Mourinho, ese técnico alienígena
[b]Por Juan Pablo Varsky [/b]
18 de Abril de 2011
Lucas Castromán no lo podía creer. Estaba a punto de hacer un lateral cuando el entrenador rival lo zamarreó para que no sacara rápido. No quería que su equipo quedara mal parado para el contraataque. El partido era clave: la semifinal de ida en la Copa de la UEFA 2003 entre Lazio y Porto. Obviamente, el DT recibió la tarjeta roja, una multa de 2000 euros y no pudo sentarse en el banco durante el juego de vuelta. Igualmente, el conjunto portugués se clasificó para la final de Sevilla. Le ganó al Celtic escocés y se consagró campeón.
A exactos ocho años de aquel incidente, José Mourinho sigue ganando títulos y generando controversias. Tras el empate del sábado, repitió hasta el hartazgo: “Mis equipos contra Barcelona nunca terminan con once. Debemos entrenarnos con diez porque siempre pasa lo mismo”. La discusión futbolera quedó para otra oportunidad. Era exactamente lo que quería. Instinto y estrategia para desviar la atención.
Hace un año, otro duelo entre Mou y Barcelona me llevó a escribir “Mourinho, el revolucionario”. El extraordinario choque de semifinales de Champions y un imprescindible libro escrito por cuatro jóvenes portugueses llamado Mourinho, por qué tantas victorias influyeron en esa nota, dedicada al entrenador, lejos del personaje. Hoy, el episodio 1 de la saga y otro libro conseguido aquí en Madrid me conducen al personaje. El libro se llama Mourinho, el entrenador alienígena , escrito por el italiano Sandro Modeo, periodista, ensayista y divulgador científico. No se lo pierdan, sobre todo aquellos fanáticos del portugués. El título toma una frase del DT: “Me siento un poco alienígena”. Se pregunta el autor: ¿Qué intenciones tiene el alienígena? ¿Adaptarse a nuestra forma, introducirse en nuestras costumbres y luego manipularnos por completo? ¿Mantener su propia identidad llevando los conflictos al extremo? ¿O implantar un cambio cultural a costa de ser rechazado para luego irse sin pena ni gloria? Todo eso es Mourinho, se responde el propio Modeo.
Nació en Setúbal, hijo del arquero del Vitoria de esa ciudad y una maestra jardinera. Casi se muere a los cinco años por culpa de una peritonitis. Graduado del Instituto Superior de Educación Física con un diploma en ciencias motoras, trabajó como profesor en una escuela con chicos discapacitados. Jugaba de zaguero central en el Río Ave con su padre como entrenador. A punto de debutar en primera, el presidente del club amenazó con echarlos a los dos y convenció a papá Félix para que no incluyera a su hijo en el equipo. José tenía 19 años y sintió una humillación insoportable. Dejó a los 24, tras un puñado de partidos en equipos menores.
En 1985 hizo el curso de entrenador en la UEFA. Y en 1992, el inglés Bobby Robson le ofreció ser su traductor en Sporting, de Lisboa. Se convirtió rápidamente en su ayudante y compartieron experiencias en Porto y Barcelona. Con 47 goles del gran Ronaldo y la conducción de Pep Guardiola desde la mitad de la cancha, el Barça 96-97 ganó la Copa del Rey y la Recopa europea. Mou dirigió al Barcelona B. Se fue Robson, pero él se quedó. Louis van Gaal lo incorporó en su cuerpo técnico. Y el 16 de mayo de 2000 le permitió ser el entrenador en la final de la Copa Catalunya: Barcelona le ganó 3 a 0 a Mataró y logró su primer título como DT. Sí, en el club con el que hoy sólo hay distancia y rencor.
En Catalunya lo llaman “el traductor” y ningunean su trabajo de 1996 a 2000. Esta historia convierte cada duelo ante Barcelona en un asunto personal para este “manipulador de emociones”. La expresión le corresponde a Antonio Damasio, neurobiólogo portugués. Damasio es conocido por haber descifrado la inseparabilidad de los componentes emotivos y los procesos de toma de decisiones. Mourinho piensa exactamente lo mismo: la unidad inseparable cuerpo-cerebro, atleta-jugador necesita de un entrenamiento simultáneo del aspecto físico, la técnica, la táctica y la psicología. Por eso, sus prácticas son simulaciones de partido, tema bien desarrollado en el libro Por qué tantas victorias . Como conductor de grupo, Mourinho ha perfeccionado sus artes para convertirse en un verdadero profesional de la persuasión.
El psicólogo social y cognitivo Robert B. Cialdini define seis principios básicos para el líder grupal: reciprocidad, coherencia y compromiso, aceptación social, simpatía, autoridad y escasez o el miedo a que se vaya. En su libro, Modeo hace encajar las conductas de Mou con cada uno de estos valores. Además de las razones futbolísticas, el portugués ha ganado 18 títulos por la unidad de sus equipos y su propia relación con los jugadores, dispuestos a hacer cualquier cosa que él les pida. El vínculo ha llegado hasta las lágrimas, como aquel abrazo con Materazzi después de ganar la Champions con Inter. Antes de la final de la Copa de la UEFA 2003, llevó a todo el plantel de Porto a recorrer La Giralda en la catedral de Sevilla porque “ya no existe más el jugador que sólo conoce aeropuerto, hotel y estadio en los viajes”.
Mientras tanto, la otra cara de la moneda muestra a un provocador empedernido e incorregible. Cruzó los brazos como si tuviera esposas en sus muñecas en un Inter-Sampdoria de febrero de 2010 cuando su equipo quedó con nueve futbolistas. Calificó a periodistas italianos como prostitutas intelectuales. Tuvo duelos dialécticos con Cruyff, Ranieri, Van Gaal y Wenger. El entrenador de Arsenal lo liquidó: “Cuando un estúpido tiene éxito se vuelve más estúpido, nunca inteligente”. Acumula sanciones y multas más que ningún otro entrenador en el mundo. ¿Por qué siempre lo aman los propios y lo odian los extraños? “En un mundo de hipócritas, yo soy transparente y me pegan por eso”, ha dicho recientemente. Modeo habla de una adicción a la victoria, de un deseo de alcanzar la inmortalidad. Por eso, ha elegido equipos con frustraciones extendidas en el tiempo para dejar su nombre en los libros y potenciar su imagen de ganador. Asumió en Chelsea y ganó la Liga inglesa después de 50 años. Llegó a Inter y se consagró campeón de Europa tras 45 años. Ahora está embarcado en la aventura Real Madrid para cortar la hegemonía de Barcelona en España, ganar la Champions para el club por primera vez en nueve años y ser el primer entrenador que levante el trofeo con tres equipos distintos (ya lo hizo con Porto e Inter). No son casuales estas elecciones. ¿Es resultadista, entonces? Su ayudante Rui Faría define su ideario: “Primero la victoria con espectáculo, luego la victoria sin espectáculo, después empate con espectáculo, empate sin espectáculo y por último la derrota. En la derrota no hay espectáculo”.
Mourinho nunca podría dirigir equipos con una idea y un concepto de juego definidos que trascienden al entrenador, como Ajax, Arsenal o su odiado Barcelona. Él necesita esa carencia de estilo natural para imponer el suyo. ¿Cuál es? No dejar jugar al rival sin desnaturalizarse como equipo. Su punto de partida es el adversario, no la pelota. El sábado, puso a Pepe de mediocampista para vigilar de cerca a Messi. Había ensayado esa variante una semana antes en Bilbao. Agregó a Khedira y a Xabi Alonso, sometido a un papel secundario, para marcar por presión a Xavi y a Iniesta. El 0-5 del Camp Nou había sido suficiente. No se le puede discutir la posesión de la pelota al mejor equipo de la historia. Admitió la supremacía catalana. Les hizo caso a sus futbolistas y dejó el pasto bien alto para que la pelota rodara menos, un obstáculo en el juego de pases del Barça. Di María persiguió a Dani Alves todo el partido. El brasileño no metió ni un solo desborde, pero el argentino nunca fue factor de ataque. Tras la expulsión de Albiol, puso a Arbeloa para que Pepe, el mejor del Madrid, volviera al centro del campo, donde impuso su despliegue y su rigor. Incluyó a Adebayor para que le tiraran pelotazos desde el fondo (elaboración cero) y así complicó a la defensa del Barça.
Sin dar tres pases seguidos durante todo el clásico, estuvo a punto de ganar el clásico en inferioridad numérica. Mou lloró en el vestuario y luego instaló el tema de la persecución arbitral. Pasado mañana se jugará la final de la Copa del Rey. El entrenador alienígena, el manipulador de emociones, el adicto a ganar recurrirá a todo los métodos posibles. Lucas Castromán puede dar fe de lo que es capaz de hacer José Mourinho para cumplir con su mandato de victoria.