Abro el rincón de la poesía a pedido de millonario no lo pudo hacer (básicamente se cagó).
Empiezo con unos poemas que me gustaron.
El viejo goleador
José Cantero Verni*
Cuando entraste al campo
te silbó hasta el viento,
el estadio entero,
te gritaba viejo,Te decían cosas,
como pobre abuelo,
de quedarte en casa,
a cuidar los nietos.
La tribuna tuya,
y también la de ellos
te ofendían hermano,
sin tener respeto;
El equipo tuyo,
con un pie al descenso,
el de los contrarios
festejando el sueño,
De salir campeones
era casi un hecho,
le caía el empate,
como anillo al dedo.
Cuando ya el partido
se moría en un cero
cuando ya un minuto
le quedaba creo,
De la esquina izquierda,
te cayó aquel centro,
que saltando al aire
la mató tu pecho.
La peleaste a muerte,
le pusiste el cuerpo,
y con toque suave
la mandaste adentro.
La tribuna ciega,
no podía creerlo
estalló en delirio
con un grito inmenso.
Cuando te creían
que ya estabas muerto,
desde allá del alma
te brotó el aliento.
Con tu gol hermano
se evitó el descenso,
si hasta el mismo viento
se asoció al festejo,
Una tibia lágrima
te corrió en silencio
te abrazaron todos,
goleador sin tiempo.
La gran final
José Cantero Verni* Hoy domingo por la tarde
se juega la gran final,
es un clásico famoso
que tiene una eternidad.
Se juega en el purgatorio
en una cancha neutral,
ninguno dará ventajas
con tanta rivalidad.
El infierno se presenta
con equipo titular,
Satanás será el arquero
Lucifer, el capitán.
Los cielos vienen con Gloria
bien dispuestos a triunfar,
San Pedro será el manija
del equipo Celestial.
El referí es la justicia
que juzga a todas las almas,
los ojos tiene vendados,
de silbato una balanza.
El partido ya comienza
con los cánticos de aliento,
los diablos sacando chispas
tiran sus fuegos al viento.
Los ángeles con sus trapos
no declinan ni un momento,
el fervor y el entusiasmo
se les escapa del pecho.
Los «oles» con sus encantos
bajan con toda su fuerza,
los Santos con muchos rezos
a sus muchachos apuestan.
Los diablos con maldiciones
alientan a sus infiernos,
el primer tiempo termina
clavado en un cero a cero.
A los cinco del segundo
San Francisco con un centro,
se la puso en la cabeza
y no perdonó San Pedro.
A los once en otro centro
lanzado por San Francisco,
San Roque de palomita
puso color y delirio.
A los quince en tiro libre
en un ángulo ponía,
San Miguel el tres a cero
desatando la alegría.
Con más fervor que con fútbol
los diablos se la jugaron,
Belcebú tomó la lanza
y mandó a la carga a sus diablos.
De contra de nuevo el cielo
lo tuvo en un mano a mano,
al infierno lo salvaba
el caño del travesaño.
Que partido de ida y vuelta
el que se estaba jugando,
los diablos no se rendían
ni aún cayendo derrotados.
El cielo con su tribuna
festejaba sin medida,
los diablos en gran silencio
se mordían la agonía.
A los treinta del segundo
apareció Maquiavelo,
con un bombazo impecable
tres a uno puso el duelo.
Llovían centros al área
al arco de San Gabriel,
y en una chilena heroica
descontaba Lucifer.
Tres a dos estaba el duelo
la tentación y la fe,
el infierno se jugaba
sin dar, ni pedir cuartel.
Faltaban cinco minutos
y el cielo volvió a mojar,
San Francisco hizo un golazo
eludiendo a Satanás.
Cuatro a dos estaba el pleito
tres minutos del final,
separaban a la Gloria
para ir a festejar.
Como un guapo en la patriada
Maquiavelo se hizo ver,
sólo tuvo que empujarla
el monstruo de Frankestein.
A un minuto de la hora
la salvó San Valentín
el partido terminaba
le dio fin el referí.
Cuatro a tres para la Gloria
que hoy ganaba la final,
en partido de hacha y tiza
imposible de olvidar.
Infancia futbolera
José Cantero Verni*
Si habremos tocado juntos
en la banda del potrero,
con paredes de ilusiones
en la infancia de los sueños.
Desbordando por la raya
como pájaros al viento,
con la pelota en el alma
siendo de trapo o de cuero.
Cuando ser niño era un mundo,
que giraba a cielo abierto
correteando por las áreas,
con la gambeta en el pecho.
Que dejaba en nuestras venas
aquel canto futbolero,
de pasión y de entusiasmo,
de alegría y sentimiento.
Si habremos tocado juntos
sin un libreto en el medio,
tan sólo con esas ganas
que te regala el aliento.
Tirando en el infinito
la misma chispa de un centro,
con los arcos en los ojos,
palpitándonos adentro.
Donde jugábamos todos
por dimensiones sin tiempo,
zigzagueando a la distancia
y encarando al firmamento.
Con camisetas de nubes
que vestían los deseos,
de nuestra infancia querida
correteando en el potrero.