de un millón de personas. Estas son las claves de un genocidio que comenzó hace ahora 100 años.

El contexto. Un imperio en descomposición.

A principios del siglo XX, entre 1,5 y dos millones de armenios habitaban el Imperio Otomano, y algunos miembros de la comunidad gozaban de posiciones respetables en el seno de la Administración —hubo incluso ministros armenios—, en los negocios financieros o como arquitectos de la corte del sultán, pues era notoria su fama de hábiles artesanos (la industria de los platillos de batería a nivel mundial tiene su origen en los armenios de Estambul).
Pero el estado del imperio era deplorable: en los 50 años previos a la Primera Guerra Mundial, los otomanos habían perdido vastas extensiones de su territorio ante las potencias europeas de la época, provocando un éxodo de varios millones de refugiados musulmanes hacia Anatolia, que llevaban consigo el odio a los cristianos que los habían perseguido y expulsado de los Balcanes, Crimea y el Cáucaso, algo que contribuyó al auge de movimientos nacionalistas turco-musulmanes.
La situación económica también era catastrófica, y el Estado Otomano se veía continuamente obligado a hacer concesiones a sus prestamistas: las mismas potencias europeas que lo derrotaban en el campo de batalla. En las provincias de Anatolia Oriental, los armenios eran sometidos al constante pillaje de las tribus kurdas y al maltrato de las autoridades otomanas, por lo que surgieron varias organizaciones como la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) o el Partido Hunchak, que buscaban un levantamiento general y la intervención de las potencias en su auxilio, en especial de Rusia. La represión de las autoridades otomanas fue brutal y decenas de miles de armenios fueron masacrados en los pogromos de 1891-1896 y 1909.

¿Cómo se llevaron a cabo las deportaciones? Las marchas de la muerte

La participación otomana en la guerra mundial se abrió con una sonora derrota ante los rusos en el frente del Cáucaso. Pese a que la razón principal fue la desastrosa estrategia de los mandos otomanos, el Gobierno, liderado de facto por un triunvirato de nacionalistas turcos —Enver, Talat y Cemal—, la atribuyó al supuesto apoyo de la población local armenia a las tropas del zar. Al mismo tiempo, se producían levantamientos de los partidos revolucionarios armenios en las localidades de Zeitun y Van, lo que fue utilizado por las autoridades para tachar a toda la población armenia de quintacolumnista.
El 24 de abril de 1915, unos 250 intelectuales y líderes armenios de Estambul fueron detenidos y deportadas a Ankara, donde serían ejecutados. Era el inicio de un plan de limpieza étnica que quedaría plasmado en la Ley de Traslado y Reasentamiento, aprobada el 27 de mayo.
Excepto en Estambul y Esmirna y algunas localidades más pequeñas, que se librarían de las deportaciones por intercesión de las autoridades otomanas, en prácticamente todas las poblaciones se siguió el mismo método: primero se obligó a los armenios a entregar sus armas —a los soldados armenios del Ejército otomano se les reubicó en batallones de trabajo—, después se detuvo y asesinó a los notables; posteriormente se anunció a los armenios que serían deportados. Antes de iniciarse la marcha, los hombres mayores de edad eran separados de mujeres, niños y ancianos y, en la mayor parte de los casos, ejecutados.
La ruta, a través de la estepa de Anatolia y con destino a los desiertos de Siria, se convirtió en verdaderas marchas de la muerte. Sin apenas acceso a comida o agua, diezmados por las enfermedades, miles de armenios murieron por los caminos. Las columnas de deportados eran habitualmente sometidas a las vejaciones de los gendarmes y a los ataques de bandas de kurdos, turcomanos y circasianos, que además de despojarles de sus pertenencias, raptaban a las jóvenes para violarlas o tomarlas como esposas. El sufrimiento era tal, que no pocas mujeres se suicidaron lanzándose junto a sus niños a los ríos o por los precipicios.
Aquellos que lograron llegar hasta Urfa, Alepo o Deir ez-Zor eran prácticamente muertos vivientes: “Vimos a muchos armenios que habían llegado antes que nosotros y se habían convertido en esqueletos —narra uno de los deportados que fueron entrevistados en el libro Survivors, de Donald E. Miller y Lorna Touryan—. Nos rodeaban tantos esqueletos, que parecía que estuviésemos en el infierno. Todos estaban hambrientos y tenían sed, y buscaban caras conocidas que les ayudasen. Nos sentimos terriblemente desesperanzados”.

¿Cuántos armenios murieron? La guerra de las cifras

La cifra de víctimas y deportados continúa siendo hoy motivo de disputa, ya que ambas partes ocultan o utilizan de forma interesada los documentos de la época.
De acuerdo a las autoridades de Armenia, 1,5 millones de armenios perecieron en el genocidio, mientras que los nacionalistas turcos más recalcitrantes los reducen a menos de 300.000.
Según los documentos del ministro de Interior otomano, Talat Pasha, publicados hace siete años, en torno a un millón de armenios fueron deportados, cifra que a grandes rasgos coincide con la ofrecida en la época por las misiones militares y diplomáticas de EE UU (1,1 millones) y Gran Bretaña (1,2 millones) o las facilitadas por la delegación armenia a la Conferencia de París de 1919 (700.000).
En 1916, Arnold J. Toynbee, un historiador británico encargado por su país de documentar las masacres armenias, hablaba de 600.000 muertos, otros tantos supervivientes de las deportaciones —parte de los cuales moriría posteriormente por enfermedades o ataques— y más de medio millón de armenios que habrían escapado a las deportaciones, algunos de ellos convirtiéndose al islam. El embajador estadounidense en Estambul durante la guerra, Henry Morgenthau, coincide con estos cálculos y habla de entre 600.000 y un millón de muertos. El propio Ministerio del Interior Otomano hacía, en 1919, una estimación de 800.000 muertos armenios.

¿Qué ocurrió con los responsables? Operación Venganza

Los Estados vencedores de la contienda mundial forzaron al Imperio Otomano a juzgar, si bien in absentia, a los responsables de las deportaciones de armenios, pero la falta de una legislación penal internacional apropiada y el inicio de la Guerra de Liberación Turca (1919-1922), que expulsó a las fuerzas aliadas de Anatolia y puso fin al Imperio Otomano, hizo que las potencias se desentendiesen de los juicios.
En un congreso de la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) de 1919, se decidió que, ante la falta de castigo a los responsables —la mayoría de los cuales habían huido del Imperio Otomano—, había que tomarse la justicia por su mano. El exiliado armenio Shahan Natalie, cuya familia había sido asesinada en las masacres otomanas de finales del siglo XIX, fue el encargado de planear la operación de castigo, bautizada Némesis en honor a la diosa griega de la justicia y la venganza. En espacio de tres años, los principales responsables políticos de la penuria de los armenios fueron cayendo bajo las balas de los pistoleros armenios, entre otros, el ministro de Interior Talat Pachá, en Berlín; el Gran Visir Said Halim, en Roma, y el gobernador de Siria, Cemal Pachá en Tbilisi. Enver Pachá, otro de los responsables, moriría luchando contra los soviéticos en Asia Central.
Décadas más tarde, un grupo de descendientes de supervivientes armenios fundó el Ejército Secreto para la Liberación de Armenia (ASALA), organización armada cuyo objetivo era forzar al Gobierno turco a reconocer el genocidio armenio, pagar indemnizaciones a sus víctimas y ceder parte de su territorio a una Gran Armenia. ASALA actuó entre 1975 y 1991, asesinando a 46 personas —en su mayoría, diplomáticos turcos— y cometiendo atentados contra civiles en los aeropuertos de Ankara y París-Orly. En 1975, los militantes armenios atacaron el vehículo de la embajada turca en España, matando a tres personas, y en 1979 colocaron sendas bombas en la sede madrileña de dos aerolíneas.

¿Qué ocurrió con los supervivientes? La diáspora

Al término de la Primera Guerra Mundial, se lanzó una campaña de ayuda internacional a los supervivientes de las deportaciones, y en los años siguientes muchos fueron embarcados con destino a Europa y América. Algunos permanecieron en los territorios que hoy forman Siria y el Líbano, y aquellos que habitaban en el este de Anatolia escaparon a la recién creada Armenia soviética.

Las implicaciones internacionales

Hasta la fecha, 22 países el mundo han reconocido las matanzas sufridas por los armenios como genocidio, entre ellos, Rusia y la mitad de los socios de la UE. En Latinoamérica, los Parlamentos de Uruguay, Argentina, Venezuela y Chile han hecho lo propio, mientras que en España solo lo han aprobado los Parlamentos autonómicos de Euskadi, Baleares, Navarra y Cataluña.



El Papa, a los turcos: “No podemos callar lo que hemos visto”

El pontífice no hizo alusión a la referencia que el fin de semana hizo acerca de lo que denominó “el primer genocidio del siglo XX”, pero dijo en la misa matutina en su residencia de la Casa Santa Marta que la Iglesia tiene que “decir las cosas con libertad”.
“Solo el Espíritu Santo es capaz de cambiar nuestra actitud, la historia de nuestra vida y darnos valor”, dijo el Papa,que se apoyó en su homilía en los Hechos de los Apóstoles, según Radio Vaticano.
Francisco recordó que los apóstoles Pedro y Juan, tras haber hecho un milagro, fueron apresados y amenazados por los sacerdotes para que no hablaran más en nombre de Jesús, "pero ellos continúan adelante y cuando vuelven a los hermanos les animan a proclamar la palabra de Dios ‘con franqueza’ ".
"También el mensaje de la Iglesia es el mensaje del camino de la franqueza, del camino del valor cristiano. Aquellos dos, sencillos, como dice la Biblia, sin instrucciones, tuvieron valor. Una palabra que se puede traducir como ‘valor’,‘franqueza’, ‘libertad de hablar’, ‘no tener miedo de decir las cosas’", añadió.
El contenido de la homilía del Papa se conoce al día siguiente de que recordara el “atroz y descabellado exterminio” del pueblo armenio, un episodio del que actualmente se cumple el primer centenario y que calificó como “el primer genocidio del siglo XX”.
Sus palabras se produjeron durante el saludo inicial a los participantes de la misa por el centenario del “martirio” armenio, celebrada en la basílica de San Pedro y en la que se proclamó doctor de la Iglesia a San Gregorio di Narek.

Galería de fotos: El genocidio armenio en fotos, 100 años después - Infobae

1 me gusta

100 años y cada gobierno turco calló sobre esto. Ya no es el hecho del genocidio en sí, es el hecho de la negación del genocidio

2 Me gusta

También hay un tema con una región armenia en Azerbaiyan (Nagorno Karabaj)

2 Me gusta