Hubo una época, hace no muchos años atrás, en la que el hábitat natural de la mujer era la cocina…
Miraban la novela, lavaban la ropa, ordenaban la casa, preparaban la comida
Todo andaba bárbaro
Hasta que un día a un iluminado se le ocurrió que las mujeres tenían que ser iguales que los hombres
Al principio muchos decíamos “que bueno”
“Ahora cada uno va a poder hacer lo que quiera” decíamos
Hasta que un día las mujeres se cortaron el pelo, ese pelo largo que las distinguía y que le subía dos o tres puntos a cualquier comunacha ya no existe más, ahora son todos bagres de pelo corto
Después empezaron a ir a la cancha, a la oficina, al bar, y un día cuando te quisiste dar cuenta estabas en una reunión escuchando hablar de la copita menstrual
Vos no te diste cuenta porque todo paso tan rápido, pero los huevos se te fueron achicando y los espermatozoides muriendo
Tanta exposición al estrógeno y a la inestabilidad emocional de las mujeres te fue haciendo pelota porque así como la mujer cada vez parece más un hombrecito vos estás casa vez más señorita
Un día te diste cuenta que en vez de Titi Fernández escuchabas la voz de Ángela Lorena en el campo de juego, que al lado del cabezón Ruggeri estaba sentada Morena Beltrán discutiéndole de igual a igual a un campeón del mundo, y así en todos los ámbitos de la vida
Hablan como si supieran y parece que uno tiene que escuchar porque si dicen una pelotudes en realidad es que vos sos un ‘misógeno’
Prendes la tele y ya no está el análisis político de un Bernardo Neudstad o un Mariano Grondona… Ya no está el puterio de un Gerardo Sofovich o del inacabable Chiche Gelblung… Ya no nos reímos con el humor de Francella, Minguito o el gordo Porcel, ese humor degenerado y desvergonzado de aquello que nos constituye que es tener las bolas donde hay que tenerlas
Nos hemos vuelto mariquitas con miedo a decir lo que no nos dejan decir
Pero no hay que resignarse señores, todo es cíclico
Un día vamos a volver a poner las cosas en orden, si no es ahora será en cien años, lo que está claro es que hay que organizar la resistencia a este flagelo, a este despelote disfrazado de igualdad y que no es otra cosa que la degeneración de nuestras tradiciones, la inmundicia convertida en normalidad
“La mujer a la cocina, todas putas” ese es nuestro grito de guerra