Ah, pero qué peleados qué estaban estos 2 eh? :
De las críticas a los beneficios
Empujado desde su entorno, dio marcha atrás tras haberle pedido la renuncia a Grondona. Necesidades y conveniencias, la clave de la reconciliación.
Por Marcelo Rodríguez / Andrés Eliceche (*)
Daniel Passarella no patalea más. No amenaza más. No se queja más. River todavía no se sabe; Passarella ya ascendió. El hombre duro dio su vuelta olímpica. O se dio vuelta. Ya no pedirá la cabeza de Julio Grondona, como después del último clásico disputado ante Boca. Tampoco se quejará si el Jefe no le adelanta plata de la televisión para paliar los agujeros de ozono que todavía tiene el cielo de River. De eso ya se encarga Omar Solassi. El vicepresidente segundo fue el que ablandó a Grondona, el que se movió políticamente, el que le hizo saber que Passarella había bajado el fusil, el que va a la AFA, el que jamás le pediría que abandone su sillón. A la par, Diego Turnes, el vice primero del club, también usó su cintura para ayudar a balancear la relación entre esos dos que, seis meses atrás, parecían irreconciliables.
Como contrapartida, Don Julio apadrinó el desembarco de River en la concentración del predio de Ezeiza. “Fuimos los únicos en pedirlo”, argumentan en Núnez. Y, además, gestionó la llegada del presidente de River a la Comisión de Clubes de la FIFA: Passarella reemplazará en Suiza a José María Aguilar. Otra vez, Grondona lo hizo.
Su otro yo. Es su carácter. El Káiser aclaró en la conferencia de prensa del jueves: “Nunca me arrepiento de nada”.
Habla de lo que pasó. Habla de lo que pasa.
Hay una escena que fue archivada; mejor dicho, cajoneada. Es una escena de nunca más. La describe con detalles Andrés Burgo, en Ser de River: “Grondona lo chicaneó: ‘Cuando perdés hablás y cuando ganás, no. Perdieron por tu arquero que se equivocó, no por el árbitro’. El Káiser terminó de perder la compostura e impostó un tono de falsa tranquilidad para vomitar lo que ya venía rumiando desde las últimas horas: ‘Julio, tenés que dar un paso al costado. Ya pasó tu tiempo. Lo del domingo fue vergonzoso. Lo de los árbitros ya no se tolera más’. Grondona obedeció. Se puso de pie y, cumpliendo de manera literal el pedido de renuncia de Passarella, dio un paso al costado. ‘¿Ahora qué más querés?’, se burló”. Entre el grotesco que le siguió a la escena, Grondona gritó: “A mí de acá no me saca nadie”. Fue el 17 de mayo, dos días después de la derrota de River en la Bombonera, 0-2.
Desde entonces, Passarella dejó de ir a la AFA. Dos meses antes ya le había pedido Turnes, representante del club, que dejara de hacerlo. Eran tiempos de prepotencia, de presentar batalla, de River todavía en la A. El descenso fue el mazazo que demolió al club y sacudió a su presidente. Por eso su entorno trabajó para que aceptara una política de acercamiento a Don Julio. “Daniel está empezando a escuchar a la gente que lo quiere bien”, le marca en off a PERFIL un dirigente de River. Desde Viamonte lanzan una sugerente lectura: “Vos podés descender por estar mal con Grondona, pero no podés no ascender por estar mal con Grondona”. Oponerse fue el lujo que se permitió Passarella. Quizá tarde, ya no está dispuesto a seguir pagando semejante ostentación.
Un calco. Dicen que Passarella no es más un presidente sordo; ahora escucha y actúa en consecuencia. Turnes, Oscar Vázquez, Luis Renzi y Norberto González Cao son las voces autorizadas de un staff de dirigentes que promovió el ascenso de Passarella.
Daniel Bravo también lo asesora, aporta un opositor. El alineamiento con Grondona no fue casual, ni de un momeno para otro. Un hombre del entorno passarelliano saca chapa: “Fueron meses trabajando en el tema”. El desenlace es observado con cierto recelo por los opositores del club; sospechan de la “aguilarización de Passarella”. Daniel Kiper le señala a este medio que al Káiser “lo asesoran los mismos que lo hacían con Aguilar”. Y detalla: “Las políticas son similares y se refleja también en los intentos de vender juveniles y traer jugadores viejos”. Las nuevas joyas que River ya ofrece solapadamente en el mercado son Lucas Ocampos y Ezequiel Cirigliano. Sobre la designación de Passarella en FIFA, se queja: “Es un premio personal, que en nada beneficia a River; esto no es nuevo para el club, ya nos pasó con el presidente anterior”. En algún punto, River se convirtió en un club que encaja en una sentencia marxista: la historia suele repetirse, primero como tragedia y luego como farsa, y lo segundo anuncia la clausura de un ciclo histórico.
La felicidad. Sonríen. Todos sonríen. Passarella, que se acercó a Grondona sin exponerse en un mano a mano; Solassi, que fue el puente de las negociaciones; Turnes, que consiguió gratis el predio de AFA; y Grondona, que cooptó a un eventual enemigo. “El Viejo no es tonto”, se jacta alguien cercano al presidente de River. En el juego en el que todos creen haber ganado, los peligros en ambos lados parecen haberse disipado. A fines de diciembre, Solassi había arriesgado: “Si River no asciende, nos tenemos que ir todos”.