RIVER NO PARA…
Goleó, pero Carrasco se fue serio
Jorge Rodríguez grita su gol, La Luz lo sufre. [SIZE=2]River Plate le estampó 3:0 a Central Español. Una victoria inapelable, aunque de pronto haya merecido y no conseguido una diferencia más terminante aún, por el juego desplegado. Algo así debe haber sentido Carrasco, que lo vimos con gesto adusto, aunque tranquilo…
¿Recuerda que hubo un penal que no sancionó Sigler en el comienzo del encuentro a favor de River? ¿Recuerda las infracciones que cometió Central y que debieron terminar con segunda amarilla -Gard, Castro, La Luz-? ¿Tiene en mente las jugadas que Central ofensivamente hizo y que pudieron ser gol? Muy difícil. Es que uno se queda prendido con otra imagen. Se hipnotiza con el vértigo de River Plate. Con el toque y devolución, con el pique y el pase que corta profundo. Con el pitazo del juez y a los dos segundos la pelota viaja a una velocidad a la que no estamos acostumbrados, porque no hay ceremonia para ejecutar la pena. Pero sí se acuerda como fueron los goles de River. Si se acuerda de que creó una decena de situaciones de gol, varias de ellas salvadas por el único jugador de Central que le quedó en la mente: Sebastián Sosa, el golero.
Es como una invasión de marabunta, un enjambre que se viene y que cuando pasó, fue tanta la conmoción que recién un rato después de que dejaron atrás su ruidoso andar, uno mira y evalúa el destrozo.
River volvió a ganar. Volvió a anotar tres goles. Volvió a terminar sin ser vencido. La estadística marca que lleva 34 goles a favor y 5 en contra en nueve fechas. Y sabe qué, si hasta quizás le haya quedado una sensación de poco, como seguramente le pasó al propio Juan Ramón Carrasco, de acuerdo a los gestos con que encamino el retorno al vestuario.
Y si le pasó eso, está bien. Porque River fue más que ese 3:0 final. No nos mintamos con que goleó y chau. Debió ser más contundente, aunque suene entre atrevido y soberbio. Porque uno se acostumbra a más y termina pidiendo más. Es que lo bueno a uno soba. Y si bien no estamos de acuerdo con que haya sacado a Robert Flores, porque se equivocó en una o dos jugadas, entiende el gesto del entrenador que ha roto con lo convencional. Con eso que proponen los demás equipos que se le paran enfrente y que rompe los ojos con la diferencia, esa que el público va a buscar en cada cancha donde River dice presente.
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