Cuando uno comienza a bucear en la historia de River, en aquella que comprende desde los primeros años del profesionalismo, los campeones de la década del 30, la máquina, la maquinita y un poco más, después de ver muchas fotos de las formaciones de esos años, pronto descubre dos constantes en casi todas ellas. Una, la presencia, hincado a la derecha, de Angel Labruna, casi siempre acompañado de Félix Loustau. Labruna aparecerá en los posters desde 1939 hasta 1959 y Loustau, entre 1942 y 1957. Pero más extensa aún, es la aparición de un personaje que fue decisivo para forjar el espíritu de grandeza de la entidad millonaria. Casi siempre vestido con un buzo identificado con una gran letra M blanca, aparece en sucesivas imágenes a lo largo de más de 30 años, parado o agachado a un costado de la formación, el masajista Aureliano Gomeza, que era más conocido como Machín.
Machín fue un hincha desde los comienzos del club prácticamente, en el amateurismo. Primero intentó suerte probándose como arquero, pero no llegó a la primera y luego se incorporó como masajista cargo que ocuparía durante casi cuatro décadas hasta bien entrada la década del 60.
Formación de River en 1936 – Machín aparece segundo a la derecha del arquero, el de su izquierda era el 5 de ese equipo Jose María Minella, quien luego sería un muy exitoso D.T. durante 13 años. Abajo agachados una delantera más o menos, Moreno, Cesarini, Bernabé, Peucelle y Pedernera
Fue el creador de la frase “la verdad está en el verde césped” que erróneamente se adjudica a Labruna. Afirmando que se debía desestimar lo que se dice antes de los partidos y demostrar en la cancha. Pero más que eso fue el sostén de los grupos humanos durante el período de los años 30s a los 60s. Su rol contenedor sería similar al que tendría por ejemplo en las selecciones de Bilardo, el recordado profe Echevarría. Los jugadores recordaban por ejemplo que Machín, los “sacaba” de las concentraciones para ir a comer un lomito a la costanera y que por las noches cuando descubría a jugadores trasnochando, les advertía “Noches alegres, mañanas tristes”.
En su clásico libro “Fútbol todotiempo e historia de la máquina”, Peucelle, lo recuerda hablando de la creación de una mística como característica indispensable de los equipos ganadores:
“Lo que si puede hacer el llamado maestro (que poco enseña) es ir dando esa mística, esa fuerza espiritual para la lucha, cuando sabe hacer amigos a todos los jugadores, los conoce bien, se hace querer por ellos, y puede crear con su palabra la fuerza espiritual del equipo. Cuando alguna vez me hablaron de psicólogos para jugadores de fútbol, yo recordé enseguida al mejor psicólogo que tuvimos en mis mejores años de jugador, aquel inolvidable Machín (Aureliano Gomeza), masajista de River, a cuyo alrededor, y entre mil bromas todas célebres, teníamos todos una enorme fuerza de espíritu. Mística. Por eso a Machín lo sentíamos muy partícipe de nuestras alegrías y también de nuestras tristezas. Muchas veces lo sacamos en andas nosotros a él, pero como destinatario de nuestros triunfos y eje de nuestras alegrías.”
Machín agachado a la izquierda de la máquina en 1942
Como señaló Peucelle, era una de las personas más queridas del plantel, y cuando se dio uno de los momentos cumbres de la historia del club, el bicampeonato con la vuelta olímpica de la máquina en la bombonera en 1942, los jugadores no llevaron en andas a Moreno, tal vez el mejor jugador del mundo de ese momento e ídolo de la hinchada; ni a Pedernera, autor de los dos goles en ese partido; ni a Renato Cesarini, el director técnico. La persona señalada por el grupo como héroe de esa conquista fue Machín, quien dio la vuelta en territorio del máximo adversario, en andas de los jugadores. Un masajista, que para muchos podría ser un humilde partícipe de segundo orden, era distinguido por las encumbradas figuras de uno de los más célebres equipos de la historia. A mi juicio una de las imágenes más lindas de la historia de nuestro club y que merecería ser inmortalizada en una estatua.
Machín llevado en andas durante la vuelta olímpica en la bombonera en 1942
Machín acompañó a River durante la mayor parte de su vida, en los campeonatos oficiales y además en sus varias giras, por Latinoamérica y Europa. Las crónicas recuerdan su importante intervención en la fría y gloriosa tarde de Manchester, cuando el juego se interrumpía por alguna acción, entrando presuroso a quitarle la mezcla de barro y nieve de las manos a Amadeo.
Machín con River en partido a beneficio en Torino, abajo a la izquierda:
Machín con River en Manchester antes de derrotar al City, de pie a la derecha:
Machín era tan conocido en el ámbito del fútbol que muchas veces cuando una revista, publicaba un póster del equipo, su nombre figuraba en el listado con los jugadores y el D.T., cosa que no ocurría con el resto de los colaboradores que aparecían en las fotos (otros masajistas y kinesiólogos)
Formación de River en 1961 con Machín abajo a la izquierda:
Machín nos dejó físicamente en 1968 en el medio de la larga noche sin títulos. Pero antes de irse, tuvo una participación que cambiaría la historia de la cultura argentina. Machín era amigo de unos vecinos, que tenían un hijo hincha de River y lo llevaba varias veces a la cancha, y haciéndole conocer a sus ídolos Labruna, Loustau, Amadeo y Pipo Rossi entre otros. Un día Machín fue a su casa y llevó su guitarra, para tocar con el padre, que era un cantante aficionado de tangos. El niño se entusiasmó y se la pidió prestada. Ese chico aprendió a tocarla al poco tiempo y decidió tomar clases, por lo que el préstamo se prolongo indefinidamente y así la guitarra de Machín fue el primer instrumento de Luis Alberto Spinetta.