“Olelé, Olalá, Ortega es de River y tiene que jugar”
Unos 300 hinchas pidieron por el Burrito y abuchearon a Jota Jota apenas River llegó a Mar del Plata. Fue la primera reacción popular luego de la decisión de separar al ídolo. Quien quiera oír que oiga…
Ortega, Ortega, Ortega, Ortega, Orteeeeeega, ORRRRTTTTEEEEGAAAA…".
Empieza uno, sigue el de al lado, se suma aquél, éste también añade su vozarrón y al rato y todos, absolutamente todos los hinchas de River que están en la vereda del Costa Galana, comienzan a cantar el mismo himno. Un himno que se grita desde las entrañas, que suena a protesta, que transforma un recibimiento en un piquete pasional, que significa, en esencia, el primer acto popular para el hombre que ya no está en el plantel. Queda claro que Ariel Arnaldo sigue siendo titular en otros terrenos.
Esto que ocurre aquí, a las 19.35, en la Avenida Peralta Ramos al 5.700, aparece fuera de los planes y de los protocolos. Hasta hace un rato la gente venía cantando lo de siempre (“porque a River lo quiero/lo vengo a alentar/en las buenas/y en las malas muchos más”). Pero… De repente, cuando el interno 5677 de la empresa Chevallier serpentea las vayas de protección, casi al unísono, a pura furia, surgen los hinchas. Los hinchas de River. Es decir, los hinchas de Ortega. Son unos 300, quizás un poco más, aunque parecen gritar por miles o millones.
Y por si no queda claro, ponen blanco sobre Negro en otra estrofa sinceramente espontánea: “Olelé, olalá/Ortega es de River/y tiene que jugar”. Tremendo.
¿Disciplina? ¿Compromiso? ¿Rectitud? ¿Tolerancia cero? Nada de eso. ¿Gastritis? ¿Llegadas tardes? ¿Recaídas? ¿Ausencias? Menos. “¡Papi, Ortega es todo!”, dice Vicky, furiosa. “No nos pueden hacer esto. ¡Cómo se va a ir!”, dice el kiosquero de la otra cuadra del hotel, quien está ataviado con la 10 del 10.
“Es una locura”, dice con ojos quebrados Facu. Todos dicen lo mismo.
¿Más? Sí. Al minuto la crónica registra otras sensaciones irrefutables.
Baja del micro Carrizo, y ovación. Baja Buonanotte, ídem. Pero baja Juan José López, con su “decisión dolorosa, pero tema cerrado” a cuestas, y la gente vuelve a chillar, a abuchear, a patalear un proverbial “Orteeeeeeeega”, incluso mucho más fuerte que el del comienzo. Hasta el chocolatero Ricardo Fort, quien sabe menos de fútbol que de buen gusto, puede llegar a comprender desde su suite presidencial este mensaje cristalino que abraza el edificio desde la planta baja.
Si lo que pasó el 6E había quedado solapado por el verano, por la falta de actividad, por el momento de supuesta paz de un equipo fuera de la Promoción, ahora queda demostrado que no será tan fácil desterrar al jugador del pueblo.
Amén de los deslices profesionales de Ortega, que los hubo y trascendieron más allá de su deseo, Juan José López quedará inevitablemente en la historia como el técnico que le cortó su carrera y su futuro retiro en River y Daniel Passarella como el presidente que le quitó las prerrogativas que antes, en River o en la Selección, había sabido darle en su etapa de entrenador.
Mientras tanto, habrá que escuchar otras coplas como las que suenan en estos metros cuadrados.
La gente de Mar del Plata tiene la particularidad de hacer cola para todo.
Aquí hacen cola para pedir por Ortega, Orteguita, el Chango, el Burrito, el Jujeño. Bah, por el último gran ídolo que lleva casi dos décadas amagando por la misma causa. De ahí que por un gran tiempo, o quizá por siempre, seguirá retumbando eso de que “es River y tiene que jugar”.
Solo tengo dos palabras: Qué pelotudos! X(