c) Cito a Nico, para hacer un poco de revisionismo histórico a raíz de su comentario, ya que estamos:
El turco llegó al poder, como bien describió Riversito, con un discurso que nada tenía que ver con el que terminó aplicando. El tipo recorría el país con una toldería y sus dos ideas básicas eran “Yevolución productiva” y “Salariazo”, les decía a todos lo que querían escuchar. Países árabes aportaron 40 palos fondos para su campaña, el tipo le prometió el misil condor a Siria y tecnología nuclear a Libia, luego les hizo pito catalán, suspendió el proyecto Condor y se alineó con EEUU. Seineldín fue otro de los que se comió terrible sapo, militar, ex teniente coronel, Nacionalista Católico, jefe de los cursos Comando del Ejercito, de destacada tarea en Malvinas, respetado por sus subalternos, asesor de Noriega en Panama…luego del alzamiento de 1990 él terminó en cana (fue indultado por Duhalde en 2003, junto a Gorriarán Merlo), a la vez que Videla, Massera, Viola, Camps, Suárez Mason y Martínez de Hoz quedaban libres para garantizar la gobernabilidad…el nacionalista católico en cana, los liberales a la calle. Las fechas son muy importantes para estas cosas. Veamos:
MARZO DE 1991:
“En marzo de 1991, en un reportaje, acusa a Menem de estar al frente de una banda de delincuentes que está saqueando el patrimonio público . El ex presidente le responde con una denuncia por calumnias e injurias. Solanas reafirma su acusación ante el Juez Federal Martín Iruzun. Al día siguiente Solanas es víctima de un atentado de grupos comando ligados a la seguridad del Estado, por el que recibió seis disparos de arma de fuego en las piernas.”
Marzo de 1991. Cavallo asumió como Ministro de Economía del menemismo el 1° de Marzo de 1991. Los que no vieron el videito, es de Mayo del 91 (De Marzo son las acusaciones públicas)…fijense que buenas las excusas que encontró para acusar a Menem, ya que su plan oculto era que “quería Galerías Pacíficos y el turco las terminó privatizando.” Vaamos.
No voy a poner el video ya que lo vimos todos: el discurso de Nestor en donde destaca el proceso de transformación menemista es de los últimos días de diciembre del 94.
Miremos lo que decía Pino en el 91, miremos lo que decía Nestor en el 94 (luego de 3 años de Cavallo en el Ministerio de economía) y miremos lo que ambos decían del menemismo a partir del FIN DEL MENEMISMO: lo mismo que Pino dijo en el 91, a poco de asumir Cavallo. “Lo de Galarías Pacífico” es un rumor que se hizo circular para pretender justificar la salida temprana de Pino del menemismo, ligándolo a él con Menem, y con un supuesto acto de corrupción “no consumado, pero casi…”.
Para terminar, y para seguir en la línea del revisionismo, tres cosas:
a) Para los que no se acuerdan que decía Kirchner sobre Menem en Diciembre de 1994:
Por caso, podemos tomar un artículo aparecido el 28 de diciembre de 1994 en el diario “La Opinión Austral”, de Río Gallegos, en el que se transcribió textual el discurso pronunciado por el entonces gobernador Kirchner en el marco de la inauguración del aeropuerto de la capital de Santa Cruz.
Hay que destacar que en dicho acto estuvo presente el entonces presidente Menem antes de pasar al discurso del santacruceño:
“Hoy, honrado por vuestra presencia y por la inauguración, que es un verdadero sueño para nosotros, por el honor que significa la presencia del presidente Menem, acá está el pueblo de Santa Cruz acompañando el proceso de transformación en la periferia de la Patria argentina.
Hemos saludado a nuestro presidente y al pueblo de la República, siempre con el corazón en la mano, con nuestra conciencia y actitud soberana permanente que hacemos en esta tierra.
Por eso, con el mismo cariño con que lo recibimos hoy, también con la misma fuerza que ha dado permanentemente a un hombre del interior de la Argentina y que muchos se creían que porque nosotros levantábamos nuestra voz como corresponde, pidiendo y buscando soluciones, podía haber una diferencia en el contexto de transformar de acá a la Argentina.
Por el contrario, discutimos, planeamos y hoy sabemos reconocer que pocas veces o casi diría con toda seguridad que desde El Cano, no existió un presidente que haya escuchado tanto a la Patagonia sur y a Santa Cruz en particular.
Tengamos buena memoria: hubo un 50 por ciento de descuento en los combustibles, 47 millones de dólares de subsidio para YCF en el Turbio, el descuento en los aportes patronales, mejora en forma automática que nos permite hoy mirar 1.800 unidades habitacionales y también algo en lo que muchos habían perdido las esperanzas, pero que, en el marco de la negociación seria y responsable de aporte del señor presidente de la Nación, el 5 de diciembre firmó para la provincia de Santa Cruz.
Por eso, amigos de Santa Cruz, hoy, 27 de diciembre, queremos tener la dignidad que deben tener los grandes pueblos. Así como muchas veces reclamaron las generaciones, hoy, por las conquistas obtenidas gracias a un hombre, y lo sabe porque ha vivido en el interior del país, logró interpretar nuestros reclamos también de un país y no sólo los reclamos que estuvimos haciendo en el poder central, y fuimos escuchados”.
b) Para que sepan exactamente de que hablamos cuando hablamos de la Argentina de fines del 94, esa que Nestor halagaba, les paso una nota de Clarin del 28 de Noviembre de 1994 (Parece una nota escrita por el Che Guevara, pero es de Clarín):
[SPOILER] DURANTE TODO EL GOBIERNO DE MENEM
PESE A LO COBRADO LA DEUDA AUMENTO
Por Luis Varela
Desde 1989, el gobierno de Carlos Menem cobró por privatizaciones 9.900 millones de dólares en efectivo y más de 13.200 millones en rescate de títulos públicos. Pese a ese ingreso, no evitó que la deuda externa creciera en casi 13.000 millones. Ahora hay déficit fiscal y no le queda casi nada por privatizar.
Además del desempleo, del déficit fiscal, del creciente rojo comercial y de otros males que ya están en la superficie, a 65 meses del inicio del gobierno de Carlos Menem y a solo un semestre de las elecciones presidenciales comienzan a evidenciarse otras señales que se pueden convertir en más dolor de cabeza para los tiempos que vienen.
En sus cinco años de gestión, el Gobierno recaudó una jugosa suma por privatizaciones y, sin embargo, la deuda pública creció en casi 13.000 millones de dólares, a un ritmo del 4,2% anual, una tasa similar a la que reinó en el mercado internacional en la primera parte de los 90.
La venta de ENTeL, Obras Sanitarias, Gas del Estado, SEGBA, Aerolíneas y otras treinta privatizaciones vinculadas permitieron recaudar de 1989 a esta parte (1994) 9.910 millones de dólares en efectivo y 13.239 millones en títulos de la deuda.
Al momento de rescatarse, esos 13.239 millones de bonos significaron 5.270 millones en valor efectivo. O sea que los papeles de deuda recobrados en las privatizaciones fueron considerados, en promedio, al 39,8% de su valor nominal.
Si con los 9.910 millones de dólares recaudados en efectivo se hubiera efectuado una paralela y paulatina recompra o rescate de más deuda externa a ese 39,8% de valor nominal, se hubieran podido recobrar otros 24.900 millones de dólares de endeudamiento.
En consecuencia, entre lo “cobrado en títulos” y lo “cobrado en efectivo convertido a títulos” se hubieran podido rescatar 38.139 millones de dólares de la deuda externa. Y como la deuda ascendía en 1989 a 57.777 millones, ese rescate hubiera dejado un endeudamiento de solo 19.638 millones de dólares. Pero según un informe de la Fundación Capital, dirigida técnicamente por Martín Redrado, en base a datos del Banco Central y del Ministerio de Economía, lo que debe el Estado hoy es casi cuatro veces esa cifra: 70.748 millones de dólares.
Y, lo que es peor, ahora que no queda casi nada por privatizar y que se encarece el crédito internacional se comprueba que vuelve a aflorar el déficit fiscal, justo en vísperas de una interminable serie de vencimientos por la deuda.
Frente a estos elementos surgen dos preguntas obligadas: ¿En que se gastaron los casi 15.200 millones de dólares en efectivo que se cobraron con las privatizaciones? ¿Cómo hará el próximo gobierno para afrontar la deuda externa si recibe una estructura repleta de déficit y vacía de activos para poner en venta?
Para contestar esos interrogantes habría que poner sobre la memoria muchas de las frases que emitidas por el Gobierno en los últimos cinco años y repetidas hasta el cansancio por las comunicaciones oficiales, fueron ganando espacio y consenso en la población:
– “Las empresas públicas son el agujero negro de la economía argentina.” —
–“Hay que privatizar. Los ferrocarriles pierden un millón de dólares por día. Los teléfonos nos dan perdida, son malos y caros. Privados van a ser buenos y baratos.”—
– “Empresas como ENTel e YPF dieron pérdida durante los años anteriores a su privatización.” —
–“Con lo que saquemos de las empresas públicas vamos a obtener una solución doble. Resolveremos el endeudamiento externo y terminaremos con el eterno déficit del sector público.”—
“Hoy la deuda ya no es un problema.” –
Como directa contestación a esas aseveraciones, los fríos números demuestran que no bien se realizaron las privatizaciones surgieron dos efectos inmediatos: el desempleo subió a un nivel sin precedentes y los grupos que manejan las empresas privatizadas tienen ganancias multimillonarias.
Ahora el círculo se cierra: casi como por arte de magia, justo cuándo se acabaron “las joyas de la abuela”, vuelve a reaparecer el déficit fiscal y, frente a ello, la primera y casi inmediata consecuencia fue un quiebre en las relaciones con el Fondo Monetario Internacional. Acto seguido, llegó a la Argentina John Reed, el número uno de Citibank, que criticó algunos costados del plan económico y señaló: “Los bancos no ven con tranquilidad a países que se distancian del FMI”.
CLARIN: lunes 28 de noviembre de 1994[/SPOILER]
c) Y para terminar, y no por eso menos importante, revisionismo histórico sobre la venta de YPF y el papel de Nestor, no tan secundario como se lo quiere recordar convenientemente ahora:
[SPOILER] La verdadera historia de la privatización de YPF
LA TRAMA QUE NÉSTOR KIRCHNER QUERRÍA OLVIDAR
Fue este jueves pasado, en el salón sur de la Casa Rosada. Allí, había dos víctimas de amnesia “lacunar”: ésa que borra la memoria de un evento determinado.
Los pacientes eran Néstor Kirchner y el secretario General de la Presidencia , Oscar Parrilli. Ambos han olvidado que –de no haber sido por ellos dos— Carlos Saúl Menem no habría podido privatizar YPF.
Kirchner dijo en el salón sur: “Sabemos el genocidio que pasó nuestra industria petrolera, la increíble privatización (…) si YPF hubiera quedado en manos nuestras estaríamos recaudando (…) entre 20 y 25 y hasta 30.000 millones de dólares por año”. A su lado, Parrilli aplaudía.
Ninguno de los dos recordaba, al parecer, su participación en eso que (ahora) el presidente llama “genocidio”.
Menem quería sancionar la ley de privatización de YPF pero no podía. No tenía, en el Congreso, los votos necesarios: aparte de la abierta negativa de la UCR, enfrentaba resistencias dentro del propio PJ.
Kirchner ofreció la solución. Él había asumido, el 21 de agosto, la presidencia de la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI), que agrupaba a Chubut, Formosa, Jujuy, La Pampa , Mendoza, Neuquén, Salta y Santa Cruz.
Si la privatización era reclamada de modo unánime por la OFEPHI —argumentó Kirchner— se vencerían muchas resistencias.
Pero la solución tenía un precio: la Nación debía pagar —acuerdos extrajudiciales mediante— sumas multimillonarias que las provincias de la OFEPHI reclamaban por regalías supuestamente “mal liquidadas”.
Ya el 30 de agosto de 1991, Menem —junto con sus ministros Domingo Cavallo y José Luís Manzano— habían suscrito una curiosa “conciliación” con Santa Cruz. Por ella, la Nación “reconocía” una deuda de 480 millones de dólares con la provincia. Pero el “reconocimiento” quedaba impúdicamente sujeto a la sanción de la ley de privatización de YPF. Si no se aprobaba esa ley, el reconocimiento –decía con todas las letras una cláusula del acuerdo- “quedará sin valor y efecto alguno, y no podrá ser invocado como antecedente de ninguna especie”.
El martes 22 de septiembre de 1992, los gobernadores de la OFEPHI se reunieron con Manzano, en el Ministerio del Interior, y resolvieron montar un lobby.
Acto seguido, Kirchner ofreció una conferencia de prensa en la misma Casa Rosada. Desde allí pidió apoyo para la privatización de YPF e instó a que los disidentes, al menos, dieran quórum.
Al día siguiente, Clarín publicó, con foto de Kirchner, la noticia: “Provincias petroleras hacen lobby por la aprobación”. Ese lobby no se limitaría a la exhortación pública; los diputados debieron sortear presiones y tentaciones.
La tarea fue efectiva: esa noche, Diputados aprobó el proyecto de ley.
Parrilli (entonces diputado nacional por Neuquén) fue el miembro informante. Durante el debate, sostuvo : “no pedimos perdón por lo que estamos haciendo (…) esta ley servirá para darle oxígeno a nuestro gobierno y será un apoyo explícito a nuestro compañero presidente [Menem]”.
Un año después, en un libro titulado Cuatro años en el Congreso de la Nación, 1989-1993, Parrilli se jactó de haber impulsado la privatización: “hoy YPF es la gran empresa petrolera privada nacional, que domina más de la mitad del mercado de los combustibles”.
La venta de YPF tuvo, también, ventajas para el gobernador Kirchner. Dos meses después de sancionada la ley, Cavallo, Manzano, Kirchner y De Vido firmaron el “acta acuerdo” por la cual se fijó la suma que correspondía a Santa Cruz.
En definitiva, la provincia recibió, en 1993, US$ 654 millones. Con ellos, adquirió acciones. Las de YPF, le permitieron un gran negocio: las compró en US$ 290 millones y, seis años más tarde, las vendió por US$ 670 millones. Hizo, así, una diferencia de unos US$ 380; 654 + 380 = 1.034. Kirchner envió ese millar de dólares a dar la vuelta al mundo.
Nunca hubo restitución plena ni adecuada rendición de cuentas. Sin embargo, la justicia se ha desentendido del tema. Guillermo Montenegro —ex juez federal designado por kirchner— se declaró incompetente y remitió la causa a la provincia. El 1° de junio de 2005, Santiago María Lozada, juez de instrucción Nº 1 de Río Gallegos, mandó las actuaciones al archivo.
Los “fondos de Santa Cruz” han sido motivo de acusaciones y debates. Pocos conocen, sin embargo, la conexión entre esos fondos y el decisivo apoyo que Kirchner brindó a la privatización de YPF.
José Picón
Presidente Centro Jubilados YPF[/SPOILER]
Kirchner dijo en el salón sur (algunos años después una gran verdad: “Sabemos el genocidio que pasó nuestra industria petrolera, la increíble privatización (…) si YPF hubiera quedado en manos nuestras estaríamos recaudando (…) entre 20 y 25 y hasta 30.000 millones de dólares por año”. A su lado, Parrilli aplaudía.
Maxi muy interesante lo que posteás. Pero por eso es que puse que no sabía qué tan lejos habían llegado en su “relación” política. Lo que intenté decir es que con el turco estuvo gran parte del arco político.
Néstor, por tanto también Cristina, pueden haber tomado posturas políticas erróneas a lo largo de su historia en el poder (en la que podemos incluir la privatización de YPF). Lo diferencia, creo yo, es lo que han construido estos años en materia de políticas. Cristina varias veces dijo que votó en disidencia con su bloque pero que el hecho de pertenecer la hizo acompañar iniciativas. Todo tiene un límite y también es sabida la oposición que desde el parlamento Cristina le hizo al turco, inclusive cuando formaba parte del bloque oficialista.
Otra diferencia entre Pino Solanas y Néstor es que este último era gobernador de una provincia, mientras que el otro un director de cine. Tal vez suena mal la comparación, pero no lo digo a modo de chicana, sino por las responsabilidades que tenía uno y otro en ese entonces.
La foto con Men*em en el 94 la conocemos todos como bien decís y no creo que haya que ocultar nada. Todo político tiene un pasado y por suerte, también, un presente.
Por eso es que más allá de decisiones (que no fueron todas, sino algunas) que podamos considerar erróneas, también valoro y destaco los aciertos de gestión pasados y actuales.
Abrazo.
Lo conozco personalmente. Es un tipo muy lúcido aunque un poco creído de si mismo
Sobre el tema, el IDIOTA de Eliaschev se indigna con lo que es políticamente correcto indignarse. Si supiera un poco de historia no tendría una opinión tan condescendiente con el bueno de Sábato.
Bah, no se qué opinión tendría. Pero seguramente seguiría siendo un idiota.
Se ha formado en la Argentina una nueva plaza de indignados: son académicos provenientes de las universidades y del Conicet que se sublevan contra… ¿los estragos del capital financiero global?, ¿los bombardeos de la OTAN en Trípoli?, ¿las patotas que golpean a los docentes…? ¡Nada de eso! Los indigna la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego. Y en pocos días, la prensa se pobló de artículos cargados de enojo y voces agitadas que nos alertan sobre los peligros de esta embestida totalitaria del “discurso oficial”.
¿Cuál es la frase del escándalo que está contenida en el famoso Decreto 1880/11? En realidad son básicamente dos: el artículo 1, cuando dice que “la finalidad primordial será el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de las personalidades de nuestra historia y de la Historia iberoamericana, que obligan a revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX”. Y también en el punto (c) del artículo 3, donde se dice que el instituto deberá colaborar “con las instituciones de enseñanza oficiales y privadas, para enseñar los objetivos básicos que deben orientar la docencia para un mejor aprovechamiento y comprensión de las acciones y las personalidades de las que se ocupará el instituto como, asimismo, el asesoramiento respecto de la fidelidad histórica en todo lo que se relacione con los asuntos de marras”.
Decidí ir a la plaza de los indignados y averiguar un poco más. Llegué a un lugar sin estruendo de bombos y redoblantes, pero con muchas pancartas, algunos cánticos y una alta tensión de pensamientos en el ambiente. Apenas ingresé, vi a un puñado de indignados que se paseaban con una leyenda que me intrigó: “Ahora dicen que cualquiera puede escribir sobre nuestra Historia”. Con la distancia que puede tener un periodista holandés y sin molestar, les pregunté: ¿a qué se refieren exactamente? Con cara de pocos amigos, un profesor me dijo: nos indigna que nos saquen del medio a quienes somos los únicos académicos independientes que hemos dedicado nuestra vida a la investigación. Mientras lo escuchaba, se acercó un grupo menor con su cartel “Basta de divulgación, sí a la investigación”, a los que me animé a preguntarles: los que divulgan, ¿qué deberían hacer? “Deberían anotarse en la UBA, hacer la carrera de Historia… ¡y después hablar! Y en lo posible, ¡estar menos en los medios!”, me respondieron.
En otro rincón de la plaza, casi sin querer mezclarse con los indignados más ásperos y bochincheros, se ubicaba un pequeño grupo con una pancarta bien escrita y mejor pensada que decía: “No renunciaremos a nuestro punto de vista”. Me acerqué sabiendo que el diálogo no sería fácil y les pregunté si conocían el Decreto 1435/92 que firmó Carlos Menem para la creación del Instituto Belgraniano Central de la República Argentina. Me dijeron que no, pero que seguramente era menos totalitario que el de este gobierno. Decidí leerles el artículo 15, que dice literalmente: “Los actos de cualquier naturaleza a ejecutar por el Estado o con participación del mismo relacionados con el General Don Manuel Belgrano requerirán asesoramiento previo al Instituto Nacional Belgraniano. Asimismo cuando se trate de actos a realizarse por particulares, instituciones privadas, autoridades, dependencias provinciales y municipales que requieran apoyo financiero o de otro tipo por parte del Estado, será indispensable el asesoramiento previo mencionado”. Luego les pregunté: en estos años, ¿ustedes consultaron a este instituto cada vez que hablaron de Belgrano y cambiaron su punto de vista sobre este héroe nacional? “¡Por supuesto que no!”, me dijeron a coro, porque ese instituto seguramente es independiente… ¡y no está en manos del pensamiento único! Bueno, les aclaré, en realidad es igualmente autárquico y depende formalmente de la misma secretaría que el Instituto Manuel Dorrego.
Una mujer de suaves modales, que pareció entender que valía la pena dialogar, me dijo con voz pausada que el problema es que el nuevo instituto tiene en sus manos construir una versión de la historia que incumbe a más de veinte héroes y quieren que lo que ellos producen se enseñe en las escuelas: ¡esto es realmente peligroso! Yo le dije que los entendía, pero que el Instituto Belgraniano también tenía como misión enseñar toda su producción en las escuelas y que el Instituto Nacional Sanmartiniano era mucho peor en este punto. Le recordé que el Decreto 22.131 del año 1944 decía textualmente en su artículo 2 que el Instituto Sanmartiniano “rectificará públicamente por comunicaciones, escritos, conferencias o cualquier otro medio de difusión todo error que se ponga de manifiesto en publicaciones, obras, conferencias, etc., con respecto a la verdad histórica sobre la vida del prócer y hechos en que intervino”. Me miró casi con piedad y me dijo: “Pero lo conduce desde hace muchos años el general brigadier Diego Alejandro Soria, un hombre confiable y sin vocación totalitaria”. Yo sólo le pregunté: ¿es investigador del Conicet el general brigadier? Pero no alcanzó a escucharme, ya que aceptó una nota para una radio que cubría todo el evento cuyo nombre recuerda, justamente, a quien escribió la Historia Argentina y la vida del general San Martín a fines del siglo XIX.
Mientras pensaba en qué poco sabíamos de las misiones de muchos institutos históricos que nos acompañan desde hace mucho tiempo, vi entrar a un grupo un poco más ruidoso. No eran académicos, eran intelectuales y periodistas que tenían en sus manos pancartas hechas con el típico papel prensa que usan los diarios y gritaban: “¡Se va a acabar, se va a acabar, esa manera de pensar!”. Me acerqué porque no tenía el tono conciliador de los académicos y me di cuenta de que los gritos aludían con desprecio tanto al Ejecutivo nacional como a los divulgadores e historiadores revisionistas que acompañaban al proyecto del Instituto Manuel Dorrego. Les pregunté una sola cosa: ¿qué es lo que más los indigna? “¡Todo! Pero lo que no soportamos es que no pongan a gente idónea y consagrada al frente de los institutos históricos.” Les dije que no me parecía que el Instituto Manuel Dorrego fuera una excepción y les pregunté si conocían al Instituto Nacional Browniano, que fue creado también por Carlos Menem en 1996 y que no despertó tantas polémicas. Me dijeron que sí, que sabían que existía un instituto que preservaba la figura del glorioso Almirante Brown, pero que estaba manejado por historiadores serios y no por divulgadores de poca monta. Les recordé que el artículo 10º del Decreto 1486/96 firmado por Menem y Corach decía que entre los distintos miembros del instituto están los miembros honorarios que serán (entre otros) “el presidente de la Nación argentina; el jefe de Estado Mayor General de la Armada; el embajador de la República de Irlanda acreditado en el país; el presidente del Centro Naval; el presidente del Círculo Militar; el presidente del Círculo de Aeronáutica y el intendente municipal del Partido de Almirante Brown de la Provincia de Buenos Aires” (sic). ¿Serán historiadores y académicos probos tanto el embajador de Irlanda como el intendente del Partido de Almirante Brown para merecer esta distinción? ¿Constituirá una discriminación –que debemos denunciar ante el Inadi– haber excluido al presidente del Club Atlético Almirante Brown?
A los gritos, fui acusado de oficialista, totalitario y pagado por el Gobierno para hacer esta provocación, y por eso me dejaron solo otra vez en medio de la plaza. Confieso que fue el único momento en que sentí algo de temor y por eso terminé refugiándome en un grupo de Indignados 2.0 que sostenían una pancarta que rezaba: “¡Control a Wikipedia ya!”. Me gustó el aspecto de estos jóvenes y les pregunté: pero, ¿ustedes quieren controlar la web? Y me dijeron: no toda la web, ¡sólo la que habla de historia, y que usan nuestros docentes y alumnos! ¡Vamos a exigir que todo lo que allí se escriba sea también controlado por el Conicet y los académicos de las universidades! ¡La web es un caos intolerable y en Wikipedia escribe cualquiera! Pero ésa es la lógica de Internet, dije en voz baja, y es también un rasgo de nuestra cultura: la pluralidad de voces, opiniones, saberes, conocimientos… No terminé de decir la palabra “pluralidad” cuando estos jóvenes ilustrados me habían dejado otra vez solo, aunque antes de irse me sacaron fotos con sus celulares y me juraron un escrache en las pantallas del periodismo independiente. Me quedé sin crédito en el celu, sin amigos en Facebook y sin seguidores para twittear… ¡game over!
Mariotto dijo una vez que se debe cambiar el dicho “la historia la escriben los que ganan” por “la historia la ganan los que escriben”. Si La Nación, por cuestión familiar, de herencia y de estirpe aristocrática defiende la línea mitrista de la historia, también tiene que ver con eso
Después nos quejamos de los artículos tendenciosos del grupo Clarín y de las fuentes, “un grupo me dijo, una mujer”.
Por otra parte, lo dijo el mismo Pacho, todos los institutos buscan estudiar y profundizar la figura de aquel que llevan por nombre, pero este precisamente es la excepción. La nota insiste en este punto que justamente no se da.
Pero no los está citando como fuentes de información confidencial, el tipo aclara que son personas cualquiera que están en una marcha en una plaza …
No veo el problema … es el nombre del instituto entonces ? Preferís que creemos un Instituto Evita, un instituto Artigas, un instituto Dorrego, un instituto Mariano Moreno ?
A mí la nota me parece muy buena, posta que es casi cómico que haya manifestaciones en contra de esto.
Yo no prefiero que crees/creen ningún instituto con otro nombre, sólo remarco la función histórica de los Institutos de un procer en particular, que es lo que el artículo intenta mofar ante la indignación de los que se oponen, cuando justamente no se respeta eso. Pero está perfecto, son fuentes anónimas y es cómico el artículo.
En los últimos días Mario O’Donnell ha explicado, una y otra vez, que la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego tiene como objetivo reivindicar “la historia nacional, popular y federal” frente a la corriente “liberal, entreguista, elitista y antipatria”, que no es otra que la historia escrita por “los vencedores” (ayer Mitre, hoy Romero o Halperín Donghi). Como dice O’Donnell, el Instituto se propone rescatar a “aquellos representantes de los intereses populares y patrióticos, como Dorrego, Juana Azurduy, Güemes, Artigas, Monteagudo, que han sido ninguneados por la historiografía liberal y reaccionaria”.
Pues bien, en aras de revisar esta historia de héroes y villanos, la década de los 90 y el menemismo aparecen como objetivos ineludibles para el Instituto Revisionista. ¿Qué tal preguntarnos quiénes estaban en la línea “nacional”, y quiénes “en la antipatria”? Pregunta que, con toda seguridad, se hará el Instituto acerca del propio O’Donnell. Recordemos que O’Donnell en 1989 fue nombrado agregado cultural de la embajada argentina en España; luego fue embajador en Panamá; después en Bolivia; entre 1994 y 1997 ocupó el cargo de secretario de Cultura; en 1998 fue senador; y en 1999 era miembro del entorno de Menem. Pareciera que al buen Pacho no lo incomodaba por entonces el indulto de Menem a los asesinos de la dictadura, la liberalización de los mercados, las privatizaciones, la destrucción de la educación pública, la precarización del trabajo o el aumento de la desocupación. ¿Virtudes de la línea nacional y popular? Sin embargo, Pacho O’Donnell es apenas una anécdota, porque en tren de revisar el menemismo, habrá que ubicar a Néstor y Cristina Kirchner. Así, arrancar de la asunción de Kirchner como gobernador de Santa Cruz, en diciembre de 1991, y analizar el decreto del 2 de enero de 1992, que llevaba las firmas de Carlos Zanini, Ricardo Jaime y Alicia Kirchner (nombres K- emblemáticos, si los hay) por el cual se recortaban el 15% los haberes de la administración pública. Eran tiempos en que Néstor Kirchner despotricaba por la herencia que le había dejado el anterior gobernador, Arturo Puricelli, que hoy es el ministro de Defensa. Luego, habría que seguir con la emblemática privatización de YPF, de la cual Kirchner fue un activo propulsor. Por ejemplo, recordar que ante las resistencias que encontraba el menemismo entre los diputados, Néstor reclamó (22/09/92), en conferencia de prensa desde la Casa Rosada, apoyo de los diputados a la privatización. En el mismo sentido, traer a la memoria que pocos días antes Cristina había pedido, en la legislatura de Santa Cruz, que los diputados aprobaran la privatización. Documentar (la historia se apoya en documentos) cómo en aquella ocasión Cristina presentó un proyecto que declaraba “la necesidad de sanción del proyecto de ley nacional ‘Ley de Federalización de los Hidrocarburos y de Privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales”. Y destacar que cuando en la noche del 23 de septiembre Diputados aprobó la privatización, el miembro informante por el oficialismo fue Oscar Parrilli, actual Secretario General de la Presidencia K. Como para que no quedaran dudas de su vocación de servicio a la causa nacional, un año más tarde Parrilli publicaba Cuatro años en el Congreso de la Nación, 19889-1993, en el que decía que “YPF es hoy una gran empresa privada” (citado por Rodolfo Terragno en La Nación, 25/02/07). Seguramente nuestros revisionistas encontrarán una magnífica explicación para tamaño aporte al pensamiento nacional. Y podrán decirnos cómo ubican lo actuado por Parrilli en 1993, cuando fue el miembro informante por el bloque del Partido Justicialista en ocasión de la privatización de las jubilaciones. Eran los años en los que Kirchner afirmaba que Menem había sido el mejor presidente que habían tenido los argentinos. Siempre dispuestos a luchar contra la entrega, en 1994 Cristina y Néstor Kirchner fueron convencionales a la Asamblea Constituyente, la que habilitaría la reelección de Menem. En ella, Cristina defendió la reelección de Menem diciendo que se trataba del gobierno “que rescató a la Argentina del incendio que nos dejaron”. Todo esto será debidamente registrado por la historia no-oficial, no-liberal y no-entreguista.
Pero no sólo a los Kirchner habrá que clasificar, porque eran los tiempos en que Miguel Angel Pichetto (hoy presidente del bloque de senadores kirchneristas), calificaba al de Menem como “el mejor gobierno de todos los tiempos”; en que Alberto Fernández era superintendente de seguros; y en que Arturo Puricelli se definía como “menemista de alma”. También habría que incursionar por el terreno de los que colaboraron con las políticas educativas del menemismo. Por ejemplo, echar un vistazo a Daniel Filmus (ministro de Educación de Néstor Kirchner, luego candidato K), en los tiempos en que fue asesor de la ministra Decibe, y colaboró en la redacción de la Ley Federal de Educación; y antes había estado con Grosso, quien transformaba escuelas en shoppings. ¿Serían shoppings no-elitistas?
Además, el equipo de revisionistas no dejará de ubicar en el casillero correspondiente la privatización del banco de la Provincia de Santa Cruz, adquirido en 1996 por Enrique Eskenazi, quien luego de haber sido ejecutivo de Bunge y Born, fue titular de Petersen Inversiones, y estuvo cercano a Corach (ministro clave de Menem). Aunque a partir de la adquisición del banco de Santa Cruz, también fue amigo de Néstor Kirchner, y en especial, de la obra pública. Así como no pasará desapercibido para el fino análisis revisionista que en 1998 Kirchner decía (se puede ver en Internet) que Menem había sido “el mejor presidente de toda la historia, desde Perón”. Un indudable aporte a la lucha ideológica contra los enemigos de la Patria. Pero podemos extendernos un poquito más de los 90, y preguntarnos también de qué lado de la línea divisoria ubicará el revisionismo a los muchos que estuvieron en la Alianza, y hoy ocupan (u ocuparon) cargos prominentes en el kirchnerismo, como Nilda Garré, Juan Manuel Abal Medina, Gustavo López y Daniel Filmus, para mencionar sólo algunos. Asimismo, habría que clasificar a los que aplicaban los planes de ajuste en 2000 y 2001, y firmaban los “pactos fiscales” con el gobierno de la Alianza. Por ejemplo, volver a registrar a Filmus, ahora como secretario de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, ajustando salarios docentes y firmando, en 2001, resoluciones por las que recomendaba a las concesionarias de los comedores escolares que adecuaran sus menús “a la grave situación financiera”. Pero ya que estamos en la crisis de 2001, nuestros revisionistas podrán documentar cómo el gobernador Kirchner disponía la rebaja de las asignaciones familiares a los empleados públicos de Santa Cruz; y cómo recortaba adicionales e impulsaba el recorte de gastos por unos 75 millones de pesos. En tanto, los fondos provenientes de la privatización de YPF seguían colocados en el sistema financiero internacional; y se enviaban patotas a reprimir a los que protestaban con cacerolas. Alguien explicará que en aquellas políticas de 1991-1 y 2001-2 estaban, in nuce, las fórmulas que hoy Cristina Kirchner transmite a los líderes mundiales para salir de la crisis.
En fin, la pregunta que hay que hacerse es cómo encaja este pasado de menemismo, privatizaciones y liberalización económica en las dicotómicas clasificaciones a las que está obligado el revisionismo. Dado que en su marco conceptual están ausentes los análisis en términos de clase, y se pone el acento en una historia de traidores y patriotas, debemos esperar que el Instituto Revisionista responda preguntas tan trascendentes como ¿quiénes fueron los “nacionales” en los 90, o durante la crisis de 2001? ¿Quiénes aplicaban las recetas neoliberales y los ajustes para salir de las crisis? ¿Quiénes eran los “vendepatrias” y “entreguistas”? ¿Acaso los que se oponían a las privatizaciones, o los que privatizaban? Y entre los que privatizaban, ¿sólo están Menem y María Julia? Sin embargo, en el haber patriótico de Menem habrá que anotar la repatriación de los restos de Rosas y su monumento, en Palermo; además del nombre de Facundo Quiroga a una calle de Buenos Aires. No es poco. Por eso, tal vez, al final solo quede María Julia. Pero también habrá que ver cómo se incluye en la lista de réprobos entreguistas a los que se opusieron a las privatizaciones de YPF, Gas del Estado o las cajas jubilatorias, pero hoy son críticos del gobierno de liberación nacional. Es cuestión de afinar el lápiz. De todas maneras, ya tenemos un adelanto de cómo puede terminar la evaluación de los 90. A fines de la década, después de haber prologado las memorias de Carlos Saúl, O’Donnell decía: “Allí está mi opinión sobre Menem para los tiempos que vienen. Yo me siento muy consustanciado con su gobierno, y no sólo con sus aciertos sino con sus errores también. El tiempo va a recuperar al gobierno de Menem como un período importante. Ninguno de nosotros puede negar que la Argentina de hoy es muy distinta a la de hace diez años. O, mejor dicho, a la de diez años y seis meses. Porque hay que recordar que él tuvo que tomar el gobierno anticipadamente. Nadie puede negarle esa vocación de conducción. Yo realmente aprecio mucho que Menem sea un conductor” (Suplemento Radar, Página12, 11/07/99). El revisionismo histórico, rigurosa y científicamente aplicado a la interpretación del pasado reciente, puede depararnos resultados deliciosos.
¿Puede un gobierno que prepara un aumento colosal de tarifas sobre el conjunto de los trabajadores -en beneficio de un puñado de pulpos imperialistas de la electricidad, el gas y el petróleo, porque se le agotan los recursos con los que pagó rigurosamente la usuraria deuda externa y subsidió al gran capital- pretender una historia que rescate la “lucha de las masas” y el “ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante”?
Suena a impostura y lo es. Es decir: estamos ante un (nuevo) operativo de confusión. No hay que volver la mirada muy atrás para recordar a otro presidente que se engalanó con la divisa punzó, repatrió los restos del “Restaurador de las Leyes” y fundó un Instituto Rosas como dependencia estatal, en el ámbito de la Secretaría de Cultura. Para más señas, era riojano.
Perón en el gobierno fue sumamente cauteloso en mover las aguas de la historiografía, como lo revelan los nombres que impuso a los ferrocarriles nacionalizados -Mitre, Sarmiento, Roca, Urquiza. Una provocación para los revisionistas de la época.
“Pacho” O’Donnell, un menemista hasta el final, designado ahora presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, declaró que “la historia oficial nace de ese personaje maravilloso que es Mitre” (La Nación, 28/11). El arte de la ambigüedad. ¿Rosas fue un Lincoln fracasado?
Luego de ensalzar a Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra en el aniversario de la Vuelta de Obligado,(1) CFK volvió a reivindicarlos frente a la plana mayor de la UIA: “Nosotros perdimos en Caseros, ellos ganaron la Guerra de Secesión y por eso fueron la potencia industrial más fuerte del mundo” (Clarín, 27/11).
Es un exabrupto de proporciones. “Ellos” son la Unión de Estados del norte industrializado de Estados Unidos, que fueron a la guerra obligados por la secesión de los estados agrarios del sur. No lo hicieron para acabar con la esclavitud que sustentaba el monocultivo algodonero del sur sino para defender la unión del mercado interno. Avanzaron por el camino de la abolición por la necesidad de volcar a la población negra al campo revolucionario. Cualquier comparación con Rosas está fuera de lugar, porque éste representaba a los hacendados bonaerenses que fueron a la guerra del desierto para aniquilar a la población aborigen y confiscarle las tierras. Una de las contradicciones insuperables del ‘revisionismo’ es la oposición que han establecido entre el mazorquero y Julio Roca, quien culminó la labor del primero. Lincoln quebró el poder de los plantadores del sur, en tanto Rosas fortaleció el latifundio ganadero.
Hacia 1860, antes de la Guerra de Secesión, la región nordeste de los Estados Unidos se había convertido en el centro manufacturero del país en un proceso vertiginoso para la época. El valor de las mercaderías manufacturadas había pasado de 198 millones de dólares en 1810 a 1.886 millones en 1860 -casi diez veces más- y las dos terceras partes se elaboraban en los estados del norte.(2) Los dos grandes debates que precedieron a la guerra son ilustrativos: uno, enfrentó al sur, partidario del librecambio, con el norte empeñado en la defensa de las tarifas para el desarrollo de la producción industrial; otro, al norte, interesado en armar un régimen impositivo para que el gobierno se hiciese cargo de la construcción de vías de comunicación y traslado de mercancías hacia el Oeste -precedido por la entrega de tierras-, con el sur acérrimamente opuesto porque defendía la ruta que descendía hacia el Mississipi y salía hacia el mar con las exportaciones de algodón. El equivalente, para las Provincias Unidas del Plata, fue el control de la Aduana de Buenos Aires por parte de sus hacendados, en perjuicio de las provincias.
La emancipación de las colonias del Río de La Plata significó una apertura al mercado mundial que potenció a la clase de ganaderos y el acaparamiento de tierras. En la larga “época de Rosas” (1829-1852) crecieron la exportación ganadera y la apropiación de tierras fiscales, vía venta de las tierras reservadas por la Ley de Enfiteusis de Rivadavia. ¿Unión nacional?
Lincoln tuvo detrás un proceso de industrialización que fue uno de los factores animadores de la Guerra de Secesión y defendió con firmeza un planteo de unión nacional de las colonias (Lincoln se opuso a la anexión de México). Rosas consolidó el dominio de la clase terrateniente bonaerense en torno a la Aduana y, aunque aseguró la unión nacional ‘argentina’, fue un factor de disgregación nacional en relación con las Provincias Unidas del Río de la Plata. Rosas firmó, cuatro años después de Obligado (1845), la secesión de la Banda Oriental, y forzó a Paraguay a pagar tributos al puerto de Buenos Aires para su comercio exterior. Solamente Bolívar podría sostener una comparación con el republicano Lincoln. Mientras el norte industrial libraba una guerra contra la secesión nacional en la Unión Americana, por la misma fecha se desencadenaba en América del sur una guerra de naturaleza por completo diferente: la de la Triple Alianza contra Paraguay. El imperialismo inglés, privado del algodón del sur de Estados Unidos, se aseguraba el abastecimiento del mismo en la otra punta del continente con el concurso del Imperio del Brasil, el mitrismo y el coloradismo de la Banda Oriental. En el mismo período, dos guerras sellaron el destino desigual de América del norte y de América del sur.
CFK reivindica el planteo de la corriente más reaccionaria del revisionismo, la que reivindica a Rosas en contraste con Urquiza, caracterizado como representante de las oligarquías del litoral contra la oligarquía bonaerense, o a aquella izquierda del nacionalismo burgués que considera al rosismo y al mitrismo como “dos alas de un mismo partido”. Por esta razón, la iniciativa revisionista de CFK, lejos de aglutinar, ha abierto una crisis en sus propias filas.
En el sur de América no hubo un Lincoln porque la estructura social agraria primitiva no habilitaba un proyecto nacional fundado en el capital industrial. Mucho antes de CFK, el fracaso de Perón demostró que la burguesía nacional no puede liderar una lucha contra la condición de dependencia financiera de Argentina, ni industrializar al país, ni unificar políticamente a América Latina.