Estaba aplastado, hundido en la butaca de ese chárter que lo llevó lo más lejos posible de Ciudad del Cabo, ese rincón de Africa en el que se terminó su ilusión. Y casi no habló en el micro que lo transportó del aeropuerto de Johannesburgo hasta Pretoria. Justo él, que siempre tiene una frase picante entre los labios, se le apagó la voz. Nada quedó de ese discurso altivo del viernes, cuando se jactó de la eliminación de los brasileños, ese momento en el que aseguró que podía ser el Mundial de Argentina. Recién en la madrugada pudo soltar alguna palabra. Entonces, habría recibido un tibio apoyo de Carlos Tevez, Mario Bolatti y Lionel Messi. Un “quedate, Diego” que pareció de compromiso. Detrás, lo que permanece es una convivencia de cuarenta días en la que Maradona, a pesar de las declaraciones que se entregaron públicamente de parte de los jugadores y el preparador físico Fernando Signorini, tuvo unos cuantos problemas para dejar conforme a todo el grupo. La basura que se escondía debajo de la alfombra empieza a quedar al descubierto en el High Perfomance Centre, en esas habitaciones en las que los carteles que pegó Diego ya fueron retirados por las autoridades de la Universidad. Hubo varios jugadores que perdieron el lugar preponderante que habían conseguido bajo la mano del técnico. El principal marginado fue Juan Sebastián Verón. Llegó como el líder del equipo, el capitán sin cinta, el entrenador dentro del campo de juego y ni siquiera jugó ante Alemania su último partido en la Selección. Cuentan que la Bruja se enteró que no iba a ser titular frente a México en una práctica, cuando Maradona repartió las pecheras. Y ya no le había gustado --aunque no dijo nada para no quebrar la armonía-- en el instante que el técnico decidió darle el brazalete a Messi en el partido contra Grecia, disputado en Polokwane.
Verón sintió que Diego lo desplazó sin ninguna explicación. Lo mismo le pasó a Jonás Gutiérrez, quien le reclamó a Maradona por haberlo expuesto como lateral derecho. Walter Samuel fue otro que era titular y perdió el puesto después del ensayo previo al encuentro con los mexicanos. Al zaguero del Inter lo fastidió que el entrenador haya dicho en la conferencia de prensa que tenía “dudas”. Y nunca más jugó. Tampoco otro campeón de la Champions, Diego Milito, se sintió cómodo. A su entorno le comentó que no le dio más minutos que aquel duelo frente a los griegos. Por otro lado, la relación del Muro y el goleador con Martín Demichelis no sería la mejor desde aquella final de Europa ante Bayern Munich. ¿Celos?
Entre Messi y Tevez no había la mejor onda. Y fue Carlitos el que pidió la palabra el 24 de junio, día del aniversario del crack de Barcelona, para decir: “No puede ser que estemos festejando el cumpleaños de Messi y hace dos días no saludamos a otro compañero, a Javi (Pastore)”. Gabriel Heinze intercedió y le dio la razón al atacante de Fuerte Apache. “Esto no va a volver a pasar”, apuntó el referente. Tevez, a pesar de que apoyó a Diego puertas adentro, le dijo que no quería ser titular si era considerado la primera variante, algo que el propio hombre del Manchester City entendió después de ser reemplazado ante Nigeria, Corea del Sur y México.
“Fue un milagro que Diego haya podido armar este grupo y que no haya habido ningún problema”, afirmó Signorini, quien se acercó a la puerta de la concentración para hablar con la prensa. Pero la tensión existió. Las caritas bravas, también. Sin embargo, los cuatro mazazos alemanes derrumbaron el ánimo de todos. Hasta les quitaron las ganas de reclamar.
Estaba aplastado, hundido en la butaca de ese chárter que lo llevó lo más lejos posible de Ciudad del Cabo, ese rincón de Africa en el que se terminó su ilusión. Y casi no habló en el micro que lo transportó del aeropuerto de Johannesburgo hasta Pretoria. Justo él, que siempre tiene una frase picante entre los labios, se le apagó la voz. Nada quedó de ese discurso altivo del viernes, cuando se jactó de la eliminación de los brasileños, ese momento en el que aseguró que podía ser el Mundial de Argentina. Recién en la madrugada pudo soltar alguna palabra. Entonces, habría recibido un tibio apoyo de Carlos Tevez, Mario Bolatti y Lionel Messi. Un “quedate, Diego” que pareció de compromiso. Detrás, lo que permanece es una convivencia de cuarenta días en la que Maradona, a pesar de las declaraciones que se entregaron públicamente de parte de los jugadores y el preparador físico Fernando Signorini, tuvo unos cuantos problemas para dejar conforme a todo el grupo. La basura que se escondía debajo de la alfombra empieza a quedar al descubierto en el High Perfomance Centre, en esas habitaciones en las que los carteles que pegó Diego ya fueron retirados por las autoridades de la Universidad. Hubo varios jugadores que perdieron el lugar preponderante que habían conseguido bajo la mano del técnico. El principal marginado fue Juan Sebastián Verón. Llegó como el líder del equipo, el capitán sin cinta, el entrenador dentro del campo de juego y ni siquiera jugó ante Alemania su último partido en la Selección. Cuentan que la Bruja se enteró que no iba a ser titular frente a México en una práctica, cuando Maradona repartió las pecheras. Y ya no le había gustado --aunque no dijo nada para no quebrar la armonía-- en el instante que el técnico decidió darle el brazalete a Messi en el partido contra Grecia, disputado en Polokwane.
Verón sintió que Diego lo desplazó sin ninguna explicación. Lo mismo le pasó a Jonás Gutiérrez, quien le reclamó a Maradona por haberlo expuesto como lateral derecho. Walter Samuel fue otro que era titular y perdió el puesto después del ensayo previo al encuentro con los mexicanos. Al zaguero del Inter lo fastidió que el entrenador haya dicho en la conferencia de prensa que tenía “dudas”. Y nunca más jugó. Tampoco otro campeón de la Champions, Diego Milito, se sintió cómodo. A su entorno le comentó que no le dio más minutos que aquel duelo frente a los griegos. Por otro lado, la relación del Muro y el goleador con Martín Demichelis no sería la mejor desde aquella final de Europa ante Bayern Munich. ¿Celos?
Entre Messi y Tevez no había la mejor onda. Y fue Carlitos el que pidió la palabra el 24 de junio, día del aniversario del crack de Barcelona, para decir: “No puede ser que estemos festejando el cumpleaños de Messi y hace dos días no saludamos a otro compañero, a Javi (Pastore)”. Gabriel Heinze intercedió y le dio la razón al atacante de Fuerte Apache. “Esto no va a volver a pasar”, apuntó el referente. Tevez, a pesar de que apoyó a Diego puertas adentro, le dijo que no quería ser titular si era considerado la primera variante, algo que el propio hombre del Manchester City entendió después de ser reemplazado ante Nigeria, Corea del Sur y México.
“Fue un milagro que Diego haya podido armar este grupo y que no haya habido ningún problema”, afirmó Signorini, quien se acercó a la puerta de la concentración para hablar con la prensa. Pero la tensión existió. Las caritas bravas, también. Sin embargo, los cuatro mazazos alemanes derrumbaron el ánimo de todos. Hasta les quitaron las ganas de reclamar.
No sé, pero también en 2002 hubo problemas con Verón, Sorín, el Piojo López. Mucha estrellita, mucho celo, no es algo nuevo en la Selección. Estos jugadores son impredicibles, porque son casi todos estrellas en sus clubes.
Que quedamos afuera porque no somos los mejores no cabe duda. Ahora, recordando el cabaret que se armó después de las eliminatorias (Maradona vs Bilardo, Grondona vs Ruggeri, Alfito vs Maradona, etc.) no sería nada raro. Verón es un cabecilla, seguro algo le dijo al drogón para que quedara relegado. También lo de Samuel fue algo raro…
Así como encontrás “cabarets” acá, los podés encontrar en cualquier selección eliminada antes de semis. Es parte del negocio periodístico. El único bardo real del mundial, fue el que tuvo Francia.
Estas cosas no sirven,por mas que sea verdad (cosa que no creo que sea asi). Que sentido tiene? Si sabian todo esto lo hubieran dicho cuando todo iba bien y no esperar a que perdiera la selección para tirar mierda. Yo personalmente a estas cosas no les doy bolas porque no sirven para mejorar.