Es de hace mucho, y está desactualizada… pero me parece que en algunos pasajes resume el porqué al burro hay que bancarlo a muerte.
Ariel… gracias por haberme dado la posibilidad de disfrutar en una cancha hasta llorar.
Lunes 20 de Febrero de 2006
“No me olviden, soy Ortega”
Juan Pablo Varsky
Para LA NACION
Marcelo Bielsa, aún seleccionador nacional, caminaba solo por el campo. Pensaba pero no podía solucionar su problema: encontrar las palabras justas para explicarle un concepto a un futbolista que valoraba muchísimo. Sentía debilidad por él. Sabía que, debido a la personalidad del jugador, éste le iba a prestar muy poca atención. Debía ser preciso y rotundo en el mensaje. Casi rendido, llamó a su hermano Rafael con un SOS…
La anécdota pinta al increíble Marcelo pero también dibuja a Ariel Ortega, el hombre que obligó a una junta telefónica de los hermanos Bielsa. Esta semana, Burrito ha sido protagonista por algo que nuevamente no ocurrió: su pase a River. Ya en 2003, tenía el número 7 para jugar la Copa Libertadores y… nada. Muy original fue la manera en que se concretó la no noticia de último momento. El lunes a la noche, el directivo Rodolfo Cuiña, que seguramente no hará anuncios de transferencias hasta 2026, había dicho por Radio La Red que todo estaba listo y que hasta podría viajar a Paraguay para jugar el jueves con Libertad. El martes, justo en San Valentín, volvimos a hablar de un amor no correspondido. Que Newell’s, que Fenerbahce, que la deuda, que los plazos… Cuestiones que deberían haber sido contempladas antes de hablar.
Por lo menos, Ariel comprobó que los dirigentes sí lo quieren y que, quizá en junio, el libro tenga final feliz en el club que no debió haber dejado en 2002, un gran error admitido por ambas partes. Ese año aceptó una oferta de Fenerbahce con la única certeza del dinero. Vivir en Turquía y adaptarse al equipo eran asignaturas imposibles. Con dificultades para acomodarse en Valencia, Génova y Parma, había tenido muestras suficientes de que su lugar en el planeta fútbol era River. Pero creyó en la insólita promesa de argentinización de un equipo turco y se fue. El resto se conoce de memoria: 8 meses de aguante, 19 de suspensión por su esperable fuga, un amago de retiro (7 de noviembre de 2003: “basta de todo, dejo el fútbol y me voy a Jujuy…)”, regreso para salir campeón con Newell’s del Apertura 2004, gol a River en cada partido que lo enfrentó y ese impagable festejo con puño derecho sobre palma izquierda que, en vez de terminar todo, lo hizo renacer. En esta relación hay tanta historia como histeria…
A los 31 años, casi 15 de profesional, sueña con ir al Mundial. Con el número 7 de sus comienzos, emociona verlo tan enchufado en su quijotesca aventura. ¿Cuánto pagaría en una casa de apuestas su inclusión entre los 23? Mucho dinero, seguro. Está ofreciendo su mejor versión desde que está en Newell’s, pero pierde en la comparación con su propio pasado y el presente de otros. Le cuesta recuperar ese primer paso, el clásico burrito de arranque, fundamental para romperles la cintura a los rivales. Pero en sus gambetas, pases y goles nos recuerda que su fantasía aún no se ha agotado. Algunos compañeros lo idolatran, como Steinert, un baby Burrito por su manera de jugar.
Todos se divierten con sus anécdotas de viaje, valoran que su mejor amigo en el plantel sea el utilero y le agradecen que, sin publicidad, le preste plata a un chico que lleva meses sin cobrar. Ni enganche, ni delantero, ni wing. Burrito siempre jugó de Ortega. Tenía razón Bielsa. ¿Cómo encerrarlo en un concepto? El éxito en River, el fracaso en Europa, el glorioso primer tiempo ante Inglaterra en Saint Etienne, el infame cabezazo contra Van der Sar en Marsella, las jugadas inesperadas, los faltazos, el eterno espíritu amateur, a veces poco profesional, siempre más feliz en una cancha que afuera. Todo eso es Ortega, un futbolista de otro tiempo pero de toda la vida. “No sé hacer otra cosa” confesó hace poco.
¡Cuánto cuesta imaginarlo como DT, por ejemplo!..“Ariel, ¡la oferta de la recepción tiene que ser vertical!, le explicó enfáticamente el gran Marcelo en una práctica del seleccionado. Ariel le dedicó una mirada…a la altura de semejantes palabras. Y, un par de años después, le dedicó el título de campeón con Newell’s. Ese también es Ortega. Para él, respeto.