Las finales de Libertadores se deben jugar con carniceros. La media vuelta de Funes abajo de la lluvia con el piso embarrado, con 100 kilos y arrastrando dos marcadores, el salto de “Hernán” para darle vuelta la serie a los colombianos en el 96, la pelota que roba Vangioni para habilitar a Alario en el 2015, el Pity sacando del medio y el Oso Pratto empatando un minuto después. Esa clase de asesinos. El Tantra al lado de esa casta es una garza cordobesa tomando mate con peperina.