Les traigo un tema que sé que les puede interesar sobretodo a los que han leído sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial. Si bien no es un tema necesariamente nuevo (es más bien una constante, más o menos activa dependiendo de qué esta pasando en cada momento), vuelve a resurgir a partir de la guerra civil en Ucrania, que enfrenta a la OTAN y Rusia. Se trata del rol que jugó Rusia en dicho conflicto histórico mundial. Desde hace un tiempo autoridades rusas, la cadena rusa RT y la prensa alternativa en el ciberespacio (más pro rusa que occidental) vienen denunciando un nuevo intento, esta vez muy activo, de reescribir el rol que ese país jugó. Hay que tener en cuenta que para un país que perdió millones de soldados este tema es cuestión directamente de Estado.
La idea más popular y difundida del conflicto dice que hubo dos bandos: aliados y el eje. Del lado de los aliados estaban principalmente los EE.UU., Gran Bretaña, Rusia y Francia. Del lado del eje, Alemania, Italia y Japón, principalmente. Esta es la idea básica que siempre ha guiado la difusión popular de esos eventos. Sin embargo, la coyuntura internacional inmediatamente posterior a la guerra llevó a los dos nuevos grandes ejes a pelear por la repartición del mundo. Además de las guerras proxis (ambos países financiando desde atrás a ejércitos y rebeliones en otros países), en esta repartición jugaba un rol clave la propaganda ideológica. En este punto es donde comienza un intento poco efectivo de reescribir los hechos históricos popularmente conocidos para situar a Rusia del lado del eje. No tengo ahora los materiales a mano como para profundizar en esto, pero el punto era que ese intento fue en vano porque los sucesos fueron relativa y generacionalmente recientes para todos los países del mundo. Encima quedó luego sepultado una vez que cayó la URSS y Rusia viró a un intento de economía de libre mercado.
¿Qué pasa ahora? Que los actores que mencioné al principio están denunciando desde hace tiempo, pero sobretodo a partir del conflicto en Ucrania, una operación ideológica y propagandística para lograr revivir ese intento. Abro entonces este espacio para ir subiendo material en donde se realizan estas denuncias y se explica cuál es la operación y el alcance de la misma. Pero lo que me interesa son sus opiniones sobre esos materiales; yo no he profundizado mucho sobre el tema y quizás alguno sabe un poco más de ciertos aspectos políticos de ese conflicto y puede discutir o acordar con las argumentaciones de los denunciantes. Dejó entonces en el spoiler una primera pieza muy reciente que me parece que condensa tres cuestiones:
- Quienes están operando
- Cómo se realiza esa operación
- Que hechos históricos se están tergiversando
[SPOILER] El día que Occidente prefiere olvidar por Michael Jabara Carley
La OTAN pretende reescribir la Historia. Para ese bloque militar, la Segunda Guerra Mundial no fue un conflicto interno del capitalismo sino una lucha gloriosa de la democracia en contra del nazismo. Por ello, la Unión Soviética no pudo haber jugado un papel importante en el conflicto. Todo lo contrario, nos dicen que el régimen de Stalin mantuvo la más larga alianza posible con el Mal. Pero esa propaganda no coincide con los hechos.
¿Cúantas veces ha escuchado usted que el pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética se firmó el 23 de agosto de 1939? Ese día, Adolf Hitler y Josef Stalin, iguales como dos gotas de agua, dividieron el este de Europa desde el Báltico hasta el Mar Negro. Con ello se iniciaba la Segunda Guerra Mundial. Stalin apuñaló por la espalda a Gran Bretaña y Francia, las llamadas democracias occidentales, que en realidad eran los dos imperios coloniales más grandes del mundo.
No olvide usted la fecha, pues aparte de las numerosas referencias que se hacen a ella constantemente, a través de los medios de información masiva, ese día es hoy conocido como el «Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo». En 2008, el Parlamento Europeo anunció la brillante idea de crear «un día digno e imparcial para recordar a las víctimas de todos los regímenes totalitarios y autoritarios». Esa fecha se ha conmemorado anualmente desde 2009. Varios grupos políticos de centro-derecha dentro del Parlamento Europeo, junto con la OTAN (léase Estados Unidos) y la Asamblea Parlamentaria, grupos que generaron o respaldaron la idea. No es por mera coincidencia que, en 2009, la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) y durante la reunión en Lituania, también se haya aprobado una resolución «equiparando la participación de la URSS y la Alemania nazi en el inicio de la Segunda Guerra Mundial». La resolución de la OSCE, no tiene ninguna relación en absoluto con lo que realmente sucedió durante los años 1930. Su objetivo es “reescribir” la historia. Está claro que toda esta reestructuración política tiene otro propósito: atacar a la Federación Rusa y a Vladimir Putin, blanco de los rusófobos occidentales.
Pero existe otra fecha que hubiera sido mejor conmemorar si Europa realmente hubiese querido recordar como comenzó la Segunda Guerra Mundial. Yo propongo el 30 de septiembre de 1938. Ese día, el primer ministro británico Neville Chamberlain y el primer ministro francés Edouard Daladier se reunieron en Munich con Hitler y con su amanuense, el fascista italiano Benito Mussolini, para despedazar Checoslovaquia. Tanto los diplomáticos checos y como los soviéticos fueron excluidos de las reuniones de Munich. Hitler no los quería allí. El führer exigió los Sudetes, con sus poblaciones mayoritariamente alemanas. Autodeterminación fue su argumentación. Pero el propósito real era destruir Checoslovaquia, que constituía un obstáculo a la dominación alemana sobre Europa, así como aislar a la URSS.
Es más, la URSS hizo todo lo razonablemente posible para apoyar la seguridad colectiva de Europa y la resistencia checoslovaca contra la agresión nazi. Fueron los franceses y los ingleses, y especialmente éstos últimos, quienes esquivaron la batalla. Los franceses actuaron con cobardía. El ministro francés de Relaciones Exteriores, Georges Bonnet, argumentó que Francia no podía pelear y que, de hacerlo, estaría exponiéndose a la derrota y a una revolución comunista. León Trotski solía decir que la guerra era a menudo la partera de la revolución. Bonnet y muchos de sus colegas franceses obviamente pensaban lo mismo.
Chamberlain fue menos cobarde y estaba más decidido a no dejarse arrastrar a la guerra por un Estado condenado e inviable. De acuerdo con Bonnet, Checoslovaquia no era para los ingleses más que «trapos y parches remendados por el tratado de Versalles… nadie debe morir por protegerla». Chamberlain pensaba que podría llegar a un acuerdo con Hitler, y Checoslovaquia era un sacrificio menor para alcanzar ese acuerdo.
En la Cámara de los Comunes, Chamberlain dijo a los líderes de la oposición británica que Hitler era «un hombre de honor» que mantendría la paz luego de haber obtenido los Sudetes. Cuando los líderes de la oposición expresaron sus dudas, Chamberlain reaccionó con irritación. «Me he reunido con Hitler», dijo, «y le creo». Estas resultaron palabras fatuas, porque la débil Checoslovaquia desapareció unos cuantos meses después, en marzo de 1939.
Para Chamberlain, una alianza con la URSS en contra de Alemania nazi era una última opción, o una opción inexistente. Era más atractiva la idea de llegar a un acuerdo con Hitler. Una alianza con la URSS contra de la Alemania nazi significaba la guerra. «Guerra preventiva», dijo Bonnet, un cobarde que perdería la compostura durante la crisis de Munich.
«¡Ustedes quieren la guerra!», fue la acusación principal que los conservadores y la derecha europea lanzaron contra quienes buscaban organizar la resistencia contra la agresión nazi. Stalin lo comprendió. Fue sólo en 1939, cuando ingleses y franceses seguían resistiéndose a organizar un frente común contra la Alemania nazi, que Stalin se decidió a conversar con Hitler. Para el gobierno soviético, Munich fue la gota que colmó el vaso y que condujo directamente al pacto de no agresión germano-soviético. Pero el pacto de no agresión de Munich era exactamente lo mismo. Si los occidentales estaban tan furiosos era porque Stalin había logrado lo que ellos no habían podido obtener el año anterior en Munich. Aquello era un sálvese quién pueda, no una estrategia de seguridad a largo plazo. Era una maniobra que sólo incentivaría al agresor, tal y como lo comprobaría Stalin en junio de 1941.
Muchos historiadores han tratado de defender la traición de Chamberlain a Checoslovaquia. Inglaterra no estaba preparada para la guerra y tenía que ganar tiempo. Hay que reconocer los hechos cuando es preciso. Los defensores de Chamberlain han investigado mucho y gastado mucha tinta para salvar su reputación. Pero no creo que lo hayan logrado. Los críticos de su época lo juzgaron correctamente. De acuerdo con el periódico Manchester Guardian, a principios de 1939, la paz británica era «una manera inteligente de vender a los amigos para pagarle a los enemigos».
Si hay un Estado que merece ser condenado por haber saboteado la seguridad colectiva en los años 1930, es más bien Gran Bretaña y no la URSS. Los británicos rechazaron repetidamente propuestas soviéticas a favor de la creación de una alianza antinazi, o bloquearon el mejoramiento de las relaciones francesas con Moscú. Como ustedes saben, Francia, siempre actuó como un satélite de los anglosajones, entonces lo fue del Reino Unido, actualmente es un satélite de Estados Unidos.
Hoy todo ha cambiado, pero nada ha cambiado. Durante los años entre guerras, el fascismo se hizo atractivo para las elites capitalistas asustadas ante el socialismo y la URSS. Y después de la Segunda Guerra Mundial, recuperó su poder de atracción ante las élites «liberales» de Occidente, primero de manera más o menos clandestina y hoy incluso oficialmente.
Con su postura rusofóbica, la Unión Europea ha decidido condenar «la realización de demostraciones públicas que glorifiquen pasados nazis o stalinistas», pero de alguna manera la parte que condenaba las celebraciones nazis ha desaparecido del argumento. Hay muchas demostraciones en los Estados bálticos que conmemoran a los soldados de las SS que pelearon contra del Ejército Rojo del lado de la Alemania nazi. ¿Y qué decir de Ucrania? Allí se homenajea abiertamente al colaborador nazi Stepan Bandera e incluso a Hitler. Los camisas pardas de la derecha representan la vanguardia de la junta de Kiev, y derrocaron al gobierno electo de Ucrania en un golpe de Estado respaldado por Occidente. La Unión Europea y Estados Unidos lo niegan. Según ellos, hay sólo unos cuantos «elementos malos» en Kiev, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Si yo fuera miembro del Parlamento Europeo propondría que esa asamblea reconociera el 30 de septiembre como el día en que Occidente traicionó a Checoslovaquia y pisoteó la seguridad colectiva ante la Alemania nazo. De ese grave acto fue culpable Gran Bretaña, no la URSS. Se trata de una responsabilidad muy difícil de asumir, incluso hoy en día, lo cual es la razón por la que no se escucha nada sobre esto en los medios masivos de comunicación.
Los checoslovacos tenían al menos una democracia que funcionaba, y que era única en Europa central o del este en aquel momento. En los Estados del Báltico y Polonia pululaban los simpatizantes del fascismo y el antisemitismo. ¿Qué pasó con los «valores» occidentales? No pasan de ser mentiras, desde luego, a menos que usted crea que la hipocresía, la doble moral o a la rusofobia son valores.
Naturalmente, si yo fuera miembro del Parlamento Europeo, me tildarían de loco o de agente de Putin. Como historiador, puede que me traten de igual manera, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
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