¿Por qué estudiar al Estado?
La cuestión del Estado es el problema práctico y teórico decisivo para la vida, para la
organización y para la lucha del proletariado y de los explotados.
El Estado juega un rol decisivo en la organización de la confiscación de los trabajadores
(sistema impositivo, inflación, jubilación privada, reducción de los “servicios sociales”, etc.). La
explotación “extraeconómica” de los trabajadores por parte del Estado complementa y acentúa la que la clase obrera sufre directamente en la fábrica a manos de los capitalistas, y en la que el Estado juega también un papel decisivo al establecer las condiciones “medias” de esa explotación de los obreros por los capitalistas (topes y normas salariales, leyes de “flexibilización”, de accidentes, de despidos, etc.).
Toda lucha seria de la clase obrera choca casi inmediatamente con el Estado (leyes,
ordenanzas, decretos, jueces, y, en última instancia, policía y fuerzas armadas y de seguridad). Más
aún, al establecer mediante leyes las condiciones y formas para organizar un sindicato o declarar una huelga, el Estado regimenta a la clase obrera aún antes de que ésta salga a la lucha. Luego, es el propio Estado (Ministerio de Trabajo, Interior, la Justicia) quien sanciona las “transgresiones” a las
normas que él mismo determinó y castiga a los “infractores”.
El Estado presenta todos estos atropellos cotidianos como necesarios para “el bien común”,
es decir el interés de toda la sociedad, incluso de los propios trabajadores. Como los obreros forman
parte del “conjunto de la sociedad”, el Estado los estaría defendiendo de sí mismos, de sus propios
“excesos” y hasta de su propia “ignorancia” el mismo “argumento” que utilizaron la Corona
española y la Iglesia católica para acometer la masacre de los indígenas de América Latina. (Esto
que parece una obvia tontería es moneda corriente en boca de los funcionarios estatales: “los
aumentos salariales provocan la inflación, que perjudica a los trabajadores”, “para disminuir el empleo es necesario ‘flexibilizar’ las condiciones de trabajo”, etc.).
Siendo el primer obstáculo que se interpone a la lucha obrera por limitar la explotación
cotidiana, el Estado es, también, el último que se yergue frente a la revolución proletaria, es decir, la
sublevación de los explotados para derrocar a la burguesía y acabar de raíz con la explotación del
hombre por el hombre.
Una posición revolucionaria frente al Estado es, por todo esto, un requisito para la victoria. Es
necesario, por lo tanto, estudiar qué cosa es el Estado.
La definición burguesa
La ciencia burguesa define al Estado como la “organización política de los pueblos”.
Se trata de una definición a-histórica, y por lo tanto, falsa. Pasa por alto que existen o
existieron “pueblos sin Estado” (los palestinos, por ejemplo), “pueblos divididos en dos Estados”
(como hasta hace poco los alemanes), y “Estados de muchos pueblos” (como los imperios romano y
de los zares). Pasa por alto, también, todos los estados intermedios entre los que acabamos de
mencionar: por ejemplo, el pueblo kurdo carece de un Estado propio y se encuentra dividido entre
tres Estados opresores (Turquía, Irak e Irán); los pueblos azerí e irlandés se encuentran divididos,
una parte en un Estado propio, la otra bajo el dominio de un Estado opresor (Irán y Gran Bretaña
respectivamente).
Esta definición, o también la clásica de Strasser (que se enseña en el primer año de Derecho)
–“no puede entenderse la sociedad sin la existencia del Estado”-- revelan la completa bancarrota de
la ciencia social burguesa. Esto porque pretenden que el Estado ha existido desde siempre, pasando por alto la existencia de todo un período histórico de la humanidad (que Marx y Engels denominaron “comunismo primitivo”) en que los pueblos y las sociedades enteras se arreglaron muy bien sin la existencia de Estados. Estas sociedades se caracterizaron por la extrema igualdad entre sus miembros, la propiedad en común, la inexistencia de un poder coercitivo sobre sus miembros, todos los cuales estaban armados y tomaban sus decisiones en asamblea. Hay que abandonar, entonces, por estéril, la definición de la ciencia burguesa sobre el Estado.
La teoría marxista del Estado
En 1859, en el prólogo de su Contribución a la Crítica de la Economía Política, Marx sintetizó
lo que él mismo definió como “el resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de hilo conductor en mis estudios”. Allí, Marx señala que “Ni las relaciones jurídicas ni las formas de
Estado pueden ser explicadas por sí mismas o por la pretendida evolución del espíritu humano;
arraigan por el contrario, en las condiciones materiales de vida … En la producción social de su
existencia, los hombres establecen relaciones determinadas, necesarias, independientes de su
voluntad, que corresponden a un cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva un edificio jurídico y político, y a la que corresponden formas determinadas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual. No es la conciencia del hombre la que determina su existencia; por el contrario, es su existencia social la que determina su conciencia. Al llegar a cierto grado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se desenvolvieron hasta ese momento, y que no son otra cosa que su expresión jurídica. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que fueron hasta ayer, estas condiciones se transforman en pesadas trabas. Entonces comienza una época de revolución social.”
¿Cuáles fueron las modificaciones en la estructura económica de la sociedad que llevaron, en
un momento determinado del desarrollo humano, al surgimiento del Estado?
La base material del “comunismo primitivo” era el muy escaso desarrollo de las fuerzas
productivas y el muy pobre dominio que había alcanzado el hombre sobre la naturaleza. Vivían de la
caza y de la pesca o de la recolección de frutos silvestres, los cuales, por su propia naturaleza, no
podían ser acumulados. El sostén de la tribu dependía de los caprichos de la naturaleza; nadie podía dejar de aportar lo que le correspondía para la subsistencia de la tribu sin poner en peligro su
supervivencia. Los prisioneros de guerra, por ejemplo, eran muertos inmediatamente o asimilados a
la tribu, con igualdad de derechos y obligaciones; esto porque, como consecuencia de la bajísima
productividad del trabajo humano, no existía la posibilidad de explotación del trabajo ajeno.
Así, aunque en un marco de enorme igualdad, el “comunismo primitivo” sólo podía “repartir la
miseria”. El crecimiento de la población (desarrollo de las fuerzas productivas) podía llevar al colapso a la tribu por falta de alimentos. La forma extremadamente dolorosa en que la humanidad debía resolver estas crisis (dejando morir de inanición a las niñas o esterilizándolas, como todavía se hace en algunos pueblos del Africa, para controlar el crecimiento demográfico, por ejemplo) pone en evidencia crudamente que las relaciones sociales propias del “comunismo primitivo” se habían
convertido, en un momento determinado, en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Los sucesivos progresos en la domesticación de animales y, posteriormente, en su cría y, más tarde, el surgimiento de la agricultura (la llamada “revolución neolítica” hace unos 15.000 años),
provocaron un enorme “salto tecnológico” --quizás el más importante de la historia humana-- que
amplió mucho más allá de lo hasta entonces conocido el dominio del hombre sobre la naturaleza y le
permitió comenzar a independizarse de ella.
Las consecuencias de esta “revolución neolítica” fueron fenomenales. En primer lugar, la tribu
ya no necesitó migrar detrás de las manadas de animales que constituían su alimento: nacieron así
las primeras ciudades. La tribu tampoco necesitó restringirse a las zonas tropicales (ricas en frutos);
como pudo llevar consigo a sus animales (y también pudo plantar sus semillas en otras tierras), se
amplió sobremanera el territorio en el cual podía vivir el hombre: se poblaron las zonas templadas y
comienzan las grandes migraciones.
El acrecentado dominio del hombre sobre la naturaleza produjo una violentísima alteración en
la organización social (“el modo de producción de la vida material determina en general el desarrollo
de la vida social, política e intelectual”). Por primera vez, la productividad del trabajo humano
sobrepasaba la capacidad de consumo inmediata del productor directo (un pastor podía apacentar un rebaño que alimentara a decenas de hombres; lo mismo podía hacer un agricultor). Más importante aún, ese “excedente” que sobrepasa la capacidad de consumo del productor, puede ser, también por primera vez, “acumulable” (en la forma de ganado en pie o de granos).
Con el surgimiento de ese “excedente acumulable” surge también, por primera vez en la
historia humana, la posibilidad material de la explotación del trabajo humano ajeno y, con ello, la
división de la sociedad en dos clases: una explotadora, que vive del trabajo ajeno, y otra explotada,
que con su trabajo sostiene a la clase explotadora.
La aparición de las clases sociales antagónicas, hace imposible el mantenimiento del cuadro
anterior. Se hizo imprescindible desarmar a los explotados --para evitar que se rebelaran contra sus
explotadores-- y crear un cuerpo represivo especial (diferente del armamento espontáneo de la
población) con la finalidad de preservar el “orden”. El proceso de división de la sociedad,
anteriormente indiferenciada, en clases sociales --y el proceso paralelo de desarme de los
explotados-- ocupa todo un período histórico en el cual surgen los primeros Estados.
La explotación del trabajo humano permite un gigantesco salto hacia adelante de las fuerzas
productivas. Aparecen el comercio y se intensifica la división del trabajo; la relativa abundancia
material permite la aparición de un sector de la sociedad cuyo “trabajo” es “pensar”: surge la división
entre el trabajo intelectual y el manual y los primeros desarrollos en el campo de la matemática, la
astronomía y la filosofía.
Salta a la vista el carácter contradictorio del “progreso humano”: el gigantesco “salto
adelante” en el dominio del hombre sobre la naturaleza sólo era posible si, a la vez, se producía un
salto hacia atrás para la inmensa mayoría de la población, convertida en una masa esclavizada.
El Estado
El Estado es un producto del desarrollo histórico, asociado a la existencia de clases sociales
antagónicas. Su esencia es la existencia de una fuerza armada especial para que la sociedad
produzca según la necesidad de la clase dominante, que aparece colocada por encima de la
sociedad y se divorcia de ella cada vez más.
“El Estado es un producto de una sociedad en una etapa determinada de su desarrollo,
cuando se ha enredado en antagonismos de clase irreconciliables, que es incapaz de resolver. Para
que esos antagonismos no devoren a la sociedad, es necesaria la existencia de una fuerza, situada
aparentemente por encima de la sociedad, que mitigue el conflicto y lo mantenga dentro del ‘orden’.
Esa fuerza, surgida de la sociedad, colocada por encima de ella, y que se divorcia de ella cada vez
más, es el Estado” (Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado).
“El Estado --agrega Lenin-- es producto y manifestación del carácter inconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge allí, cuando y hasta donde las contradicciones de clase no
pueden, objetivamente, conciliarse” (El Estado y la Revolución).
Los apologistas del Estado reconocen que el Estado está asociado a la existencia de “clases
sociales irreconciliables”, pero afirman que su función es conciliar (noción que equiparan a la
expresión mitigar, de Engels) esos intereses sociales inconciliables. La expresión concreta de esta
tendencia política --que abarca desde la socialdemocracia a la burocracia sindical-- es la creencia de
que las masas pueden emanciparse progresivamente de su explotación social mediante la acción del Estado (leyes sociales, controles de precios, legislación impositiva “progresiva”, derechos sociales e individuales, etc.). Aquí, hay que recordarles a estos apologistas del Estado el viejo aforismo de Engels: “el problema no son los bajos salarios; el problema es el sistema del salario”.
Los reformistas pasan por alto que si los intereses sociales fueran conciliables no habría
surgido el Estado. Pero puesto que el Estado surgió para poner fin a los antagonismos de clase, es
siempre el Estado de la clase económicamente más fuerte, a la que el poder político le otorga nuevos medios para someter y aplastar a los explotados.“El Estado es un organismo de dominación de clase, de represión (empleo sistemático de la fuerza) de la clase explotada por parte de la clase explotadora, con el fin de perpetuar esa explotación, privando a los explotados de ciertos medios y métodos de lucha.” (Lenin)
Características del Estado
Históricamente, la humanidad ha conocido diferentes tipos de Estado (el despotismo asiático,
el Estado esclavista, el Estado feudal y el Estado capitalista), todos ellos asociados a un modo de
producción determinado e instrumentos de las clases dominantes de cada uno de estos regímenes.
Estos Estados, que respondían a los intereses de clases sociales diferentes, tienen si embargo un conjunto de rasgos en común. El primero es que el Estado separa a sus súbditos según
divisiones territoriales. Esta separación hoy nos parece “natural”, pero exigió una larga lucha contra la antigua organización conforme a tribus o clanes.
El segundo es la existencia de un poder público que no coincide directamente con el
armamento del pueblo, necesario desde que la división de la sociedad en clases hace imposible el
armamento espontáneo de la población. El ejército regular y la policía (“destacamentos de hombres
armados”, Lenin) son los instrumentos fundamentales del Estado.
El tercero es que la existencia de un poder público por encima de la sociedad (que consume
pero no produce) exige impuestos y deuda pública para sostenerlos y, junto con ello, la aparición de
una burocracia estatal --que tampoco produce-- que los recaude y administre.
La burocracia y el ejército son dos parásitos adheridos al cuerpo vivo de la sociedad. No
cumplen ninguna función socialmente necesaria, excepto la de sostener el régimen de explotación. La burocracia civil y militar no es un resultado de las necesidades de la defensa sino una transferencia de la división de la sociedad en clases en la organización de la defensa (Trotsky).
La conclusión política fundamental del estudio que hemos realizado hasta aquí del Estado es
la siguiente. Si el Estado es el producto del carácter inconciliable de las contradicciones de clase, si
es una fuerza aparentemente colocada por encima de la sociedad y que “se divorcia de ella cada vez más”, si es un instrumento de represión de los explotados por los explotadores, si sus “instituciones” (la burocracia y el ejército) son parásitos que taponan cada uno de los poros de la sociedad, “resulta evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta sino también sin la destrucción del aparato del poder del Estado creado por la clase dominante y encarnación de este ‘divorcio’” (Lenin).
El Estado burgués
La clase obrera moderna sufre la opresión de un tipo particular de Estado, el Estado burgués,
que es tal cuando define como su fin la defensa de la propiedad privada de los medios de producción en manos de la burguesía y de la extracción de plusvalía a la clase obrera por parte de los capitalistas y que, mediante su acción, garantiza las condiciones económicas y políticas para la reproducción del capital.
El Estado burgués no defiende la propiedad privada “en general” sino el monopolio de los
medios de producción por parte de los capitalistas; precisamente es por esto que, llegado el
momento, no tiene el menor empacho en expropiar brutalmente la propiedad privada de la clase
obrera (sus aportes jubilatorios, por ejemplo) o la propiedad privada de la pequeñoburguesía (los
ahorros bancarios en los planes Bonex o Collor I, por ejemplo) para salvar a los grandes capitalistas.
El Estado burgués se destaca de los otros Estados que lo han precedido en que ha llevado a
un extremo exasperante la separación respecto de la sociedad y la maquinaria burocrático-militar del
Estado, es decir, que ha acentuado hasta límites intolerables los rasgos parasitarios propios del
Estado. Para comprobarlo basta comparar las dimensiones del ejército y de la burocracia de la
“democracia norteamericana” (con sus millones de hombres y sus billonarios medios materiales) con
las “legiones” del imperio romano o las “cortes” de los reinos medievales.
A diferencia de los Estados que lo precedieron (en los cuales las palancas del Estado estaban
en manos de los miembros más prominentes de las clases explotadoras), el Estado burgués esconde su carácter de dictadura de la clase capitalista por el hecho de que el personal que ejerce la burocracia estatal y militar no es de origen burgués (generalmente es de origen pequeñoburgués y hasta obrero; más aún, los burgueses que ocasionalmente ejercen la dirección del Estado no lo
hacen porque sean los propietarios de los principales medios de producción).
La burguesía no dirige directamente el Estado pero ejerce sobre él un dominio indiscutible a
través de una serie de medios “indirectos”.
El primero y fundamental es el monopolio de los medios de producción, que le otorga a la
burguesía el control financiero del Estado a través de la deuda pública, la Bolsa y del sistema
impositivo. El monopolio de la prensa, de la cultura y de la educación otorgan a la burguesía el
dominio de la “opinión pública” que ella misma crea. Finalmente, y muy importante, la burguesía
domina el Estado mediante la sistemática corrupción “legal” de sus funcionarios y generales:
financiamiento de los partidos y las “fundaciones” que proveen el personal de la burocracia civil;
dietas, jubilaciones de privilegio, gastos de representación, manejo de partidas reservadas, etc.;
entrelazamiento de los funcionarios en los directorios de las grandes corporaciones, etc.
Estos métodos “indirectos” son más seguros para la burguesía porque separan la propiedad
de los medios de producción de las funciones de gobierno y le permiten esconder la existencia de una dictadura de clase. La república democrática es la mejor envoltura de la dictadura de la burguesía porque ningún cambio de personas o partidos afecta la dominación de los explotadores.
http://www.ujs.org.ar/wp-content/uploads/2010/04/Curso-del-Estado-y-La-Revolución.pdf[/SIZE][/SIZE]