[i]La Celeste es profeta en su tierra
Desde 1904, año de fundación de la FIFA, el organismo rector del fútbol mundial había sugerido la idea de crear una gran competición internacional. Veinticuatro años tuvieron que pasar para que ese proyecto tomase forma definitiva y dos más para que se plasmase en realidad. El 25 de mayo de 1928, en el Congreso anual celebrado en Amsterdam, se aprueba la instauración de una Copa del Mundo de fútbol por 22 votos a favor, 5 en contra y 1 abstención. El comunicado oficial fue el siguiente: “El Congreso ha decidido organizar en 1930 una competición abierta a los equipos de todas las federaciones afiliadas”. Al año siguiente, en Barcelona, se van perfilando todos los detalles, como que se celebrará con una periodicidad de cuatro años, además de elaborar un reglamento de obligado cumplimiento. A falta, naturalmente, del detalle más importante para arrancar: la elección del país que albergaría la primera edición de la competición. El francés Jules Rimet, presidente de la FIFA desde 1921 y cerebro gris del evento, tenía una buena papeleta entre manos. Los candidatos eran seis y entre ellos estaba la España en la que la Dictadura de Primo de Rivera daba sus últimos coletazos. Sus competidores eran Holanda, Hungría, Italia, Suecia y Uruguay. Curiosamente el alegato pro uruguayo del representante argentino, Adrián Béccar Varela, provocó la desbandada de las candidaturas europeas y la cosa estaba decidida. La primera Copa del Mundo se iba al otro lado del charco, a Uruguay, un país que festejaba justamente en 1930 el Centenario de su constitución como Estado independiente.
La competición que, aún a día de hoy, para cualquier futbolista es un sueño jugarla y, por descontado, ganarla, había visto la luz. Por encima de las competiciones de clubes. Muy por encima. Estamos hablando de un torneo mundial de selecciones, en el que representas a tu país y en el que millones y millones de aficionados apuntan en una misma dirección al sentirse identificados por el portero de este equipo, el defensa de este otro o el delantero de aquél de más allá.
Presentación del trofeo Jules Rimet. FOTO: FIFA.com
Todos los comienzos son difíciles y éste no podía ser menos. Precisamente el hecho de verse obligadas a cruzar el charco, es decir, el Océano Atlántico, cargó de razones a la inmensa mayoría de naciones europeas para rechazar la participación en un campeonato que contó con 13 selecciones: nueve americanas -Argentina, Chile, México, Brasil, Bolivia, Uruguay, Perú, Estados Unidos y Paraguay- y únicamente cuatro europeas: Francia, Yugoslavia, Rumanía y Bélgica.
Hoy en día se tardan 12 horas en llegar a Montevideo desde España. Hace 80 años, tres de los cuatro representantes del Viejo Continente (todos menos Yugoslavia) emplearon 14 días y 14 noches embarcados en el transatlántico Conte Verde, que partió de Génova y llegó a Uruguay después de hacer escala en Barcelona, Río de Janeiro (donde embarcó la delegación brasileña) y Santos. En el mismo barco viajaron también tres árbitros designados para dirigir la competición y el propio presidente de la FIFA, Jules Rimet, con el trofeo en disputa guardado a buen recaudo en su maleta. La copa se fabricó en oro plateado, con la representación de Nike, la diosa griega de la victoria, dibujada en su contorno. Y, claro, se llamaba Victory.
Uruguay era la tierra prometida y la Celeste una inmejorable anfitriona, que venía de proclamarse doble campeona olímpica, asombrando en París-1924 y Amsterdam-1928 con un juego de lo más técnico, combinativo y muy competitivo nunca visto antes en Europa. Todo estaba a punto para que el 13 de julio de 1930 el balón comenzara a rodar. Todo menos… la joya de la corona charrúa que aún hoy lo es y lo será por los siglos de los siglos: el Estadio Centenario. Un recinto monumental, con capacidad para 108.000 espectadores, levantado en menos de un año de trabajo ininterrumpido, al que le faltaban unos flecos y que no pudo ser inaugurado hasta el segundo compromiso de los anfitriones. Los primeros encuentros del torneo, por lo tanto, se disputaron en otros dos campos. Parque Central, sede de Nacional, y Pocitos, propiedad entonces de Peñarol, los dos equipos históricos de la capital uruguaya.
En Pocitos se disputó el partido Francia-México el 13 de julio de 1930 y en él se marcó el primer gol de la historia de la Copa del Mundo. Su autor, el galo Lucien Laurent a los 19 minutos de un encuentro que finalizaría con victoria francesa por 4-1. Acudieron 1.000 espectadores. A la misma hora se disputaba en Parque Central el Estados Unidos-Bélgica, en el que se impuso por 3-0 una sorprendente selección estadounidense, reforzada con escoceses, que alcanzaría las semifinales. Lo que sucede es que el primer gol de este partido llegó más tarde que el de Laurent.
El Pichichi del torneo fue el argentino Guillermo Stabile, con ocho goles marcados en cuatro partidos disputados, incluido un hat-trick ante México. Con su aportación y la de Peucelle, Zumelzu, Monti, Scopelli y Pancho Varallo, que a punto de cumplir los 100 años es el único superviviente de la final, la Albiceleste se clasificó para disputar el título a Uruguay ante su afición. El clásico del Río de la Plata estaba servido. Y en juego, la revancha de la final olímpica de Amsterdam-28, en la que los uruguayos conquistaron el oro.
El 30 de julio de 1930, más de 80.000 espectadores asisten a la primera final de una Copa del Mundo. Cien por cien sudamericano e iniciando de esta manera un círculo que no se ha roto y es que jamás ha ganado una selección europea un Mundial fuera del Viejo Continente. El ‘Centenariazo’ pudo producirse 20 años antes del ‘Maracanazo’, variando radicalmente el papel de la Celeste. Porque al descanso el resultado era de 1-2 favorable al vecino argentino. Pero Cea, Iriarte y el ‘Manco’ Castro daban la vuelta al marcador y confirmaban a Uruguay como la mejor selección del mundo.
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La primera Copa del Mundo en la historia del fútbol
[/i] El mes de julio de 1930 iba a pasar a la historia del fútbol por celebrarse por primera vez el Mundial. Organizado por la FIFA, Uruguay fue escogida como sede debido a la celebración del centenario de la Jura de su Constitución. Muchas selecciones no llegaron a entender cómo el país sudamericano había sido nombrado organizador. Por este motivo, la primera edición del Mundial estuvo marcada por el boicot.
Inglaterra no participó porque decían que fueron ellos los que inventaron el fútbol y que, por tanto, el primer campeonato mundial debía celebrarse en el país anglosajón. Otros combinados como muchos europeos tampoco asistieron al Mundial de 1930 porque la distancia era muy larga (en aquella época se tenía que cruzar el charco en barco). Pese a que la organización se comprometió a correr con todos los gastos de las selecciones, sólo 13 acudieron a una cita que fue histórica.
[i]La final del Mundial de Uruguay la disputó la anfitriona contra Argentina. Ambas selecciones tenían un equipo que destacaba de las demás por su enorme calidad y la final no defraudó. Los sudamericanos se hicieron con el primer título mundial a nivel de selecciones al derrotar por 4-2 a Argentina. Sin lugar a dudas, el Mundial de 1930 fue un evento que cambió la forma de ver el fútbol a todos los aficionados.
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Un primer Mundial marcado por el boicot
Muchas selecciones Europeas no participaron, ya que que ir al Mundial era impracticable tanto por la distancia que suponía viajar hasta Montevideo como por el hecho de que era necesario pedir permiso a los clubes para que nos cedieran a sus futbolistas. De esta forma, la Federación española desechó participar en el Mundial de Uruguay alegando precisamente lo que aseguró el seleccionador Mateos: el viaje en barco era muy largo. Lo cierto es que para ser el primer Mundial que se celebraba, el campeonato estuvo marcado por el boicot. La selección que encendió la mecha fue Inglaterra. Al conocerse que Uruguay iba a ser el país que organizara el primer Mundial de la historia, los ingleses recibieron la noticia con incredulidad ya que ellos se consideraban los inventores del fútbol. En Europa tampoco sentó nada bien esa decisión y muchos combinados decidieron no participar en el Mundial de 1930.
Final del Mundial de 1930 entre Uruguay y Argentina. FIFA.com
Muchas se excusaron en el clima, el país, el largo viaje por el Atlántico o incluso la graves crisis económica por la que se estaba atravesando en el viejo continente. Sin embargo, pese a que Uruguay decidió hacerse cargo de todos los gastos y compensar a las selecciones, la gran mayoría de las selecciones europeas no aceptaron su invitación para jugar el Mundial.
Sólo Bélgica, Francia, Rumanía y Yugoslavia decidieron participar en el campeonato celebrado en la ciudad de Montevideo. Los otros nueve combiandos pertenecían al continente americano: Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, México, Estados Unidos, Paraguay, Perú y como no la anfitriona Uruguay. De esta forma, el Mundial se jugó con tan sólo 13 selecciones.
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La primera encerrona del deporte
Lo que en principio debía ser una fiesta del fútbol que hiciera olvidar las terribles consecuencias de la Primera Guerra Mundial acabó convirtiéndose en una verdadera guerra entre Uruguay y Argentina. “Los aficionados uruguayos nos hicieron la guerra desde que llegamos porque sabían que el título iba a estar entre ellos y nosotros. Por la noche no nos dejaban dormir y nos insultaban en los entrenamientos”. Con estas palabras definía el argentino Francisco ‘Pancho’ Varallo el clima hostil al que tuvo que enfrentarse la albiceleste en Montevideo. La rivalidad llegó hasta tal punto que muchos jugadores argentinos temieron por sus vidas cuando al descanso de la final del Mundial ganaban 1-2 a Uruguay. “Mejor que perdamos, si no aquí morimos todos", llegó a decir Paternoster a sus compañeros en un vestuario en el que se palpaba el miedo y en el que hubo hasta lágrimas.
Nasazzi saluda a Ferreyra antes de que comience la final del Mundial de 1930. Foto: FIFA.com
Fueron las de Luis Monti, un mediocentro defensivo con fama de leñero pero que acabó derrumbándose psicológicamente ante tanta amenaza de muerte. “Monti estaba tan asustado que cuando se caía un uruguayo iba y lo levantaba”, recordaba su compañero Varallo. Y es que como el propio Monti reconoció años más tarde, nadie en aquel vestuario de Argentina quería ganar la final del primer Mundial de la historia por miedo a morir: “Cuando volvimos para jugar el segundo tiempo había como trescientos militares con bayonetas caladas. A nosotros no nos iban a defender. Me di cuenta que si tocaba a alguien se prendía la pólvora. Entonces les dije a mis compañeros: “Estoy marcado, pongan ustedes que yo no puedo”. ¿O qué pretendían, que me convirtiera en héroe por un partido de fútbol?”.
Como bien escribió el filósofo argentino Juan José Sebreli, ese Mundial lo ganó Uruguay pero los argentinos crearon el término de 'campeones morales’. Y es que la albiceleste perdió la final pero los jugadores fueron recibidos en Argentina como héroes, como los auténticos ganadores del Mundial de 1930. Ya se sabe: quien no se consuela es porque no quiere.
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De jugadores con boina a la intervención de la monarquía para que pudiera jugar Rumanía
[/i]Uruguay 1930 dejó un sinfín de curiosidades durante el 13 y el 30 de julio. Era el primer Mundial que se celebraba, por lo que muchos futbolistas escribirían su nombre con letras de oro en el libro de Historia del fútbol mundial. El primero de ellos fue el jugador francés Lucien Laurent, que todavía se le recuerda por ser el primer futbolista en marcar un gol en un Mundial. Fue en el minuto 19 del partido ante México. Laurent llegó a jugar tres Mundiales consecutivos con el combinado francés y también es recordado por compaginar el fútbol con su profesión en Peugeot, llegando incluso a jugar en el equipo de la empresa. Se retiró en 1946 y hace cinco años falleción en Besancon (Francia). Lucien Laurent fue el primero en marcó en la historia de los Mundiales, pero fue el argentino Guillermo Stábile el que se alzó con el título de máximo goleador de Uruguay 1930. Este delantero marcó 8 goles en tan sólo 4 partidos y en aquel momento militaba en el Genoa italiano.
[i]Otra de las curiosidades que se produjeron de cara al Mundial de Uruguay tuvo como protagonista a la selección de Rumanía. La gran mayoría de los futbolistas del combinado rumano trabajaban para una petrolera inglesa que en un principio se negó a que sus trabajadores participaran en el campeonato. Tuvo que intervenir el Rey de Gran-Bretaña e Irlanda, Jorge V, para que Rumanía pudiera finalmente participar. En cuanto a la final se refiere, la anfitriona y Argentina se disputaron el primer Mundial de la historia. Sólo en aquel partido se llegó a recaudar algo menos de 25.000 euros de los de ahora. La recaudación final de todo el campeonato ascendió a los 170.000.
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Un futbolista de Uruguay, con una boina durante un partido. FOTO: FIFA.com
[/i] Muchas personas no saben que muchos jugadores jugaron con boina. ¿El motivo? el material del que estaban fabricados los balones eran de cuero duro y muchos futbolistas decidieron protegerse la cabeza para no hacerse ni heridas ni brechas. Algunos de ellos también utilizaron gorras rellenas de papel de periódico para amortiguar los golpes con el esférico.
Pese a jugarse en Uruguay, toda la cita mundialista se celebró en la ciudad de Montevideo. Además, todos los partidos se disputaron en tres estadios (el de Peñarol y Nacional, en el Parque Central y en el Centenario). En un principio sólo se iban a jugar en el estadio Centenario, pero su inauguración se retrasó demasiado y la primera idea inicial quedó descartada.
[i]También fue curioso que no se llegó a disputar el partido de tercer y cuarto puesto. La razón radica en que en las semifinal entre Uruguay y Yugoslavia, la selección anfitriona humilló a su rival por 6-1. Sin embargo, en aquel partido a Yugoslavia le anularon un tanto legal y a modo de protesta decidieron no participar en el encuentro de tercer y cuarto puesto ante Estados Unidos. El combinado norteamericano se quedaron de esta forma con la tercera plaza del Mundial de 1930. Por cierto, recordar que Estados Unidos estaba compuesta por futbolistas escoceses e ingleses. Y para finalizar, el día de la final se produjo algo insólito entre los argentinos. Aquellos que no pudieron asistir al partido de su selección ante Uruguay se congregaron cerca de un negocio que decidió sacar varias radios a la calle para que todo el que quisiera animara de esa forma a Argentina. El revuelo fue mayúsculo y se tuvo que cortar la Avenida en donde se encontraba la tienda, que por cierto era una de las más concurridas por los coches.
[/i][i]Pancho Varallo, el último recuerdo vivo de aquel Mundial
[/i] [i]El delantero argentino Francisco ‘Pancho’ Varallo es el único superviviente del Mundial de 1930. El 5 de febrero cumplirá 100 años en La Plata, rememorando las vivencias de aquella mítica final contra Uruguay el 29 de Julio en el Estadio Centenario de Montevideo. Varallo, o Cañoncito como le apodaban por la potencia de sus disparos a puerta, nunca debió jugar aquel partido al encontrarse lesionado pero lo hizo debido a las presiones del delegado de Gimnasia y Esgrima de La Plata ya que el club había fletado dos barcos repletos de aficionados argentinos para que le vieran jugar en directo ante Uruguay.
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[/i] Varallo jugó la final del Mundial pero tuvo que abandonar el partido lesionado a los quince minutos, dejando a Argentina con un hombre menos ya que por aquel entonces no existían los cambios. Años más tarde, Alejandro Scopelli, suplente en aquella final, desveló que Varallo se había pasado en la cama sin poder moverse los últimos cuatro días antes de la final. De hecho, ni siquiera pudo jugar la semifinal contra Estados Unidos.
[i]Sin embargo, el día del partido los dirigentes de Argentina obligaron a Varallo a levantarse de la cama y dar varias patadas a un pared para comprobar si le dolía el pie. El propio Varallo se auto descartó para el partido pero los dirigentes de Argentina no le hicieron caso, al igual que tampoco escucharon el diagnóstico de un médico uruguayo que desaconsejó la participación de Varallo en la final. “No tendría que haber jugado porque estaba lastimado”, reconocería con sinceridad poco después ‘Pancho’ Varallo que llegó a convertirse en uno de los mayores goleadores de la historia de Boca Juniors, sólo superado por Martín Palermo.
Guillermo Stábile
Fue el primer goleador en la historia de los Mundiales. En aquel campeonato marcó 8 tantos en tan sólo cuatro partidos. En Italia llegó a militar en equipos como el Nápoles o el Genoa. Fue un delantero con mucho gol, que tras retirarse hizo carrera como entrenador.
Edad entonces: 25
Club: [b]Huracán
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