Sábado 20 de julio de 2002
RIVER: PASARELLA
“Voy a volver a River, ¿y por qué no como presidente?”
Daniel Pasarella está muy tranquilo en Monterrey pero sueña con un futuro en Núñez. Dice que no volvería a Europa y que si le hubiesen propuesto reemplazar a Ramón, habría aceptado.
M ONTERREY (ENVIADO ESPECIAL). Está esperando en la puerta del hotel Intercontinental, donde por ahora vive con su esposa, porque el periodista se retrasó un poco. “Muy linda la nota”, dice en referencia a la tapa de Olé del jueves. Definitivamente, Daniel Passarella es otro.
—¿Qué hacés en Monterrey?
—Vine porque me gustó el proyecto de poner al equipo entre los cuatro mejores de México en los próximos tres años. Y también vine para trabajar con tranquilidad.
¿Y estás tranquilo?
—Sí, ¿no ves mis manos? Mirá, parecen las de un tipo normal. Es un síntoma. Seis meses atrás me comía las uñas, los dedos, todo. —¿En Parma fracasaste?
—No me siento responsable de lo que pasó. No armé el equipo, no hice la pretemporada, llegué casi en la mitad de campeonato, me tocaron los partidos más jodidos. Me equivoqué en ir. Creo que nos equivocamos las dos partes. Yo en ir y ellos en contratarme. Ellos tenían un problema interno, echaron a dos directores, no había un grupo unido y ante todo ese quilombo, llevaron un técnico extranjero. Yo no conocía ese lío. Por eso digo que me equivoqué en ir.
—¿Luego de eso se te cerraron las puertas para dirigir en Italia?
—No. tuve varios contactos antes de venir acá. El objetivo lo cumplí: estuve 42 días en el Parma. Pero no estoy ansioso por una revancha. No me pica todavía.
—¿Te desencantaste?
—Me pasó como a Bianchi. Un amigo suyo me contó que tuvo ofertas para ir a Europa y no quiso. Es muy difícil hoy dirigir allá. Los sponsors inciden muchísimo en las decisiones, no tenés el control total sobre las situaciones. Los jugadores tienen que hacer una foto el miércoles a la mañana y, aunque vos entrenes, la prioridad es la foto. Encima, la Ley Bosman arruinó un poco el fútbol porque a un pibe de 20 años le hacen un contrato por cinco temporadas y le dan 2.500.000 dólares por año. Entonces, el tipo sabe que tiene 12.500.000 asegurados. Antes, nosotros el contrato lo teníamos que ganar año a año.
—Concretamente: ¿qué club italiano te propuso volver, Daniel?
—Hubo una posibilidad de ir al Brescia, pero no quise. Después tuve una chance de ir al Celta, pero había que esperar y vine acá. También tuve ofertas del Panathinaikos, el Olympique, el Olympiakos, el Fenerbahce. Ojo que el Olympiakos es un club grande y el Panathinaikos, un equipo de puta madre.
—La sensación de todos era que vos te morías de ganas por dirigir a un equipo europeo.
—Sinceramente, no creo que vuelva a Europa. Si dentro de un año tengo la opción de de dirigir a un equipo importante y estoy bien acá, no creo que vaya. Tuve ofertas de selecciones sudamericanas y ni quise charlar. Quiero volver a manejar la situación, armar un equipo, traer jugadores. O sea, volver a empezar como cuando arranqué de cero en River y los dirigentes me dejaron hacer lo que quería.
—¿Esa es la diferencia con Europa? ¿Que allá te tenés que adaptar a las reglas de juego?
—En Europa es muy complicado. Hay jugadores que tienen preparador físico personal. Vos entrenás a la mañana y el PF personal les dice que es mejor a la tarde… No es tan fácil, eh. Fue un poco lo que le pasó a Bianchi. Por ahí tenés una manera de trabajar que no la podés implementar. En la Roma, Bianchi quería entrenar a las 9 de la mañana y se le armó un quilombo…
—¿Pasa por tu cabeza la chance de volver al fútbol argentino?
—Sí, seguro que voy a volver.
—¿Unicamente a River?
—Si vuelvo a dirigir en la Argentina, River es uno de los pocos clubes en los que se puede elaborar un proyecto de trabajo. Seguro que voy a volver a River. No sé como qué, pero de algo voy a volver.
—¿Como presidente tal vez?
—¿Por qué no? ¿Por qué no? Con toda la experiencia que uno tiene… Los clubes argentinos están ante la gran ocasión de su vida y no se sabe por cuánto tiempo. Con un entrenador que trabaje en serio y promueva jugadores, en el transcurso de un año cualquier equipo tiene que tener superávit.
—¿Te gustaría más llevar adelante ese proyecto desde una oficina que dirigir?
—Siendo técnico también podés hacer eso. Hoy, un club que debía 50 millones de dólares como River, debe 50 millones de pesos. Independiente, seis meses atrás, no podía ni pagar la luz de la cancha. Vendió dos jugadores y está haciendo un superequipo. Deben saber aprovechar esta oportunidad de vender en dólares y pagar la materia prima en pesos. Lo que pasa es que dirigencialmente no se apunta a un proyecto sino a ver cómo venden a los jugadores para agarrar plata y tapar agujeros.
—Si fueras presidente de un club argentino, ¿podrías prometer que en un año solucionás todos sus problemas económicos?
—Totalmente. En el país, no puede haber ni un jugador de entre 12 y 16 años que no tenga como primera opción a River. Si no viene, es porque River lo descartó. Si hacés un proyecto bien elaborado, tenés gente en el Interior que trabaje en eso, gente entendida, no amiga, los demás no tienen chance.
—Ya hablás como un candidato.
—Es que creo que tenés que solucionar el problema con una facilidad tremenda. Más con el nombre que yo tengo. Voy, lo llamo a Valdano y le digo: “Mirá, Jorge, tengo un buen jugador, te mando los videos y miralos”. O se lo mando diez días a prueba. Y no necesito un intermediario que vaya a hablar con Valdano, porque en el camino se pierden muchas cosas.
—Volviendo a tu rol de entrenador, ¿es cierto que antes de que arreglara Pellegrini te llamaron los dirigentes de River?
—No. Tengo una relación casi de amistad con José María Aguilar. El único tipo que le dijo que ganaba por el 20% de los votos fui yo. Y antes de las elecciones, vino a comer a mi casa con Mario Israel.
—¿Nunca hablaron de tu vuelta?
—Nunca, absolutamente.
—Y si te hubiesen propuesto retornar cuando se fue Ramón, ¿qué habría pasado?
—¿Antes de venir acá?
—Exacto.
—Habría ido, obviamente. River es como mi casa. El día de las elecciones, estaba en Parma y a las 4 ó 5 de la mañana de allá lo llamé a Aguilar y le dije: “Vas a ganar por el 20% de los votos. Pero si la primera llamada que hacés después de ganar no es a mí, no te doy más bola”. Cuando ganó, José me llamó y me dijo: “Hijo de puta, gané por el 18%”. Y todos decían que el presidente iba a ser Santilli…
—Aguilar reconoció que pensó en vos para ser la cabeza de un proyecto integral.
—Pellegrini va a hacer lo mismo. Es un entrenador bárbaro, una persona ideal para River. Es menos calentón que yo, tiene más cordura en ese sentido. Pero los años me fueron cambiando un poco.
—¿Seguís poniéndote insoportable cuando no dirigís?
—No tanto. Pero te agarran las ganas. Por eso me equivoqué con el Parma. Yo podía haber esperado para agarrar un equipo de cero y programar todo. Pero las ganas de dirigir te traicionan. A muchos les ha pasado, eh, no solamente a mí.
Uno se cree que puede todo, que es importante, que resuelve todos los problemas y no es así. Yo puse en práctica una frase nueva: los entrenadores no hacen grandes a los equipos, los equipos son los que hacen grande a los entrenadores.
—¿Qué balance hacés de la Selección en el último Mundial?
—(Largo silencio) Fue un Mundial mediocre. O sea, la imagen de equipo compacto y armado, con un sistema de juego definido, la dejó Corea. Tal vez Dinamarca en los primeros partidos, que se sabía a qué jugaba, o México. Me dijeron que Scolari declaró que copió el esquema de Bielsa, pero Brasil no se parece en nada al método de Bielsa. Estoy totalmente en desacuerdo con eso. Que haya jugado 3-4-3 puede ser. Pero Argentina, jugando bien o mal, siempre fue un equipo compacto. En defensa y en ataque siempre jugó corto. Brasil jugó largo, el medio era una pasarela. Brasil jugaba con dos delanteros; Argentina, con dos extremos y un punta. Algunas similitudes pudo haber tenido, pero no. A Argentina no le crearon tantas situaciones de gol; a Brasil, muchas. Tuvo un arquero destacado, cosa extraña. Pero Brasil fue un equipo quebrado, con cuatro tipos, Ronaldinho, Juninho, Rivaldo y Ronaldo, que te definían un partido. Aunque no dio la imagen de un equipo compacto.
—¿Y con Argentina qué pasó?
—Es difícil dar una apreciación de eso. Bielsa es un tipo honesto, trabajador, un muy buen técnico. Y a mí no me va a cambiar la imagen de él por esta eliminación. A mí, pero a la gente seguramente sí. Yo estaba llegando a la Argentina cuando quedó eliminada y cuando bajé del avión, la gente me pidió perdón después de cuatro años. Todos los que estaban ahí me dijeron: “Nosotros criticábamos la campaña que había hecho usted y mire ahora…” Pero Bielsa era el mejor entrenador para casi todos y ahora no podés cambiar por uno, dos o tres partidos. No. No se dio.
—¿Bielsa tendría que seguir?
—Yo creo que sí. El otro día me preguntaron y dije que el pueblo quiere a Bianchi. Yo pienso que tiene los pergaminos para dirigir la Selección. Es un tipo serio, responsable, con un preparador físico que labura muy bien, que tiene diálogo con los jugadores, conoce bien el fútbol internacional… Pero si por mí fuera, elegiría a Menotti o al Coco Basile.
—¿Por qué?
—Porque creo que el fútbol argentino necesita un retorno a lo natural. Faltaban cinco o seis meses para el Mundial e intenté hablar con Bielsa para transmitirle algunas experiencias que me pasaron a mí y no quería que le pasaran a él. Nosotros ganamos las Eliminatorias con un equipo de una dinámica europea. Cuando fuimos al Mundial, apuntamos hacia ahí pero a los europeos no les ganás siete partidos corriendo. Ese fue uno de los problemas que tuvo Argentina en este Mundial: a nivel individual, con muchas parejas en el campo, no ganó los duelos mano a mano.
—No desequilibró nunca.
—No. Eso le quería transmitir a Bielsa. No se necesitaba tanto el uno contra uno sino la inventiva de los talentosos. Los europeos sufren mucho el talento de los argentinos.
—¿Aceptás como error no haber cambiado el sistema en el 98?
—Yo tuve mala suerte de no poder contar con Gallardo. Era un jugador importante, pero estaba lesionado. Pero ojo que en ese momento no estaban Riquelme, Saviola y Aimar.
—A la distancia, ¿qué errores no volverías a cometer?
—Apuntaría a la habilidad de esos jugadores para partidos cerrados.
—A Saviola y Riquelme los hubieses llevado sí o sí a Japón.
—Y sí (hace un silencio). Pero todos los entrenadores tenemos gustos diferentes. Esto no es hablar mal de Bielsa, todo lo contrario.
—¿Después de la eliminación, pudiste hablar con él?
—No, pero me gustaría.
—Menotti y Basile no dan la impresión de estar al tanto del fútbol internacional como Bielsa.
—Quedate tranquilo que están al tanto de todo. Menotti priorizaba la dinámica europea pero sin perder el talento argentino. Siempre digo que los europeos tienen algunas cosas que nosotros podemos conseguir: organización, trabajo, cultura alimenticia. Pero ellos no pueden conseguir el talento que nosotros traemos desde la cuna.