Que tal gente? bueno ante todo me gustaría presentarme ya que muchos, la gran mayoría no me conoce. Mi nombre es Pablo y estudio periodismo. Hace casi un año que estoy en el foro, aunque siempre me gustó mas leer que comentar. Sin embargo, hoy quiero compartir una nota que hice para una pagina (labandadelgallinero.com) , en la cual me invitaron a colaborar. Asi q bueno, dejo la nota para que al que le interese la lea, es simplemente mi humilde opinión ante la actualidad que nos toca.
(creditos a Daleman que fue quien me convenció a subirla al foro xq yo no me animaba)
La herida que nunca sanará y la responsabilidad del hincha
Viernes, septiembre 9, 2011, 11:35 CARTA DEL HINCHA.
Ha pasado poco tiempo aún de aquel fatídico 26 de junio. La herida continúa y seguirá abierta. Ni los meses, ni los años, ni nada harán que se cierre.
Cada tanto las imágenes de ese día vienen a mí. Veo en mi mente una y otra vez las cientos de maderas, que en cuestión de segundos se convirtieron de butacas a proyectiles volando desde la tribuna hacia al campo de juego y mis ojos llenos de lagrimas. Esa imagen, para mí, significa el fin. Esa imagen, la más cruel y dolorosa de todas, me acompañará siempre.
Es difícil no recordar, con frecuencia, lo que fue el día más triste para millones de personas. Mucho más difícil aún es mirar para adelante como quien no ha sentido el golpe.
Antes de seguir abundando en frases obvias y hechas, prefiero cambiar de óptica, mirar a todo esto desde otro lado.
Escribo como hincha de River, y como tal me veo obligado a recriminarme muchas cosas. Quiero decir que lo que pasó allá por fines de junio, si bien no es nuestra culpa, si cuenta con nuestra complicidad.
Nuestra responsabilidad como hinchas es asumir que nos equivocamos, nosotros tenemos lo que merecemos. Somos participes de todo lo que ocurrió.
Vimos como durante los últimos años muchos se encargaron de hacerle mal al club, de vaciarlo, y la mayoría de los hinchas no hicimos nada por defenderlo, de eso, yo personalmente, me declaro culpable.
El hincha de River acompañó al equipo siempre. Pero sobre todo en los últimos tiempos estuvo más que nunca, no sólo en todas las canchas, estuvo en todas las calles donde se veían cientos de personas con algo que lo identifique al equipo, y estuvo también en todas las casas, que de sus balcones colgaban algún distintivo rojiblanco.
Todo eso es incuestionable, y lejos de criticarlo, personalmente me emocionó ver como tanta gente, al igual que yo, sin importar cualquier resultado deportivo se sentía orgulloso de ser de River.
Jugando Bien o jugando mal, yo te quiero.
Sí, eso es cierto, no cabe duda que así sea. Pero aquí está el principio del problema. Sin darnos cuenta, exageramos esa simple estrofa, la que dejó de ser un cántico, y se tomó como principio fundamental, como una filosofía de hincha. Los jugadores no sólo perdían también jugaban de manera lamentable, se vieron equipos dentro de la cancha que daban verdadera pena, pero el hincha seguía alentando.
Recuerdo una anécdota bastante reciente que me hizo preguntarme varias cosas. El partido era River – Colon, nuestro último campeonato en primera, era de noche. El equipo, como de costumbre en los tiempos recientes no ganó, empató 1 a 1. Recuerdo todos esos detalles porque lo sucedido me hizo ver una realidad distinta.
Al final del partido me resultó extraño ver a un señor de unos 50 años, quien se encontraba en compañía de sus hijos discutiendo con otra persona exigiéndole que no insulte “que hay que bancar a la camiseta”. Sus hijos miraban al padre con orgullo y se metían en la pelea al grito de “acá no se insulta, esto es River”.
Esa pequeña anécdota retumba en mi cabeza hasta el día de hoy. Yo me pregunto a mi mismo; ¿Esa es la enseñanza futbolística que un padre les deja a sus hijos?
Es que yo crecí escuchando historias tales como la de un Ángel que hacía estremecer a sus enemigos, que cuando entraba a la cancha de Boca con el solo gesto de llevarse los dedos a la nariz se ganaba el odio de los locales, quienes con envidia miraban como este se cansaba de hacerle goles. A mí me contaron historias, miles de conquistas de gloria que involucraban a un tal Amadeo, Bernabé, Distefano, Muñoz, Pedernera y tantos otros. Recuerdo pasar horas sentado escuchando a mi papa hablar de su mediocampo preferido, “JJ, Merlo y Alonso”, el primero ya no tan admirado por quienes transitamos mi generación. Recuerdo escuchar a mi viejo relatar grandes victorias en los clásicos, como olvidar ese famoso 5 a 4, si cuando me lo contó por primera vez yo sentía que estaba ahí, viviéndolo con él en la cancha.
Desde muy chiquito me enseñaron lo que significa River. Mucho más que un club de futbol, desde que tengo memoria sé que River es sinónimo de estilo, estrellas y gloria. El equipo del cual soy hincha no se conformaría jamás en ganar copas por penales. Yo crecí sabiendo que River era ganar, gustar y golear.
Por todo eso, ¿Cómo se puede entender que la enseñanza de un padre a su hijo sea “hay que bancar a la camiseta”? Estamos de acuerdo en que a la camiseta hay que bancarla, pero las generaciones que vieron al verdadero River tienen el deber y el honor de transmitir todo aquello que vivieron, de inculcarlo en todos los hinchas más jóvenes, para que nuestra identidad no se pierda.
Lo que quiero decir es que está todo desvirtuado. Los hinchas de River equivocamos el rumbo. Ya no nos pone orgulloso ver al equipo en la cima de la tabla. Con verlo liderar la otra tabla, la de las recaudaciones, solo con eso nos alcanzó para sentirnos orgullosos en los últimos años.
El hincha dio sobradas muestras que ese amor a la camiseta no lo cambia ningún resultado deportivo, y que nuestra pasión no entiende de categorías. Nuestro querido club ha mutado, ya no somos los mejores dentro del campo, ahora lo somos afuera, en la tribuna.
Está claro, cambiamos nuestra esencia, y ese mismo día firmamos la rendición y el pasaje a la segunda categoría del futbol argentino.
No debemos olvidar que River es otra cosa. Hay quienes dicen que después de todo, esta época de vacas flacas quizás sirva para cuando regresemos a nuestro verdadero lugar, poder decir que volvimos a ser lo más grandes dentro de la cancha aunque afuera nunca dejamos de serlo. Pero el daño ya es irreparable, podremos ganar todos los partidos que nos quedan en la B Nacional y la herida persistirá. Esa cicatriz nos acompañará en nuestro cuerpo por el resto de nuestros días, incluso nuestros hijos y nuestros nietos la heredarán.
¿Verdaderamente se tocó fondo?
Personalmente, ese es mi mayor miedo. Hace unos años creíamos que tocar fondo era quedar afuera de la Copa Libertadores en primera ronda frente a un humilde equipo Venezolano llamado Caracas, o perder la semifinal de la Sudamericana con un tal Arsenal de Sarandí. Salir últimos, “peor que esto es imposible, más bajo no se puede caer”, creíamos muchos. Nos equivocamos.
Lo cierto es que el futbol no tiene techo ni piso, siempre se puede estar un poco mejor o un poco peor.
Me pregunto, ¿qué estoy diciendo?; ¿Estoy presagiando otro descenso? Para nada, hay un escalón más abajo de eso, y es el de “dejar de ser grande”. Mi mayor miedo es justamente que esta horrible pesadilla nunca acabe, que nunca más volvamos a ser lo que verdaderamente somos.
A lo largo de su historia, el club y su interpretes supieron ganarse en buena ley el mote de “el más grande”, pero hoy en día, eso que nuestras glorias, con valentía, y con futbol, sobre todo con futbol, consiguieron, se está derrumbando.
Actualmente, los únicos que sostienen toda esa gloria alguna vez lograda son sus verdaderos hinchas, los que están siempre desde un televisor o desde una tribuna, los que lloran si las cosas van mal, los que necesitan tan solo una victoria el fin de semana para que su vida sea un poco más feliz.
Nosotros tenemos una responsabilidad como hinchas de River, que volvamos a ser lo que nunca debimos dejar de ser depende de nosotros. Nuestra responsabilidad es recuperar, nosotros mismos primero, la identidad y exigir a los 11 que entren al campo no sólo que dejen la vida, que dejen futbol, que jueguen bien y que ganen.
Si nosotros no nos hacemos cargo de nuestra identidad, ¿quien lo hará?
Volver a ser el más grande es nuestro deber y nuestra responsabilidad. El cambio empieza por nosotros. La gente de River ya demostró suficiente, ahora que demuestren los jugadores. El hincha debe exigir la vuelta del buen juego, del toque, del futbol de galera y bastón y la triple G, todos términos futbolísticos que históricamente nos identificaron, y que nunca debieron dejar de hacerlo.
Que River vuelve a ser River es también nuestra tarea. No debemos permanecer más inmutables ante un mal desempeño de nuestro equipo. La exigencia, el paladar negro debe volver a la San Martin, nunca debió haberse ido. Hay que hacerles saber a los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes que no hay más margen de error. Las cosas de una vez por todas se deben hacer bien.
Con honestidad, trabajo y capacidad es posible la “refundación riverplatense”. Pero que el cambio empiece por nosotros, si recuperamos nuestra identidad no todo volverá a ser lo mismo.
Debemos involucrarnos más si queremos salir adelante. De una vez por todas que “el reencuentro del riverplatense” no sea tan sólo un slogan de campaña, ojala algún día se convierta en una realidad.
Todo parece seguir igual en River, hay que entender que las cosas se hicieron mal, y hay que empezar a hacerlas bien. Por mi parte, la autocrítica del lugar de hincha ya está hecha, ahora restan los demás, sobre todo los dirigentes, que asuman errores, que cambien sus políticas autoritarias y que de una vez por todas, está vez sí, volvamos a ser el más grande, volvamos a ser River.
Nota: Pablo Ribera