navegando de pagina en pagina me encontre con este articulo bastante interesante., publicado en el diario deportivo As , el mas inportante en españa y uno de los mejores de europa.
dudo que a muchos le resulte interesante, pero si tienen tiempo leanlo.
El fútbol tiene memoria débil y no siempre devuelve lo mucho que le dan y permite que se pierdan en el olvido nombres de futbolistas muy grandes, que contribuyeron a la evolución y crecimiento de este deporte. Uno de esos grandes olvidados es el argentino Adolfo Pedernera, un genio que supo adelantarse a la época que le tocó vivir y que entendió el juego como nadie lo había hecho.
Sus compañeros y rivales sí supieron valorar la aportación de Pedernera al fútbol y hombres como Alfredo Di Stéfano no ahorran elogios cuando hablan de Adolfo, uno de los principales referentes de La Saeta en sus comienzos en River. Rivales como el legendario capitán uruguayo Obdulio Varela también lo tenían claro: “Yo he jugado contra Pedernera, y cómo él, nadie”.
Pedernera fue el gran ideólogo de la Máquina dentro del campo, el hombre que con su calidad, inteligencia y visión de juego hizo posible que un grupo de excelentes jugadores marcara una época en la historia del fútbol, no sólo argentino, sino mundial. La paternidad de ese equipo legendario ha sido atribuida a los técnicos Renato Cesarini y Carlos Peucelle. Cansado de la disputa, Peucelle quiso acabar con el debate muchos años después: “La Máquina de River fue un invento de doña Rosa, la madre de Adolfo Pedernera”.
La casualidad, como en casi todos los aspectos de la vida, también hizo su aportación. Y es que Pedernera comenzó jugando como delantero por la izquierda, pero el excelente marcaje al que le sometió en dos ocasiones Ignacio Díaz, defensa de San Lorenzo, motivó que retrasara su posición. Así, actuando como un moderno mediapunta, más que como delantero centro, se convirtió en el generador de todas las acciones ofensivas de River. Sus magníficas cualidades hicieron de él un futbolista ideal para ese puesto y sus excelentes pases encontraron en Ángel Labruna el mejor destinatario posible.
“Hacíamos una WM”
La perfección que alcanzó aquel bloque la trató de explicar el propio Adolfo: “En la práctica nosotros hacíamos una WM, con Moreno, yo, Rodolfi y Ramos en los cuatro vértices de lo que se llamaba el cuadrado mágico. Pero lo fundamental de ese equipo era que cubríamos todos los sectores de la cancha moviéndonos con permanentes cambios de puesto”. Eran los años 40 y el fútbol total había llegado a este juego. Y no sólo había llegado, sino que bajo el liderazgo que ejercía Pedernera era interpretado a la perfección.
Famosos, ricos y admirados, en aquella época la presencia de los futbolistas también era requerida en los principales círculos sociales. Pedernera recurría a la ironía para justificar la fama de mujeriegos que les acompañaba: “No es cierto que anduviéramos por ahí corriendo mujeres. Nosotros no las corríamos: ellas se dejaban agarrar”.
Había comenzado su carrera en Huracán, al que se incorporó en 1930 y en el que permaneció hasta que en 1933 fichó por River. Tenía sólo 14 años y apenas dos temporadas después debutó con el primer equipo. Fue el 28 de julio de 1935, ante Ferro en la cancha de Alvear y Tagle, y ese día compartió ataque con Deambrosi, Lago, Bernabé Ferreyra y Peucelle, entrenador de River años después. Vistió la camiseta de la banda roja hasta 1940, cuando fue traspasado a Atlanta por 140.000 pesos, una verdadera fortuna en la época.
El Ballet Azul
Ese momento significó el fin de la Máquina y de una de las etapas más brillantes en el siglo casi de vida de la entidad de Núñez. Lo bueno de ese traspaso fue que abrió las puertas de River a Di Stéfano, que se había tenido que marchar cedido a Huracán ante la imposibilidad de robarle minutos al gran Pedernera. Alfredo siempre ha hablado de la enorme responsabilidad que supuso para él tener que sustituir a Pedernera en River.
Conocido como El Beethoven del fútbol, El Gardel del fútbol o El Maestro, Pedernera jugó posteriormente en Millonarios de Bogotá, donde se reunió con Pipo Rossi y Di Stéfano para hacer historia en el fútbol colombiano con un equipo que alcanzó tal grado de brillantez que fue conocido como El Ballet Azul.
Se retiró en Huracán e inició entonces su trayectoria como técnico. Dirigió a Independiente, América de Cali, Colombia, Gimnasia y Esgrima de La Plata, Boca Juniors, Quilmes, Independiente y Argentina, con la que fracasó en su intento de clasificarla para el Mundial '70.
Fallecido en mayo de 1995, pocos meses antes nos transmitió la principal diferencia que veía entre el fútbol de su época y el actual: “Ya no existe la bohemia de antes. Hoy el mensaje es más claro: si ganas, sirves; si pierdes, no”.