Aca tambien lo pego_:
No se olviden de Ramón
Ramón Angel Díaz es un personaje tan simpático que ni siquiera les cae del todo mal a muchos hinchas de Boca. Y eso que es un símbolo de River como pocos, delantero demoledor y el técnico más ganador de su historia.
Raúl Armando Pérez - AGENCIA DYN
Mucho se lo ha comparado con Angel Labruna y es cierto que tantísimas cosas los unen. Aunque hay también diferencias claras.
Angelito se tapaba la nariz cuando se acercaba al túnel visitante de La Bombonera y La 12 bramaba contra él. Ramón terminó saludando tímidamente, brazo en alto y sonrisa perenne, la última vez que estuvo en La Boca, a los plateístas vip que le dirigieron algún impensado aplauso de bienvenida, cuando se dirigía a su banco.
Angelito se crispaba cuando, en las ruedas de prensa, algún infaltable (como ése que anoche le preguntó a Díaz si le dedicaba el título a Passarella) le pedía una reflexión sobre su relación con Boca. Ramón termina cada una de sus pícaras chicanas con su blanca sonrisa de niño travieso.
Los une, a Angelito y a Ramón, el descrédito que la patria periodista arrojó sobre ellos cuando comenzaron sus carreras de entrenadores y que debieron remontar.
De Labruna, aún cuando había sido campeón de Primera B con Defensores de Belgrano y había llevado a Platense hasta las semifinales del Metropolitano de 1967, se decía, más o menos, que sólo podía dirigir a River porque River, con esos jugadores, se dirigía solo.
Después de la primera vez que lo echaran de River, Angelito fue campeón con Rosario Central en el Nacional de 1971. Y después de que lo echaran por segunda vez de River, sentó las bases sobre las cuales, tras su repentina muerte, Argentinos Juniors llegó a la conquista de dos títulos locales y la Copa Libertadores de América de 1985.
Cuando Ramón asumió como entrenador de River se dijo que estaba puesto allí por su amigo y mentor, Daniel Passarella, quien se tomaba los ratos libres que le dejaba la conducción de la selección para armarle el equipo a su protegido, por teléfono.
Ramón se peleó con Passarella y siguió ganando. Entonces empezó a decirse que en realidad quien conducía a River era Enzo Francescoli, su jugador-líder de ese momento. Pero el uruguayo colgó los botines y River no dejó de salir campeón.
El rumor que comenzó a circular a continuación indicaba que el verdadero ideólogo del cuerpo técnico de River era el ayudante de campo, Omar Labruna. Y por las dudas, no dejó de señalarse, como en tiempos de Labruna padre, que River, con ese plantel, se dirigía solo.
Después de la segunda vez que echaran al riojano, en 2002, River lleva jugados 20 torneos, de los cuales ganó dos.
Luego de cuatro años desocupado, inédito para un entrenador que había acumulado nueve títulos en apenas siete temporadas de trabajo (porque seguía considerándose que “podía dirigir nada más que a River”) San Lorenzo lo rescató del ostracismo. No sin arduas discusiones internas alimentadas desde fuera porque, por ejemplo, el presidente Rafael Savino prefería a Leonardo Astrada.
Y Ramón volvió a ser campeón. Con un plantel de buenos jugadores pero que está lejos de ser el más costoso. Supo sacar lo mejor de sus hombres. Con su muy astuto discurso público, dijo de entrada, por ejemplo, que no había que vender a Ezequiel Lavezzi a River porque era un futbolista de veinte millones de dólares y nadie podía pagarlo en la Argentina.
También dijo que Agustín Orión, hasta entonces suplente, era un arquero de selección. Y se llevó con él a algunos soldados que conocía, casualmente descartados por River, como Cristian Ledesma y Gastón Fernández.
Como siempre en estos casos, nadie se ha hecho cargo, todavía, de aquellas viejas cantinelas según las cuales a Ramón le armaba el equipo Passarella, o Francescoli, u Omar Labruna, o que River se dirigía solo, o que Ramón podía dirigir nada más que a River.