Todo el crédito de lo publicado es para Oscar Barnade, que expone la única verdad sobre este asunto ante tanta falacia y tergiversación. Además, cuenta la historia completa de Labruna en números. Extraordinario.
[SIZE=6]Labruna eterno: la vigencia del máximo goleador de la historia del fútbol argentino
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Durante este mes, en River celebran los 100 años del nacimiento del ídolo máximo. Y este miércoles se cumplen 35 años de su muerte.
Hay una entrevista que aún conmueve. Angel Labruna responde preguntas en el programa Todos los Goles. Es agosto de 1983. Están Dante Zavatarelli, Fernando Niembro, Marcelo Araujo y Adrián Paenza. Niembro le dice: “¿Hasta cuándo se queda en Argentinos Juniors?". El entrenador responde: “Hasta el 15 de enero de 1984”. “¿Seguro?”, repregunta Niembro. “¿Por qué no?”, retruca, seguro, Angelito. El reportaje se reitera un mes más tarde, unos días después del 19 de septiembre, para recordar al hombre que había pasado a la eternidad de manera inesperada. En la nota, inevitablemente, hablan de River, de la mala campaña del equipo, de la posibilidad de regresar para un cuarto período, del enojo con los dirigentes del club, del arrastre de votantes que tenía (“mucho más que 2.000 votos”, aseguraba Angelito). Labruna era el caballito de batalla de Hugo Santilli, quien igualmente reemplazó a Rafael Aragón Cabrera de diciembre de 1983. Se había operado de la próstata una semana atrás, el domingo 18 de septiembre estaba esperando en alta cuando murió, imprevistamente, de un paro cardíaco. Desde hace 35 años Angelito vive en los corazones millonarios. En el recuerdo de todos los futboleros.
Decir Labruna es decir River. Angel. Angel Amadeo. Angelito. El Feo. El máximo ídolo del club. El máximo goleador de la historia del fútbol argentino. El tercer jugador con más presencias. Más de mil partidos (1069) con la camiseta con la banda roja en diagonal, 541 como jugador y 528 como entrenador. Convirtió 317 goles en River(entre torneos locales, copas nacionales e internacionales, superando en ese rubro global a Arsenio Erico, de Independiente), además de otros 17 en la Selección, 3 en el Rangers de Chile y uno en Rampla Juniors de Uruguay. Dio 22 vueltas olímpicas, 16 como jugador y 6 como entrenador. Más allá de los impresionantes números, miles de anécdotas lo ubican a Angelito como protagonista fundamental de la historia del fútbol argentino durante 44 años, desde su debut en la Primera de River en 1939 hasta su último partido como entrenador de Argentinos, el 3 de septiembre de 1983, justamente ante River (1-1) en el Monumental. Un crack eterno.
Omar Labruna, su hijo, quien estaba en el sanatorio ese día, le cuenta a Clarín lo que sucedió hace 35 años: “La operación de próstata había salido perfecta. Le habían le habían dado de alta el viernes, pero se quiso quedar hasta el lunes. Se levantó de la cama, estaba en el pasillo del sanatorio porque estaban ordenando la habitación, estaba mi mamá, también el Pato Fillol que lo había ido a visitar, y un coágulo se fue al corazón, esos coágulos que en general van a cualquier parte del cuerpo y se disuelven, pero no, fue un caso en un millón, se desplomó ahí y no se pudo hacer nada”.
El actual técnico, ex jugador que debutó en River siendo su papá el entrenador del equipo, describe algunas sensaciones. "El homenaje que le está haciendo el Museo de River es maravilloso y no deja de sorprenderme porque a través de paso del tiempo Angelito sigue siendo vigente. El lo sintetizaba en una frase cuando le preguntaban si tenía que elegir entre River y su vida. 'Con River, porque River es mi vida", decía. También destaca la fecha como día internacional del hincha de River. “Eso marca lo que fue mi padre para la institución, lo que él también siempre se brindó, eso no se logra porque sí, River siempre fue su casa y pasó los mejores momentos de su vida tanto como jugador como entrenador”.
“En 1955 iba a cumplir 37 años y, aunque parezca mentira, empezó el ciclo de mis tres mejores temporadas. En la tripleta de los campeonatos ganados en 1955, ’56 y ’57 fue donde mejor jugué, cuando más rendí”, le decía Labruna a la revista Goles en 1975. Esa frase y muchas más, además de fotos inéditas, aparecen desde el 1° de septiembre en la cuenta de Twitter del Museo de River (@MuseoRiver), como homenaje al centenario del nacimiento del ídolo.
Ese año, en 1955, Emilio Pinea, un hombre común, un portero de una escuela de Carhué, provincia de Buenos Aires, fue padre de mellizos. Fanático de River como era, eligió dos nombres: Angel (por Labruna) y Félix (por Loustau). La Máquina había dejado huella. Como Angel Pinea, quien trabaja desde hace 38 años como mozo en el Jockey Club, muchos veteranos que peinan canas también se llaman Angel por Labruna, en tiempos de cero márketing.
“Trato de correrme del lugar del hincha y pienso en los grandes equipos del fútbol mundial. La figura de Labruna es cuasi única en términos de relación entre un club y un ídolo. Todos los clubes tienen ídolos, eso está clarísimo, pero no son tantos los ejemplos a nivel internacional. Un tipo que fue socio desde chiquito, que triunfó como jugador, como técnico. Es una identificación muy profunda”, le dice a Clarín, Rodrigo Daskal, director del Museo de River.
Vivía en Las Heras y Bustamante, muy cerca de la vieja cancha que tenía River en Alvear (hoy Libertador) y Tagle. A los 8 años ya era socio. Jugó al básquet mientras también hacía goles en las inferiores. Tuvo que optar. Debutó en 1939 ante Estudiantes (0-1). Integró la delantera más famosa del fútbol argentino: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Fue un enorme profesional que se mantuvo vigente durante 20 años. Tras su retiro intentó varios emprendimientos (un hotel en Mar del Plata, una concesionaria de autos, una gomería, una pizzería). Fue en lo único que fracasó. Lo suyo estaba dentro de un campo de juego. En su tercera etapa en River, fue el estandarte de una nueva vuelta olímpica, tras 18 años de sequía.
Omar Labruna lo describe como padre: “Fue maravilloso, más allá de su carrera estaba siempre presente. Era muy calmo, muy cariñoso, uno en la cancha lo veía que se transformaba pero llegaba a casa y estaba tranquilo, con toda la familia. Daba consejos precisos y tenía adoración por todos nosotros”. Y también como entrenador: “Fue único. Eso lo marca la historia, el comentario de todo los jugadores que estuvieron a cargo de él, era muy especial, más allá de saber elegir a los jugadores, tenía el quinto sentido, a los 15 minutos ya leía el partido y lo cambiaba sobre la marcha si era necesario, ni hablar cuando llegábamos al entretiempo. Era de un mensaje único, de estar cerca del jugador, de ser muy inteligente, de formar buenos grupos. Lo tenía todo muy claro”.
Una enorme estatua en la entrada del club. El puente que cruza de Udaondo a Ciudad Universitaria lleva su nombre. Cada 28 de septiembre, por él, se celebra el día del hincha. Labruna eterno. El máximo goleador del fútbol argentino sigue vigente.
La anécdota que más le gusta recordar a Omar Labruna
“El era muy cabulero. Viajamos a Santa Fe, todo el plantel, el había puesto el saco y la corbata en un asiento, sobre un maletín. Los jugadores eran bravos, estaba el Pato Fillol, Passarella, el Beto Alonso, entre otros, y pensaron que la corbata era del doctor Melito. Y la tiraron por la ventanilla. Papá lo advirtió en el hotel, no encontraba la corbata, empezó a preguntar, y entonces alguien le contó lo que pasó. Subimos todos al micro, volvimos a la ruta, calculamos el lugar en el que sucedió y después de un rato la encontramos tirada sobre la banquina. Creo que si no la encontrábamos para él hubiese sido terrible. La tenía como un amuleto”.
Algunas frases que eligieron en el Museo de River para recordarlo.
“Mi secreto es bien sencillo. Consiste simplemente en hacer la vida ordenada y sana que conviene y corresponde a un deportista, tomando mi profesión bien en serio. No fumar, no beber, no cometer excesos en las comidas, levantarme y acostarme temprano, entrenarme todos los días y mantener constantemente mi cuerpo y mi mente ágiles". Revista River (1953)
“Lo que siempre mantuvimos fue el estilo, la ambición de atacar con todo. El temperamento ofensivo jamás fue dejado de lado. Era la personalidad de River, que nacía en todos nosotros que, a veces, sin ganar grandes sumas, sentíamos muy hondo el orgullo deportivo, los enormes deseos de ganar haciendo muchos goles. Por esos problemas de defensa, por esos cambios en la delantera que siempre pensando en atacar ahora tenía otro estilo, la gente le puso otro nombre al cuadro. Los hinchas los llamaban ‘La Maquinita’”. Revista Goles (1975)
“Es sencillita la cosa. Vos tenés que disponer de buenos y muy buenos jugadores. Después, les tirás la pelota y les das la libertad que los buenos jugadores necesitan. Más tarde les proporcionás una buena base física, un cachito de táctica y los parás en la cancha. Lo demás viene solo. Jugar cuando la tenés. Pero jugar con mentalidad ofensiva, cambiando el paso de mitad de cancha en adelante y metiéndola adentro. Y luchar, poner huevos, cuando la perdés para recuperarla lo más pronto posible. No hay secretos, sólo hay que tener intenciones de jugar. Nada más”. Revista Estadio (1982)
En la fuente se pueden apreciar gráficos imposibles de copiar en el foro.