Es largo y para los entendidos de verdad en historia pero bastante interesante. Una crítica dura a JP Feinmann.
La obstinación de un boludo
[RIGHT]Por Rubén Humberto Famá[/RIGHT]
[RIGHT]Momentos antes de su fusilamiento pudo escribir Dorrego
algunas cartas, entre ellas ésta, dirigida al caudillo
santafecino López: “En este momento me intiman a morir dentro de una hora.
Ignoro la causa de mi muerte, pero de todos modos perdono a mis perseguidores.
Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi nombre no sea causa
de derramamiento de sangre”.
La cuestión está en que no era la muerte de Dorrego la causa;
la causa de Dorrego, como la de San Martín, como la de Artigas,
era la causa del país, y la posibilidad de aumentar o evitar el
derramamiento de sangre estaba, como suele suceder, en manos
de los opresores y no de los oprimidos.[/RIGHT]
[RIGHT]Conrado Eggers Lan, “Violencia y Estructuras”,
Ediciones Búsqueda – Noviembre de 1970 – p. 170.[/RIGHT]
La inquieta pluma del “filósofo” José Pablo Feinmann se ha propuesto desde un suplemento dominical de Página 12, ni más ni menos que –como él mismo lo afirma- [i]historiar e interpretar al peronismo…No podemos seguir sin hacerlo. El peronismo sigue y hay que seguirlo de cerca[/i].
Realmente escribe con pasión este [i]intelectual[/i] nacido en Buenos Aires en 1943 y autor de una variada producción novelística, así como ensayos, artículos periodísticos y guiones cinematográficos. En uno de sus ensayos, [i]Filosofía y Nación [/i](estudios sobre el peronismo elaborados desde 1970 hasta la fecha de su publicación en 1982) afirma [i]“hay tantas interpretaciones de nuestro pasado histórico como proyectos políticos en vigencia coexisten en nuestro presente”. [/i]Este Feimann de [i]Filosofía y Nación, [/i]parte de una especial atención por el relato histórico. Historia y presente no son para él compartimentos de [i]tiempos [/i]estancos. De esta forma aquello que hoy es relato del pasado contiene rasgos enunciativos de aquello que queremos y hacemos ahora y explican en gran medida los proyectos en disputa actuales. [i]Filosofía y Nación [/i]denuncia ese [i]“sistema de ideas que las grandes potencias hegemónicas han instaurado para justificar, expresar e impulsar sus proyectos expansionistas.” [/i] Para Feimann ese sistema de ideas alcanza su cumbre máxima con Hegel. La filosofía hegeliana representa para Feimann la expresión de la cultura europea, como pensamiento expresivo de la burguesía postulándose como clase universal.
Continúa esta línea de reflexión en [i]La sangre derramada[/i] publicada en el año 1998, cuyo eje central es la violencia política argentina con epicentro en los años setenta. Feimann ausculta en el intento de interrumpir la violencia generada por la confrontación política, de interrumpir ese encadenamiento de cerradas oposiciones que en definitiva remite a la intolerancia y al irrespeto de la vida humana. En esta perspectiva reflexiona: [i]Como vemos, uno de los carriles centrales a través de los que se ha desarrollado nuestra historia es el de la sangre derramada. Es decir, el de la violencia. En los pasajes violentos de nuestra historia es donde hemos encontrado los núcleos de incomprensión absoluta. Deberíamos definir este concepto. Digámoslo así: la incomprensión absoluta es el rechazo integral de las razones del Otro.[/i]
En los últimos tiempos el autor postula la [i]muerte del sujeto europeo o su desplazamiento que es como si hubiera muerto. Ahora viene el Imperio Bélico Comunicacional. Es el saber absoluto Hegeliano. La Idea Absoluta. El Sujeto Absoluto. El Sujeto Bélico Comunicacional. El Sujeto del Imperio Global. De la guerra global preventiva. El sujeto absoluto comunicacional del siglo XXI. [/i](Suplemento “La Filosofía y el Barro de la Historia” - Página 12 - “Los versos satánicos de la filosofía europea” – Clase Nº 54 - 17 de Mayo de 2007).
Ahora bien; vayamos al tema que ha convocado desde el pasado domingo 27 de Noviembre de 2007 los esfuerzos intelectuales de este prolífico autor y ensayista. Ni más ni menos que: [i]Historiar e interpretar al Peronismo. [/i]El ensayo se titula [i]“Peronismo – Filosofía política de una obstinación argentina”[/i]. Feimann estructura este ensayo desde distintos planos narrativos en los cuales -como él mismo diría pidiendo prestado de Focault- desarrolla [i]una miríada de relatos que colisionan entre sí como espadas.[/i]
Sin embargo, en este ensayo dosificado en 50 entregas dominicales, ya desde su primer fascículo (Diario Página 12 - 27 de Noviembre de 2007) una de aquellas [i]espadas [/i]pareciera ser de madera, y colisiona entre tantas otras desentonando con la sustancia del contexto histórico que el ensayista propone deshistorizando paradójicamente el relato que intenta.
El autor sin más y como un desparramo arbitrario de hechos, nombres y adjetivaciones dice: [i]Hay grandezas y profundas miserias en el peronismo. Hay demasiados muertos. Hay un plus de historicidad. Hay una historia desbocada. Hay líderes (sobre todo uno), hay mártires (sobre todo una), hay obsecuentes, alcahuetes, hay resistentes sindicales, escritores combativos, está Walsh, Ortega Peña, está Marechal, están Urondo y Gelman, están asesinos como Osinde y Brito Lima[b], fierreros sin retorno como el Pepe Firmenich, doble agente, traidor, jefe lejano del riesgo, del lugar de la batalla, jefe que manda a los suyos a la muerte y él se queda afuera entre uniformes patéticos y rangos militares copiados de los milicos del genocidio con los que por fin se identificó, hay pibes llenos de ideales[/b], hay más de cien desaparecidos en el Nacional de Buenos Aires, está Haroldo Conti, muerto, Héctor Germán Oesterheld, muerto, Roberto Carri, muerto, y hasta Aramburu muerto[/i] (el resaltado es propio).
¿Por qué iniciar este ensayo [i]con pretensiones desmedidas[/i] con un [i]pensamiento tan débil, [/i]tan efímero, tan hueco? ¿Por qué una [i]historicidad sin sustancia, sin densidad alguna[/i]? ¿Por qué tantos [i]esfuerzos por evitar la historia[/i]? Como sea; habrá que aceptar que es el mismo autor que pretende [i]historiar al peronismo e[/i]l que nos propone recortar hechos históricos para licuarlos de toda [i]densidad histórica. [/i]Por lo tanto el ensayista renuncia muy tempranamente a su cometido de [i]historiar[/i], más bien y haciendo gala de su capacidad archivística nos enunciará un sin fin de relatos entrecruzados entre sí y desprovistos de linealidad y densidad histórica.
Porque es realmente insustancial simplificar infantilmente aspectos relevantes de los acontecimientos que se pretende [i]historiar[/i] -mediando cientos de miles de sujetos involucrados- en el [i]acontecimiento[/i] “Firmenich traidor” – “conducción de traidores”. Es patéticamente vulgar.
Efectivamente el autor (vaya a saber uno por qué; quizá discusiones pasadas no resueltas, odios inconfesables no muy bien procesados y mucho menos bien dirigidos, protagonismos truncos, incomprensiones absolutas, [i]rechazo integral de las razones de los otros[/i]) pareciera caer en lo que él mismo escribiera hace unos meses atrás en otra zaga de fascículos dominicales (“La Filosofía y el Barro de la Historia - Clase Nº 43 - “Totalizando a Foucault” - Página 12 - Domingo 11 de Marzo de 2007). Desde allí Feimann de forma implacable arremete contra aquellos que buscan una historicidad sin sustancia: “…[i]el acontecimiento no es explicable desde la historia. Es un Afuera de la historia y es desde él que la historia se explica…Hay un quiebre, un Afuera de la historia. Ese Afuera sería el acontecimiento…El acontecimiento quiebra la historia y se explica a partir de sí: hay que buscar desde el acontecimiento hacia atrás. A la vez, el acontecimiento genera una serie de persistencias hacia delante.[/i]
Nuestro ensayista propone a “Firmenich traidor” (y a toda la conducción de Montoneros) afuera de la historia como un acontecimiento. Otra explicación no puede encerrar semejante estupidez. Feimann no propone, ni siquiera intenta discutir con Firmenich ni con otros ex montoneros sobrevivientes al genocidio, lo que sería realmente necesario y enriquecedor para la ciclópea tarea que se ha propuesto. No; Feimann los anula, los [i]desaparece[/i] de su relato como protagonistas insustituibles de lo que se propone historiar. Para Feimann; Firmenich como miembro fundador de Montoneros, como único sobreviviente del Aramburazo, como militante popular, como último jefe en vida de Montoneros y por lo tanto responsable político en el marco de los cuerpos colegiados de conducción conjuntamente con otros militantes montoneros, como cuadros políticos; [i]no están, no tienen entidad, no existen, están desaparecidos, [/i]porque como Feimann sabe muy bien y le consta en la conducción de Montoneros hubo un [i]doble agente, un traidor.[/i] Si para Feimann, Firmenich y el conjunto de la conducción y demás responsables de cierto nivel con acceso a las estructuras de conducción, como sujetos históricos, desde el vamos de su ensayo peronístico están desinvolucrados de los oprimidos y habitan la dimensión de los opresores; necesita continuar legitimando la dimensión de lo [i]desaparecido, [/i]esto es; aquella densa realidad histórica [i]no está, no tienen entidad, no existe. [/i]Allá, en aquel [i]lugar histórico[/i] pasó otra cosa. Ni más ni menos que lo que ha venido haciendo la intelectualidad adicta de aquella oligarquía triunfante en las últimas décadas y que con enjundia profundizara el alfonsinismo; hacer [i]desaparecer [/i]la historia, para que tengamos que empezar todo de nuevo.
Propongamos un ejercicio; intentemos otorgar sustancia y materialidad al relato de Feimann aceptando el acontecimiento “Firmenich traidor, doble agente” – “Conducción de traidores”. Donde dice: “[b][i]fierreros sin retorno como el Pepe Firmenich, doble agente, traidor”;[/i][/b] debió decir también [i]“esos miles y miles de imbéciles, estúpidos, cándidos bobalicones, idiotas útiles que no supieron darse cuenta que tenían por Jefe a un doble agente, un traidor, que nunca fue de los nuestros, que como un canalla coordinó con premeditación con los genocidas y que ustedes, les recuerdo estúpidos útiles!! No supieron ver…en fin eran tan ingenuos!! Si yo les quise avisar, pero no me escucharon, se creían tan organizados, tan decididos de su proyecto. Yo les avisé, otros les avisaron, o no se acuerdan de “la JP lealtad” que tanto costó construir. Pero con ustedes nunca se pudo discutir. Ustedes en realidad nunca entendieron nada…y así les fué”. [/i]Y donde dice: “[b][i]jefe lejano del riesgo, del lugar de la batalla, jefe que manda a los suyos a la muerte y él se queda afuera entre uniformes patéticos y rangos militares copiados de los milicos del genocidio con los que por fin se identificó;[/i][/b] nuestro ensayista debió agregar [i]“como pudieron existir tantos miles de estúpidos que no se dieran cuenta que estaban siendo conducidos por un doble agente, cómo pudo Rodolfo no darse cuenta y dedicar su tiempo y arriesgar su vida en hacer una crítica desde adentro de la organización que conducía un doble agente recluido en un exilio dorado de complicidades y traiciones. ¿Qué se supone que discutían en sus ámbitos de militancia estos auténticos estúpidos? ¿Cómo fue que Paco aceptara su destino en Mendoza? ¿Cómo pudo ser posible que nuestro distinguido y reconocido poeta Juan Gelman permaneciera en una organización conducida por un doble agente hasta 1979? ¿Ese gran intelectual Rodolfo Puigross por qué no percibió el huevo de la serpiente y participó como miembro de ese desenfreno militarista que fue sin duda el lanzamiento del Movimiento Peronista Montonero en Roma en 1977? ¿Y Bidegain y Obregón Cano, y Martinez Vaca? ¿Sebastián Borro, Avelino Fernández, Andrés Framini, Armando Cabo? ¿Y esa generación intermedia pre-setentista colmada de verdaderos estadistas, calificados cuadros profesionales, técnicos e intelectuales? Qué imbéciles!!! Todos al servicio de un doble agente, de un mísero traidor. Y siguieron así toda la dictadura. Si hasta convenció a todos los miembros de los distintos cuerpos colegiados de conducción que tenían que marchar si chistar hacia la muerte en las contraofensivas de 1979 y 1980, si los siguió conduciendo hasta bien entrado el gobierno de Alfonsín. Pero al fin y al cabo la mayoría fueron chicos engañados que nunca entendieron nada, pero que fueron brutalmente manipulados y sacrificados por el doble agente. En rigor de verdad tendremos que concluir en que la inmensa mayoría de nuestros desaparecidos y sobrevivientes fueron y son unos imbéciles, idiotas útiles que se dejaron llevar a la tortura, al exilio, a la muerte por un doble agente. Esta es la triste realidad. Con lo cual por una necesidad imperiosa aquí concluye este ensayo. No sin antes advertir que el peronismo fue un gran mal entendido histórico que todavía continúa y que definitivamente nunca lo he entendido”.[/i]
Es que sólo la ironía como herramienta discursiva permite dialogar con el acontecimiento “Firmenich traidor” – “conducción de traidores” que propone Feimann. Pero no nos apresuremos. En fascículos siguientes Feimann compara a Firmenich con al Capitan Ahab (aquel personaje creado por Herman Melville en el marco de su obra máxima; “[i]Moby Dick o la ballena blanca”[/i]) y a militantes combatientes como Urondo y Walsh los trata de absortos fascinados por la locura del jefe.
Asombrosamente el relato propuesto se automutila de materialidad, eludiendo auscultar en [i]la marca profunda de la memoria en lo que hace a una época que expuso lo nacional indeleble; una especie de viga maestra que explicaría nuestras claves históricas, entonces y ahora[/i]. [i]Un relato que por la dramaticidad del fracaso “de la liberación” expuso luego los mayores disfraces, eufemismos, hipocresías y máscaras linguísticas en cuanto a de qué se trataron y tratan las cosas nacionales, la violencia y las calidades institucionales. [/i]
Feimann renuncia a penetrar en los por qué, los cómo y los para qué del congestionamiento de ideas, discusiones, elaboraciones, producciones intelectuales, culturales, periodísticas, historiográficas, ideológicas, organizativas, sociales; en fin en el congestionamiento de la mas incisiva discusión del ser nacional que se diera durante décadas, y que quedara aprisionada en la implosión del desenlace de la disputa; y que por la brutalidad y deshumanización de la represión ha quedado en el terreno de lo indecible, desprovista de la materialidad concreta del discurso.
Por el contrario el relato de Feimann, aún desde su ensayístico punto de vista se inscribe así como un subproducto de [i]la demonización de aquellas posiciones irreconciliables, y arremete con esta estupidez mayúscula, insustancial y hasta canallesca. Enluta su intento de comprensión histórica con este insulto desmedido, fatuo e inconsistente. Insulto abyecto por sobre todo para miles de víctimas del terrorismo de estado; al ubicarlos arbitrariamente en el lugar de la idiocia, en la cortedad de entendimiento, al que claro está él no pertenece, pues nos habla desde la “altitud” inalcanzable de sus saberes archivísticos o bien directamente solaperos.[/i]
Del "Tercer Movimiento Histórico de Alfonsín" (al cual nuestro ensayista adhiriera fervorosamente) pasando por la “Revolución Productiva y el Salariazo de Menem” por el "Somos Mas con De la Rua y Alvarez" de la Alianza y llegando al “Cambio que recién empieza” después de cuatro años de gobierno en los que no cambió casi nada; nada ni nadie ha podido siquiera escribir el título de una posible interpretación que cierre con un imaginario social consensuado y discutido a la vez; es decir el qué y el para qué de una discusión política nacional. Es como una especie de cárcel de la historia, cuyo carcelero es el sistema político heredado de la dictadura, el cual no ha hecho más que generar momentos políticos episódicos desbordantes de propuestas pretendidamente superadoras, pero que en definitiva terminaron estrellándose a caballo de sus propias limitaciones, ignorancias, transfugadas y traiciones.
En el fascículo del Domingo 9 de Diciembre de 2007, Feimann continúa eludiendo la [i]historia[/i] con su fatuidad solapera. Allí vuelve a vomitar sus venenos contenidos, sus resentimientos atragantados: “…[i]La estética del deguello. La mazorca federal. Los unitarios de Estomba y de Rauch atando a los enemigos a los cañones y ordenando disparar. La “guerra de policía” de Mitre. La semana trágica. La Patagonia Trágica. La Triple A: capucha y zanja. La ESMA: la tortura en tanto “tarea de inteligencia”. [b]Las contraofensivas montoneras que arrojaron a la muerte fácil pero infinitamente despiadada a tantos combatientes que debieron haber hecho otra cosa, ésa que decía Walsh: acompañar el reflujo de masas[/b]…”[/i] (el resaltado es propio).
Feimann es un narrador omnisciente, es decir; sabe todo acerca de los personajes de su relato y juzga sus acciones y hasta sus intenciones. Para él no hubo lucha, no hubo resistencia, no hay [i]historicidad[/i] que pueda arrancar a aquellos militantes combatientes de su [i]cortedad de comprensión. [/i]¡Es todo tan claro para Feimann! ¡tan lineal! ¡tan monocolor! que obligatoriamente necesita para su relato de sujetos desprovistos de intención y voluntad. Si hasta lo ha descerebrado a Walsh, presentándolo en su relato como un protagonista que se confundió de lugar para su militancia.
En rigor de verdad, habrá que decirlo; Feimann dirige selectivamente sus odios. Odió a Montoneros, odió a sus militantes, odió su intento revolucionario, odió la lucha de sus caídos y a sus caídos, los despreció con inusitada ferocidad, y odia a sus sobrevivientes, más aún que a los genocidas. No repara Feimann en aquello tan básico y elemental que mencionara Eggers Lan (si, el mismo con el que compartió alguna cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en el edificio de la calle Viamonte en sus tempranos 23 años); [i]la posibilidad de aumentar o evitar el derramamiento de sangre estaba, como suele suceder, en manos de los opresores y no de los oprimidos. [/i] A esta altura no importan los motivos; pero es indudable que en este aspecto de su relato, Feimann se transforma en un escriba eunuco al servicio de un relato histórico [i]demonizante, quiere eliminar todo sentido interno de la historia. En su relato[/i] [i]no existe una serie de hechos históricos con una finalidad interna. [/i]
Sin embargo sucede que los distintos planos narrativos en que estructura el relato nuestro ensayista, [i]son historias múltiples, que se cruzan, chocan. [/i]Recordemos[i] las espadas. [/i]Pero también sucede que su objeto a [i]historiar[/i] no está exento de una densidad histórica cuyas [i]espadas [/i]ya han chocado en un sentido y siguen chocando. Porque antes del relato que enuncian esas [i]espadas [/i]la historia está impregnada de cuerpos, de memorias, de dolor, de ausencias que desgarran el alma, de prácticas históricas sin mácula. Feimann lejos está de encontrar aquella materialidad, sencillamente choca con ella y con él su [i]acontecimiento [/i]“Firmenich traidor” se hace trizas, estalla en pedazos desparramando esquirlas de confusión y [i]demonización[/i]. De allí en más no le queda otra alternativa al [i]autor [/i]que traicionase a sí mismo como narrador de la historia, por carácter transitivo traicionar a sus lectores; y empacarse como mula en la reiteración cada vez más patética de [i]persistencias hacia adelante [/i]que genera el [i]acontecimiento[/i] por él mismo engendrado[i]. [/i]
En el fascículo número 4 del Domingo 16 de Diciembre de 2007, Feimann se estrella con la más cruda densidad histórica. ¿Y qué hace el ensayista? Literalmente se hace el boludo.
Abandona el plano narrativo de un pretérito perfecto simple. En esta ocasión su relato no nos transporta al pasado, sino a nuestro presente. Desde este otro plano dice: [i]Aquí está lleno de socialistas o de trostkistas o de socialistas o de ex alfonsinistas que se desgarran las vestiduras por los treinta mil desaparecidos pero odian a la generación del setenta…De acuerdo, son ustedes buenas personas, son humanitarios y están contra el horroroso terrorismo de Estado. Pero ¡qué equivocada estaba esa generación! Y no se engañen, eh. Fueron ellos los masacrados. Los pibes de la Juventud Peronista. Los del Nacional Buenos Aires. Los que trabajaban en las villas. Los que alfabetizaban. Y si no, vayan al Parque de la Memoria. Miren los nombres uno por uno. Miren las edades. Producen escalofríos…Pero ¡tan equivocados! Y sobre todo: tan ingenuos. Tan víctimas del malentendido. [/i]
¿Qué le pasa a Feimann? Parece que algunas de sus [i]espadas [/i]se han extraviado. No se acuerda del recorrido de su pluma en el primer fascículo de esta saga. No recuerda nuestro distinguido ensayista que para él una mayoría ostensible de esos [i]masacrados[/i] fueron miembros de una organización conducida por un [i]doble agente, por un traidor[/i] ¡y que no se dieron cuenta! ¿O quizá al fin de cuentas nuestro [i]narrador [/i]pensó antes de la masacre –y aún piensa- que todos los [i]masacrados [/i]eran [i]fierreros sin retorno [/i]con los cuales toda discusión era una pérdida de tiempo? (incluido su tan admirado Walsh, que algo de fierros entendía) Si así fuera, no tiene valor ni pelotas suficientes para enunciarlo claramente. Por el contrario, es notable el esfuerzo de Feimann por estereotipar homogéneamente a los militantes combatientes caídos, sólo como [i]pibes, perejiles, chicos y chicas misericordiosos alfabetizadores que trabajaban en las villas[/i]; para desinvolucrarlos de su cometido político transformador, es decir de su [i]historicidad.[/i]. Para Feimann los [i]desaparecidos [/i]-puesto que así cosifica en su relato a aquellos militantes populares- fueron y continúan huérfanos de todo proyecto político. No hubo militancia organizada, no hubo banderas enarboladas, ni proyectos sostenidos con la palabra y con el cuerpo. A lo sumo una orgita con fierros de 30 ó 40 extraviados encabezados por [i]el doble agente y traidor[/i] Firmenich que por casualidad lograron engañar a miles de jóvenes y no tan jóvenes cuadros militantes de la izquierda peronista. Para Feimann se trata de [i]chicos [/i]y [i]chicas [/i]aprisionados entre las pinzas mortales de un [i]traidor, doble agente [/i]y la maquinaria infernal de muerte desplegada por los genocidas. Allí los ubica a todos. Los militantes combatientes, los revolucionarios, los que confrontaron en acción directa en el marco de una militancia organizada ante una de las más sanguinarias reacciones oligárquicas de nuestra historia; sencillamente molestan en el relato de Feimann, son habitantes indeseados del tiempo que pretende narrar, o por lo menos no los entiende, y por eso lo enfurecen, al extremo de hacerlos [i]desaparecer [/i]–otra vez- pero ahora de su relato. Efectivamente; en su relato Feimann se nos presenta como una especie de [i]genocida retórico, un desaparecedor de los sujetos protagonistas de los hechos que intenta historiar. [/i]
Al fin y al cabo como el mismo Feimann dice, citando a Nietzsche: [i]no hay hechos, hay interpretaciones.[/i]
Pasa que Feimann no interpreta hechos, interpreta cualquier otra cosa. Nunca entendió Feimann desde su cenáculo universitario la maduración de aquel tiempo histórico, nunca entendió que los intentos de “integración” del país en el cuadro de países de “desarrollo medio”, así como el proceso de “integración” de los argentinos en la capital-puerto, violentaron profundamente no sólo la naturaleza geográfico-económica del país y su tradición histórica, sino que imponían sobre el libre desarrollo de las personas el peso demoledor de estructuras cosificantes: ésa era (y es) la violencia mayor. Sólo la supresión y sustitución de esas estructuras, o sea, su subversión integral podía darnos la liberación. Era cuestión de elegir: la persona humana libre y plena, o la cosa ciega y opresora.
Sin embargo es notorio cómo el ensayista necesita imperiosamente capturar los hechos a su antojo y modelar a sus protagonistas psicológicamente para conformar su relato; como una especie de terapia ante lo angustiante de la disgregación de su conciencia. Por momentos pareciera que Feimann arrastra una neurosis no resuelta y que la vuelca sin más en el texto de su narración.
Y sino detengámonos en otro tramo de sus [i]persistencias hacia adelante. [/i]El domingo 30 de Diciembre de 2007, el autor directamente confiesa sus odios mal procesados y más aún mal dirigidos. La cita es extensa pero no tiene desperdicio. En esta ocasión su vómito retórico pareciera que no tiene límites, está totalmente desbocado: [i]“…Tampoco Perón ni la ciudadanía argentina (que acababa de elegirlo democráticamente con el 62 % de los votos y esperaba un futuro menos macabro) se merecían el alevoso asesinato de José Ignacio Rucci con veinticuatro balazos, en el perfecto estilo de la Triple A. “Fuimos nosotros”. “Fue la orga”. “Fue la M”. “Fue una apretada al viejo”. “Hay que poner el mejor fiambre en la mesa de negociaciones” ¡Cuánta locura!...luego del asesinato de Rucci, quienes tenían acceso a la conducción de Montoneros, ¿no sospecharon en manos de quién estaban? Porque nosotros –los tipos de superficie- no le habíamos visto la cara a esa conducción. En el caso de Atlanta lo vimos a Firmenich dar un discurso. Pero de lo de Rucci nos enteramos por la increíble frase: “Fuimos nosotros”. Recuerdo mi estupor: “¿Nosotros?”. Y el de un par de compañeros. Uno sobre todo. Dijo lo que todos queríamos decir: “Disculpen, pero yo no maté a Rucci. Así que ese “Fuimos nosotros” que la Orga se lo meta en el culo. Yo no fui. Bonasso cuenta que Firmenich explica: “Oficialmente que Rucci fue ejecutado por la Organización. Lo explica en términos estratégicos: la lucha contra el vandorismo como aliado del imperialismo en el movimiento obrero y su responsabilidad personal en la masacre de Ezeiza. No estoy de acuerdo y lo digo. Rucci era un burócrata fascista y su gente torturó compañeros en Ezeiza, pero su asesinato es una abierta provocación a Juan Perón”. Debió agregar: y a todos los que fueron a votar por un país que en medio de ese desastre trataba de buscar un camino democrático y acababa de lograrlo. Sigue Bonasso: “El Pepe se impacienta cuando argumento que una organización revolucionaria no puede producir un ajusticiamiento sin asumirlo públicamente, porque si no, equipara sus acciones a las de un servicio de inteligencia. La frase, me parece, conspira contra mis posibilidades de ascenso”. (Miguel Bonasso, Diario de un clandestino, Planeta, Buenos Aires, 2000, pp. 141/142). Se trata de un texto notable. Bonasso ve todo con claridad: La Orga actúa como un servicio de inteligencia. Sin embargo, ¡decide seguir en ella y lamenta que ése señalamiento fundamental que hizo conspire contra sus posibilidades de ascenso! A ver, ensayemos una expresividad inusual. Bonasso, yo te conozco, vos me conocés. Sos un tipo bárbaro. Seguís peleando, no te quebraste, estás en causas valiosas para el país. Escribiste libros importantes. Con perdón, seré franco…: ¿tanto te sedujo, te engañó, te encegueció ése conductor de esa Orga que, según vos decías con claridad, actuaba como un servicio de inteligencia? ¿Por qué mierda tantos tipos valiosos como vos, Gelman, Urondo, ¡¡¡Walsh!!!, se comieron la conducción de Firmenich? Ahí hay un punto negro…Pero ustedes, que los veían ¿estaban ciegos? ¿No les bastó con el asesinato de Rucci? ¿No advirtieron el delirio? ¿Quiénes eran? ¿Los marineros del capitán Ahab, fascinados, como ellos, por la locura del jefe?[/i]
Sus odios son tan vulgares, tan cómodos, tan maniqueos, tan cobardes que por momentos su narrativa parece extractada de algún parte informativo de la dictadura. En realidad no queda claro si Feimann forma parte de aquellos estúpidos que se la creen o de aquellos canallas que fingen creérsela. Lo que sí es indudable que a alguno de los dos grupos pertenece.
Entre sus relatos entrecruzados, Feimann de forma retóricamente canallesca se pregunta y pregunta a sus interlocutores [i]¿Por qué mierda tantos tipos valiosos…Gelman, Urondo, ¡¡¡Walsh!!!, se comieron la conducción de Firmenich?…¿estaban ciegos? ¿No les bastó con el asesinato de Rucci? ¿No advirtieron el delirio? ¿Quiénes eran? ¿Los marineros del capitán Ahab, fascinados, como ellos, por la locura del jefe?[/i]
¿Desde qué lugar habla Feimann? Porque realmente no queda claro. Dice que fue al acto realizado en Atlanta el 22 de Agosto de 1973 y en el cual hiciera uso de la palabra Firmenich: “…[i]Porque nosotros –los tipos de superficie- no le habíamos visto la cara a esa conducción. En el caso de Atlanta lo vimos a Firmenich dar un discurso. [/i]Pero no dice en carácter de qué fue y el lector no puede entender qué hacía allí ese día, en ese acto y con ese orador. Feimann se autodefine como [i]“nosotros, los tipos de superficie”. [/i]No queda para nada claro superficie de qué cosa era Feimann, porque de Montoneros seguro que no. Se desconoce hasta estos días si lo era de otra organización. Como tampoco queda claro qué era [i]superficie[/i] para el autor. En esta perspectiva el lector desprevenido no puede explicarse qué habrá hecho Feimann cuando la multitud reunida, estimada en más de 50.000 personas, explotó en la consigna: [i]¡Rucci traidor a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor! [/i]¿Habrá salido a trompada limpia contra los que lo rodeaban al grito de ¡todos ustedes [i]actúan como servicios de inteligencia![/i]? Realmente es curioso lo de Feimann; como un fino cultor de la escuadra y el tiralíneas de la historia política recorta hechos y situaciones y los modela a su antojo, pero eso sí; siempre con el diario del lunes debajo del brazo se esmera en buscar a los culpables de la tragedia entre las víctimas agredidas.
Feimann llega al atentado contra Rucci descontextualizándolo de la secuencia histórica en el que se inscribe. Más allá de la valoración que nos merezca el acontecimiento y los protagonistas involucrados (Solo una sugerencia: no estaría de más que el autor investigara algunos pormenores de la pesada interna que atravesaba la UOM por aquellos días y las críticas cada vez más elevadas de tono que [i]el petiso [/i]venía arrastrando desde los principales niveles de conducción de la UOM y de la CGT. Otra sugerencia: no habría que descartar por completo una operación “conjunta” llevada a cabo por sectores “operativamente autónomos” de sus respectiva fuerzas); nuestro [i]ensayista[/i] no repara en otros episodios y hechos históricos pergeñados y ejecutados con abierta premeditación por parte de la denominada [i]derecha peronista[/i], en connivencia con la derecha no peronista y la inteligencia norteamericana que sí tuvieron una incidencia definitivamente determinante para el fracaso del proyecto de Liberación y que preanunciara el genocidio.
En este sentido no le ha dedicado a López Rega, Osinde, Rucci, Ciro Ahumada, Villar, Margaride, Almirón, Iñiguez, Lastiri, la burocracia sindical, Anchorena, López Aufranc, Cáceres Monié, Lacavane, Navarro, la CNU, el C de O, las tres AAA y demás lacras, ni un uno por ciento de las líneas y la saña que a esta altura de su pretendido ensayo le ha dedicado a Montoneros, a sus primeras líneas de conducción y al conjunto de sus militantes. Confunde premeditadamente y con alevosía desde su fatuo y desordenado relato víctimas y victimarios, oprimidos y opresores; haciendo recaer todo el peso de la responsabilidad en los primeros.
Feimann escribe como si lo supiera todo, no discute ni ofrece discutir política con nadie. Desde ésta soberbia y haciendo gala de su talante histérico feminoide autoritario (idéntico en este aspecto a su primo Eduardo) tilda de dementes a Walsh y a Urondo, y por carácter transitivo a otros tantos miles que dedicaron su vida a la implementación de un proyecto político de Liberación y por ende por sobre todo de Poder.
Nunca se trató de [i]“ir a la muerte”, [/i]ni mucho menos por la orden de un [i]doble agente, traidor. [/i]Se trató –como siempre- de luchar con convencimiento en un proyecto de Liberación, con la alegría y felicidad que ello implica. Pero Feimann ello no le importa, no le interesa. Su relato transforma a aquellos militantes combatientes en autómatas manipulables insensibles a todo. Es decir; los vuelve a [i]desaparecer [/i]haciéndolos pasar previamente [i]por la picana de su pluma enfermiza. [/i]
A Feimann directamente no le importa dónde estaban los agredidos y dónde los agresores. Ello es notable cuando paralelamente a la condena a la conducción de Montoneros, [i]indulta[/i] a Rucci presentándolo como un líder representativo de los trabajadores (eso si, algo fascista) pero también como pieza fundamental en el proyecto de Perón (¿?).
El [i]narrador [/i]no recuerda a sus lectores quién era [i]El Petiso, [/i]quien dirá en una entrevista en la revista Primera Plana: [i]“¿La campera? Me costó 25 lucas. Un lujo de Secretario General”. [/i]Mientras que cambiaba su viejo auto por un Chevy último modelo y se jactaba de manejar a 140 km por hora. Declara que sus hijos estudian en colegios privados y que el mayor será abogado. Algunos fines de semana va a cabalgar al campo “La Carona” del hacendado Manuel de Anchorena, un nacionalista de derecha que penetra entonces en el permeable movimiento peronista. El Comité Central Confederal de la CGT le encomienda reclamar al gobierno la libertad de Raimundo Ongaro y Agustín Tosco. Su interpretación de ese mandato es elástica: se queja ante el Ministro del Interior de la dictadura porque el gobierno “fabrica mártires”. Con él se instala el macartismo como práctica diaria y decisiva en la conducción sindical. Ongaro y Tosco le parecen “provocadores” o “bolches”, Walsh “un sucio marxista”. Se rodeó de militantes fascistas y empleados menores de los servicios militares de información e hizo construir un polígono de tiro en la CGT para que practicaran. Organizó grupos de choque y se atrajo a los preexistentes, de los que luego se sirvió Osinde para la masacre de Ezeiza el 20 de Junio de 1973: el Movimiento Federal, la Confederación Nacional Universitaria, la Agrupación 20 de Noviembre del Partido de San Martín, la Alianza Libertadora, los Halcones. En Mar del Plata se fotografió sonriente con Juan Carlos Gómez, asesino de la estudiante Silvia Filler con un arma de la marina. Del Paraguay repatrió al antiguo jefe de la Alianza, el nazi Juan Queraltó. En desacuerdo con la distribución de cargos en el nuevo Consejo Superior, sus guardaespaldas colocaron una pistola 45 en la cabeza de Cámpora. Con cien activistas de cien sindicatos, concibió poner en pie de guerra e institucionalizar una policía interna del Movimiento Peronista. Había apostado a que la contradictoria unidad peronista se rompería violentamente. Cuando se produjo la masacre de Ezeiza la justificó con osadía. [i]“Si había armas era para usarlas”, [/i]dijo José Ignacio Rucci.
Y si de [i]historiar[/i] peronismo se trata no se explica cómo a esta altura de desarrollo de su narrativa Feimann no haya mencionado siquiera la masacre de Ezeiza como aquel hecho que prefiguró los años por venir, como una fase esencial en la puesta en práctica de crecientes dosis de terror contra la movilización popular. Feiman olímpicamente ignora lo esencial.
Los informes y conclusiones del área de inteligencia de Montoneros coordinada por Walsh y traducidos por la elegante y sofisticada pluma del escritor y periodista Horacio Verbistky, en el libro de “su autoría” [i]Ezeiza [/i]publicado hace más de veinte años, nos informa claramente acerca de los objetivos, la preparación y la ejecución de esta operación inteligente y osada al mismo tiempo y destinada a herir de muerte al proyecto de Liberación Nacional y Social en marcha.
Feimann busca traidores y dobles agentes donde no los hubo y como decía alguien; quien ve fantasmas que no existen por todos lados, deja de ver los enemigos reales que sí existen delante de sus narices.
[i]Las tomas impulsadas por la derecha peronista procuraban mejorar sus posiciones en cargos públicos frente al otro sector. Pero junto con los cementerios, las dependencias administrativas, los colegios, las fábricas, las universidades, las cooperativas, las colonias turísticas, los organismos científicos, los clubes, un reducido número de ocupaciones obedecía al propósito de asegurarse el control de todo tipo de comunicaciones…[/i]
[i]Los representantes de los sindicatos AATRA y FOECYT que tomaron la Secretaría de Comunicaciones notificaron que los respaldaba el Secretario General de la CGT José Rucci, de lo cual dio fe el Diputado Nacional Carlos Gallo, un ex dirigente telefónico separado de su gremio y convertido en asesor político de la UOM. [/i]
[i]Las radios fueron uno de los objetivos predilectos. En Córdoba la Juventud Sindical y el Centro de Acción y Adoctrinamiento adujeron la “infiltración marxista” para tomar LV3 y LW1. La Alianza Libertadora ocupó el canal 8 y las 62 Organizaciones LRA7 y el edifico central de correos, siempre contra “los infiltrados”. En la Capital Federal una agrupación creada por el fotógrafo Manuel Damiano, quien había dirigido el Sindicato de Prensa antes de 1955, tomó LS6, LR2 y LR3, con diez filiales en el interior. En Rosario la UOM, la UOCRA y la Alianza Restauradora se apoderaron de LT2, LT3 y LT6 y prohibieron la difusión de discos de Horacio Guarany, Osvaldo Pugliese y Mercedes Sosa. En Olavaria, las 62 Organizaciones controlaron LU32. En Bahía Blanca, LU7.[/i]
[i]Los ocupantes de Canal 7 de televisión, en la Capital Federal, ordenaron en nombre del Teniente Coronel Jorge Osinde y de Rucci que sólo debían verse en la transmisión los carteles de los sindicatos y que no se realizarían encuadres del presidente Cámpora…La agencia oficial de noticias TELAM no hizo falta ocuparla, porque sus directivos eran Jorge Napp y el Teniente Coronel Jorge Obón, dos integrantes del COR del General Iñiguez. Lo único que faltaba era una centras de comunicaciones moderna con puestos móviles. La proveerá el Automóvil Club...[/i] (“Ezeiza”, 2º Edición 15 de Diciembre de 1985, páginas 20, 21, 22).
El relato de Feimann obvia datos históricos de interés obligatorio. No repara en la figura de Robert Hill, embajador estadounidense en España durante los últimos años de exilio de Perón en Madrid y el rol que asumiera en los años posteriores en nuestro país. [i]Robert Hill era accionista de la United Fruit y funcionario de la Central de Inteligencia de su país, y en 1954 había estado relacionado con la invasión a Guatemala y el derrocamiento del Coronel Jacobo Arbenz. Fue el hombre designado por la CIA para penetrar la intimidad de Perón. Además de López, Hill tenía contacto con Milosz Bogetic, un coronel croata ustachi, prófugo al terminar la segunda guerra mundial, refugiado primero en la Argentina y luego colaborador del Dictador Dominicano Rafael Trujillo. En 1973, cuando López Rega se instaló cerca del poder en Buenos Aires, el Departamento de Estado trasladó a Hill de España a la Argentina para continuar la relación. Una de sus primeras actividades fue la firma de un convenio con López Rega para la represión del tráfico de drogas, cobertura que la CIA comenzaba a utilizar por entonces. López Rega reveló ante la prensa lo que debería haber guardado en reserva. En su discurso dijo que el combate contra las drogas formaba parte de un plan político, de lucha contra la subversión. Hill asintió en incómodo silencio. Con asistencia técnica y financiera de Estados Unidos comenzaba a organizarse la AAA, reedición del Plan Phoenix, aplicado en Vietman para suprimir a diez mil opositores. Su ensayo general se había escenificado el 20 de Junio, en Ezeiza. [/i](ob. cit. páginas 27/28).
Igualmente esta historia de Feimann y Cia. (porque Feimann no está solo en esto de desparramar toda esta mierda desde el lugar de esa falsa progresía peronística) comienza mucho antes de la aparición de la triple A y las diferencias con el General Perón. Su relato no es fruto de una confusión ni un encadenamiento arbitrario de exabruptos.
Cuando surgió Montoneros más las FAR, más Descamisados y producto del alza en los niveles de confrontación con la dictadura a partir del Cordobazo se estructuró una movilización gigantesca que desemboco en el retorno de Perón y la asunción de Campora el 25 de Mayo de 1973. No estuvo ni estará exenta de debate esta etapa pero sí se configuró la tendencia revolucionaria que fue liderada por Montoneros con Firmenich como jefatura máxima en el marco de cuerpos colegiados de conducción. Quienes quedaron fuera fueron diversos sectores, entre ellos algunos de las FAP que se dividieron en cuatro y demás grupos menores que aislados continuaron referenciándose como peronismo de izquierda. Algunos apostaron al “alternativismo” independiente, mas cercano al PRT que al Peronismo que luego reivindican como su faro. Es decir, se fueron por ultraizquierda y desde mediados de los 70 se dedicaron a tirar mierda contra Montoneros desde una posición de puro peronismo. Otros ni siquiera se internaron en ese embrollo jamás descifrado del “alternativismo” y sin más corrieron el cuerpo cuando las papas quemaban y juramentaron lealtad a Perón, obviamente con López Rega, Osinde, Villar y la Triple A incluidos.Algo de esto hay en el relato de Feimann.
Cómo se entiende que pasan las decadas y Feimann habla, exponga o escriba sobre filosofía, historia, Hegel, Heidegger, cine, etc., y siempre termina hablando de lo mismo: desde su “peronismo filosófico” junta bosta en pala y tira contra todo lo que huela a Montoneros, Firmenich, setentismo. Su soberbia neurótica nunca pudo soportar que “pendejos” de 22 – 24 años hayan construido confluyendo con los viejos de la resistencia y otros escalones generacionales un punto de aglutinación organizativo de todo el inmenso océano de la izquierda peronista. Odió y odia ese intento revolucionario. El espectro de aquellos miles de militantes combatientes Montoneros lo persiguen hasta la eternidad.
No caben dudas que es un provocador, con un resentimiento inabarcable. Por suerte no hay otro palco de Ezeiza sino, terminaría apuntando –con su pluma claro está- sabemos para donde. Hoy se conforma con las publicaciones de sus vómitos narrativos en Página 12 los domingos en un suplemento especial y en ofrecer insumos gratis para las páginas de los servicios. Lo que se dice realmente: La obstinación de un boludo.
Sin embargo parece que su talante histérico feminoide lo conserva intacto en todos los aspectos de su vida.
Dicen fuentes bastante verosímiles que hace unos meses Feimann tuvo el siguiente diálogo:
[i]- Mirá, Jose Pablo, pensamos que sería bueno que empezaras de columnista en Los siete locos,[/i] le dijeron hace un tiempo desde el despacho de algún directivo de ATC y pensando en que Cristina Mucci la conductora del programa de libros que se emite por dicho canal, sería la partenaire de Feiman en un futuro programa de cine. Una especie de versión televisiva de “El cine por asalto”. Unas notas publicadas en el suplemento “Radar” de Página 12 y que las editara en forma de libro hacia mediados del año 2006.
[i]- Yo no soy columnista de nadie, no voy dejar que un pendejo me diga cual es mi lugar. No viste lo que dije en TVR![/i] [i]Tenemos mucho para decir sobre esta televisión...[/i]
[i]- Me extraña que reacciones así, esa forma de hablar es mas propia de un columnista de espectáculos que de un filósofo como vos[/i]. Ese día la sangre no llegó al río pero el siguiente encuentro teléfonico no fue tan leve.
[i]- Soy José Pablo Feimann,[/i] escuchó el directivo a través de su celular.
- [i]Si Jose Pablo que tal?[/i]
[i]- Mal, estuve evaluando la oferta y yo sé lo que ganan las figuras del canal y no pienso ganar menos que ellas, no voy a cobrar menos de lo que cobra Badía.[/i]
[i]- Mirá Jose Pablo, si yo le pidiera un libro a Badía no le pagaría lo mismo que recibís vos por tus escritos así que aplicando esa lógica no te voy a pagar a vos por hacer televisión lo mismo que gana Juan Alberto que es un hombre de trayectoria. [/i]
Finalmente el domingo 17 de Junio de 2007 a las 0.30 horas Feimann y Mucci comenzaban el ciclo “El cine por asalto” por ATC. El día anterior, en la sección de cultura del diario La Nación, Feimann declaraba: “[i]Es que no hay debates de ideas. La política perdió las ideas, es todo un aparatismo de negocios”.[/i]
Al fin y al cabo como dijo el propio Feimann [i]“nunca sabremos para quien escribe un periodista. Para quién habla un locutor. En qué medio actúa el más progresista de los escritores”. [/i](Suplemento del Diario Página 12 “La Filosofía y el Barro de la Historia” – Clase Nº 55 – Conclusiones – José Pablo Feimann – Domingo 3 de Junio de 2007).
A modo de conclusión parcial -puesto que seguramente será necesario ir dejando testimonios a medida que continúe la psicopatía narrativa de Feimann y Cia.- sencillamente decir que los proyectos y los sueños se desvanecieron mucho más temprano que tarde, que miles de ausencias nos seguirán desgarrando el alma a cada instante por el resto de nuestras vidas; pero también decir que el esfuerzo no ha sido en vano, y que todavía vale la pena continuarlo con el mismo convencimiento en éstos tiempos de [i]crecimientos económicos [/i]donde un nuevo [i]genocidio [/i]captura y devora a millones en ése no-lugar de la exclusión, donde nuestros ríos, nuestras montañas, nuestros mares, nuestros bosques, nuestra tierra son entregados a cambio de estúpidas prebendas por [i]oficialistas [/i]y [i]opositores[/i] de una sistema político opresor y caduco al altar de la renta oligárquica - multinacional, en estos tiempos en que los continuadores de los Osinde, Villar, Rucci, López Rega, etc., se llevaron con vida a Jorge Julio López y nos privaron de la condena al hijo de puta de Febres y de los secretos que se llevó a su merecida aunque inoportuna tumba. En estos tiempos y con muchos más motivos que en aquellos otros; todavía vale la pena dedicar nuestra existencia a un compromiso de vida con nuestro prójimo en los marcos de un Proyecto de Liberación. Otro destino no nos interesa.
Es que más que le pese a Feimann; como dice Sartre en el prólogo a “Los condenados de la Tierra” de Frantz Fanon: “[i]No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros”.[/i]
Aquella vez sencillamente no pudimos. Pudo más la infamia, la mentira, la codicia, el egoísmo, el terror, el oportunismo, la injusticia, la indeferencia, los arrepentimientos, la muerte, la tristeza, la opresión. Hoy a pesar de todo, sencillamente continuamos; volviendo a empezar todos los días nuestra convocatoria.
Para finalizar, nada mejor para esta ocasión que aquellas líneas que a modo de poema escribiera Eduardo “Carlón” Pereira Rossi, miembro de la conducción nacional de Montoneros y asesinado por la patota de Patti el 14 de Mayo de 1983 mientras confrontaba contra la dictadura y caminaba el país reorganizando y reuniendo a las fuerzas de la Juventud Peronista Regionales convocando a las nuevas generaciones que se sumaban sin dudar. (seguramente para Feimann uno [i]estúpido[/i] más o quizá un cómplice de algún [i]doble agente[/i]):
[b]Convocatoria
[/b]
[b][i]Convoco a los que todos los días
se levantan y salen a yugarla
por migajas que no alcanzan,
a que se rebelen.
Convoco a los que todos los días
vacilan en ir o no ir
al templo que envejece los corazones.
Convoco a los que caminan sin rumbo
en una tarde cualquiera
buscando encontrar una razón
Convoco a los pacíficos
que no están cumpliendo con su deber
a pesar de sus buenas intenciones.
Convoco a los que no comen lo suficiente
ni se abrigan lo necesario
y tienen sed torrencial.
Convoco a los pequeños de ambiciones
que dejan a los demás
ambicionar más de la cuenta.
Los convoco a dar vuelta al pulóver
a pegarle al prepotente y a escupir
en la cara a los que no han sido Convocados.
Los convoco a romper lo que no sirve
a perpetrar los robos necesarios
y recuperar lo perdido.
Los convoco a cagarse en el miedo
y patear las puertas donde
encerrados están los condenados.
Los convoco a abrir las cárceles,
a ventilar las tumbas y a levantar
las calaveras de los hermanos
heridos de muerte.
Los convoco a abrazarse en
las plazas del país, a escribir los muros
y a fusilar a los fusiladores.
Los convoco a no atar nada
sino a despertar cadenas.
Los convoco a agitar banderas y colores
y correr liberados por las calles
y por los campos húmedos de rocío.
Los convoco a ser sinceros
a putear a los hijos de puta
a desobedecer al tirano,
a amar sin límites y a odiar.
[/i][/b]
[b][i]Y si a esta convocatoria
Por impolítica no concurre nadie
¡Mala leche!
Quedan entonces convocados
al entierro de la vida
del que tuvo ésta pésima idea.
[/i][/b]
[b][i]Si a esta convocatoria vienen algunos
pero no todos los convocados
no importa
en la próxima seremos más.
[/i][/b]
[b][i]Y si a esta convocatoria
vienen todos los convocados
la cordura habrá invadido en revolución
nuestro país para siempre.[/i][/b]
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Enero de 2008