La obstinación de un boludo.

Es largo y para los entendidos de verdad en historia pero bastante interesante. Una crítica dura a JP Feinmann.

La obstinación de un boludo
[RIGHT]Por Rubén Humberto Famá[/RIGHT]
[RIGHT]Momentos antes de su fusilamiento pudo escribir Dorrego
algunas cartas, entre ellas ésta, dirigida al caudillo
santafecino López: “En este momento me intiman a morir dentro de una hora.
Ignoro la causa de mi muerte, pero de todos modos perdono a mis perseguidores.
Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi nombre no sea causa
de derramamiento de sangre”.
La cuestión está en que no era la muerte de Dorrego la causa;
la causa de Dorrego, como la de San Martín, como la de Artigas,
era la causa del país, y la posibilidad de aumentar o evitar el
derramamiento de sangre estaba, como suele suceder, en manos
de los opresores y no de los oprimidos.[/RIGHT]
[RIGHT]Conrado Eggers Lan, “Violencia y Estructuras”,
Ediciones Búsqueda – Noviembre de 1970 – p. 170.[/RIGHT]

         La inquieta pluma del  “filósofo”  José Pablo Feinmann se ha propuesto desde un suplemento  dominical de Página 12,  ni más ni menos que –como él mismo lo afirma- [i]historiar e interpretar al peronismo…No podemos seguir sin hacerlo. El  peronismo sigue y hay que seguirlo de cerca[/i].
         Realmente escribe con pasión  este [i]intelectual[/i]  nacido en Buenos  Aires en 1943 y autor de una variada producción  novelística, así como ensayos,  artículos periodísticos y guiones  cinematográficos. En uno de sus ensayos, [i]Filosofía y Nación [/i](estudios sobre el  peronismo elaborados desde 1970 hasta la fecha de su publicación en 1982) afirma [i]“hay tantas interpretaciones de  nuestro pasado histórico como proyectos políticos en vigencia coexisten en nuestro  presente”. [/i]Este Feimann de [i]Filosofía  y Nación, [/i]parte de una especial atención por el relato histórico. Historia  y presente no son para él compartimentos de [i]tiempos [/i]estancos.  De esta forma aquello que hoy es relato del pasado contiene  rasgos  enunciativos de aquello que queremos y hacemos ahora y explican en gran   medida los proyectos en disputa actuales. [i]Filosofía  y Nación [/i]denuncia ese [i]“sistema  de  ideas que las grandes potencias hegemónicas han instaurado para  justificar,  expresar e impulsar sus proyectos expansionistas.” [/i] Para  Feimann ese sistema de ideas alcanza su  cumbre máxima con Hegel. La  filosofía hegeliana representa para Feimann la  expresión de la cultura  europea, como pensamiento expresivo de la burguesía postulándose  como  clase universal. 
         Continúa esta  línea de reflexión en [i]La sangre derramada[/i]  publicada en el año 1998, cuyo eje central es la violencia política  argentina  con epicentro en los años setenta. Feimann ausculta en el  intento de  interrumpir la violencia generada por la confrontación  política, de interrumpir  ese encadenamiento de cerradas oposiciones que  en definitiva remite a la  intolerancia y al irrespeto de la vida  humana. En esta perspectiva reflexiona: [i]Como vemos, uno de los  carriles centrales a  través de los que se ha desarrollado nuestra  historia es el de la sangre  derramada. Es decir, el de la violencia. En  los pasajes violentos de nuestra  historia es donde hemos encontrado  los núcleos de incomprensión absoluta.  Deberíamos definir este  concepto. Digámoslo así: la incomprensión absoluta es  el rechazo  integral de las razones del Otro.[/i]

         En los últimos  tiempos el autor postula la [i]muerte  del  sujeto europeo o su desplazamiento que es como si hubiera muerto.  Ahora viene  el Imperio Bélico Comunicacional. Es el saber absoluto  Hegeliano. La Idea  Absoluta. El Sujeto Absoluto. El Sujeto Bélico  Comunicacional. El Sujeto del  Imperio Global. De la guerra global  preventiva. El sujeto absoluto  comunicacional del siglo XXI. [/i](Suplemento  “La Filosofía y el Barro de la  Historia” - Página 12 - “Los versos  satánicos de la filosofía europea” – Clase  Nº 54 - 17 de Mayo de 2007).
         Ahora bien;  vayamos al  tema que ha convocado desde el pasado domingo 27 de Noviembre de  2007  los esfuerzos intelectuales de este prolífico autor y ensayista. Ni más  ni  menos que: [i]Historiar e interpretar al  Peronismo. [/i]El ensayo se titula [i]“Peronismo  – Filosofía política de una obstinación argentina”[/i].  Feimann estructura este  ensayo desde distintos planos narrativos en  los cuales -como él mismo diría  pidiendo prestado de Focault-  desarrolla [i]una  miríada de relatos que colisionan entre sí como espadas.[/i]
         Sin embargo, en este   ensayo dosificado en 50 entregas dominicales, ya desde su primer  fascículo  (Diario Página 12 - 27 de Noviembre de 2007) una de aquellas [i]espadas [/i]pareciera  ser de madera, y colisiona  entre tantas otras desentonando con la  sustancia del contexto histórico que el  ensayista propone  deshistorizando paradójicamente el relato que intenta. 
         El autor sin más  y como un desparramo arbitrario de hechos, nombres y adjetivaciones dice: [i]Hay  grandezas y profundas miserias en el  peronismo. Hay demasiados  muertos. Hay un plus de historicidad. Hay una  historia desbocada. Hay  líderes (sobre todo uno), hay mártires (sobre todo  una), hay  obsecuentes, alcahuetes, hay resistentes sindicales, escritores   combativos, está Walsh, Ortega Peña, está Marechal, están Urondo y  Gelman,  están asesinos como Osinde y Brito Lima[b],  fierreros sin  retorno como el Pepe Firmenich, doble agente, traidor, jefe  lejano del  riesgo, del lugar de la batalla, jefe que manda a los suyos a la   muerte y él se queda afuera entre uniformes patéticos y rangos militares   copiados de los milicos del genocidio con los que por fin se  identificó, hay  pibes llenos de ideales[/b], hay más de cien  desaparecidos en el Nacional de  Buenos Aires, está Haroldo Conti,  muerto, Héctor Germán Oesterheld, muerto,  Roberto Carri, muerto, y  hasta Aramburu muerto[/i] (el resaltado es propio). 
         ¿Por qué iniciar  este ensayo [i]con pretensiones desmedidas[/i] con un [i]pensamiento tan débil, [/i]tan  efímero, tan hueco? ¿Por qué una [i]historicidad  sin sustancia, sin densidad alguna[/i]? ¿Por qué tantos [i]esfuerzos por evitar la historia[/i]? Como sea; habrá que aceptar que es  el mismo autor que pretende [i]historiar al  peronismo e[/i]l que nos propone recortar hechos históricos para licuarlos de toda [i]densidad histórica. [/i]Por lo tanto el  ensayista renuncia muy tempranamente a su cometido de [i]historiar[/i],  más bien y haciendo gala de su capacidad archivística  nos enunciará un  sin fin de relatos entrecruzados entre sí y desprovistos de  linealidad  y densidad histórica. 
         Porque es  realmente insustancial simplificar infantilmente aspectos relevantes de los  acontecimientos que se pretende [i]historiar[/i] -mediando cientos de miles de sujetos involucrados- en el [i]acontecimiento[/i] “Firmenich traidor” – “conducción de traidores”. Es  patéticamente vulgar.  

         Efectivamente el  autor  (vaya a saber uno por qué; quizá discusiones pasadas no resueltas,  odios  inconfesables no muy bien procesados y mucho menos bien  dirigidos,  protagonismos truncos, incomprensiones absolutas, [i]rechazo integral de las razones de los otros[/i])  pareciera caer en lo  que él mismo escribiera hace unos meses atrás en  otra zaga de fascículos  dominicales (“La Filosofía y el Barro de la  Historia - Clase Nº 43 -  “Totalizando a Foucault” - Página 12 - Domingo  11 de Marzo de 2007). Desde allí  Feimann de forma implacable arremete  contra aquellos que buscan una  historicidad sin sustancia: “…[i]el   acontecimiento no es explicable desde la historia. Es un Afuera de la  historia  y es desde él que la historia se explica…Hay un quiebre, un  Afuera de la  historia. Ese Afuera sería el acontecimiento…El  acontecimiento quiebra la  historia y se explica a partir de sí: hay que  buscar desde el acontecimiento  hacia atrás. A la vez, el  acontecimiento genera una serie de persistencias hacia  delante.[/i]
         Nuestro  ensayista  propone a “Firmenich traidor” (y a toda la conducción de Montoneros)  afuera  de la historia como un acontecimiento. Otra explicación no puede  encerrar  semejante estupidez. Feimann no propone, ni siquiera intenta  discutir con Firmenich  ni con otros ex montoneros sobrevivientes al  genocidio, lo que sería realmente  necesario y enriquecedor para la  ciclópea tarea que se ha propuesto. No;  Feimann los anula, los [i]desaparece[/i]  de  su relato como protagonistas insustituibles de lo que se propone  historiar.  Para Feimann; Firmenich como miembro fundador de Montoneros,  como único  sobreviviente del Aramburazo, como militante popular, como  último jefe en vida  de Montoneros y por lo tanto responsable político  en el marco de los cuerpos  colegiados de conducción conjuntamente con  otros militantes montoneros, como  cuadros políticos; [i]no están, no tienen  entidad, no existen, están desaparecidos, [/i]porque como Feimann sabe muy bien  y le consta en la conducción de Montoneros hubo un [i]doble agente, un traidor.[/i]  Si para Feimann, Firmenich y el conjunto  de la conducción y demás  responsables de cierto nivel con acceso a las  estructuras de  conducción, como sujetos históricos, desde el vamos de su ensayo   peronístico están desinvolucrados de los oprimidos y habitan la  dimensión de  los opresores; necesita continuar legitimando la dimensión  de lo [i]desaparecido, [/i]esto es; aquella densa realidad  histórica [i]no está, no tienen entidad, no  existe. [/i]Allá, en aquel [i]lugar  histórico[/i]  pasó otra cosa. Ni más ni menos que lo que ha venido haciendo la   intelectualidad adicta de aquella oligarquía triunfante en las últimas  décadas  y que con enjundia profundizara el alfonsinismo; hacer [i]desaparecer [/i]la historia, para que tengamos que empezar todo de  nuevo.         

         Propongamos un   ejercicio; intentemos otorgar sustancia y materialidad al relato de  Feimann  aceptando el acontecimiento “Firmenich traidor, doble agente” –  “Conducción de  traidores”. Donde dice: “[b][i]fierreros sin retorno como el Pepe Firmenich,  doble agente, traidor”;[/i][/b] debió decir también [i]“esos  miles y miles de imbéciles, estúpidos, cándidos bobalicones,  idiotas  útiles que no supieron darse cuenta que tenían por Jefe a un doble   agente, un traidor, que nunca fue de los nuestros, que como un canalla  coordinó  con premeditación con los genocidas y que ustedes, les  recuerdo estúpidos  útiles!! No supieron ver…en fin eran tan ingenuos!!  Si yo les quise avisar,  pero no me escucharon, se creían tan  organizados, tan decididos de su proyecto.  Yo les avisé, otros les  avisaron, o no se acuerdan de “la JP lealtad” que tanto  costó  construir. Pero con ustedes nunca se pudo discutir. Ustedes en realidad   nunca entendieron nada…y así les fué”. [/i]Y donde dice: “[b][i]jefe  lejano del riesgo, del lugar  de la batalla, jefe que manda a los suyos  a la muerte y él se queda afuera  entre uniformes patéticos y rangos  militares copiados de los milicos del  genocidio con los que por fin se  identificó;[/i][/b] nuestro ensayista debió  agregar [i]“como  pudieron existir tantos  miles de estúpidos que no se dieran cuenta que  estaban siendo conducidos por un  doble agente, cómo pudo Rodolfo no  darse cuenta y dedicar su tiempo y arriesgar  su vida en hacer una  crítica desde adentro de la organización que conducía un  doble agente  recluido en un exilio dorado de complicidades y traiciones. ¿Qué  se  supone que discutían en sus ámbitos de militancia estos auténticos  estúpidos?  ¿Cómo fue que Paco aceptara su destino en Mendoza? ¿Cómo  pudo ser posible que  nuestro distinguido y reconocido poeta Juan Gelman  permaneciera en una  organización conducida por un doble agente hasta  1979? ¿Ese gran intelectual  Rodolfo Puigross por qué  no percibió el   huevo de la serpiente y participó como miembro de ese desenfreno  militarista  que fue sin duda el lanzamiento del Movimiento Peronista  Montonero en Roma en  1977? ¿Y Bidegain y Obregón Cano, y Martinez Vaca?  ¿Sebastián Borro, Avelino  Fernández, Andrés Framini, Armando Cabo? ¿Y  esa generación intermedia  pre-setentista colmada de verdaderos  estadistas, calificados cuadros  profesionales, técnicos e  intelectuales? Qué imbéciles!!! Todos al servicio de  un doble agente,  de un mísero traidor. Y siguieron así toda la dictadura. Si  hasta  convenció a todos los miembros de los distintos cuerpos colegiados de   conducción que tenían que marchar si chistar hacia la muerte en las  contraofensivas  de 1979 y 1980, si los siguió conduciendo hasta bien  entrado el gobierno de  Alfonsín. Pero al fin y al cabo la mayoría  fueron chicos engañados que nunca  entendieron nada, pero que fueron  brutalmente manipulados y sacrificados por el  doble agente. En rigor de  verdad tendremos que concluir en que la inmensa  mayoría de nuestros  desaparecidos y sobrevivientes fueron y son  unos imbéciles, idiotas  útiles que se dejaron  llevar a la tortura, al exilio, a la muerte por  un doble agente. Esta es la  triste realidad. Con lo cual por una  necesidad imperiosa aquí concluye este  ensayo. No sin antes advertir  que el peronismo fue un gran mal entendido histórico  que todavía  continúa y que definitivamente nunca lo he entendido”.[/i]
         Es que sólo la  ironía  como herramienta discursiva permite dialogar con el acontecimiento   “Firmenich traidor” – “conducción de traidores” que propone Feimann.  Pero no  nos apresuremos. En fascículos siguientes Feimann compara a  Firmenich con al  Capitan Ahab (aquel personaje creado por Herman  Melville en el marco de su obra  máxima; “[i]Moby Dick o la ballena blanca”[/i])  y a militantes  combatientes como Urondo y Walsh los trata de absortos fascinados por la locura  del jefe.
         Asombrosamente  el relato propuesto se automutila de materialidad, eludiendo auscultar en [i]la  marca profunda de la memoria en lo que  hace a una época que expuso lo  nacional indeleble; una especie de viga maestra  que explicaría nuestras  claves históricas, entonces y ahora[/i]. [i]Un relato que por la  dramaticidad del fracaso “de la  liberación” expuso luego los mayores  disfraces, eufemismos, hipocresías y  máscaras linguísticas en cuanto a  de qué se trataron y tratan las cosas  nacionales, la violencia y las  calidades institucionales. [/i]

         Feimann renuncia a  penetrar en los por qué, los cómo y los  para qué del congestionamiento  de ideas, discusiones, elaboraciones,  producciones intelectuales,  culturales, periodísticas, historiográficas,  ideológicas,  organizativas, sociales; en fin en el congestionamiento de la  mas  incisiva discusión del ser nacional que se diera durante décadas, y que   quedara aprisionada en la implosión del desenlace de la disputa; y que  por la  brutalidad y deshumanización de la represión ha quedado en el  terreno de lo  indecible, desprovista de la materialidad concreta del  discurso. 
         Por el contrario el relato de Feimann, aún desde su  ensayístico punto de vista se inscribe así como un subproducto de [i]la   demonización de aquellas posiciones irreconciliables, y arremete con  esta  estupidez mayúscula, insustancial y hasta canallesca. Enluta su  intento de  comprensión histórica con este insulto desmedido, fatuo e  inconsistente. Insulto abyecto por sobre todo para  miles de víctimas  del terrorismo de estado; al ubicarlos arbitrariamente en el  lugar de  la idiocia, en la cortedad de entendimiento, al que claro está él no  pertenece,  pues nos habla desde la “altitud” inalcanzable de sus  saberes archivísticos o  bien directamente solaperos.[/i]
         Del "Tercer Movimiento  Histórico de  Alfonsín" (al cual nuestro ensayista adhiriera  fervorosamente) pasando por  la “Revolución Productiva y el Salariazo de  Menem” por el "Somos  Mas con De la Rua y Alvarez" de la Alianza y  llegando al “Cambio que  recién empieza” después de cuatro años de  gobierno en los que no cambió casi  nada; nada ni nadie ha podido  siquiera escribir el título de una posible  interpretación que  cierre con un imaginario social consensuado y  discutido a la vez; es  decir el qué y el para qué de una discusión política  nacional. Es como  una especie de cárcel de la historia, cuyo carcelero es  el sistema  político heredado de la dictadura, el cual no ha hecho más que  generar  momentos políticos episódicos desbordantes de propuestas   pretendidamente superadoras, pero que en definitiva terminaron  estrellándose a  caballo de sus propias limitaciones, ignorancias,  transfugadas y  traiciones.
         En el fascículo del Domingo 9 de Diciembre de 2007, Feimann  continúa eludiendo la [i]historia[/i] con su  fatuidad solapera. Allí vuelve a vomitar sus venenos contenidos, sus  resentimientos atragantados: “…[i]La   estética del deguello. La mazorca federal. Los unitarios de Estomba y  de Rauch  atando a los enemigos a los cañones y ordenando disparar. La  “guerra de  policía” de Mitre. La semana trágica. La Patagonia Trágica.  La Triple A:  capucha y zanja. La ESMA: la tortura en tanto “tarea de  inteligencia”. [b]Las contraofensivas montoneras que  arrojaron a  la muerte fácil pero infinitamente despiadada a tantos combatientes  que  debieron haber hecho otra cosa, ésa que decía Walsh: acompañar el  reflujo  de masas[/b]…”[/i] (el resaltado es propio). 
         Feimann es un narrador  omnisciente, es decir; sabe todo  acerca de los personajes de su relato y  juzga sus acciones y hasta sus  intenciones. Para él no hubo lucha, no  hubo resistencia, no hay [i]historicidad[/i] que pueda arrancar a  aquellos militantes combatientes de su [i]cortedad  de comprensión. [/i]¡Es  todo tan claro para Feimann! ¡tan lineal! ¡tan monocolor!  que  obligatoriamente necesita para su relato de sujetos desprovistos de   intención y voluntad. Si hasta lo ha descerebrado a Walsh, presentándolo  en su  relato como un protagonista que se confundió de lugar para su  militancia. 
         En rigor de verdad,  habrá que decirlo; Feimann dirige  selectivamente sus odios. Odió a  Montoneros, odió a sus militantes, odió su  intento revolucionario, odió  la lucha de sus caídos y a sus caídos, los despreció  con inusitada  ferocidad, y odia a sus sobrevivientes, más aún que a los  genocidas. No  repara Feimann en aquello tan básico y elemental que mencionara  Eggers  Lan (si, el mismo con el que compartió alguna cátedra en la Facultad de   Filosofía y Letras de la UBA en el edificio de la calle Viamonte en  sus  tempranos 23 años); [i]la posibilidad de aumentar o  evitar el  derramamiento de sangre estaba, como suele suceder, en manos de los   opresores y no de los oprimidos. [/i] A esta  altura no importan los  motivos; pero es indudable que en este aspecto de su  relato, Feimann se  transforma en un escriba eunuco al servicio de un relato  histórico [i]demonizante, quiere eliminar  todo sentido interno de la historia.  En  su relato[/i] [i]no existe  una serie de hechos históricos con una  finalidad interna. [/i]
         Sin embargo sucede que los  distintos planos narrativos en que estructura el relato nuestro ensayista, [i]son historias múltiples, que se cruzan,  chocan. [/i]Recordemos[i] las espadas. [/i]Pero  también sucede que su objeto a [i]historiar[/i] no está exento de una densidad histórica cuyas [i]espadas [/i]ya han chocado en un sentido y siguen chocando. Porque  antes del relato que enuncian esas [i]espadas [/i]la  historia está impregnada de cuerpos, de memorias, de dolor, de  ausencias  que desgarran el alma, de prácticas históricas sin mácula.  Feimann lejos está  de encontrar aquella materialidad, sencillamente  choca con ella y con él su [i]acontecimiento [/i]“Firmenich traidor” se  hace trizas, estalla en pedazos desparramando esquirlas de confusión y [i]demonización[/i]. De allí en más no le queda  otra alternativa al [i]autor [/i]que   traicionase a sí mismo como narrador de la historia, por carácter  transitivo  traicionar a sus lectores; y empacarse como mula en la  reiteración cada vez más  patética de [i]persistencias hacia adelante [/i]que  genera el [i]acontecimiento[/i] por él mismo  engendrado[i]. [/i]
         En el fascículo número 4  del  Domingo 16 de Diciembre de 2007, Feimann se estrella con la más  cruda densidad  histórica. ¿Y qué hace el ensayista? Literalmente se  hace el boludo.
         Abandona el plano  narrativo de  un pretérito perfecto simple. En esta ocasión su relato no  nos transporta al  pasado, sino a nuestro presente. Desde este otro  plano dice: [i]Aquí está lleno de socialistas o de  trostkistas o de  socialistas o de ex alfonsinistas que se desgarran las  vestiduras por  los treinta mil desaparecidos pero odian a la generación del  setenta…De  acuerdo, son ustedes buenas personas, son humanitarios y están  contra  el horroroso terrorismo de Estado. Pero ¡qué equivocada estaba esa   generación! Y no se engañen, eh. Fueron ellos los masacrados. Los pibes  de la  Juventud Peronista. Los del Nacional Buenos Aires. Los que  trabajaban en las  villas. Los que alfabetizaban. Y si no, vayan al  Parque de la Memoria. Miren  los nombres uno por uno. Miren las edades.  Producen escalofríos…Pero ¡tan equivocados!  Y sobre todo: tan ingenuos.  Tan víctimas del malentendido. [/i]

         ¿Qué le pasa a Feimann? Parece  que algunas de sus [i]espadas [/i]se  han  extraviado. No se acuerda del recorrido de su pluma en el primer  fascículo de  esta saga. No recuerda nuestro distinguido ensayista que  para él una mayoría  ostensible de esos [i]masacrados[/i] fueron miembros  de una organización conducida por un [i]doble  agente, por un traidor[/i] ¡y que no se dieron cuenta! ¿O quizá al fin de  cuentas nuestro [i]narrador [/i]pensó antes  de la masacre –y aún piensa- que todos los [i]masacrados [/i]eran [i]fierreros sin retorno [/i]con   los cuales toda discusión era una pérdida de tiempo? (incluido su tan  admirado  Walsh, que algo de fierros entendía) Si así fuera, no tiene  valor ni pelotas  suficientes para enunciarlo claramente. Por el  contrario, es notable el  esfuerzo de Feimann por estereotipar  homogéneamente a los militantes  combatientes caídos, sólo como [i]pibes,  perejiles, chicos y chicas misericordiosos alfabetizadores que trabajaban en  las villas[/i]; para desinvolucrarlos de su cometido político transformador, es  decir de su [i]historicidad.[/i]. Para  Feimann los [i]desaparecidos [/i]-puesto  que  así cosifica en su relato a aquellos militantes populares- fueron y  continúan huérfanos  de todo proyecto político. No hubo militancia  organizada, no hubo banderas  enarboladas, ni proyectos sostenidos con  la palabra y con el cuerpo. A lo sumo  una orgita con fierros de 30 ó 40  extraviados encabezados por [i]el doble agente y traidor[/i]  Firmenich que  por casualidad lograron engañar a miles de jóvenes y no  tan jóvenes cuadros militantes  de la izquierda peronista. Para Feimann  se trata de [i]chicos [/i]y [i]chicas [/i]aprisionados  entre las pinzas mortales de un [i]traidor,  doble agente [/i]y  la maquinaria infernal de muerte desplegada por los  genocidas. Allí  los ubica a todos. Los militantes combatientes, los  revolucionarios,  los que confrontaron en acción directa en el marco de una  militancia  organizada ante una de las más sanguinarias reacciones oligárquicas  de  nuestra historia; sencillamente molestan en el relato de Feimann, son  habitantes  indeseados del tiempo que pretende narrar, o por lo menos no  los entiende, y  por eso lo enfurecen, al extremo de hacerlos [i]desaparecer [/i]–otra vez- pero ahora de su relato. Efectivamente; en  su relato Feimann se nos presenta como una especie de [i]genocida retórico, un desaparecedor de los sujetos protagonistas de los  hechos que intenta historiar. [/i]
         Al fin y al cabo como el mismo  Feimann dice, citando a Nietzsche: [i]no hay  hechos, hay interpretaciones.[/i]
         Pasa que Feimann no  interpreta  hechos, interpreta cualquier otra cosa. Nunca entendió  Feimann desde su  cenáculo universitario la maduración de aquel tiempo  histórico, nunca entendió  que los intentos de “integración” del país en  el cuadro de países de  “desarrollo medio”, así como el proceso de  “integración” de los argentinos en  la capital-puerto, violentaron  profundamente no sólo la naturaleza  geográfico-económica del país y su  tradición histórica, sino que imponían sobre  el libre desarrollo de las  personas el peso demoledor de estructuras  cosificantes: ésa era (y es)  la violencia mayor. Sólo la supresión y  sustitución de esas  estructuras, o sea, su subversión integral podía darnos la  liberación.  Era cuestión de elegir: la persona humana libre y plena, o la cosa   ciega y opresora.
         Sin embargo es  notorio  cómo el ensayista necesita imperiosamente capturar los hechos a su   antojo y modelar a sus protagonistas psicológicamente para conformar su  relato;  como una especie de terapia ante lo angustiante de la  disgregación de su  conciencia. Por momentos pareciera que Feimann  arrastra una neurosis no  resuelta y que la vuelca sin más en el texto  de su narración. 
         Y sino  detengámonos en otro tramo de sus [i]persistencias  hacia adelante. [/i]El  domingo 30 de Diciembre de 2007, el autor directamente  confiesa sus  odios mal procesados y más aún mal dirigidos. La cita es extensa  pero  no tiene desperdicio. En esta ocasión su vómito retórico pareciera que  no  tiene límites, está totalmente desbocado: [i]“…Tampoco  Perón ni la  ciudadanía argentina (que acababa de elegirlo democráticamente con  el  62 % de los votos y esperaba un futuro menos macabro) se merecían el  alevoso  asesinato de José Ignacio Rucci con veinticuatro balazos, en el  perfecto estilo  de la Triple A. “Fuimos nosotros”. “Fue la orga”. “Fue  la M”. “Fue una apretada  al viejo”. “Hay que poner el mejor fiambre en  la mesa de negociaciones” ¡Cuánta  locura!...luego del asesinato de  Rucci, quienes tenían acceso a la conducción  de Montoneros, ¿no  sospecharon en manos de quién estaban? Porque nosotros –los  tipos de  superficie- no le habíamos visto la cara a esa conducción. En el caso   de Atlanta lo vimos a Firmenich dar un discurso. Pero de lo de Rucci nos   enteramos por la increíble frase: “Fuimos nosotros”. Recuerdo mi  estupor:  “¿Nosotros?”. Y el de un par de compañeros. Uno sobre todo.  Dijo lo que todos  queríamos decir: “Disculpen, pero yo no maté a Rucci.  Así que ese “Fuimos  nosotros” que la Orga se lo meta en el culo. Yo no  fui. Bonasso cuenta que  Firmenich explica: “Oficialmente que Rucci fue  ejecutado por la Organización.  Lo explica en términos estratégicos: la  lucha contra el vandorismo como aliado  del imperialismo en el  movimiento obrero y su responsabilidad personal en la  masacre de  Ezeiza. No estoy de acuerdo y lo digo. Rucci era un burócrata  fascista y  su gente torturó compañeros en Ezeiza, pero su asesinato es una   abierta provocación a Juan Perón”. Debió agregar: y a todos los que  fueron a  votar por un país que en medio de ese desastre trataba de  buscar un camino  democrático y acababa de lograrlo. Sigue Bonasso: “El  Pepe se impacienta cuando  argumento que una organización revolucionaria  no puede producir un  ajusticiamiento sin asumirlo públicamente, porque  si no, equipara sus acciones  a las de un servicio de inteligencia. La  frase, me parece, conspira contra mis  posibilidades de ascenso”.  (Miguel Bonasso, Diario de un clandestino, Planeta,  Buenos Aires, 2000,  pp. 141/142). Se trata de un texto notable. Bonasso ve todo  con  claridad: La Orga actúa como un servicio de inteligencia. Sin embargo,   ¡decide seguir en ella y lamenta que ése señalamiento fundamental que  hizo  conspire contra sus posibilidades de ascenso! A ver, ensayemos una  expresividad  inusual. Bonasso,  yo te conozco, vos me  conocés. Sos un  tipo bárbaro. Seguís peleando, no te quebraste, estás en causas   valiosas para el país. Escribiste libros importantes. Con perdón, seré  franco…:  ¿tanto te sedujo, te engañó, te encegueció ése conductor de  esa Orga que, según  vos decías con claridad, actuaba como un servicio  de inteligencia? ¿Por qué  mierda tantos tipos valiosos como vos,  Gelman, Urondo, ¡¡¡Walsh!!!, se comieron  la conducción de Firmenich?  Ahí hay un punto negro…Pero ustedes, que los veían  ¿estaban ciegos? ¿No  les bastó con el asesinato de Rucci? ¿No advirtieron el  delirio?  ¿Quiénes eran? ¿Los marineros del capitán Ahab, fascinados, como  ellos,  por la locura del jefe?[/i]
         Sus odios son  tan  vulgares, tan cómodos, tan maniqueos, tan cobardes que por momentos su   narrativa parece extractada de algún parte informativo de la dictadura.  En  realidad no queda claro si Feimann forma parte de aquellos estúpidos  que se la  creen o de aquellos canallas que fingen creérsela. Lo que sí  es indudable que a  alguno de los dos grupos pertenece.   
         Entre sus relatos  entrecruzados, Feimann de forma retóricamente canallesca se pregunta y pregunta  a sus interlocutores [i]¿Por  qué mierda  tantos tipos valiosos…Gelman, Urondo, ¡¡¡Walsh!!!, se  comieron la conducción de  Firmenich?…¿estaban ciegos? ¿No les bastó con  el asesinato de Rucci? ¿No  advirtieron el delirio? ¿Quiénes eran? ¿Los  marineros del capitán Ahab,  fascinados, como ellos, por la locura del  jefe?[/i] 
         ¿Desde qué lugar  habla  Feimann? Porque realmente no queda claro. Dice que fue al acto  realizado  en Atlanta el 22 de Agosto de 1973 y en el cual hiciera uso  de la palabra  Firmenich: “…[i]Porque nosotros –los tipos  de  superficie- no le habíamos visto la cara a esa conducción. En el caso de   Atlanta lo vimos a Firmenich dar un discurso. [/i]Pero no dice en  carácter de  qué fue y el lector no puede entender qué hacía allí ese  día, en ese acto y con  ese orador. Feimann se autodefine como [i]“nosotros,  los tipos de superficie”. [/i]No  queda para nada claro superficie de qué cosa  era Feimann, porque de  Montoneros seguro que no. Se desconoce hasta estos días  si lo era de  otra organización. Como tampoco queda claro qué era [i]superficie[/i]  para el autor. En esta  perspectiva el lector desprevenido no puede  explicarse qué habrá hecho Feimann cuando  la multitud reunida, estimada  en más de 50.000 personas, explotó en la  consigna: [i]¡Rucci traidor a vos te va a  pasar lo que le pasó a Vandor! [/i]¿Habrá salido a trompada limpia contra los  que lo rodeaban al grito de ¡todos ustedes [i]actúan  como servicios de inteligencia![/i]?  Realmente es curioso lo de Feimann; como  un fino cultor de la escuadra  y el tiralíneas de la historia política recorta  hechos y situaciones y  los modela a su antojo,   pero eso sí; siempre con el diario del lunes  debajo del brazo se esmera  en buscar a los culpables de la tragedia  entre las víctimas agredidas.     
         Feimann llega al   atentado contra Rucci descontextualizándolo de la secuencia histórica en  el que  se inscribe. Más allá de la valoración que nos merezca el  acontecimiento y los  protagonistas involucrados (Solo una sugerencia:  no estaría de más que el autor  investigara algunos pormenores de la  pesada interna que atravesaba la UOM por  aquellos días y las críticas  cada vez más elevadas de tono que [i]el petiso [/i]venía arrastrando  desde los  principales niveles de conducción de la UOM y de la CGT. Otra  sugerencia: no  habría que descartar por completo una operación  “conjunta” llevada a cabo por  sectores “operativamente autónomos” de  sus respectiva fuerzas); nuestro [i]ensayista[/i] no repara en otros  episodios y  hechos históricos pergeñados y ejecutados con abierta  premeditación por parte  de la denominada [i]derecha peronista[/i],   en connivencia con la derecha no peronista y la inteligencia  norteamericana que  sí tuvieron una incidencia definitivamente  determinante para el fracaso del  proyecto de Liberación y que  preanunciara el genocidio. 
         En este sentido  no le  ha dedicado a López Rega, Osinde, Rucci, Ciro Ahumada, Villar,  Margaride,  Almirón, Iñiguez, Lastiri, la burocracia sindical,  Anchorena, López Aufranc,  Cáceres Monié, Lacavane, Navarro, la CNU, el C  de O, las tres AAA y demás lacras,  ni un uno por ciento de las líneas y  la saña que a esta altura de su pretendido  ensayo le ha dedicado a  Montoneros, a sus primeras líneas de conducción y al  conjunto de sus  militantes. Confunde premeditadamente y con alevosía desde su fatuo  y  desordenado relato víctimas y victimarios, oprimidos y opresores;  haciendo  recaer todo el peso de la responsabilidad en los primeros. 

         Feimann escribe  como  si lo supiera todo, no discute ni ofrece discutir política con nadie.  Desde  ésta soberbia y haciendo gala de su talante histérico feminoide  autoritario  (idéntico en este aspecto a su primo Eduardo) tilda de  dementes a Walsh y a Urondo,  y por carácter transitivo a otros tantos  miles que dedicaron su vida a la  implementación de un proyecto político  de Liberación y por ende por sobre todo  de Poder. 
         Nunca se trató  de [i]“ir a la muerte”, [/i]ni mucho menos por  la orden de un [i]doble agente, traidor. [/i]Se   trató –como siempre- de luchar con convencimiento en un proyecto de  Liberación,  con la alegría y felicidad que ello implica. Pero Feimann  ello no le importa,  no le interesa. Su relato transforma a aquellos  militantes combatientes en  autómatas manipulables insensibles a todo.  Es decir; los vuelve a [i]desaparecer [/i]haciéndolos pasar  previamente [i]por la picana de su pluma  enfermiza.  [/i] 
         A Feimann  directamente  no le importa dónde estaban los agredidos y dónde los agresores. Ello   es notable cuando paralelamente a la condena a la conducción de  Montoneros, [i]indulta[/i] a Rucci presentándolo como un  líder  representativo de los trabajadores (eso si, algo fascista) pero también   como pieza fundamental en el proyecto de Perón (¿?). 
         El [i]narrador [/i]no recuerda a sus lectores quién  era [i]El Petiso, [/i]quien dirá en una  entrevista en la revista Primera Plana: [i]“¿La  campera? Me costó 25 lucas. Un lujo de Secretario General”. [/i]Mientras  que  cambiaba su viejo auto por un Chevy último modelo y se jactaba de  manejar a 140  km por hora. Declara que sus hijos estudian en colegios  privados y que el mayor  será abogado. Algunos fines de semana va a  cabalgar al campo “La Carona” del  hacendado Manuel de Anchorena, un  nacionalista de derecha que penetra entonces  en el permeable movimiento  peronista. El Comité Central Confederal de la CGT le  encomienda  reclamar al gobierno la libertad de Raimundo Ongaro y Agustín Tosco.  Su  interpretación de ese mandato es elástica: se queja ante el Ministro  del Interior  de la dictadura porque el gobierno “fabrica mártires”. Con  él se instala el  macartismo como práctica diaria y decisiva en la  conducción sindical. Ongaro y  Tosco le parecen “provocadores” o  “bolches”, Walsh “un sucio marxista”. Se  rodeó de militantes fascistas y  empleados menores de los servicios militares de  información e hizo  construir un polígono de tiro en la CGT para que  practicaran. Organizó  grupos de choque y se atrajo a los preexistentes, de los  que luego se  sirvió Osinde para la masacre de Ezeiza el 20 de Junio de 1973: el   Movimiento Federal, la Confederación Nacional Universitaria, la  Agrupación 20  de Noviembre del Partido de San Martín, la Alianza  Libertadora, los Halcones.  En Mar del Plata se fotografió sonriente con  Juan Carlos Gómez, asesino de la estudiante  Silvia Filler con un arma  de la marina. Del Paraguay repatrió al antiguo jefe  de la Alianza, el  nazi Juan Queraltó. En desacuerdo con la distribución de  cargos en el  nuevo Consejo Superior, sus guardaespaldas colocaron una pistola  45 en  la cabeza de Cámpora. Con cien activistas de cien sindicatos, concibió   poner en pie de guerra e institucionalizar una policía interna del  Movimiento  Peronista. Había apostado a que la contradictoria unidad  peronista se rompería  violentamente. Cuando se produjo la masacre de  Ezeiza la justificó con osadía. [i]“Si había armas era para usarlas”, [/i]dijo  José Ignacio Rucci.
         Y si de [i]historiar[/i]  peronismo se trata no se  explica cómo a esta altura de desarrollo de  su narrativa Feimann no haya  mencionado siquiera la masacre de Ezeiza  como aquel hecho que prefiguró los  años por venir, como una fase  esencial en la puesta en práctica de crecientes  dosis de terror contra  la movilización popular. Feiman olímpicamente ignora lo  esencial.
         Los informes y   conclusiones del área de inteligencia de Montoneros coordinada por Walsh  y  traducidos por la elegante y sofisticada pluma del escritor y  periodista  Horacio Verbistky, en el libro de “su autoría” [i]Ezeiza [/i]publicado  hace más de veinte años, nos informa claramente  acerca de los  objetivos, la preparación y la ejecución de esta operación  inteligente y  osada al mismo tiempo y destinada a herir de muerte al proyecto  de  Liberación Nacional y Social en marcha. 
         Feimann busca   traidores y dobles agentes donde no los hubo y como decía alguien; quien  ve fantasmas  que no existen por todos lados, deja de ver los enemigos  reales que sí existen  delante de sus narices.  
         [i]Las tomas  impulsadas por la derecha  peronista procuraban mejorar sus posiciones  en cargos públicos frente al otro  sector. Pero junto con los  cementerios, las dependencias administrativas, los  colegios, las  fábricas, las universidades, las cooperativas, las colonias  turísticas,  los organismos científicos, los clubes, un reducido número de   ocupaciones obedecía al propósito de asegurarse el control de todo tipo  de  comunicaciones…[/i]
         [i]Los representantes  de los sindicatos AATRA y  FOECYT que tomaron la Secretaría de  Comunicaciones notificaron que los  respaldaba el Secretario General de  la CGT José Rucci, de lo cual dio fe el  Diputado Nacional Carlos Gallo,  un ex dirigente telefónico separado de su  gremio y convertido en  asesor político de la UOM. [/i]
         [i]Las radios fueron  uno de los objetivos  predilectos. En Córdoba la Juventud Sindical y el  Centro de Acción y  Adoctrinamiento adujeron la “infiltración marxista”  para tomar LV3 y LW1. La  Alianza Libertadora ocupó el canal 8 y las 62  Organizaciones LRA7 y el edifico  central de correos, siempre contra  “los infiltrados”. En la Capital Federal una  agrupación creada por el  fotógrafo Manuel Damiano, quien había dirigido el  Sindicato de Prensa  antes de 1955, tomó LS6, LR2 y LR3, con diez filiales en el  interior.  En Rosario la UOM, la UOCRA y la Alianza Restauradora se apoderaron  de  LT2, LT3 y LT6 y prohibieron la difusión de discos de Horacio Guarany,   Osvaldo Pugliese y Mercedes Sosa. En Olavaria, las 62 Organizaciones   controlaron LU32. En Bahía Blanca, LU7.[/i]
         [i]Los ocupantes de  Canal 7 de televisión, en  la Capital Federal, ordenaron en nombre del  Teniente Coronel Jorge Osinde y de  Rucci que sólo debían verse en la  transmisión los carteles de los sindicatos y  que no se realizarían  encuadres del presidente Cámpora…La agencia oficial de  noticias TELAM  no hizo falta ocuparla, porque sus directivos eran Jorge Napp y  el  Teniente Coronel Jorge Obón, dos integrantes del COR del General  Iñiguez. Lo  único que faltaba era una centras de comunicaciones moderna  con puestos  móviles. La proveerá el Automóvil Club...[/i] (“Ezeiza”, 2º Edición 15 de  Diciembre de 1985, páginas 20, 21, 22). 
         El relato de  Feimann  obvia datos históricos de interés obligatorio. No repara en la figura   de Robert Hill, embajador estadounidense en España durante los últimos  años de  exilio de Perón en Madrid y el rol que asumiera en los años  posteriores en  nuestro país. [i]Robert Hill era accionista  de la  United Fruit y funcionario de la Central de Inteligencia de su país, y  en  1954 había estado relacionado con la invasión a Guatemala y el  derrocamiento  del Coronel Jacobo Arbenz. Fue el hombre designado por la  CIA para penetrar la  intimidad de Perón. Además de López, Hill tenía  contacto con Milosz Bogetic, un  coronel croata ustachi, prófugo al  terminar la segunda guerra mundial,  refugiado primero en la Argentina y  luego colaborador del Dictador Dominicano  Rafael Trujillo. En 1973,  cuando López Rega se instaló cerca del poder en  Buenos Aires, el  Departamento de Estado trasladó a Hill de España a la  Argentina para  continuar la relación. Una de sus primeras actividades fue la  firma de  un convenio con López Rega para la represión del tráfico de drogas,   cobertura que la CIA comenzaba a utilizar por entonces. López Rega  reveló ante  la prensa lo que debería haber guardado en reserva. En su  discurso dijo que el  combate contra las drogas formaba parte de un plan  político, de lucha contra la  subversión. Hill asintió en incómodo  silencio. Con asistencia técnica y  financiera de Estados Unidos  comenzaba a organizarse la AAA, reedición del Plan  Phoenix, aplicado en  Vietman para suprimir a diez mil opositores. Su ensayo  general se  había escenificado el 20 de Junio, en Ezeiza. [/i](ob. cit. páginas  27/28). 

Igualmente esta historia de Feimann y Cia. (porque Feimann no está solo en esto de desparramar toda esta mierda desde el lugar de esa falsa progresía peronística) comienza mucho antes de la aparición de la triple A y las diferencias con el General Perón. Su relato no es fruto de una confusión ni un encadenamiento arbitrario de exabruptos.
Cuando surgió Montoneros más las FAR, más Descamisados y producto del alza en los niveles de confrontación con la dictadura a partir del Cordobazo se estructuró una movilización gigantesca que desemboco en el retorno de Perón y la asunción de Campora el 25 de Mayo de 1973. No estuvo ni estará exenta de debate esta etapa pero sí se configuró la tendencia revolucionaria que fue liderada por Montoneros con Firmenich como jefatura máxima en el marco de cuerpos colegiados de conducción. Quienes quedaron fuera fueron diversos sectores, entre ellos algunos de las FAP que se dividieron en cuatro y demás grupos menores que aislados continuaron referenciándose como peronismo de izquierda. Algunos apostaron al “alternativismo” independiente, mas cercano al PRT que al Peronismo que luego reivindican como su faro. Es decir, se fueron por ultraizquierda y desde mediados de los 70 se dedicaron a tirar mierda contra Montoneros desde una posición de puro peronismo. Otros ni siquiera se internaron en ese embrollo jamás descifrado del “alternativismo” y sin más corrieron el cuerpo cuando las papas quemaban y juramentaron lealtad a Perón, obviamente con López Rega, Osinde, Villar y la Triple A incluidos.Algo de esto hay en el relato de Feimann.
Cómo se entiende que pasan las decadas y Feimann habla, exponga o escriba sobre filosofía, historia, Hegel, Heidegger, cine, etc., y siempre termina hablando de lo mismo: desde su “peronismo filosófico” junta bosta en pala y tira contra todo lo que huela a Montoneros, Firmenich, setentismo. Su soberbia neurótica nunca pudo soportar que “pendejos” de 22 – 24 años hayan construido confluyendo con los viejos de la resistencia y otros escalones generacionales un punto de aglutinación organizativo de todo el inmenso océano de la izquierda peronista. Odió y odia ese intento revolucionario. El espectro de aquellos miles de militantes combatientes Montoneros lo persiguen hasta la eternidad.
No caben dudas que es un provocador, con un resentimiento inabarcable. Por suerte no hay otro palco de Ezeiza sino, terminaría apuntando –con su pluma claro está- sabemos para donde. Hoy se conforma con las publicaciones de sus vómitos narrativos en Página 12 los domingos en un suplemento especial y en ofrecer insumos gratis para las páginas de los servicios. Lo que se dice realmente: La obstinación de un boludo.
Sin embargo parece que su talante histérico feminoide lo conserva intacto en todos los aspectos de su vida.

          Dicen fuentes bastante verosímiles que hace unos meses Feimann  tuvo el siguiente diálogo:
          [i]- Mirá, Jose Pablo, pensamos que sería bueno  que empezaras de columnista en Los siete locos,[/i]  le dijeron hace un tiempo desde  el despacho de algún directivo de ATC y  pensando en que Cristina Mucci la  conductora del programa de libros  que se emite por dicho canal, sería la  partenaire de Feiman en un  futuro programa de cine. Una especie de versión  televisiva de “El cine  por asalto”. Unas notas publicadas en el suplemento “Radar”  de Página  12 y que las editara en forma de libro hacia mediados del año 2006.  
         [i]- Yo no soy columnista de nadie, no voy  dejar que un pendejo me diga cual es mi lugar. No viste lo que dije en TVR![/i] [i]Tenemos mucho para decir sobre esta  televisión...[/i] 
         [i]- Me extraña que  reacciones así, esa forma  de hablar es mas propia de un columnista de  espectáculos que de un filósofo  como vos[/i]. Ese día la sangre no llegó al río pero el siguiente encuentro  teléfonico no fue tan leve. 
         [i]- Soy José Pablo Feimann,[/i] escuchó el  directivo a través de su celular.
          - [i]Si  Jose Pablo que tal?[/i] 
         [i]- Mal, estuve  evaluando la oferta y yo sé lo  que ganan las figuras del canal y no  pienso ganar menos que ellas, no voy a  cobrar menos de lo que cobra  Badía.[/i] 
         [i]- Mirá Jose Pablo,  si yo le pidiera un libro  a Badía no le pagaría lo mismo que recibís  vos por tus escritos así que  aplicando esa lógica no te voy a pagar a  vos por hacer televisión lo mismo que  gana Juan Alberto que es un  hombre de trayectoria. [/i]
         Finalmente el  domingo  17 de Junio de 2007 a las 0.30 horas Feimann y Mucci comenzaban el   ciclo “El cine por asalto” por ATC. El día anterior, en la sección de  cultura  del diario La Nación, Feimann declaraba: “[i]Es  que no hay debates de ideas. La política perdió las ideas, es todo un  aparatismo de negocios”.[/i]
         Al fin y al cabo  como dijo el propio Feimann [i]“nunca   sabremos para quien escribe un periodista. Para quién habla un  locutor. En qué  medio actúa el más progresista de los escritores”. [/i](Suplemento  del Diario  Página 12 “La Filosofía y el Barro de la Historia” – Clase  Nº 55 – Conclusiones  – José Pablo Feimann – Domingo 3 de Junio de  2007).
         A modo de  conclusión  parcial -puesto que seguramente será necesario ir dejando  testimonios a  medida que continúe la psicopatía narrativa de Feimann y Cia.-   sencillamente decir que los proyectos y los sueños se desvanecieron  mucho más  temprano que tarde, que miles de ausencias nos seguirán  desgarrando el alma a  cada instante por el resto de nuestras vidas;  pero también decir que el  esfuerzo no ha sido en vano, y que todavía  vale la pena continuarlo con el  mismo convencimiento en éstos tiempos  de [i]crecimientos  económicos [/i]donde un nuevo [i]genocidio [/i]captura   y devora a millones en ése no-lugar de la exclusión, donde nuestros  ríos,  nuestras montañas, nuestros mares, nuestros bosques, nuestra  tierra son  entregados a cambio de estúpidas prebendas por [i]oficialistas [/i]y [i]opositores[/i]  de una sistema político opresor y caduco al altar de la renta  oligárquica -  multinacional, en estos tiempos en que los continuadores  de los Osinde, Villar,  Rucci, López Rega, etc., se llevaron con vida a  Jorge Julio López y nos  privaron de la condena al hijo de puta de  Febres y de los secretos que se llevó  a su merecida aunque inoportuna  tumba. En estos tiempos y con muchos más  motivos que en aquellos otros;  todavía vale la pena dedicar nuestra existencia  a un compromiso de  vida con nuestro prójimo en los marcos de un Proyecto de  Liberación.  Otro destino no nos interesa. 
         Es que más que  le pese a Feimann; como dice Sartre en el prólogo a “Los condenados de la  Tierra” de Frantz Fanon: “[i]No nos  convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo  que han hecho de nosotros”.[/i]  
         Aquella vez   sencillamente no pudimos. Pudo más la infamia, la mentira, la codicia,  el  egoísmo, el terror, el oportunismo, la injusticia, la indeferencia,  los  arrepentimientos, la muerte, la tristeza, la opresión. Hoy a pesar  de todo,  sencillamente continuamos; volviendo a empezar todos los días  nuestra  convocatoria. 
         Para finalizar,  nada  mejor para esta ocasión que aquellas líneas que a modo de poema  escribiera  Eduardo “Carlón” Pereira Rossi, miembro de la conducción  nacional de Montoneros  y asesinado por la patota de Patti el 14 de Mayo  de 1983 mientras confrontaba  contra la dictadura y caminaba el país  reorganizando y reuniendo a las fuerzas  de la Juventud Peronista  Regionales convocando a las nuevas generaciones que se  sumaban sin  dudar. (seguramente para Feimann uno [i]estúpido[/i] más o quizá un cómplice de algún [i]doble agente[/i]):
          
         [b]Convocatoria 
          [/b]
          [b][i]Convoco a los que todos los días 
            se levantan y salen a yugarla 
            por migajas que no alcanzan, 
            a que se rebelen. 
            
            Convoco a los que todos los días 
            vacilan en ir o no ir 
            al templo que envejece los corazones. 
            
            Convoco a los que caminan sin rumbo 
            en una tarde cualquiera 
            buscando encontrar una razón 
            
            Convoco a los pacíficos 
            que no están cumpliendo con su deber 
            a pesar de sus buenas intenciones. 
            
            Convoco a los que no comen lo suficiente 
            ni se abrigan lo necesario 
            y tienen sed torrencial. 
            
            Convoco a los pequeños de ambiciones 
            que dejan a los demás 
            ambicionar más de la cuenta. 
            
            Los convoco a dar vuelta al pulóver 
            a pegarle al prepotente y a escupir 
            en la cara a los que no han sido Convocados. 
            
            Los convoco a romper lo que no sirve 
            a perpetrar los robos necesarios 
            y recuperar lo perdido. 
            
            Los convoco a cagarse en el miedo 
            y patear las puertas donde 
            encerrados están los condenados. 
            
            Los convoco a abrir las cárceles, 
            a ventilar las tumbas y a levantar 
            las calaveras de los hermanos 
            heridos de muerte. 
            
            Los convoco a abrazarse en 
            las plazas del país, a escribir los muros 
            y a fusilar a los fusiladores. 
            
            Los convoco a no atar nada 
            sino a despertar cadenas. 
            
            Los convoco a agitar banderas y colores 
            y correr liberados por las calles 
            y por los campos húmedos de rocío. 
            
            Los convoco a ser sinceros 
            a putear a los hijos de puta 
            a desobedecer al tirano, 
            a amar sin límites y a odiar. 
          [/i][/b]
          [b][i]Y si a esta convocatoria 
          Por impolítica no concurre nadie 

¡Mala leche!

            Quedan entonces convocados 
            al entierro de la vida 
            del que tuvo ésta pésima idea. 
          [/i][/b]
          [b][i]Si a esta convocatoria vienen  algunos 
            pero no todos los convocados 
            no importa 
            en la próxima seremos más. 
          [/i][/b]
          [b][i]Y si a esta convocatoria 
            vienen todos los convocados 
            la cordura habrá invadido en revolución 
          nuestro país para siempre.[/i][/b]
                      Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Enero de 2008

Es largo y para los entendidos de verdad en historia pero bastante interesante. Una crítica dura a JP Feinmann.

La obstinación de un boludo
[RIGHT]Por Rubén Humberto Famá[/RIGHT]
[RIGHT]Momentos antes de su fusilamiento pudo escribir Dorrego
algunas cartas, entre ellas ésta, dirigida al caudillo
santafecino López: “En este momento me intiman a morir dentro de una hora.
Ignoro la causa de mi muerte, pero de todos modos perdono a mis perseguidores.
Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi nombre no sea causa
de derramamiento de sangre”.
La cuestión está en que no era la muerte de Dorrego la causa;
la causa de Dorrego, como la de San Martín, como la de Artigas,
era la causa del país, y la posibilidad de aumentar o evitar el
derramamiento de sangre estaba, como suele suceder, en manos
de los opresores y no de los oprimidos.[/RIGHT]
[RIGHT]Conrado Eggers Lan, “Violencia y Estructuras”,
Ediciones Búsqueda – Noviembre de 1970 – p. 170.[/RIGHT]

         La inquieta pluma del  “filósofo”  José Pablo Feinmann se ha propuesto desde un suplemento  dominical de Página 12,  ni más ni menos que –como él mismo lo afirma- [i]historiar e interpretar al peronismo…No podemos seguir sin hacerlo. El  peronismo sigue y hay que seguirlo de cerca[/i].
         Realmente escribe con pasión  este [i]intelectual[/i]  nacido en Buenos  Aires en 1943 y autor de una variada producción  novelística, así como ensayos,  artículos periodísticos y guiones  cinematográficos. En uno de sus ensayos, [i]Filosofía y Nación [/i](estudios sobre el  peronismo elaborados desde 1970 hasta la fecha de su publicación en 1982) afirma [i]“hay tantas interpretaciones de  nuestro pasado histórico como proyectos políticos en vigencia coexisten en nuestro  presente”. [/i]Este Feimann de [i]Filosofía  y Nación, [/i]parte de una especial atención por el relato histórico. Historia  y presente no son para él compartimentos de [i]tiempos [/i]estancos.  De esta forma aquello que hoy es relato del pasado contiene  rasgos  enunciativos de aquello que queremos y hacemos ahora y explican en gran   medida los proyectos en disputa actuales. [i]Filosofía  y Nación [/i]denuncia ese [i]“sistema  de  ideas que las grandes potencias hegemónicas han instaurado para  justificar,  expresar e impulsar sus proyectos expansionistas.” [/i] Para  Feimann ese sistema de ideas alcanza su  cumbre máxima con Hegel. La  filosofía hegeliana representa para Feimann la  expresión de la cultura  europea, como pensamiento expresivo de la burguesía postulándose  como  clase universal. 
         Continúa esta  línea de reflexión en [i]La sangre derramada[/i]  publicada en el año 1998, cuyo eje central es la violencia política  argentina  con epicentro en los años setenta. Feimann ausculta en el  intento de  interrumpir la violencia generada por la confrontación  política, de interrumpir  ese encadenamiento de cerradas oposiciones que  en definitiva remite a la  intolerancia y al irrespeto de la vida  humana. En esta perspectiva reflexiona: [i]Como vemos, uno de los  carriles centrales a  través de los que se ha desarrollado nuestra  historia es el de la sangre  derramada. Es decir, el de la violencia. En  los pasajes violentos de nuestra  historia es donde hemos encontrado  los núcleos de incomprensión absoluta.  Deberíamos definir este  concepto. Digámoslo así: la incomprensión absoluta es  el rechazo  integral de las razones del Otro.[/i]

         En los últimos  tiempos el autor postula la [i]muerte  del  sujeto europeo o su desplazamiento que es como si hubiera muerto.  Ahora viene  el Imperio Bélico Comunicacional. Es el saber absoluto  Hegeliano. La Idea  Absoluta. El Sujeto Absoluto. El Sujeto Bélico  Comunicacional. El Sujeto del  Imperio Global. De la guerra global  preventiva. El sujeto absoluto  comunicacional del siglo XXI. [/i](Suplemento  “La Filosofía y el Barro de la  Historia” - Página 12 - “Los versos  satánicos de la filosofía europea” – Clase  Nº 54 - 17 de Mayo de 2007).
         Ahora bien;  vayamos al  tema que ha convocado desde el pasado domingo 27 de Noviembre de  2007  los esfuerzos intelectuales de este prolífico autor y ensayista. Ni más  ni  menos que: [i]Historiar e interpretar al  Peronismo. [/i]El ensayo se titula [i]“Peronismo  – Filosofía política de una obstinación argentina”[/i].  Feimann estructura este  ensayo desde distintos planos narrativos en  los cuales -como él mismo diría  pidiendo prestado de Focault-  desarrolla [i]una  miríada de relatos que colisionan entre sí como espadas.[/i]
         Sin embargo, en este   ensayo dosificado en 50 entregas dominicales, ya desde su primer  fascículo  (Diario Página 12 - 27 de Noviembre de 2007) una de aquellas [i]espadas [/i]pareciera  ser de madera, y colisiona  entre tantas otras desentonando con la  sustancia del contexto histórico que el  ensayista propone  deshistorizando paradójicamente el relato que intenta. 
         El autor sin más  y como un desparramo arbitrario de hechos, nombres y adjetivaciones dice: [i]Hay  grandezas y profundas miserias en el  peronismo. Hay demasiados  muertos. Hay un plus de historicidad. Hay una  historia desbocada. Hay  líderes (sobre todo uno), hay mártires (sobre todo  una), hay  obsecuentes, alcahuetes, hay resistentes sindicales, escritores   combativos, está Walsh, Ortega Peña, está Marechal, están Urondo y  Gelman,  están asesinos como Osinde y Brito Lima[b],  fierreros sin  retorno como el Pepe Firmenich, doble agente, traidor, jefe  lejano del  riesgo, del lugar de la batalla, jefe que manda a los suyos a la   muerte y él se queda afuera entre uniformes patéticos y rangos militares   copiados de los milicos del genocidio con los que por fin se  identificó, hay  pibes llenos de ideales[/b], hay más de cien  desaparecidos en el Nacional de  Buenos Aires, está Haroldo Conti,  muerto, Héctor Germán Oesterheld, muerto,  Roberto Carri, muerto, y  hasta Aramburu muerto[/i] (el resaltado es propio). 
         ¿Por qué iniciar  este ensayo [i]con pretensiones desmedidas[/i] con un [i]pensamiento tan débil, [/i]tan  efímero, tan hueco? ¿Por qué una [i]historicidad  sin sustancia, sin densidad alguna[/i]? ¿Por qué tantos [i]esfuerzos por evitar la historia[/i]? Como sea; habrá que aceptar que es  el mismo autor que pretende [i]historiar al  peronismo e[/i]l que nos propone recortar hechos históricos para licuarlos de toda [i]densidad histórica. [/i]Por lo tanto el  ensayista renuncia muy tempranamente a su cometido de [i]historiar[/i],  más bien y haciendo gala de su capacidad archivística  nos enunciará un  sin fin de relatos entrecruzados entre sí y desprovistos de  linealidad  y densidad histórica. 
         Porque es  realmente insustancial simplificar infantilmente aspectos relevantes de los  acontecimientos que se pretende [i]historiar[/i] -mediando cientos de miles de sujetos involucrados- en el [i]acontecimiento[/i] “Firmenich traidor” – “conducción de traidores”. Es  patéticamente vulgar.  

         Efectivamente el  autor  (vaya a saber uno por qué; quizá discusiones pasadas no resueltas,  odios  inconfesables no muy bien procesados y mucho menos bien  dirigidos,  protagonismos truncos, incomprensiones absolutas, [i]rechazo integral de las razones de los otros[/i])  pareciera caer en lo  que él mismo escribiera hace unos meses atrás en  otra zaga de fascículos  dominicales (“La Filosofía y el Barro de la  Historia - Clase Nº 43 -  “Totalizando a Foucault” - Página 12 - Domingo  11 de Marzo de 2007). Desde allí  Feimann de forma implacable arremete  contra aquellos que buscan una  historicidad sin sustancia: “…[i]el   acontecimiento no es explicable desde la historia. Es un Afuera de la  historia  y es desde él que la historia se explica…Hay un quiebre, un  Afuera de la  historia. Ese Afuera sería el acontecimiento…El  acontecimiento quiebra la  historia y se explica a partir de sí: hay que  buscar desde el acontecimiento  hacia atrás. A la vez, el  acontecimiento genera una serie de persistencias hacia  delante.[/i]
         Nuestro  ensayista  propone a “Firmenich traidor” (y a toda la conducción de Montoneros)  afuera  de la historia como un acontecimiento. Otra explicación no puede  encerrar  semejante estupidez. Feimann no propone, ni siquiera intenta  discutir con Firmenich  ni con otros ex montoneros sobrevivientes al  genocidio, lo que sería realmente  necesario y enriquecedor para la  ciclópea tarea que se ha propuesto. No;  Feimann los anula, los [i]desaparece[/i]  de  su relato como protagonistas insustituibles de lo que se propone  historiar.  Para Feimann; Firmenich como miembro fundador de Montoneros,  como único  sobreviviente del Aramburazo, como militante popular, como  último jefe en vida  de Montoneros y por lo tanto responsable político  en el marco de los cuerpos  colegiados de conducción conjuntamente con  otros militantes montoneros, como  cuadros políticos; [i]no están, no tienen  entidad, no existen, están desaparecidos, [/i]porque como Feimann sabe muy bien  y le consta en la conducción de Montoneros hubo un [i]doble agente, un traidor.[/i]  Si para Feimann, Firmenich y el conjunto  de la conducción y demás  responsables de cierto nivel con acceso a las  estructuras de  conducción, como sujetos históricos, desde el vamos de su ensayo   peronístico están desinvolucrados de los oprimidos y habitan la  dimensión de  los opresores; necesita continuar legitimando la dimensión  de lo [i]desaparecido, [/i]esto es; aquella densa realidad  histórica [i]no está, no tienen entidad, no  existe. [/i]Allá, en aquel [i]lugar  histórico[/i]  pasó otra cosa. Ni más ni menos que lo que ha venido haciendo la   intelectualidad adicta de aquella oligarquía triunfante en las últimas  décadas  y que con enjundia profundizara el alfonsinismo; hacer [i]desaparecer [/i]la historia, para que tengamos que empezar todo de  nuevo.         

         Propongamos un   ejercicio; intentemos otorgar sustancia y materialidad al relato de  Feimann  aceptando el acontecimiento “Firmenich traidor, doble agente” –  “Conducción de  traidores”. Donde dice: “[b][i]fierreros sin retorno como el Pepe Firmenich,  doble agente, traidor”;[/i][/b] debió decir también [i]“esos  miles y miles de imbéciles, estúpidos, cándidos bobalicones,  idiotas  útiles que no supieron darse cuenta que tenían por Jefe a un doble   agente, un traidor, que nunca fue de los nuestros, que como un canalla  coordinó  con premeditación con los genocidas y que ustedes, les  recuerdo estúpidos  útiles!! No supieron ver…en fin eran tan ingenuos!!  Si yo les quise avisar,  pero no me escucharon, se creían tan  organizados, tan decididos de su proyecto.  Yo les avisé, otros les  avisaron, o no se acuerdan de “la JP lealtad” que tanto  costó  construir. Pero con ustedes nunca se pudo discutir. Ustedes en realidad   nunca entendieron nada…y así les fué”. [/i]Y donde dice: “[b][i]jefe  lejano del riesgo, del lugar  de la batalla, jefe que manda a los suyos  a la muerte y él se queda afuera  entre uniformes patéticos y rangos  militares copiados de los milicos del  genocidio con los que por fin se  identificó;[/i][/b] nuestro ensayista debió  agregar [i]“como  pudieron existir tantos  miles de estúpidos que no se dieran cuenta que  estaban siendo conducidos por un  doble agente, cómo pudo Rodolfo no  darse cuenta y dedicar su tiempo y arriesgar  su vida en hacer una  crítica desde adentro de la organización que conducía un  doble agente  recluido en un exilio dorado de complicidades y traiciones. ¿Qué  se  supone que discutían en sus ámbitos de militancia estos auténticos  estúpidos?  ¿Cómo fue que Paco aceptara su destino en Mendoza? ¿Cómo  pudo ser posible que  nuestro distinguido y reconocido poeta Juan Gelman  permaneciera en una  organización conducida por un doble agente hasta  1979? ¿Ese gran intelectual  Rodolfo Puigross por qué  no percibió el   huevo de la serpiente y participó como miembro de ese desenfreno  militarista  que fue sin duda el lanzamiento del Movimiento Peronista  Montonero en Roma en  1977? ¿Y Bidegain y Obregón Cano, y Martinez Vaca?  ¿Sebastián Borro, Avelino  Fernández, Andrés Framini, Armando Cabo? ¿Y  esa generación intermedia  pre-setentista colmada de verdaderos  estadistas, calificados cuadros  profesionales, técnicos e  intelectuales? Qué imbéciles!!! Todos al servicio de  un doble agente,  de un mísero traidor. Y siguieron así toda la dictadura. Si  hasta  convenció a todos los miembros de los distintos cuerpos colegiados de   conducción que tenían que marchar si chistar hacia la muerte en las  contraofensivas  de 1979 y 1980, si los siguió conduciendo hasta bien  entrado el gobierno de  Alfonsín. Pero al fin y al cabo la mayoría  fueron chicos engañados que nunca  entendieron nada, pero que fueron  brutalmente manipulados y sacrificados por el  doble agente. En rigor de  verdad tendremos que concluir en que la inmensa  mayoría de nuestros  desaparecidos y sobrevivientes fueron y son  unos imbéciles, idiotas  útiles que se dejaron  llevar a la tortura, al exilio, a la muerte por  un doble agente. Esta es la  triste realidad. Con lo cual por una  necesidad imperiosa aquí concluye este  ensayo. No sin antes advertir  que el peronismo fue un gran mal entendido histórico  que todavía  continúa y que definitivamente nunca lo he entendido”.[/i]
         Es que sólo la  ironía  como herramienta discursiva permite dialogar con el acontecimiento   “Firmenich traidor” – “conducción de traidores” que propone Feimann.  Pero no  nos apresuremos. En fascículos siguientes Feimann compara a  Firmenich con al  Capitan Ahab (aquel personaje creado por Herman  Melville en el marco de su obra  máxima; “[i]Moby Dick o la ballena blanca”[/i])  y a militantes  combatientes como Urondo y Walsh los trata de absortos fascinados por la locura  del jefe.
         Asombrosamente  el relato propuesto se automutila de materialidad, eludiendo auscultar en [i]la  marca profunda de la memoria en lo que  hace a una época que expuso lo  nacional indeleble; una especie de viga maestra  que explicaría nuestras  claves históricas, entonces y ahora[/i]. [i]Un relato que por la  dramaticidad del fracaso “de la  liberación” expuso luego los mayores  disfraces, eufemismos, hipocresías y  máscaras linguísticas en cuanto a  de qué se trataron y tratan las cosas  nacionales, la violencia y las  calidades institucionales. [/i]

         Feimann renuncia a  penetrar en los por qué, los cómo y los  para qué del congestionamiento  de ideas, discusiones, elaboraciones,  producciones intelectuales,  culturales, periodísticas, historiográficas,  ideológicas,  organizativas, sociales; en fin en el congestionamiento de la  mas  incisiva discusión del ser nacional que se diera durante décadas, y que   quedara aprisionada en la implosión del desenlace de la disputa; y que  por la  brutalidad y deshumanización de la represión ha quedado en el  terreno de lo  indecible, desprovista de la materialidad concreta del  discurso. 
         Por el contrario el relato de Feimann, aún desde su  ensayístico punto de vista se inscribe así como un subproducto de [i]la   demonización de aquellas posiciones irreconciliables, y arremete con  esta  estupidez mayúscula, insustancial y hasta canallesca. Enluta su  intento de  comprensión histórica con este insulto desmedido, fatuo e  inconsistente. Insulto abyecto por sobre todo para  miles de víctimas  del terrorismo de estado; al ubicarlos arbitrariamente en el  lugar de  la idiocia, en la cortedad de entendimiento, al que claro está él no  pertenece,  pues nos habla desde la “altitud” inalcanzable de sus  saberes archivísticos o  bien directamente solaperos.[/i]
         Del "Tercer Movimiento  Histórico de  Alfonsín" (al cual nuestro ensayista adhiriera  fervorosamente) pasando por  la “Revolución Productiva y el Salariazo de  Menem” por el "Somos  Mas con De la Rua y Alvarez" de la Alianza y  llegando al “Cambio que  recién empieza” después de cuatro años de  gobierno en los que no cambió casi  nada; nada ni nadie ha podido  siquiera escribir el título de una posible  interpretación que  cierre con un imaginario social consensuado y  discutido a la vez; es  decir el qué y el para qué de una discusión política  nacional. Es como  una especie de cárcel de la historia, cuyo carcelero es  el sistema  político heredado de la dictadura, el cual no ha hecho más que  generar  momentos políticos episódicos desbordantes de propuestas   pretendidamente superadoras, pero que en definitiva terminaron  estrellándose a  caballo de sus propias limitaciones, ignorancias,  transfugadas y  traiciones.
         En el fascículo del Domingo 9 de Diciembre de 2007, Feimann  continúa eludiendo la [i]historia[/i] con su  fatuidad solapera. Allí vuelve a vomitar sus venenos contenidos, sus  resentimientos atragantados: “…[i]La   estética del deguello. La mazorca federal. Los unitarios de Estomba y  de Rauch  atando a los enemigos a los cañones y ordenando disparar. La  “guerra de  policía” de Mitre. La semana trágica. La Patagonia Trágica.  La Triple A:  capucha y zanja. La ESMA: la tortura en tanto “tarea de  inteligencia”. [b]Las contraofensivas montoneras que  arrojaron a  la muerte fácil pero infinitamente despiadada a tantos combatientes  que  debieron haber hecho otra cosa, ésa que decía Walsh: acompañar el  reflujo  de masas[/b]…”[/i] (el resaltado es propio). 
         Feimann es un narrador  omnisciente, es decir; sabe todo  acerca de los personajes de su relato y  juzga sus acciones y hasta sus  intenciones. Para él no hubo lucha, no  hubo resistencia, no hay [i]historicidad[/i] que pueda arrancar a  aquellos militantes combatientes de su [i]cortedad  de comprensión. [/i]¡Es  todo tan claro para Feimann! ¡tan lineal! ¡tan monocolor!  que  obligatoriamente necesita para su relato de sujetos desprovistos de   intención y voluntad. Si hasta lo ha descerebrado a Walsh, presentándolo  en su  relato como un protagonista que se confundió de lugar para su  militancia. 
         En rigor de verdad,  habrá que decirlo; Feimann dirige  selectivamente sus odios. Odió a  Montoneros, odió a sus militantes, odió su  intento revolucionario, odió  la lucha de sus caídos y a sus caídos, los despreció  con inusitada  ferocidad, y odia a sus sobrevivientes, más aún que a los  genocidas. No  repara Feimann en aquello tan básico y elemental que mencionara  Eggers  Lan (si, el mismo con el que compartió alguna cátedra en la Facultad de   Filosofía y Letras de la UBA en el edificio de la calle Viamonte en  sus  tempranos 23 años); [i]la posibilidad de aumentar o  evitar el  derramamiento de sangre estaba, como suele suceder, en manos de los   opresores y no de los oprimidos. [/i] A esta  altura no importan los  motivos; pero es indudable que en este aspecto de su  relato, Feimann se  transforma en un escriba eunuco al servicio de un relato  histórico [i]demonizante, quiere eliminar  todo sentido interno de la historia.  En  su relato[/i] [i]no existe  una serie de hechos históricos con una  finalidad interna. [/i]
         Sin embargo sucede que los  distintos planos narrativos en que estructura el relato nuestro ensayista, [i]son historias múltiples, que se cruzan,  chocan. [/i]Recordemos[i] las espadas. [/i]Pero  también sucede que su objeto a [i]historiar[/i] no está exento de una densidad histórica cuyas [i]espadas [/i]ya han chocado en un sentido y siguen chocando. Porque  antes del relato que enuncian esas [i]espadas [/i]la  historia está impregnada de cuerpos, de memorias, de dolor, de  ausencias  que desgarran el alma, de prácticas históricas sin mácula.  Feimann lejos está  de encontrar aquella materialidad, sencillamente  choca con ella y con él su [i]acontecimiento [/i]“Firmenich traidor” se  hace trizas, estalla en pedazos desparramando esquirlas de confusión y [i]demonización[/i]. De allí en más no le queda  otra alternativa al [i]autor [/i]que   traicionase a sí mismo como narrador de la historia, por carácter  transitivo  traicionar a sus lectores; y empacarse como mula en la  reiteración cada vez más  patética de [i]persistencias hacia adelante [/i]que  genera el [i]acontecimiento[/i] por él mismo  engendrado[i]. [/i]
         En el fascículo número 4  del  Domingo 16 de Diciembre de 2007, Feimann se estrella con la más  cruda densidad  histórica. ¿Y qué hace el ensayista? Literalmente se  hace el boludo.
         Abandona el plano  narrativo de  un pretérito perfecto simple. En esta ocasión su relato no  nos transporta al  pasado, sino a nuestro presente. Desde este otro  plano dice: [i]Aquí está lleno de socialistas o de  trostkistas o de  socialistas o de ex alfonsinistas que se desgarran las  vestiduras por  los treinta mil desaparecidos pero odian a la generación del  setenta…De  acuerdo, son ustedes buenas personas, son humanitarios y están  contra  el horroroso terrorismo de Estado. Pero ¡qué equivocada estaba esa   generación! Y no se engañen, eh. Fueron ellos los masacrados. Los pibes  de la  Juventud Peronista. Los del Nacional Buenos Aires. Los que  trabajaban en las  villas. Los que alfabetizaban. Y si no, vayan al  Parque de la Memoria. Miren  los nombres uno por uno. Miren las edades.  Producen escalofríos…Pero ¡tan equivocados!  Y sobre todo: tan ingenuos.  Tan víctimas del malentendido. [/i]

         ¿Qué le pasa a Feimann? Parece  que algunas de sus [i]espadas [/i]se  han  extraviado. No se acuerda del recorrido de su pluma en el primer  fascículo de  esta saga. No recuerda nuestro distinguido ensayista que  para él una mayoría  ostensible de esos [i]masacrados[/i] fueron miembros  de una organización conducida por un [i]doble  agente, por un traidor[/i] ¡y que no se dieron cuenta! ¿O quizá al fin de  cuentas nuestro [i]narrador [/i]pensó antes  de la masacre –y aún piensa- que todos los [i]masacrados [/i]eran [i]fierreros sin retorno [/i]con   los cuales toda discusión era una pérdida de tiempo? (incluido su tan  admirado  Walsh, que algo de fierros entendía) Si así fuera, no tiene  valor ni pelotas  suficientes para enunciarlo claramente. Por el  contrario, es notable el  esfuerzo de Feimann por estereotipar  homogéneamente a los militantes  combatientes caídos, sólo como [i]pibes,  perejiles, chicos y chicas misericordiosos alfabetizadores que trabajaban en  las villas[/i]; para desinvolucrarlos de su cometido político transformador, es  decir de su [i]historicidad.[/i]. Para  Feimann los [i]desaparecidos [/i]-puesto  que  así cosifica en su relato a aquellos militantes populares- fueron y  continúan huérfanos  de todo proyecto político. No hubo militancia  organizada, no hubo banderas  enarboladas, ni proyectos sostenidos con  la palabra y con el cuerpo. A lo sumo  una orgita con fierros de 30 ó 40  extraviados encabezados por [i]el doble agente y traidor[/i]  Firmenich que  por casualidad lograron engañar a miles de jóvenes y no  tan jóvenes cuadros militantes  de la izquierda peronista. Para Feimann  se trata de [i]chicos [/i]y [i]chicas [/i]aprisionados  entre las pinzas mortales de un [i]traidor,  doble agente [/i]y  la maquinaria infernal de muerte desplegada por los  genocidas. Allí  los ubica a todos. Los militantes combatientes, los  revolucionarios,  los que confrontaron en acción directa en el marco de una  militancia  organizada ante una de las más sanguinarias reacciones oligárquicas  de  nuestra historia; sencillamente molestan en el relato de Feimann, son  habitantes  indeseados del tiempo que pretende narrar, o por lo menos no  los entiende, y  por eso lo enfurecen, al extremo de hacerlos [i]desaparecer [/i]–otra vez- pero ahora de su relato. Efectivamente; en  su relato Feimann se nos presenta como una especie de [i]genocida retórico, un desaparecedor de los sujetos protagonistas de los  hechos que intenta historiar. [/i]
         Al fin y al cabo como el mismo  Feimann dice, citando a Nietzsche: [i]no hay  hechos, hay interpretaciones.[/i]
         Pasa que Feimann no  interpreta  hechos, interpreta cualquier otra cosa. Nunca entendió  Feimann desde su  cenáculo universitario la maduración de aquel tiempo  histórico, nunca entendió  que los intentos de “integración” del país en  el cuadro de países de  “desarrollo medio”, así como el proceso de  “integración” de los argentinos en  la capital-puerto, violentaron  profundamente no sólo la naturaleza  geográfico-económica del país y su  tradición histórica, sino que imponían sobre  el libre desarrollo de las  personas el peso demoledor de estructuras  cosificantes: ésa era (y es)  la violencia mayor. Sólo la supresión y  sustitución de esas  estructuras, o sea, su subversión integral podía darnos la  liberación.  Era cuestión de elegir: la persona humana libre y plena, o la cosa   ciega y opresora.
         Sin embargo es  notorio  cómo el ensayista necesita imperiosamente capturar los hechos a su   antojo y modelar a sus protagonistas psicológicamente para conformar su  relato;  como una especie de terapia ante lo angustiante de la  disgregación de su  conciencia. Por momentos pareciera que Feimann  arrastra una neurosis no  resuelta y que la vuelca sin más en el texto  de su narración. 
         Y sino  detengámonos en otro tramo de sus [i]persistencias  hacia adelante. [/i]El  domingo 30 de Diciembre de 2007, el autor directamente  confiesa sus  odios mal procesados y más aún mal dirigidos. La cita es extensa  pero  no tiene desperdicio. En esta ocasión su vómito retórico pareciera que  no  tiene límites, está totalmente desbocado: [i]“…Tampoco  Perón ni la  ciudadanía argentina (que acababa de elegirlo democráticamente con  el  62 % de los votos y esperaba un futuro menos macabro) se merecían el  alevoso  asesinato de José Ignacio Rucci con veinticuatro balazos, en el  perfecto estilo  de la Triple A. “Fuimos nosotros”. “Fue la orga”. “Fue  la M”. “Fue una apretada  al viejo”. “Hay que poner el mejor fiambre en  la mesa de negociaciones” ¡Cuánta  locura!...luego del asesinato de  Rucci, quienes tenían acceso a la conducción  de Montoneros, ¿no  sospecharon en manos de quién estaban? Porque nosotros –los  tipos de  superficie- no le habíamos visto la cara a esa conducción. En el caso   de Atlanta lo vimos a Firmenich dar un discurso. Pero de lo de Rucci nos   enteramos por la increíble frase: “Fuimos nosotros”. Recuerdo mi  estupor:  “¿Nosotros?”. Y el de un par de compañeros. Uno sobre todo.  Dijo lo que todos  queríamos decir: “Disculpen, pero yo no maté a Rucci.  Así que ese “Fuimos  nosotros” que la Orga se lo meta en el culo. Yo no  fui. Bonasso cuenta que  Firmenich explica: “Oficialmente que Rucci fue  ejecutado por la Organización.  Lo explica en términos estratégicos: la  lucha contra el vandorismo como aliado  del imperialismo en el  movimiento obrero y su responsabilidad personal en la  masacre de  Ezeiza. No estoy de acuerdo y lo digo. Rucci era un burócrata  fascista y  su gente torturó compañeros en Ezeiza, pero su asesinato es una   abierta provocación a Juan Perón”. Debió agregar: y a todos los que  fueron a  votar por un país que en medio de ese desastre trataba de  buscar un camino  democrático y acababa de lograrlo. Sigue Bonasso: “El  Pepe se impacienta cuando  argumento que una organización revolucionaria  no puede producir un  ajusticiamiento sin asumirlo públicamente, porque  si no, equipara sus acciones  a las de un servicio de inteligencia. La  frase, me parece, conspira contra mis  posibilidades de ascenso”.  (Miguel Bonasso, Diario de un clandestino, Planeta,  Buenos Aires, 2000,  pp. 141/142). Se trata de un texto notable. Bonasso ve todo  con  claridad: La Orga actúa como un servicio de inteligencia. Sin embargo,   ¡decide seguir en ella y lamenta que ése señalamiento fundamental que  hizo  conspire contra sus posibilidades de ascenso! A ver, ensayemos una  expresividad  inusual. Bonasso,  yo te conozco, vos me  conocés. Sos un  tipo bárbaro. Seguís peleando, no te quebraste, estás en causas   valiosas para el país. Escribiste libros importantes. Con perdón, seré  franco…:  ¿tanto te sedujo, te engañó, te encegueció ése conductor de  esa Orga que, según  vos decías con claridad, actuaba como un servicio  de inteligencia? ¿Por qué  mierda tantos tipos valiosos como vos,  Gelman, Urondo, ¡¡¡Walsh!!!, se comieron  la conducción de Firmenich?  Ahí hay un punto negro…Pero ustedes, que los veían  ¿estaban ciegos? ¿No  les bastó con el asesinato de Rucci? ¿No advirtieron el  delirio?  ¿Quiénes eran? ¿Los marineros del capitán Ahab, fascinados, como  ellos,  por la locura del jefe?[/i]
         Sus odios son  tan  vulgares, tan cómodos, tan maniqueos, tan cobardes que por momentos su   narrativa parece extractada de algún parte informativo de la dictadura.  En  realidad no queda claro si Feimann forma parte de aquellos estúpidos  que se la  creen o de aquellos canallas que fingen creérsela. Lo que sí  es indudable que a  alguno de los dos grupos pertenece.   
         Entre sus relatos  entrecruzados, Feimann de forma retóricamente canallesca se pregunta y pregunta  a sus interlocutores [i]¿Por  qué mierda  tantos tipos valiosos…Gelman, Urondo, ¡¡¡Walsh!!!, se  comieron la conducción de  Firmenich?…¿estaban ciegos? ¿No les bastó con  el asesinato de Rucci? ¿No  advirtieron el delirio? ¿Quiénes eran? ¿Los  marineros del capitán Ahab,  fascinados, como ellos, por la locura del  jefe?[/i] 
         ¿Desde qué lugar  habla  Feimann? Porque realmente no queda claro. Dice que fue al acto  realizado  en Atlanta el 22 de Agosto de 1973 y en el cual hiciera uso  de la palabra  Firmenich: “…[i]Porque nosotros –los tipos  de  superficie- no le habíamos visto la cara a esa conducción. En el caso de   Atlanta lo vimos a Firmenich dar un discurso. [/i]Pero no dice en  carácter de  qué fue y el lector no puede entender qué hacía allí ese  día, en ese acto y con  ese orador. Feimann se autodefine como [i]“nosotros,  los tipos de superficie”. [/i]No  queda para nada claro superficie de qué cosa  era Feimann, porque de  Montoneros seguro que no. Se desconoce hasta estos días  si lo era de  otra organización. Como tampoco queda claro qué era [i]superficie[/i]  para el autor. En esta  perspectiva el lector desprevenido no puede  explicarse qué habrá hecho Feimann cuando  la multitud reunida, estimada  en más de 50.000 personas, explotó en la  consigna: [i]¡Rucci traidor a vos te va a  pasar lo que le pasó a Vandor! [/i]¿Habrá salido a trompada limpia contra los  que lo rodeaban al grito de ¡todos ustedes [i]actúan  como servicios de inteligencia![/i]?  Realmente es curioso lo de Feimann; como  un fino cultor de la escuadra  y el tiralíneas de la historia política recorta  hechos y situaciones y  los modela a su antojo,   pero eso sí; siempre con el diario del lunes  debajo del brazo se esmera  en buscar a los culpables de la tragedia  entre las víctimas agredidas.     
         Feimann llega al   atentado contra Rucci descontextualizándolo de la secuencia histórica en  el que  se inscribe. Más allá de la valoración que nos merezca el  acontecimiento y los  protagonistas involucrados (Solo una sugerencia:  no estaría de más que el autor  investigara algunos pormenores de la  pesada interna que atravesaba la UOM por  aquellos días y las críticas  cada vez más elevadas de tono que [i]el petiso [/i]venía arrastrando  desde los  principales niveles de conducción de la UOM y de la CGT. Otra  sugerencia: no  habría que descartar por completo una operación  “conjunta” llevada a cabo por  sectores “operativamente autónomos” de  sus respectiva fuerzas); nuestro [i]ensayista[/i] no repara en otros  episodios y  hechos históricos pergeñados y ejecutados con abierta  premeditación por parte  de la denominada [i]derecha peronista[/i],   en connivencia con la derecha no peronista y la inteligencia  norteamericana que  sí tuvieron una incidencia definitivamente  determinante para el fracaso del  proyecto de Liberación y que  preanunciara el genocidio. 
         En este sentido  no le  ha dedicado a López Rega, Osinde, Rucci, Ciro Ahumada, Villar,  Margaride,  Almirón, Iñiguez, Lastiri, la burocracia sindical,  Anchorena, López Aufranc,  Cáceres Monié, Lacavane, Navarro, la CNU, el C  de O, las tres AAA y demás lacras,  ni un uno por ciento de las líneas y  la saña que a esta altura de su pretendido  ensayo le ha dedicado a  Montoneros, a sus primeras líneas de conducción y al  conjunto de sus  militantes. Confunde premeditadamente y con alevosía desde su fatuo  y  desordenado relato víctimas y victimarios, oprimidos y opresores;  haciendo  recaer todo el peso de la responsabilidad en los primeros. 

         Feimann escribe  como  si lo supiera todo, no discute ni ofrece discutir política con nadie.  Desde  ésta soberbia y haciendo gala de su talante histérico feminoide  autoritario  (idéntico en este aspecto a su primo Eduardo) tilda de  dementes a Walsh y a Urondo,  y por carácter transitivo a otros tantos  miles que dedicaron su vida a la  implementación de un proyecto político  de Liberación y por ende por sobre todo  de Poder. 
         Nunca se trató  de [i]“ir a la muerte”, [/i]ni mucho menos por  la orden de un [i]doble agente, traidor. [/i]Se   trató –como siempre- de luchar con convencimiento en un proyecto de  Liberación,  con la alegría y felicidad que ello implica. Pero Feimann  ello no le importa,  no le interesa. Su relato transforma a aquellos  militantes combatientes en  autómatas manipulables insensibles a todo.  Es decir; los vuelve a [i]desaparecer [/i]haciéndolos pasar  previamente [i]por la picana de su pluma  enfermiza.  [/i] 
         A Feimann  directamente  no le importa dónde estaban los agredidos y dónde los agresores. Ello   es notable cuando paralelamente a la condena a la conducción de  Montoneros, [i]indulta[/i] a Rucci presentándolo como un  líder  representativo de los trabajadores (eso si, algo fascista) pero también   como pieza fundamental en el proyecto de Perón (¿?). 
         El [i]narrador [/i]no recuerda a sus lectores quién  era [i]El Petiso, [/i]quien dirá en una  entrevista en la revista Primera Plana: [i]“¿La  campera? Me costó 25 lucas. Un lujo de Secretario General”. [/i]Mientras  que  cambiaba su viejo auto por un Chevy último modelo y se jactaba de  manejar a 140  km por hora. Declara que sus hijos estudian en colegios  privados y que el mayor  será abogado. Algunos fines de semana va a  cabalgar al campo “La Carona” del  hacendado Manuel de Anchorena, un  nacionalista de derecha que penetra entonces  en el permeable movimiento  peronista. El Comité Central Confederal de la CGT le  encomienda  reclamar al gobierno la libertad de Raimundo Ongaro y Agustín Tosco.  Su  interpretación de ese mandato es elástica: se queja ante el Ministro  del Interior  de la dictadura porque el gobierno “fabrica mártires”. Con  él se instala el  macartismo como práctica diaria y decisiva en la  conducción sindical. Ongaro y  Tosco le parecen “provocadores” o  “bolches”, Walsh “un sucio marxista”. Se  rodeó de militantes fascistas y  empleados menores de los servicios militares de  información e hizo  construir un polígono de tiro en la CGT para que  practicaran. Organizó  grupos de choque y se atrajo a los preexistentes, de los  que luego se  sirvió Osinde para la masacre de Ezeiza el 20 de Junio de 1973: el   Movimiento Federal, la Confederación Nacional Universitaria, la  Agrupación 20  de Noviembre del Partido de San Martín, la Alianza  Libertadora, los Halcones.  En Mar del Plata se fotografió sonriente con  Juan Carlos Gómez, asesino de la estudiante  Silvia Filler con un arma  de la marina. Del Paraguay repatrió al antiguo jefe  de la Alianza, el  nazi Juan Queraltó. En desacuerdo con la distribución de  cargos en el  nuevo Consejo Superior, sus guardaespaldas colocaron una pistola  45 en  la cabeza de Cámpora. Con cien activistas de cien sindicatos, concibió   poner en pie de guerra e institucionalizar una policía interna del  Movimiento  Peronista. Había apostado a que la contradictoria unidad  peronista se rompería  violentamente. Cuando se produjo la masacre de  Ezeiza la justificó con osadía. [i]“Si había armas era para usarlas”, [/i]dijo  José Ignacio Rucci.
         Y si de [i]historiar[/i]  peronismo se trata no se  explica cómo a esta altura de desarrollo de  su narrativa Feimann no haya  mencionado siquiera la masacre de Ezeiza  como aquel hecho que prefiguró los  años por venir, como una fase  esencial en la puesta en práctica de crecientes  dosis de terror contra  la movilización popular. Feiman olímpicamente ignora lo  esencial.
         Los informes y   conclusiones del área de inteligencia de Montoneros coordinada por Walsh  y  traducidos por la elegante y sofisticada pluma del escritor y  periodista  Horacio Verbistky, en el libro de “su autoría” [i]Ezeiza [/i]publicado  hace más de veinte años, nos informa claramente  acerca de los  objetivos, la preparación y la ejecución de esta operación  inteligente y  osada al mismo tiempo y destinada a herir de muerte al proyecto  de  Liberación Nacional y Social en marcha. 
         Feimann busca   traidores y dobles agentes donde no los hubo y como decía alguien; quien  ve fantasmas  que no existen por todos lados, deja de ver los enemigos  reales que sí existen  delante de sus narices.  
         [i]Las tomas  impulsadas por la derecha  peronista procuraban mejorar sus posiciones  en cargos públicos frente al otro  sector. Pero junto con los  cementerios, las dependencias administrativas, los  colegios, las  fábricas, las universidades, las cooperativas, las colonias  turísticas,  los organismos científicos, los clubes, un reducido número de   ocupaciones obedecía al propósito de asegurarse el control de todo tipo  de  comunicaciones…[/i]
         [i]Los representantes  de los sindicatos AATRA y  FOECYT que tomaron la Secretaría de  Comunicaciones notificaron que los  respaldaba el Secretario General de  la CGT José Rucci, de lo cual dio fe el  Diputado Nacional Carlos Gallo,  un ex dirigente telefónico separado de su  gremio y convertido en  asesor político de la UOM. [/i]
         [i]Las radios fueron  uno de los objetivos  predilectos. En Córdoba la Juventud Sindical y el  Centro de Acción y  Adoctrinamiento adujeron la “infiltración marxista”  para tomar LV3 y LW1. La  Alianza Libertadora ocupó el canal 8 y las 62  Organizaciones LRA7 y el edifico  central de correos, siempre contra  “los infiltrados”. En la Capital Federal una  agrupación creada por el  fotógrafo Manuel Damiano, quien había dirigido el  Sindicato de Prensa  antes de 1955, tomó LS6, LR2 y LR3, con diez filiales en el  interior.  En Rosario la UOM, la UOCRA y la Alianza Restauradora se apoderaron  de  LT2, LT3 y LT6 y prohibieron la difusión de discos de Horacio Guarany,   Osvaldo Pugliese y Mercedes Sosa. En Olavaria, las 62 Organizaciones   controlaron LU32. En Bahía Blanca, LU7.[/i]
         [i]Los ocupantes de  Canal 7 de televisión, en  la Capital Federal, ordenaron en nombre del  Teniente Coronel Jorge Osinde y de  Rucci que sólo debían verse en la  transmisión los carteles de los sindicatos y  que no se realizarían  encuadres del presidente Cámpora…La agencia oficial de  noticias TELAM  no hizo falta ocuparla, porque sus directivos eran Jorge Napp y  el  Teniente Coronel Jorge Obón, dos integrantes del COR del General  Iñiguez. Lo  único que faltaba era una centras de comunicaciones moderna  con puestos  móviles. La proveerá el Automóvil Club...[/i] (“Ezeiza”, 2º Edición 15 de  Diciembre de 1985, páginas 20, 21, 22). 
         El relato de  Feimann  obvia datos históricos de interés obligatorio. No repara en la figura   de Robert Hill, embajador estadounidense en España durante los últimos  años de  exilio de Perón en Madrid y el rol que asumiera en los años  posteriores en  nuestro país. [i]Robert Hill era accionista  de la  United Fruit y funcionario de la Central de Inteligencia de su país, y  en  1954 había estado relacionado con la invasión a Guatemala y el  derrocamiento  del Coronel Jacobo Arbenz. Fue el hombre designado por la  CIA para penetrar la  intimidad de Perón. Además de López, Hill tenía  contacto con Milosz Bogetic, un  coronel croata ustachi, prófugo al  terminar la segunda guerra mundial,  refugiado primero en la Argentina y  luego colaborador del Dictador Dominicano  Rafael Trujillo. En 1973,  cuando López Rega se instaló cerca del poder en  Buenos Aires, el  Departamento de Estado trasladó a Hill de España a la  Argentina para  continuar la relación. Una de sus primeras actividades fue la  firma de  un convenio con López Rega para la represión del tráfico de drogas,   cobertura que la CIA comenzaba a utilizar por entonces. López Rega  reveló ante  la prensa lo que debería haber guardado en reserva. En su  discurso dijo que el  combate contra las drogas formaba parte de un plan  político, de lucha contra la  subversión. Hill asintió en incómodo  silencio. Con asistencia técnica y  financiera de Estados Unidos  comenzaba a organizarse la AAA, reedición del Plan  Phoenix, aplicado en  Vietman para suprimir a diez mil opositores. Su ensayo  general se  había escenificado el 20 de Junio, en Ezeiza. [/i](ob. cit. páginas  27/28). 

Igualmente esta historia de Feimann y Cia. (porque Feimann no está solo en esto de desparramar toda esta mierda desde el lugar de esa falsa progresía peronística) comienza mucho antes de la aparición de la triple A y las diferencias con el General Perón. Su relato no es fruto de una confusión ni un encadenamiento arbitrario de exabruptos.
Cuando surgió Montoneros más las FAR, más Descamisados y producto del alza en los niveles de confrontación con la dictadura a partir del Cordobazo se estructuró una movilización gigantesca que desemboco en el retorno de Perón y la asunción de Campora el 25 de Mayo de 1973. No estuvo ni estará exenta de debate esta etapa pero sí se configuró la tendencia revolucionaria que fue liderada por Montoneros con Firmenich como jefatura máxima en el marco de cuerpos colegiados de conducción. Quienes quedaron fuera fueron diversos sectores, entre ellos algunos de las FAP que se dividieron en cuatro y demás grupos menores que aislados continuaron referenciándose como peronismo de izquierda. Algunos apostaron al “alternativismo” independiente, mas cercano al PRT que al Peronismo que luego reivindican como su faro. Es decir, se fueron por ultraizquierda y desde mediados de los 70 se dedicaron a tirar mierda contra Montoneros desde una posición de puro peronismo. Otros ni siquiera se internaron en ese embrollo jamás descifrado del “alternativismo” y sin más corrieron el cuerpo cuando las papas quemaban y juramentaron lealtad a Perón, obviamente con López Rega, Osinde, Villar y la Triple A incluidos.Algo de esto hay en el relato de Feimann.
Cómo se entiende que pasan las decadas y Feimann habla, exponga o escriba sobre filosofía, historia, Hegel, Heidegger, cine, etc., y siempre termina hablando de lo mismo: desde su “peronismo filosófico” junta bosta en pala y tira contra todo lo que huela a Montoneros, Firmenich, setentismo. Su soberbia neurótica nunca pudo soportar que “pendejos” de 22 – 24 años hayan construido confluyendo con los viejos de la resistencia y otros escalones generacionales un punto de aglutinación organizativo de todo el inmenso océano de la izquierda peronista. Odió y odia ese intento revolucionario. El espectro de aquellos miles de militantes combatientes Montoneros lo persiguen hasta la eternidad.
No caben dudas que es un provocador, con un resentimiento inabarcable. Por suerte no hay otro palco de Ezeiza sino, terminaría apuntando –con su pluma claro está- sabemos para donde. Hoy se conforma con las publicaciones de sus vómitos narrativos en Página 12 los domingos en un suplemento especial y en ofrecer insumos gratis para las páginas de los servicios. Lo que se dice realmente: La obstinación de un boludo.
Sin embargo parece que su talante histérico feminoide lo conserva intacto en todos los aspectos de su vida.

          Dicen fuentes bastante verosímiles que hace unos meses Feimann  tuvo el siguiente diálogo:
          [i]- Mirá, Jose Pablo, pensamos que sería bueno  que empezaras de columnista en Los siete locos,[/i]  le dijeron hace un tiempo desde  el despacho de algún directivo de ATC y  pensando en que Cristina Mucci la  conductora del programa de libros  que se emite por dicho canal, sería la  partenaire de Feiman en un  futuro programa de cine. Una especie de versión  televisiva de “El cine  por asalto”. Unas notas publicadas en el suplemento “Radar”  de Página  12 y que las editara en forma de libro hacia mediados del año 2006.  
         [i]- Yo no soy columnista de nadie, no voy  dejar que un pendejo me diga cual es mi lugar. No viste lo que dije en TVR![/i] [i]Tenemos mucho para decir sobre esta  televisión...[/i] 
         [i]- Me extraña que  reacciones así, esa forma  de hablar es mas propia de un columnista de  espectáculos que de un filósofo  como vos[/i]. Ese día la sangre no llegó al río pero el siguiente encuentro  teléfonico no fue tan leve. 
         [i]- Soy José Pablo Feimann,[/i] escuchó el  directivo a través de su celular.
          - [i]Si  Jose Pablo que tal?[/i] 
         [i]- Mal, estuve  evaluando la oferta y yo sé lo  que ganan las figuras del canal y no  pienso ganar menos que ellas, no voy a  cobrar menos de lo que cobra  Badía.[/i] 
         [i]- Mirá Jose Pablo,  si yo le pidiera un libro  a Badía no le pagaría lo mismo que recibís  vos por tus escritos así que  aplicando esa lógica no te voy a pagar a  vos por hacer televisión lo mismo que  gana Juan Alberto que es un  hombre de trayectoria. [/i]
         Finalmente el  domingo  17 de Junio de 2007 a las 0.30 horas Feimann y Mucci comenzaban el   ciclo “El cine por asalto” por ATC. El día anterior, en la sección de  cultura  del diario La Nación, Feimann declaraba: “[i]Es  que no hay debates de ideas. La política perdió las ideas, es todo un  aparatismo de negocios”.[/i]
         Al fin y al cabo  como dijo el propio Feimann [i]“nunca   sabremos para quien escribe un periodista. Para quién habla un  locutor. En qué  medio actúa el más progresista de los escritores”. [/i](Suplemento  del Diario  Página 12 “La Filosofía y el Barro de la Historia” – Clase  Nº 55 – Conclusiones  – José Pablo Feimann – Domingo 3 de Junio de  2007).
         A modo de  conclusión  parcial -puesto que seguramente será necesario ir dejando  testimonios a  medida que continúe la psicopatía narrativa de Feimann y Cia.-   sencillamente decir que los proyectos y los sueños se desvanecieron  mucho más  temprano que tarde, que miles de ausencias nos seguirán  desgarrando el alma a  cada instante por el resto de nuestras vidas;  pero también decir que el  esfuerzo no ha sido en vano, y que todavía  vale la pena continuarlo con el  mismo convencimiento en éstos tiempos  de [i]crecimientos  económicos [/i]donde un nuevo [i]genocidio [/i]captura   y devora a millones en ése no-lugar de la exclusión, donde nuestros  ríos,  nuestras montañas, nuestros mares, nuestros bosques, nuestra  tierra son  entregados a cambio de estúpidas prebendas por [i]oficialistas [/i]y [i]opositores[/i]  de una sistema político opresor y caduco al altar de la renta  oligárquica -  multinacional, en estos tiempos en que los continuadores  de los Osinde, Villar,  Rucci, López Rega, etc., se llevaron con vida a  Jorge Julio López y nos  privaron de la condena al hijo de puta de  Febres y de los secretos que se llevó  a su merecida aunque inoportuna  tumba. En estos tiempos y con muchos más  motivos que en aquellos otros;  todavía vale la pena dedicar nuestra existencia  a un compromiso de  vida con nuestro prójimo en los marcos de un Proyecto de  Liberación.  Otro destino no nos interesa. 
         Es que más que  le pese a Feimann; como dice Sartre en el prólogo a “Los condenados de la  Tierra” de Frantz Fanon: “[i]No nos  convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo  que han hecho de nosotros”.[/i]  
         Aquella vez   sencillamente no pudimos. Pudo más la infamia, la mentira, la codicia,  el  egoísmo, el terror, el oportunismo, la injusticia, la indeferencia,  los  arrepentimientos, la muerte, la tristeza, la opresión. Hoy a pesar  de todo,  sencillamente continuamos; volviendo a empezar todos los días  nuestra  convocatoria. 
         Para finalizar,  nada  mejor para esta ocasión que aquellas líneas que a modo de poema  escribiera  Eduardo “Carlón” Pereira Rossi, miembro de la conducción  nacional de Montoneros  y asesinado por la patota de Patti el 14 de Mayo  de 1983 mientras confrontaba  contra la dictadura y caminaba el país  reorganizando y reuniendo a las fuerzas  de la Juventud Peronista  Regionales convocando a las nuevas generaciones que se  sumaban sin  dudar. (seguramente para Feimann uno [i]estúpido[/i] más o quizá un cómplice de algún [i]doble agente[/i]):
          
         [b]Convocatoria 
          [/b]
          [b][i]Convoco a los que todos los días 
            se levantan y salen a yugarla 
            por migajas que no alcanzan, 
            a que se rebelen. 
            
            Convoco a los que todos los días 
            vacilan en ir o no ir 
            al templo que envejece los corazones. 
            
            Convoco a los que caminan sin rumbo 
            en una tarde cualquiera 
            buscando encontrar una razón 
            
            Convoco a los pacíficos 
            que no están cumpliendo con su deber 
            a pesar de sus buenas intenciones. 
            
            Convoco a los que no comen lo suficiente 
            ni se abrigan lo necesario 
            y tienen sed torrencial. 
            
            Convoco a los pequeños de ambiciones 
            que dejan a los demás 
            ambicionar más de la cuenta. 
            
            Los convoco a dar vuelta al pulóver 
            a pegarle al prepotente y a escupir 
            en la cara a los que no han sido Convocados. 
            
            Los convoco a romper lo que no sirve 
            a perpetrar los robos necesarios 
            y recuperar lo perdido. 
            
            Los convoco a cagarse en el miedo 
            y patear las puertas donde 
            encerrados están los condenados. 
            
            Los convoco a abrir las cárceles, 
            a ventilar las tumbas y a levantar 
            las calaveras de los hermanos 
            heridos de muerte. 
            
            Los convoco a abrazarse en 
            las plazas del país, a escribir los muros 
            y a fusilar a los fusiladores. 
            
            Los convoco a no atar nada 
            sino a despertar cadenas. 
            
            Los convoco a agitar banderas y colores 
            y correr liberados por las calles 
            y por los campos húmedos de rocío. 
            
            Los convoco a ser sinceros 
            a putear a los hijos de puta 
            a desobedecer al tirano, 
            a amar sin límites y a odiar. 
          [/i][/b]
          [b][i]Y si a esta convocatoria 
          Por impolítica no concurre nadie 

¡Mala leche!

            Quedan entonces convocados 
            al entierro de la vida 
            del que tuvo ésta pésima idea. 
          [/i][/b]
          [b][i]Si a esta convocatoria vienen  algunos 
            pero no todos los convocados 
            no importa 
            en la próxima seremos más. 
          [/i][/b]
          [b][i]Y si a esta convocatoria 
            vienen todos los convocados 
            la cordura habrá invadido en revolución 
          nuestro país para siempre.[/i][/b]
                      Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Enero de 2008

Muy bueno nicklas.

A ver, varias cosas.

Quien escribe era un dirigente de montoneros, abogado, por lo cual defiende el movimiento y a lacras como firmenich. Yo no tengo un gran conocimiento sobre la historia del peronismo y de montoneros como para discutir con estos tipos.
No sólo el tipo le critica errores históricos a feinmann sino también filosóficos. Y, sin darse cuenta, él entra también en la vulgaridad, el insulto y la grosería, la misma que le critica a feinmann.

Yo no leí todavía ese libro, sólo leí el prólogo, así que mucho la verdad no puedo hablar. Bah, directamente no puedo hablar.

Creo que en una cosa no se equivoca, feinmann habla con autoridad y desde un pedestal, con soberbia y, a veces, con desprecio, de cualquier cosa: habla de filosofia, sociología, política, literatura, cine, etc. Por supuesto que tiene conocimientos, pero a veces, en mi opinión, le pifia fulero. Doy un par de ejemplos ahora que estoy releyendo la filosofía y el barro de la historia.
Feinmann muy tranquilo afirma siguiendo a heidegger “la ciencia no piensa”, es decir, como la ciencia es amoral los científicos adoptan esa postura y se convierten en unos autómatas cándidos que sólo investigan sin tener la más mínima idea de lo que sus descubrimientos pueden provocar. Y dice einstein y oppenheimer cuando vieron los efectos de la bomba atómica dijeron oh caramba qué hemos hecho? El da a entender que los verdaderos sabios son los filosofos y no los científicos porque la filosofía se ocupa reflexivamente de todos los saberes (esto es así, la filosofía reflexiona sobre otros saberes) y la ciencia no. Falso. Si hubo un tipo que reflexionó sobre la ciencia fue einstein. No sólo él, varios científicos lo hicieron, ej? thomas kuhn, bertrand russell, wittgtenstein, mario bunge, karl jaspers, etc. La ciencia no se ocupa de reflexionar sobre ella misma pero los científicos sí. Einstein y oppenheimer se sorprendieron según josé pablo de los efectos de la bomba atómica, nada más falso. Es el mismo einstein el que advierte a roosevelt sobre la posibilidad de construir una bomba atómica por las investigaciones de la reacción nuclear en cadena y sus posibles efectos en 1939, lo que consideró el gran error de su vida. Robert oppenheimer fue el físico yanqui que dirigió el proyecto manhattan para construir la bomba antes que los nazis, acaso este señor no sabía los efectos que podría acarrear arrojar una bomba de este tipo? era un pelotudo? no, este señor quiso continuar con el proyecto a pesar de la advertencia de otros científicos, es decir que sabía muy bien lo que hacía.
Otro error grosero en el que incurre josepa desde su posición de saber es decir que Borges en materia de filosofía sólo conocía a berkeley, hume y shopenhauer. Falso. Conocía muy bien la filosofía griega, filosofía orientales y por ej conocía muy bien la obra de nietzsche. Feinmann hace alusión a la frase en la que Borges dice que heidegger inventó una jerga del alemán. Borges sabía alemán, feinmann lo dudo, y no fue el único que dijo que heidegger masacra el alemán. Feinmann a raíz de esta frase supone que borges nunca leyó a heidegger, cómo sabe? incluso si no lo hubiera hecho tenía obligación? feinmann leyó a borges? o incurre en el mismo proceder que le critica al escritor? Podría comprarse la edición crítica de las obras completas de borges y darse cuenta que el tipo de filosofía sabía y bastante, de hecho para leerlo a borges en profundidad algo de filosofía tenés que saber sino estás al horno.

En fin, feinmann es un muy buen escritor y un muy buen profesor de filosofía, pero en su afán de hablar de todo y de todo dar cátedra incurre en errores groseros. No me soprende que lo haya hecho también con la historia del peronismo.

Uh yo pense que este hilo se referia a angelitoconti defendiendo a moyano…

:lol::lol::lol:

Lo leí todo. Durísima la crítica. Me parece que el autor debe tener algo no resuelto en algún momento del pasado con Feimann, no creo que tanta bronca venga solamente por el “relato” que hace Feinmann, del cual por cierto, algunas partes las entiende para donde mas lo conviene me parece.

Yo leí el libro de Feinmann sobre el peronismo ( tomo I hasta ahora, del tomo II leí bastante en los fasciculos semanales, pero no entero ), y no me parece que ponga a los militantes en el papel de ingenuos o idiotas útiles siguiendo a un líder como lemmings, como parece extraerse de los párrafos que cita Famá de un libro de 800 páginas.

Tampoco me parece que Feinmann subestime Ezeiza como punto de partida de lo que vino después, de hecho hay 4 fascículos al respecto.

Sobre lo que decís, dylan, hay como un paralelismo en Feinmann … planta en el mismo papel de supuesta ingenuidad a Einstein y Oppenheimer ( “Oh que hemos hecho!” al ver los efectos de la bomba atómica ) y los militantes de Montoneros ( “pobres pibes que fueron a la muerte siguiendo a un doble agente etc etc” ). Igual creo que es cierto que mayoritariamente la ciencia es “amoral”, si bien puede haber cientos o miles de excepciones, creo que por definición se abstrae un poco de los fines a los que conduzcan los medios desarrollados por ella.

Coincido en la soberbia intelectual desde la que habla Feinmann, resulta muy molesta a veces.

Ustede sssstan todo en pedo, ssstan.

Ni loco leo semejante chorizo.

Lo voy a leer luego. Como es contra Jp me va a gusta je…

Sí, es verdad lo del paralelismo, el habla desde su soberbia, parecería que son todos boludos menos él. Esta soberbia es común en ciertos filósofos que carecen de la humildad de los grandes. Lo que decís de la ciencia en sí es cierto también pero feinmann no distingue entre ciencia básica y ciencia aplicada y deja de lado a los científicos, como dice el que lo critica sobre los montoneros los desaparece, los líquida subjetivamente. Fueron sólo dos ejemplos en los que para mí incurre en errores fieros, no son los únicos.

Lo estoy leyendo solo porque me cae mal Feinmann. Y porque además no tengo ganas de estudiar. Pero había necesidad de tanto? jaja

Fah, una bocha, lo imprimiría…

Jajajajja yo también pensé en Angelito