“Soy hincha de River, mi hermano Ezequiel hasta tiene una filial en Crespo, donde nacimos. Se debe querer matar. Antes del partido me llamó y me dijo que por favor no le hiciera un gol a River.” (Sebastian Prediger) 8|
Sólo una puteada, un puño golpeando furioso los ojos del aire, le pudo hacer fuerza al grito eterno, sostenido, del televisor. Ezequiel miró el remate lejano, el golazo, el 2-2, y no logró hacer más que sumirse a los reflejos de un cualquiera: se paró, abrupto, a las puteadas. En Crespo, Entre Ríos, una de las tantas filiales de River sentía la bronca, el desconcierto que también vivía el Monumental, hasta que alguien gritó: “Es Sebastián”. Ezequiel se detuvo, miró otra vez el televisor. “¿Cómo Sebastián?”. “Sebastián, sí. El gol lo metió tu hermano”.
“Soy hincha de River, mi hermano Ezequiel hasta tiene una filial en Crespo, donde nacimos. Se debe querer matar. Antes del partido me llamó y me dijo que por favor no le hiciera un gol a River.” (Sebastian Prediger) 8|
Sólo una puteada, un puño golpeando furioso los ojos del aire, le pudo hacer fuerza al grito eterno, sostenido, del televisor. Ezequiel miró el remate lejano, el golazo, el 2-2, y no logró hacer más que sumirse a los reflejos de un cualquiera: se paró, abrupto, a las puteadas. En Crespo, Entre Ríos, una de las tantas filiales de River sentía la bronca, el desconcierto que también vivía el Monumental, hasta que alguien gritó: “Es Sebastián”. Ezequiel se detuvo, miró otra vez el televisor. “¿Cómo Sebastián?”. “Sebastián, sí. El gol lo metió tu hermano”.