Poner el ojo donde nadie lo pone. Abrir un mundo. Mostrar que no todo termina en Capital Federal y revalorizar las historias mínimas, las chiquitas, las que en el ascenso pasan todos los días escondidas de los flashes. Con un proyecto ambicioso, Federico Peretti logró mostrar en la película " [b]El otro Fútbol"[/b] que hay algo más allá de River y Boca. Que hay hinchas que no sólo se preocupan por el resultado y futbolistas que juegan por jugar.
Tres años se tomó Peretti para viajar por el país. Apoyado en las investigaciones de su amigo y periodista Fernando Prieto, recorrió cerca de 50 mil kilómetros con la cámara en mano, registrando cómo se vive el fútbol desde Ushuaia hasta La Quiaca. Más de tres mil horas de grabación que decantaron en una película que se estrenó el año pasado y ya se volvió de culto para los amantes del ascenso.
Por eso, en el segundo capítulo de “Por amor al fútbol” elegimos entrevistar a Peretti, que en una charla distendida con canchallena.com cuenta algunas intimidades y reflexiones sobre el proyecto que puso al ascenso en los primeros planos.
-¿Cómo nació la película?
-Hace unos años empecé a sacar fotos para una revista del ascenso. Acostumbrado a sólo ir a ver a River, los días de los partidos llegaba temprano a las canchas y me encontré con un mundo que no conocía, desde el tipo que te abre la puerta hasta la voz del estadio. Estaba fascinado por contar que el ascenso no era un quilombo sino que tenía estas cosas buenas también.
-¿Qué buscabas cuando empezaste a filmar?
-Tenía un preconcepto, fui a buscar la historia sufrida, del tipo que labura todo el día, no puede más y juega. Pero, cuando todos me empezaron a responder otra cosa, cambié la mirada. Por ejemplo, me decían que sus abuelos eran albañiles, sus padres también y ellos también, y no tenían ningún problema con eso. Y además, contaban con la ventaja de jugar al fútbol en un club los fines de semana. Eso me pasó mucho en el interior, porque por ahí acá el de la D sí aspira a llegar a algo más. Pero en el interior muchos no se quieren mudar de ciudad, para los pibes es un complemento más de la vida. En general, no vi eso del sacrificio de los pibes. Obviamente que terminan cansados, pero con el entusiasmo que le ponen no lo ven como algo negativo, sino como un plus, algo que les alegra la vida. No me esperaba encontrar gente que jugara al fútbol por jugar al fútbol, y la encontré. No tienen esa idea de triunfar, Europa, la selección, y eso.
-Y con la película terminada, ¿qué pensás que contaste?
-Creo que mostramos un pantallazo de una época del fútbol de ascenso, que increíblemente no había nada filmado antes. Algo que sirve para entender un poco que independientemente de la región geográfica o que no haya plata, así sea el tipo que cobre o que no, el fútbol lo viven con pasión. Hay 3500 equipos en todo el país que, como mucho, en 5 años pueden llegar a Primera, e intentamos entender un poco qué les pasa por la cabeza a los jugadores.
-¿Qué representa el fútbol en las ciudades más chicas?
-Lo que menos representa es lo que vemos acá. El ganar, perder y esas cosas quedan en segundo plano. Los clubes ofician más como un punto de reunión social. En La Quiaca, por ejemplo, está lleno de mujeres que van al partido a tomar mate, los nenes juegan atrás del arco. Es como ir a un club a charlar con los amigos. No pasa tanto por el resultado, hemos visto árbitros comiéndose unas empanadas con los jugadores o con los hinchas de un club, que acá no podría pasar y allá sí. Es algo más de la vida diaria que tienen los pibes, y la vorágine loca del resultado queda afuera.
-¿Cómo organizabas tus viajes por el país?
En la mayoría de los casos tratábamos de hablar con alguien previo al viaje para que nos dijera cuándo había partido, pero por ejemplo cuando fuimos a La Quiaca era imposible comunicarse con alguien. Fer Prieto de pedo logró hablar con uno que nos dijo que el sábado a la tarde y el domingo había partido. Llegamos un viernes ponele y al día siguiente cuando fuimos a la cancha estaba todo cerrado. El primer partido empezaba en 10 minutos y no había nadie, encima el kioskero nos decía que no se jugaba y era una de las últimas historias. Igual nos quedamos parados en la puerta de la cancha cerrada, y en cinco minutos llegaron todos los jugadores con el bolsito, se abrió la cancha y empezó el partido. Generalmente viajábamos con la punta de que se jugaba un partido, pero después la misma gente del lugar nos guiaba con las historias.
-¿Y cuál es el rol que cumple el hincha en el ascenso?
-Es el que mantiene realmente al club. Un hincha de Boca que va a la cancha y sólo alienta, ¿qué hace por el club? Nada. En cambio el hincha que es de Victoriano Arenas y tiene una pinturería y lleva al club 100 litros de pintura para que pinten una tribuna, ese tipo está haciendo mucho más. El hincha genuino del ascenso contribuye en la vida social del club. Un día no va a la cancha y uno dice ‘¿qué pasó que Pepe no vino?’, en cambio si no vas a la de River, no se entera nadie. El hincha es mucho más cercano a su club.
-Igualmente, en el ascenso también hay incidentes y peleas y eso no aparece en la película. ¿Por qué?
-Porque yo los incidentes ya los conocía, pero lo que no conocía era esto: que el presidente de un club te abra la puerta del estadio y que la mujer te venda banderines para que se pueda pintar la tribuna. He ido a canchas que el presidente es el que pone la red antes de empezar los partidos y el hijo lo ayuda. Si ellos no hacen eso el partido no se juega. Me gustó darme cuenta que la gente no influye en el resultado, pero sí en que se pueda jugar el partido.